Modernismo y Generación del 98: Dos Caras de la Renovación Literaria

La renovación poética se hace cada vez más visible a partir de 1880, tanto en España como en Hispanoamérica. Sin embargo, es indudable la primacía de esta última en la constitución del Modernismo. Al otro lado del Atlántico, existe un rechazo de la tradición española y de la poesía dominante en la antigua metrópoli (con la excepción de Bécquer). En cambio, se vuelven los ojos hacia otras literaturas. Las corrientes literarias de principios del siglo XX nacen de una actitud de rebeldía no solo contra los gustos conservadores y burgueses del ambiente literario realista, sino también contra los dogmas e imposiciones sociales, buscando una transformación espiritual y estética, de acuerdo con los cambios ocurridos en Europa.

Esta actitud de rebeldía tiene su base en las dificultades de las nacientes sociedades hispanoamericanas y de la decadente sociedad española de finales del XIX. Se manifiesta de dos formas diferentes y simultáneas: una literatura evasiva, esteticista y poetizante (el Modernismo) y otra reflexiva, analítica, que profundiza en las raíces de la situación decadente e inmovilista de dichas sociedades (Generación del 98). En general, se habla de Modernismo para referirse a un movimiento surgido en Hispanoamérica en los años 80 del siglo XIX bajo el liderazgo del poeta nicaragüense Rubén Darío, que se dedicó al cultivo del esteticismo, a la búsqueda del arte como supremo absoluto, al encuentro de la belleza como máximo ideal. En cambio, se habla de Generación del 98 para referirse a un movimiento nacido del Modernismo pero que se sintió especialmente preocupado por los problemas nacionales de España, enraizado en su historia y comprometido con su renovación social, política y cultural.

Mientras que el Modernismo deseaba superar las fronteras nacionales y poseer una ambición cosmopolita, la Generación del 98 se enfocaba sobre España, que era su mayor preocupación. El Modernismo fue una literatura de los sentidos, del color; la Generación del 98 creaba una literatura basada en las interioridades de los escritores, en su actitud íntima y radical ante el mundo. Se ha considerado el Modernismo como una técnica, un fenómeno poético que se basaba en la retórica, en el enriquecimiento musical del idioma, en un lenguaje sensual, en un lenguaje minoritario. Por otra parte, se considera que la Generación del 98 es antirretórica, su lenguaje se ciñe a la realidad y solo a la realidad española, abandona la musicalidad y lo sensual del lenguaje para reflejar en él la actitud vital de los escritores; el lenguaje de la Generación del 98 es un lenguaje válido para todos.

Se señala el año 1902 como fecha del comienzo del Modernismo en España, año en que Rubén Darío la visitó. El año 1898 será el año del comienzo de la Generación del 98, coincidiendo con la fecha del desastre, pero el término no apareció hasta 1913, año en que Azorín utilizó el concepto.

Influencias Literarias en el Modernismo

  • La influencia francesa merece especial atención. Junto a la huella de los grandes románticos (Víctor Hugo…), dos corrientes de la segunda mitad del siglo marcan la pauta:

El Parnasianismo

Debe su nombre al título de una revista: Le Parnasse Contemporain (1866). Su maestro es Théophile Gautier con su famosa divisa “El Arte por el Arte”. Siguiéndole, se instaura el culto a la perfección formal, el ideal de una poesía serena y equilibrada, el gusto por las líneas puras y escultóricas. La máxima figura del movimiento es Leconte de Lisle. Su obra es ejemplo de lo que se acaba de señalar, pero, además, debe destacarse su preferencia por ciertos temas que reaparecerán en los modernistas: los mitos griegos, los exóticos ambientes orientales, lo medieval.

El Simbolismo

En sentido estricto, es una escuela constituida hacia 1886, fecha del Manifiesto Simbolista. Pero, en sentido más amplio, es una corriente de idealismo poético que arranca de Baudelaire, autor de Flores del mal (1857), y se desarrolla con Verlaine, Rimbaud y Mallarmé. Los simbolistas se alejan del academicismo en que cayeron los parnasianos; no se contentan con la belleza externa ni con la perfección formal (aunque no las desprecian). Se proponen ir más allá de lo sensible: para ellos, la realidad encierra, tras sus apariencias, significaciones profundas. La misión del poeta es descubrirlas y transmitirlas al lector mediante símbolos, que dan nombre al movimiento, que es una imagen física que sugiere algo no perceptible físicamente (una idea, un sentimiento…). Por ejemplo, el ocaso puede ser símbolo de decadencia o de muerte, el camino símbolo de vivir, un sauce transmitirá tristeza.

El Decadentismo

Hay una especie de complacencia en lo mortecino y ruinoso. Se frecuentan las miserias humanas, la enfermedad y la muerte.

  • Pero si todos estos influjos derivan del despego de la inmediata tradición española, la excepción será la influencia de Bécquer. De él arranca una veta intimista y sentimental que reconocerán los poetas modernistas desde Rubén a Juan Ramón, pasando por Machado y tantos otros. En suma, Bécquer es un puente entre el Romanticismo y la poesía contemporánea.

La Renovación del Lenguaje en el Modernismo

Nunca se insistirá bastante en el enriquecimiento estilístico que supone el Modernismo. Y ello en dos direcciones: de una parte, en el sentido de la brillantez y de los grandes efectos; de otra, en el sentido de lo delicado (tono más acorde con la expresión de la intimidad).

Así sucede con el color. Son riquísimos los efectos plásticos que se consiguen en ambas direcciones: desde lo más brillante (amor lleno de púrpuras y oros) hasta lo tenuemente matizado (diosa blanca, rosa y rubia hermana).

Y lo mismo ocurre con los efectos sonoros, desde los acordes rotundos (la voz robusta de las trompas de oro) hasta la musicalidad lánguida (iban frases vagas y tenues suspiros / entre sollozos de los violoncelos) o simplemente juguetona (sonora, argentina, fresca, / la victoria de tu risa / funambulesca).

Los modernistas saben servirse de todos aquellos recursos estilísticos que se caractericen por su valor ornamental o por su poder sugeridor:

  • Abundantes recursos fónicos responden al ideal de musicalidad: simbolismos fonéticos (las trompas guerreras resuenan), la armonía imitativa (está mudo el teclado de su clave sonoro) o la simple aliteración (bajo el ala aleve del leve abanico).
  • El léxico se enriquece con cultismos o voces de exóticas resonancias o con adjetivación ornamental: unicornio, dromedarios, gobelinos, pavanas, propileo sacro, ebúrneo cisne, sensual hiperestesia, bosque hiperbóreo, alma áptera.
  • La preeminencia de lo sensorial se manifiesta en el copioso empleo de sinestesias, a veces audaces: furias escarlatas y rojos destinos, verso azul, esperanza olorosa, risa de oro, sones alados, blanco horror, sol sonoro, arpegios áureos.
  • Añádase la riqueza de imágenes, no pocas veces deslumbrantes: “Nada más triste que un titán que llora, / hombre-montaña encadenado a un lirio”, “la libélula vaga de una vaga ilusión”, “y la carne que tienta con sus frescos racimos”, “la poesía / es la camisa de mil puntas cruentas / que llevo sobre el alma”.

La Métrica en el Modernismo

El ansia de armonía conduce a un inmenso enriquecimiento de ritmos. Se prolongan las aportaciones de los románticos, se incorporan formas procedentes de Francia, se resucitan versos y estrofas antiguos…

El verso preferido es el alejandrino, enriquecido con nuevos esquemas acentuales.

A la influencia francesa se debe el abundante cultivo de dodecasílabos (6+6: “Era un aire suave de pausados giros”) y de eneasílabos, apenas usados en nuestra poesía (“Juventud, divino tesoro”). Naturalmente, los versos más consagrados (endecasílabos y octosílabos) siguieron siendo abundantemente usados.

Fundamental es el gusto por los versos compuestos de pies acentuales con su marcado ritmo:

  • (dactílicos: óoo) “Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda”
  • (anfíbracos: oóo) “¡Ya viene el cortejo, ya se oyen los clarines!
  • (anapestos: ooó) “La princesa está triste; ¿qué tendrá la princesa?”

Importantes son las innovaciones en las estrofas. Son muchas las que se inventan o se importan. Por ejemplo, el soneto ofrece nuevas modalidades: sonetos en alejandrinos o en versos de desigual medida o con disposiciones distintas de las rimas. En fin, la métrica se enriquece con múltiples artificios complementarios: uso especial de rimas agudas o esdrújulas, rimas internas, armonías vocálicas, paralelismos y simetrías que refuerzan el ritmo, etc.

Evolución del Modernismo

En Hispanoamérica suelen distinguirse dos etapas. La primera iría hasta 1896, fecha de Prosas profanas de Rubén Darío, y en ella dominarían el preciosismo formal y el culto a la belleza sensible. La segunda presentaría como particularidades una intensificación de la poesía intimista y una presencia de los temas americanos, junto a la atenuación de los grandes efectos formales.

Los principales iniciadores del Modernismo hispanoamericano fueron José Martí, Gutiérrez Nájera y José Asunción Silva. Tras ellos triunfa Rubén Darío y le siguen Amado Nervo y Leopoldo Lugones, entre otros. En España hay también precursores de las nuevas tendencias: Ricardo Gil, Manuel Reina y, sobre todo, el malagueño Salvador Rueda con su sensibilidad para lo colorista y lo musical como en su libro En tropel. Pero nada de ello disminuye el papel de Rubén Darío en la renovación de la lírica española.

Obras de Rubén Darío

  • En 1888, el mismo año que publicó sus Rimas, dio a conocer en Santiago de Chile el libro que inauguró el modernismo hispanoamericano, Azul, un pequeño volumen de prosa y poesía que fue saludado por la crítica por su espléndida originalidad, su fantasía y refinamiento.
  • En Buenos Aires escribió dos libros que consolidaron su fama: la colección de ensayos críticos titulada Los raros (1896) y un volumen de versos llamado Prosas profanas (1896), con un prefacio decididamente modernista, en el que defendía la poesía inútil, refinada y exótica.
  • En Madrid, donde se había rodeado de las figuras más importantes de la vida intelectual española, publicó su segundo volumen importante de versos modernistas: Cantos de vida y esperanza (1905), consolidando su preeminencia en el mundo hispánico.

Pero señalemos algunas peculiaridades del Modernismo español. Ante todo, menos brillantez externa y un predominio del intimismo. Por otra parte, menos sonoridades rotundas, menos alardes formales. En suma: menos parnasianismo y más simbolismo, unido a la huella de Bécquer. Como figuras características de nuestro Modernismo encontramos a Manuel Machado, Villaespesa o Marquina.

Obras de Manuel Machado

  • Muy joven escribió sus dos primeros poemarios, Tristes y alegres (1894) y Etcétera (1895).
  • Bajo el influjo de decadentistas y simbolistas escribió poemas recogidos más tarde en Alma (1900).

Pero en la órbita del Modernismo hallamos a tres grandes autores. De ellos nos ocuparemos en temas siguientes:

  • Valle-Inclán, máximo representante de la prosa modernista en su primera época.
  • Antonio Machado, que arranca de un Modernismo intimista y simbolista.
  • Juan Ramón Jiménez, que cultiva los “ropajes” del Modernismo antes de su giro de 1916.