Tradición y Vanguardia en la Poesía de Miguel Hernández
Los inicios como escritor de Miguel Hernández se corresponden con los de aprendiz de poeta. Una primera etapa vendría marcada por las aventuras del pastor-poeta oriolano, observador de todo lo que hay a su alrededor. Una de las personas que marcan su inicio es Ramón Sijé. En sus primeras creaciones, M. H. escribe versos de gran sonoridad, con ritmos y extensión variados. En muchas composiciones se observa una gran capacidad para la percepción del mundo bucólico pastoril y para expresar las sensaciones que le provoca su tierra. En ellas hay escasa originalidad y muy pocas referencias autobiográficas. El 30 de noviembre de 1931, M. H. inicia su viaje a Madrid, con la esperanza de hacerse un hueco en la vida literaria de la capital y dar a conocer sus poesías. Pero a pesar de las recomendaciones que recibió, tiene que volver a Orihuela en 1932, dándose cuenta de que no está a la altura de otros escritores de su época. Decide acercarse a los movimientos vanguardistas y renueva su lenguaje, sus técnicas, y su estilo, de modo que le permiten expresar de forma mucho más actual, especialmente gracias al uso de la metáfora. Para este acercamiento a la poesía vanguardista fue decisiva la celebración del tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora. Miguel comienza a cultivar el endecasílabo, las octavas reales, las décimas y el gusto por la metáfora elaborada, que darán como resultado su libro, Perito en lunas. Con la publicación de El rayo que no cesa, Miguel aparece como un poeta que asimila plenamente la influencia de Quevedo y el dolorido sentir de Garcilaso. Esto le sirve para expresar su pasión de enamorado con Josefina Manresa. Su amor será fuente de poesía, de expresión de sus sentimientos más íntimos. Y junto a ese neorromanticismo, encontramos símbolos como el cuchillo, el rayo, el fuego, el toro… La pasión atormentada impregna sus versos como sucede con la soledad, la pena y la tristeza. Es así como surgen sus tres famosas heridas: la vida, el amor y la muerte. Con el estallido de la Guerra Civil, da un giro radical por la causa de la libertad. Su producción bélica se resume en dos libros: Viento del pueblo y El hombre acecha. Para Miguel la poesía es esencia del pueblo y su destino es el pueblo. Su poesía llena de imágenes de dureza, elementos metálicos, de armas. El poeta es “viento del pueblo” y espera el triunfo del pueblo representado en el campesino y obrero.
Simbólicamente transformados en leones, toros y águilas. Simboliza la raza que se rebela contra los yugos, que tratan de imponer la gente de mala hierba. Hay que destacar entre sus poemas Elegía primera, inspirada por la muerte de García Lorca o La canción del esposo soldado, en la que canta una nueva vida en medio de la destrucción, el caos y la muerte. Otro poema para destacar es El niño yuntero, un poema marcado por la injusticia social que tiene sobre el niño labrador. En 1939 concluye El hombre acecha, esta obra es el resultado de una visión trágica y desalentada de la vida y de la muerte. “Hoy el amor es muerte / y el hombre acecha al hombre”. El pesimismo llena todo el libro, en Canción última, el poeta nos presenta su casa pintada de pasiones y desgracias, pero afirma que tal vez pueda volver a ella sin tanto dolor y dormir junto a su esposa. Miguel no pudo ver cumplido su deseo. Su último libro es Cancionero y romancero de ausencias, compuesto por 79 poemas en los que recoge de forma íntima episodios de su vida, como por ejemplo, la muerte de su primer hijo, la separación de la esposa… Miguel alcanza la expresión de su madurez poética. La metáfora se eleva hacia sus cotas más altas de percepción y de expresividad. Es una poesía que busca la verdad humana; poemas breves y versos cortos con metros más tradicionales y rima asonante. De los asuntos tratados por el poeta cabe destacar, los besos de la mujer amada, la ausencia, la guerra, la cárcel, el hambre… Estos poemas muestran una verdadera voz propia, muy intimista, gracias a la cual el poeta se adentra en la búsqueda de sus raíces personales. En conclusión, M. H. se inicia poéticamente en la tradición y pasa por la vanguardia hasta crear su propio mundo poético.
1. El Amor, la Vida y la Muerte en la Poesía de Miguel Hernández
La poesía de Miguel Hernández gira en torno a tres grandes temas: la vida, el amor y la muerte. Sus primeros poemas amorosos tienen influencia de la poesía modernista de Rubén Darío. En ellos se manifiesta el amor a la naturaleza de su tierra. Hay una visión sensual del amor y hay una incitación a disfrutar de él. (Carpe Diem). Los poemas están cargados de simbología que tiene que ver con el mundo que le rodea, como “la higuera”, que simboliza lo erótico, la “paloma”, que le sugiere erotismo, y la “luna”, símbolo romántico y femenino. En su primer libro, Perito en Lunas, hay una clara influencia calderoniana, donde el amor aparece bajo el aspecto de pecado. El sexo aparece disfrazado en metáforas en la octava “sexo en instante” o en “Negros ahorcados por violación”. Además, hay una identificación de amor y sexo. El dualismo vida/muerte, lo podemos ver en las octavas “Toro” y “Torero”, en la que el toro es sacrificio, muerte, y figura del amante, mientras que torero es vida y gloria. Encontramos símbolos que se repetirán más adelante, adquiriendo nuevos matices, como la Luna, símbolo central de la obra, cuya forma circular simbolizará la perfección, o la higuera y los higos, que hacen referencia a los genitales masculinos, o los higos abiertos y el hueso del dátil al sexo femenino. En su siguiente libro, El rayo que no cesa, revela la herida interior del poeta, encarnada en el ”rayo” y en el “cuchillo”, que tiñen de sangre los temas de amor y la vida. El amor aparece como el causante del dolor, pues la amada se muestra esquiva. El poeta se somete a su voluntad, quedando simbolizado en el barro, que a la vez es la unión con la amada. El amor es creación, al mismo tiempo es destino ciegamente fatal y aniquilador. Miguel empleará en sus versos elementos contrarios (oxímoron): “Dulce amargura” “alegre tormento”. Los poemas de este libro están dedicados a tres mujeres: Josefina, la novia, en tres poemas en los que se refleja el pudor femenino, fruto del ambiente pueblerino de Orihuela; María Cegarra, la poetisa de la Unión, a quien dedica ocho sonetos, y por último, el resto son dedicados a la pintora Maruja Mallo, a excepción de la elegía a Ramón Sijé, su amigo. En estos poemas se ve reflejado el desdén de la amada, eterno rayo, la imposibilidad amorosa simbolizada en el toro, y el sometimiento simbolizado en el barro (Me llamo barro aunque Miguel me llamen).
Se une una constelación de símbolos cortantes e hirientes como la espada, el cuchillo, el rayo, la cornada, los cuernos y hierro infernal. El amor aparece en su dicotomía con la muerte, una muerte literaria, excepto la de Ramón Sijé, que con su elegía rompe la unidad temática, donde se hace presente el amor-amistad. La muerte aparece reflejada en metáforas como: “manotazo duro”, “golpe helado”. En este momento de su vida, vivir es amar, penar y morir. Vida y muerte las concibe como parte del ciclo vital de la naturaleza. Los restos, tras la muerte, darán vida a otros seres. Más tarde, durante la República y el estallido de la Guerra Civil de 1936, aparece Viento del pueblo. Los temas aparecen cargados de ideología, exaltación heroica y sarcásticos en muchos casos. El tema del amor se funde con la poesía de combate, como en Canción del esposo soldado. El amor se hace cántico; la amada, esposa; el poeta, soldado; y el hijo que esperan “símbolo de la victoria de la República”. La muerte es ahora parte de la lucha y la vida, y también amor por el pueblo oprimido. La muerte aparece aquí para ser elegía por los héroes del pueblo. Hay un desplazamiento del “yo” del poeta hacia “los otros”. Así, “viento” es la voz del pueblo. La poesía es utilizada como arma de lucha. En 1937 aparece su segundo libro de guerra: El hombre acecha, en él, el lenguaje se hace más sobrio, y el tono más íntimo. El hombre acecha recuerda a la máxima latina “Homo Homini Lupus” (el hombre es un lobo para el hombre). El hombre aparece como fiera, resultado de la guerra y el odio. En consecuencia aparecen como símbolos los colmillos y las garras. Es evidente el pesimismo y el desaliento, pues los poemas están llenos de dolor. La derrota bélica está a las puertas. (el tren). El amor a la patria queda manifestado en Madre España, a la que se siente unido el poeta y de cuyo vientre ha nacido. Madre tierra y España son una misma cosa. En 1939, al salir de la cárcel y antes de volver a ser detenido en Orihuela, Miguel Hernández entregó a su esposa un cuaderno manuscrito: Cancionero y romancero de ausencias, con el cual alcanza su madurez poética. En este libro son protagonistas el primer hijo muerto y el nacimiento de su segundo hijo, al que dedicará uno de los más bellos poemas de amor de padres hacia el hijo, en la canción de cuna Las nanas de las cebollas. La amada es ahora esposa y madre, y de ahí el símbolo del vientre que se concibe como centro del universo. El amor sobrevive y le hace sentirse bien y libre.
2. Imágenes y Símbolos en la Poesía de Miguel Hernández
Sus primeros poemas amorosos tienen influencia de la poesía modernista de Rubén Darío. En ellos se manifiesta el amor a la naturaleza de su tierra. Hay una visión sensual del amor y hay una incitación a disfrutar de él. Las primeras imágenes y símbolos que aparecen en Miguel Hernández tienen que ver con el mundo que le rodea.
- La higuera simboliza erotismo, la paloma le sugiere el deseo erótico, y la Luna es símbolo romántico y femenino.
Se hace presente la simbología barroca de influencia gongoriana en “Es tu boca”, así como los símbolos modernistas de la poesía de Rubén Darío como la góndola o el hada. En su primer poemario: Perito en Lunas, hay una clara influencia calderoniana, donde el amor aparece bajo el aspecto de pecado. El sexo aparece disfrazado en metáforas en la octava “sexo en instante” o en “Negros ahorcados por violación”. Además, hay una identificación de amor y sexo. Encontramos símbolos que se repetirán más adelante, e irán adquiriendo nuevos matices:
- La luna es el símbolo central de la obra. Preside un mundo de irresistibles fuerzas mágicas llenas de misterio, vitalidad y cambio. Es el astro modelo de los ciclos vitales, cuya forma circular simboliza lo perfecto. Serán lunas los cuernos del toro, la noria, la hogaza de pan, el retrete, la sandía, etc.
- El toro es sacrificio, muerte y la figura del amante.
- La palmera aparece como un elemento paisajista mediterráneo.
- La veleta aparece como una imagen muy de su tiempo.
- La higuera y los higos hacen referencia a los genitales masculinos, y los higos abiertos, el hueso del dátil o la granada al sexo femenino.
En El rayo que no cesa se revela la herida interior del poeta, encarnada en el ”rayo” y en el “cuchillo”, que tiñen de sangre los temas de amor y la vida. El amor aparece como el causante del dolor, pues la amada se muestra esquiva. El poeta se somete a su voluntad. El tema principal es el amor y alrededor de él van a girar estos símbolos:
- El rayo, que simboliza el fuego, quemazón y deseo amoroso. Añade además el concepto de “herida”.
- El cuchillo, el cuerno, la cornada, la espada y el arado, son objetos puntiagudos y símbolos de dolor, en contraposición a la redondez de las imágenes y símbolos como la luna.
- La sangre es el deseo sexual, y la camisa es el sexo masculino. En “Me tiraste un limón, y tan amargo”, el limón es el pecho femenino.
- El barro, el pie de la amada y el buey simbolizan la sumisión y la unión con la amada. Esto queda reflejado en “Me llamo barro aunque Miguel me llamen”.
En la “Elegía a Ramón Sijé” hay términos referentes a la muerte y la rabia, al dolor inconsolable como “manotazo duro” “golpe helado”, “hachazo invisible y homicida”… Viento del pueblo ejemplifica lo que es la poesía de guerra, poesía como arma de lucha. Hay un desplazamiento del “Yo” del poeta hacia “los otros” Así “viento” es la voz del pueblo. La simbología animal es muy frecuente y los temas aparecen cargados de ideología, exaltación heroica y sarcásticos en muchos casos. El tema del amor se funde con la poesía de combate, como en “Canción del esposo soldado”. El amor se hace cántico; la amada, esposa; el poeta, soldado; y el hijo que esperan “símbolo de la victoria de la República”.
- El buey simboliza al pueblo resignado y cobarde, mientras que el león es la imagen de la rebeldía y el inconformismo. El poeta se identifica con leones, águilas y toros, ahora símbolo de orgullo y lucha.
- Los colmillos y garras aparecen como símbolo de la guerra y el yugo como símbolo de la sumisión, reflejado en su poema “El niño yuntero”.
- El rayo y huracán ahora no son pena, sino símbolo de fuerza y libertad, mientras que el sudor de los trabajadores aparece como símbolo de la relación hombre-tierra.
- Las manos simbolizan la contraposición entre ricos y pobres, las dos Españas. Podemos verlo en su poema “Las manos”.
A raíz de su casamiento con Josefina Manresa ya no se canta a la amada como deseo, sino como esposa y luego como madre. Aparece entonces un nuevo símbolo: el vientre. La pasión erótica ahora tiene su realización, y como producto de ella aparecerá la figura del hijo, símbolo también de esa España que él está forjando en su lucha: “para el hijo será la paz que estoy forjando”. El hombre acecha. En este segundo libro de guerra el lenguaje se hace más sobrio, y el tono más íntimo. “El hombre acecha” recuerda a la máxima latina “Homo Homini Lupus” (el hombre es un lobo para el hombre). El hombre aparece como fiera, resultado de la guerra y el odio. En consecuencia, aparecen como símbolos los colmillos y las garras. Es evidente el pesimismo y el desaliento, pues los poemas están llenos de dolor. La derrota bélica está a las puertas.
- El tigre, lobo, chacal y bestia son los enemigos, mientras que el toro es símbolo de la pena, la frustración y la masculinidad, la España republicana.
- La sangre es ahora símbolo de dolor, mientras que el tren y la noche son símbolos de la muerte.
- El tronco y los árboles son los hijos de la tierra, hombres del pueblo y el mismo poeta.
El amor a la patria queda manifiesto en “Madre España” a la que se siente unido el poeta y de cuyo vientre ha nacido. Madre, tierra y España son una misma cosa. Cancionero y romancero de ausencias. Al salir de la cárcel y antes de volver a ser detenido en Orihuela, Miguel Hernández entregó a su esposa un cuaderno manuscrito: “Cancionero y romancero de ausencias”, con el cual alcanza su madurez poética. En este libro son protagonistas el primer hijo muerto y el nacimiento de su segundo hijo, al que dedicará uno de los más bellos poemas de amor de padres hacia el hijo, en la canción de cuna “Las nanas de las cebollas”. Esta obra póstuma se abre con elegías a la muerte de su primer hijo, añorado mediante imágenes intangibles: “ropas con su olor”.
- El sol, la rosa o la flor son símbolo de la muerte prematura del hijo. “Tempus fugit”.
- La risa, las alas y el amor de la amada se convierten en símbolos de libertad.
- La lluvia, la mar, la luna y los colores negro y blanco son la muerte, mientras que el verde, rojo, moreno, azul y dorado son vida.
- La sangre simboliza lo genesíaco y el origen de las cosas, y la redondez perfecta de Perito en Lunas aparece de nuevo en uno de sus últimos poemas. “Sobre el cuerpo de la luna”.
En estos últimos versos se advierte el deseo del poeta de una vuelta a la felicidad de épocas pasadas.
3. El Compromiso Social y Político en la Poesía de Miguel Hernández
Nacido en 1910 en el seno de una familia humilde, está considerado como uno de los poetas más significativos del siglo XX. Miguel Hernández estudió en el colegio de Santo Domingo de Orihuela, regentado entonces por los jesuitas. Con catorce años su padre lo sacó de allí, pero sentía inquietudes literarias y entró en contacto con el canónigo Don Luis Almarcha, que puso su biblioteca a su disposición. Gracias a él leyó los clásicos, como San Juan de la Cruz, Virgilio, Garcilaso y Fray Luis de León… A finales del 1929, conoce a José Marín (Ramón Sijé), que se convirtió en la persona más influyente para él, tanto política como ideológicamente. Como homenaje al estilo de Luis de Góngora, Miguel escribe en 1932 su primer poemario, Perito en lunas, uno de los exponentes más originales de la poesía pura. En los años 1933 y 1934 Miguel Hernández colabora en la revista católica dirigida por Ramón Sijé “El Gallo Crisis”. En 1934, durante su tercer viaje a Madrid, conoció a Pablo Neruda, quien más le influyó en el cambio político e ideológico, y en 1935 conoció a Rafael Alberti y al poeta argentino Raúl González. Colaboró con la revista fundada por Pablo Neruda “Caballo verde para la poesía”, lo que le supuso un cambio estético hacia la “poesía impura” y un cambio ideológico. Más tarde escribió El rayo que no cesa y conoció a Vicente Aleixandre, que se convirtió en uno de sus más fieles amigos. Se incorporó a las Misiones Pedagógicas, un proyecto educativo comenzado en el 1931, con fin de difundir la cultura general a las zonas con altos índices de analfabetismo. Aquí comenzó su compromiso social. La Guerra Civil de 1936 obligó a Miguel Hernández a dar el paso al compromiso político. Ingresa como voluntario en el Quinto Regimiento y más tarde es nombrado Jefe del Departamento de Cultura. Su respuesta ante la contienda fue defender a la República. Ocupó puestos importantes y publicó varios poemas en el semanario “Al ataque”. En 1937, viajó a Orihuela para casarse con Josefina Manresa y dirigió en Andalucía el periódico “Frente Sur”. Tuvo una gran función social y política, e intervino en el frente recitando sus versos para animar a los soldados que combatían. Durante estos años, Hernández cree necesario convertir el arte en un arma de combate y en un instrumento útil para mantener bien alta la moral del soldado.
Fruto de esto será Viento del pueblo. Lo lírico cedió paso a lo épico y el poeta asume una función profética. Esta obra comprometida, está formada por múltiples poemas que denuncian las injusticias y se solidarizan con el pueblo oprimido. En ella, la voz poética se alza para proclamar el amor a la patria, para educar a los suyos en la lucha por la libertad y para increpar a quienes tiranizan al ser humano. Viento del pueblo se identifica con una colectividad. El tono de exaltación se impone en la fusión entre amor y heroísmo. El amor y el vientre de la esposa son el sustento del poeta soldado. En los poemas más sociales (“Niño yuntero” y “Aceituneros”) el tono de lamento sirve para expresar la identificación íntima. El tono de imprecación implicará denigrar e insultar a los cobardes. Esto se verá en “Las manos”. En 1937 el poeta viaja a la URSS para participar en el V Festival de Teatro Soviético. A su regreso sufre una depresión al contemplar el espectáculo de una Europa ajena e insensible al drama que se vive en España. Hacia esa indiferencia va dirigida una crítica feroz en el poema “Los hombres viejos”. Aparece entonces su segundo libro de guerra El hombre acecha, que presenta un giro hacia el pesimismo intimista. Ahora el poeta se aflige no sólo por la muerte colectiva que acarrea el conflicto bélico, sino también por los heridos, las cárceles y el odio entre hermanos. Este libro consta de 19 poemas escritos entre 1937 y 1938, cuando muere su primer hijo a los 10 meses de edad. La derrota en la guerra se hace cada vez más patente por lo que los acontecimientos de la guerra son ahora más intimistas en el libro. Se va apagando la exaltación de héroe y se va encendiendo el lamento por las víctimas. Frente a la evidencia trágica del dolor y del acecho, aparece también otro tema: el símbolo de España como madre primigenia en su poema “Madre España”. En 1939, perdida la guerra, el poeta es detenido en la frontera portuguesa y conducido a Sevilla para ser encarcelado. Curiosamente es puesto en libertad meses después sin ser juzgado, pero vuelve a Orihuela y allí es detenido definitivamente. Miguel Hernández entregó a su esposa un cuaderno manuscrito con poemas que había titulado “Cancionero y romancero de ausencias”, iniciado en 1938 a raíz de la muerte de su primer hijo. Esta obra póstuma se fue nutriendo con poemas escritos desde la cárcel que los editores recogieron posteriormente. Alcanza así la madurez poética con unas composiciones sencillas que abordan los temas más obsesionantes de su mundo lírico: el amor, la vida y la muerte, sus “tres heridas”.
4. La Poesía Española desde Principios del Siglo XX hasta Miguel Hernández
Desde la llegada del Modernismo, a fines del s. XIX, hasta el brusco corte de la Guerra Civil, la poesía española vivió una etapa de esplendor que justifica la denominación de Edad de Plata o segundo Siglo de Oro de la poesía española. En el último cuarto de s. XIX, la poesía lírica española se encontraba estancada entre el Romanticismo más tópico y el Realismo de la poesía de Campoamor. Solo la figura de Bécquer, posromántico y presimbolista, ofrecía calidad y modernidad. Mientras, en Francia triunfaba una poesía novedosa formada por dos corrientes: El simbolismo en el que se habla de buscar en la realidad que nos rodea significados profundos o afinidades con los estados de ánimo. Y el parnasianismo, que busca el “arte por el arte”. Instaura la perfección formal, la recuperación de la tradición grecolatina, lo exótico… Ambos serán la raíz de la poesía moderna, llegando a España en el 1888 de la mano de Rubén Darío. El movimiento que nació a raíz de estas innovaciones recibió el nombre de Modernismo. En las letras hispanas se incorporan musicalidad, nuevos metros (alejandrinos y eneasílabos), el verso libre, poemas en prosa, simbolismo expresivo, plasticidad, sinestesia… El Modernismo en España tendrá una ramificación literaria racional, la de la llamada Generación del 98. Comenzarán en el Modernismo poetas como Antonio y Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, Francisco Villaespesa y Valle-Inclán. Juan Ramón Jiménez abogará, en la segunda década del S. XX, por la “poesía desnuda”, con lo que será el maestro en los primeros pasos del grupo poético del 27. Valle-Inclán evolucionará a su arte del “esperpento”. Antonio Machado evoluciona a planteamientos y temas propios de la generación del 98, con una estética más sobria. Tras el fin de la Primera Guerra Mundial (1914-1917), comienzan a vislumbrarse nuevos caminos poéticos que pretenden despojar al arte de su raíz sentimental. Un proceso que quedó definido como “la deshumanización del arte” y llevada a cabo por escritores e intelectuales que se agruparon bajo el nombre de “Novecentistas”. Dos caminos confluyeron a partir de la segunda década del S. XX:
- Las vanguardias fueron movimientos renovadores que rompieron con la estética anterior en todas las artes, buscando nuevas formas de expresión libres de trabas morales, políticas y religiosas. La literatura española se caracteriza en este momento, por la apertura al mundo exterior a través de las vanguardias europeas, también se dieron movimientos de vanguardia propiamente españoles como el ultraísmo, que destacó por sus imágenes y metáforas chocantes e ilógicas. Elimina la rima, utiliza neologismos, tecnicismos y palabras esdrújulas. Destacaron Guillermo de Torre y Gerardo Diego. Otro de los movimientos españoles fue el Creacionismo, que utiliza palabras por su valor poético sin que se tengan en cuenta su referencia a la realidad. Influyó en la poesía del 27, entre ellos en F. García Lorca.
- La poesía pura, destaca por su desnudez sentimental. Juan Ramón Jiménez marcará los primeros pasos de la Generación del 27, así la aparición en 1916 de “Diario de un poeta recién casado” iniciará el canon de la “poesía pura”.
Los poetas del 27 se iniciarán en su juventud al calor de las Vanguardias y de la “poesía pura”, influenciados también por la poesía intimista. Su maestro inicial será Juan Ramón Jiménez, pero más tarde se distanciarán de él con el homenaje a Góngora en 1927. La poesía del grupo poético del 27 marcó realmente el inicio de la poesía contemporánea española e implicó la posibilidad de una verdadera fusión entre traición y vanguardia. Las convulsiones histórico-sociales azotarán al mundo a partir de la crisis de 1929, llevarán a una “rehumanización del arte” teniendo su base en el Surrealismo. La poesía surrealista rechaza el concepto de “poesía pura”, por lo que la entrada de la década de los treinta comenzará con lo que Neruda llamaría “poesía impura”. Vicente Aleixandre con su poemario “La destrucción o el amor” (1935) marca un hito en el surrealismo español. Con la llegada de la Guerra Civil, muchos de los poetas del 27 convierten su “poesía impura” en “poesía comprometida”. Miguel Hernández, nacido en 1910, pertenece cronológicamente a la “Generación del 36”, por su evolución poética, sintetiza en su corta carrera literaria la modulación de los poetas del 27. Cuando era adolescente, comenzó a conocer a los poetas del 27.