La Primera República Española (1873-1874)
La última etapa política del Sexenio Democrático fue la Primera República. Su duración alcanzó un año: se proclamó en febrero de 1873 y fue derrocada por un golpe de Estado en enero de 1874.
1. La Proclamación de la Primera República
La proclamación de la Primera República Española fue la salida más fácil ante la renuncia de Amadeo de Saboya. Ante la ausencia del monarca, las Cortes, quienes habían asumido la soberanía nacional, decidieron someter a votación la proclamación de una República, que fue aprobada el 11 de febrero de 1873 por una gran mayoría. Estanislao Figueras, republicano federal, fue elegido para presidir el gobierno, que contó para gobernar con los miembros de su partido y algunos republicanos unitarios.
Estos datos no reflejan un apoyo real a la nueva forma de gobierno; gran parte de la cámara era monárquica y su voto republicano fue una estrategia para ganar tiempo y organizar el retorno de los Borbones al trono español. Por lo tanto, la República nació con escasas posibilidades de tener éxito, como se evidenció en el aislamiento internacional del nuevo sistema. Ninguna potencia reconoció la Primera República Española, salvo Estados Unidos y Suiza, ya que lo veían como un régimen revolucionario que ponía en peligro la estabilidad de Europa, mayoritariamente burguesa y conservadora.
A pesar de todo, la República fue recibida con entusiasmo por las clases populares, que creían que había llegado el momento de cumplir sus aspiraciones de cambio social. Los federales ocuparon las corporaciones de muchos municipios y constituyeron juntas revolucionarias para desplazar de las administraciones a los antiguos cargos monárquicos. En las ciudades se produjeron también amplias movilizaciones populares. Sin embargo, gran parte de los dirigentes del republicanismo federal, encargados de poner en funcionamiento la nueva República, estaban lejos de las aspiraciones revolucionarias del propio partido. Se disolvieron las juntas y se reprimió a las movilizaciones populares. Una vez pacificado el panorama, se convocaron elecciones a Cortes constituyentes que ganaron ampliamente los republicanos.
2. El Intento de Instaurar una República Federal
El 7 de junio de 1873 se proclamó la República Democrática Federal. La presidencia quedó en manos de Estanislao Figueras, pero dimitió al cabo de unos días y el gobierno pasó a manos de Francisco Pi i Margall. Su propósito era emprender grandes reformas:
- La elaboración de una constitución federal.
- La separación de la Iglesia y el Estado.
- La elaboración de leyes sociales (enseñanza, quintas, trabajo, etc.).
Pero los pocos meses que duró la experiencia republicana no permitieron el desarrollo de esa legislación reformista.
3. La Elaboración de una Constitución Republicana Federal
Seguía la línea de la Constitución de 1869. La República tendría un presidente y, en cuanto a las Cortes, se mantendrían dos cámaras: el Senado y el Congreso. Además, se declaraba la libertad de culto y la separación de la Iglesia del Estado. El aspecto más novedoso era la estructura del Estado. Se estableció que la nación española estaba compuesta por 17 estados y declaraba que el poder emanaba de tres niveles: municipios, estados regionales y Estado federal. Los estados regionales tendrían autonomía económica, administrativa y política e, incluso, elaborarían sus propias constituciones compatibles con las del Estado federal. El proyecto de la constitución planteaba un Estado no centralista.
4. Los Conflictos Armados
La Primera República tuvo que enfrentarse a graves problemas que paralizaron la acción del gobierno. Uno de ellos fue la insurrección carlista, que pasó a ser un verdadero frente abierto entre carlistas y republicanos. Continuó la guerra de Cuba, iniciada en 1868, sin que la situación de la República fuera capaz de mejorarla. A todo esto se le añade el obstruccionismo de los partidos monárquicos y las divisiones entre los propios republicanos, lo que provocó un régimen con dificultades para dirigir un ejército escasamente fiel al proyecto republicano.
Regencia de María Cristina (1833-1840)
Debido a la minoría de edad de Isabel II, su madre, María Cristina, se hizo cargo de la regencia desde la muerte de Fernando VII en 1833 hasta su abandono del gobierno en 1840. Fue una etapa difícil, con las amenazas del carlismo, que tuvo al país en estado de guerra durante toda la regencia. Pero el apoyo de los liberales a Isabel permitió quitar el Antiguo Régimen y sentar las bases para:
- Formar los primeros partidos políticos que defendieron el partido moderado y el progresista.
- Se promulgó la Constitución de 1837, que implantó definitivamente el régimen liberal en España.
- Se emprendieron medidas de liberación económica como la desvinculación de mayorazgos, la eliminación del régimen señorial o la desamortización eclesiástica de Mendizábal.
Los gobiernos de esta etapa se caracterizan por su corta duración y por el predominio del partido moderado.
Regencia de Espartero (1840-1843)
Espartero tenía una gran reputación, pero su prestigio aumentó durante la revolución de 1840 al defender los alzamientos en contra de la ley de ayuntamientos del gobierno, que pretendía que los alcaldes no fueran elegidos por los vecinos sino por el gobierno. Por esto, María Cristina nombró a Espartero presidente del gobierno y ella renunció a su cargo de regente y se exilió a Francia. Espartero gobernó con mano dura y eliminó las revueltas y pronunciamientos. Finalmente, su autoritarismo le hizo perder el apoyo de la mayoría de los progresistas y un nuevo pronunciamiento encabezado por Narváez puso fin a la regencia en 1843.
El Reinado Efectivo de Isabel II (1843-1868)
La llamada Década Moderada fue la base para consolidar el nuevo Estado, en la que se adoptaron importantes medidas:
- a) La Constitución de 1845.
- b) Las reformas de la Hacienda de 1845.
- c) El Concordato de 1851, que estableció las relaciones con la Santa Sede.
- d) Reformas de la administración pública.
El carácter más excluyente de la monarquía isabelina, bajo el control de los moderados, fue interrumpido por el Bienio Progresista y después por el Gobierno Largo.
La Crisis de 1866 y el Pacto de Ostende
El descrédito del régimen de Isabel II alcanzó su clímax en 1866 con una aguda crisis económica y política a la vez, que abrió el camino a la Revolución de 1868 y la caída de la monarquía isabelina. La crisis económica fue de gran intensidad y tuvo tres manifestaciones: financiera, agraria y aumento del paro. Pero la crisis política no fue menos importante. En este marco, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende, con lo que decidieron aunar sus esfuerzos para derrocar a la reina y establecer un nuevo sistema político. Al año siguiente se añadió al bloque opositor la Unión Liberal.
La Restauración Borbónica (1874-1931)
El pronunciamiento de Martínez Campos en diciembre de 1874, acogido favorablemente por los conservadores y por el ejército, significó la restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. La figura política clave fue Cánovas del Castillo. Cánovas pretendía volver a los tiempos de Isabel II, reparando algunos problemas del liberalismo, y para conseguirlo se propuso establecer un sistema político basado en el bipartidismo y poner fin a la guerra de Cuba y al conflicto carlista.
La Constitución elaborada en 1876 es una clara muestra del liberalismo doctrinario, caracterizada por el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las Cortes y el rey. Las Cortes eran bicamerales y, desde el sufragio censitario de 1878 hasta el sufragio universal de 1890, se estableció la confesionalidad católica y una larga declaración de derechos.
El presidente, Cánovas del Castillo, introdujo un nuevo sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia en el poder de los grandes partidos: el Liberal y el Conservador. Además, se pondría fin al intervencionismo del ejército en la vida política. La paz supondría la recuperación del programa político de los pronunciamientos que había protagonizado la época del reinado de Isabel II.
Las consecuencias inmediatas de la derrota carlista fueron la abolición definitiva del régimen foral, de modo que los territorios vascos quedaron sujetos al pago de impuestos y al servicio militar. Más adelante se estableció un sistema económico que daba un grado de autonomía. Se acabó con la guerra cubana mediante la firma de la Paz de Zanjón (1878), que incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud y reformas políticas. Al resolverse tales problemas, se inició un nuevo conflicto: la guerra chiquita.
El sistema del turno político pudo mantenerse durante más de 20 años gracias a la corrupción electoral y a la labor de los caciques. El caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España. La adulteración del voto constituyó una práctica habitual en todas las elecciones. Los caciques eran personas notables, sobre todo en el medio rural, que tenían gran influencia en la vida local y que se encargaban de adulterar el voto.
El Partido Conservador se mantuvo en el gobierno desde 1875 hasta 1881; hasta 1884 estuvo al mando el Liberal. A partir de 1884, Cánovas volvió al poder y firmó con los liberales el Pacto de El Pardo con el fin de dar apoyo a la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía ante los carlistas y los republicanos.
Manifiesto de Sandhurst (1 de diciembre de 1874)
El texto a comentar es un fragmento del Manifiesto de Sandhurst. Es una fuente primaria de naturaleza histórico-circunstancial o circunstancial-narrativo, ya que se trata de un manifiesto. El texto tiene un evidente carácter político. En cuanto al tiempo y el espacio, el texto está fechado el 1 de diciembre de 1874; se desarrolla, por tanto, en los momentos finales del Sexenio Democrático y, más exactamente, al final de la Primera República.
La llegada al trono de Alfonso XII se fue ideando a lo largo de 1874. El proceso arranca con el golpe de Estado protagonizado por el general Pavía (3 de enero), quien disolvió las Cortes de la Primera República. Se formó entonces un gobierno provisional presidido por Serrano. Entretanto, Cánovas del Castillo negociaba secretamente la restauración de la monarquía borbónica. Se supone que está escrito en Madrid y firmado en la ciudad de Sandhurst. Su autor es Cánovas del Castillo. El propio Cánovas convenció al joven príncipe Alfonso para que dirigiera un manifiesto al país, que él mismo redactó y que el príncipe de Asturias firmó en Sandhurst. El texto es de carácter público y nacional, ya que va destinado al pueblo español, con la intención de proponer un cambio político en España (para volver al orden anterior al Sexenio Revolucionario).
Palabras a destacar:
- Monarquía constitucional: forma de gobierno en la que la jefatura del Estado reside en una persona, un rey o una reina, cargo habitualmente vitalicio al que se accede por derecho y de forma hereditaria.
- Monarquía hereditaria: forma de gobierno en la cual el monarca es el heredero, normalmente un hijo, del monarca anterior.
Alusiones históricas y nombres propios:
- Constitución de 1845: norma suprema durante el reinado efectivo de Isabel II, que sustituyó a la Constitución de 1837, norma suprema durante su minoría de edad. La Constitución de 1845 estuvo vigente hasta la proclamación de la Constitución española de 1869, aunque hubo varios intentos para sustituirla en 1852 y durante el Bienio Progresista (1854-1856).
- Revolución de 1868: levantamiento revolucionario español que tuvo lugar en septiembre de 1868 y supuso el destronamiento de la reina Isabel II y el inicio del Sexenio Democrático.
- Mi augusta madre (Isabel II): fue reina de España entre 1833 y 1868, gracias a la derogación del Reglamento de Sucesión de 1713 por medio de la Pragmática Sanción de 1830.
- Antonio Cánovas del Castillo: fue un político malagueño que en su juventud había militado en el partido de la Unión Liberal y participado en la revolución progresista de 1854. Con el paso del tiempo fue adoptando posiciones políticas cada vez más derechistas. En 1876 fundó el Partido Conservador a partir de personalidades que procedían de los antiguos partidos Moderado y Unión Liberal.
- Alfonso XII: hijo de Isabel II, exiliado tras la Gloriosa, estudió en varios países y terminó su formación en la academia militar británica de Sandhurst, lugar donde firmó, el 1 de diciembre de 1874, este texto.
Este manifiesto, firmado el 1 de diciembre de 1874, tuvo gran impacto en la prensa y en sectores favorables a la Restauración orquestada por Cánovas del Castillo, que con el texto pretendía crear un clima favorable en la opinión pública que permitiera el restablecimiento de la monarquía borbónica por vía pacífica. Lo cierto es que dio lugar al pronunciamiento del general Martínez Campos el 29 de diciembre, que precipitó la vuelta de Alfonso de Borbón en enero de 1875. Mientras tanto, Cánovas del Castillo ocupó el Ministerio de Regencia hasta que Alfonso de Borbón regresó a España.
Además, el texto sienta las bases de lo que será el sistema de Restauración: soberanía compartida, monarquía constitucional (Constitución de 1876), participación política de todos aquellos que acepten la Restauración borbónica y unidad territorial y Estado confesional. Y a pesar de que un pronunciamiento provoca la vuelta de Alfonso de Borbón, será el último del siglo XIX, por lo que podemos decir que el ejército deja de influir en la política de este periodo. Los meses siguientes al texto serán decisivos para la consolidación del nuevo régimen, puesto que Cánovas consiguió una larga etapa de estabilidad política basada en un sistema político regido por los valores conservadores del orden, prosperidad y monarquía, combinados con aspectos de instituciones liberales. Cánovas fue protagonista de la política española hasta su muerte en 1897.
Por otra parte, hay que decir que con este texto no se pretendía la objetividad histórica, sino utilizar una argumentación convincente para conseguir los fines propuestos. Además, se refiere al Sexenio Democrático como una época de opresión y caos, y va más allá cuando habla de la monarquía hispánica como si siempre hubiera compartido el poder con las Cortes, omitiendo toda la etapa absolutista que perduró hasta el reinado de su abuelo Fernando VII. Por último, haciendo referencia al siglo XIX, y más concretamente al reinado de Isabel II, habla de estabilidad y prosperidad olvidándose de la gran inestabilidad política y económica que caracterizó amplios periodos de su reinado.
Sin duda, esta argumentación, aunque no siempre veraz, tiene un interés máximo para el estudio de la historia del periodo, pues no solo muestra la ideología del que reinará como Alfonso XII y de Cánovas del Castillo, sino de la mayor parte de la clase política liberal que gobernará durante los 50 años siguientes. Liberalismo que tendrá un carácter doctrinario y en el que el poder será detentado por la oligarquía de la época: terratenientes, nobles y alta burguesía comercial e industrial. A esto se unirá el ejército y la Iglesia, a pesar de su antiliberalismo.
En el texto aparece también ya insinuada la que será su máxima debilidad: la exclusión del sistema de los que no aceptaron la monarquía constitucional liberal: republicanos federalistas, movimientos obreros, carlistas y nacionalistas. Esta debilidad acabará generando inestabilidad política y supondrá, al fin, la destrucción del sistema de la Restauración, pero ya en el siglo XX.
Como conclusión, diremos que este manifiesto dará paso a la Restauración de la dinastía borbónica en España, y con ello vuelven algunas características del reinado de Isabel II. Este largo período (Alfonso XII, regencia de María Cristina y Alfonso XIII) estará presidido por la Constitución de 1876, que recoge parte de lo adelantado en este manifiesto, pero cuya puesta en práctica fue alterada por la manipulación electoral y el caciquismo.
Bases de Manresa (27 de marzo de 1892)
El texto es un fragmento de las Bases de Manresa, con fecha 27 de marzo de 1892. Es un programa político del catalanismo y proclamación oficial, abierta y sistemática del autonomismo catalanista en el que se exponen las competencias centrales que debe asumir el Estado y las que deben ser propias de Cataluña. Se trata de una fuente histórica directa y primaria, de naturaleza político-circunstancial. El autor es individual: Enric Prat de la Riva. Los destinatarios son, fundamentalmente, el pueblo catalán. Se desarrolla durante la Restauración, que supuso la reposición en el trono de la dinastía de los Borbones en Alfonso XII tras el Sexenio Democrático. Está dentro de la regencia de María Cristina de Habsburgo, que se mantuvo siempre dentro de la legalidad vigente. Es un gran momento para el desarrollo textil catalán, estando el gobierno central controlado por el partido conservador de Cánovas del Castillo, fuertemente centralista, y en la oposición el partido liberal de Sagasta, dentro del turno de partido pacífico que caracterizó a la Restauración. En este periodo estuvo en vigor la Constitución de 1876, salvo durante la dictadura de Primo de Rivera. Durante este periodo se consolida el liberalismo y sus instituciones bajo la hegemonía de la burguesía conservadora.
En Cataluña había surgido un movimiento cultural que abarcaba diversos campos de la actividad intelectual que tuvieran relación con Cataluña, utilizando cada vez más la lengua propia. Con la Restauración surgió el catalanismo político, representado por Valentí Almirall y Prat de la Riva. Almirall representaba la línea del catolicismo moderno, optando por el federalismo como la fórmula para unificar las distintas posiciones antagónicas de la burguesía particularista. Defendía las divisiones naturales frente a las provincias artificiales. Su planteamiento no era independentista, sino autonomista. En 1887 presentaron a María Cristina un programa regionalista. Este programa mantenía la fidelidad a la monarquía y la búsqueda de una amplia autonomía. En 1892, tras la fusión del Centre Català y la Lliga de Catalunya, propugnada por Prat de la Riva, se fundó la Unió Catalanista gracias al esfuerzo conciliador de Prat de la Riva.
Comentarios de algunas bases propuestas en el documento:
- Se propone el catalán como lengua oficial.
- Se exige que los cargos públicos sean ocupados solo por catalanes.
- Formación de las Cortes catalanas por sufragio corporativo.
- Eliminación del servicio militar obligatorio y sustitución por servicio voluntario o compensación en metálico.
- El gobierno catalán está formado por cinco a siete miembros, de los que dependerán por entero el mantenimiento del orden público.
Las bases proponían la constitución de Cataluña como una entidad autónoma dentro de España y se acordaría con la corona española. Las bases tenían una inspiración federal y un origen en las antiguas leyes o libertades catalanas previas a 1714. El poder central se organizaba según la separación de poderes: el legislativo estaría compartido por un rey y una asamblea regional; el ejecutivo estaría formado por cinco ministros o secretarios; el poder judicial estaría representado por un tribunal supremo regional, la antigua Audiencia de Cataluña, que sería restablecida.
Se trata de un documento fundamental en la historia de España para comprender la evolución del nacionalismo catalán y, en definitiva, la España actual de las autonomías. Las Bases de Manresa reivindican que Cataluña sea la única soberana de su gobierno interior y que pudiera establecer libremente sus leyes y recaudar sus impuestos. Observamos su radicalismo en reivindicaciones que hoy en día no parecen excluyentes. Así, la obligatoriedad de usar el catalán como lengua oficial supondría enormes dificultades para la población inmigrante de habla castellana que estaba llegando desde la España empobrecida del sur peninsular. Por otro lado, la salida de la población catalana al servicio militar haría que tan solo componían las tropas españolas las clases más desfavorecidas, y es que en las guerras había muchos intereses económicos favorables a la burguesía industrial catalana. Hay que recordar que las quintas y su desaparición es un aspecto que moviliza a las masas populares y será en 1909 una de las causas de la Semana Trágica de Barcelona. Por lo tanto, podemos concluir que es un texto que engloba las peticiones de la clase social burguesa catalana.