La Poesía Española a partir de 1940
La Guerra Civil Española (1936-1939) supuso una ruptura determinante en todos los ámbitos de la vida, y la poesía no fue una excepción.
Miguel Hernández
Su producción poética se divide en distintas etapas. En una primera etapa escribe Perito en lunas, un tributo a la poesía de Góngora, vinculándose con la Generación del 27, y El rayo que no cesa, dedicada a su mujer, Josefina Manresa, donde, además del tema del amor, aparece una defensa de la tauromaquia. También destaca en esta etapa Elegía a Ramón Sijé, en recuerdo a su amigo fallecido. En la segunda etapa, su poesía se vuelve más comprometida políticamente, con obras como Viento del pueblo, donde el tema principal es la exaltación de la libertad, El hombre acecha, y Cancionero y romancero de ausencias, escrita durante su estancia en la cárcel, dedicada a su mujer, a su hijo, sobre todo con el poema Nanas de la cebolla, y a la libertad y la amistad.
La poesía de la década de los años cuarenta
La poesía del exilio
A causa de la Guerra Civil, muchos poetas se exiliaron, como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, que desde América siguió buscando la belleza, y la mayoría de los escritores del 27, como Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Rafael Alberti o Pedro Salinas. Entre estos poetas también destacó León Felipe con Versos y oraciones del caminante. Los poetas del exilio desarrollaron temas como la patria perdida, el recuerdo de la lucha y la derrota, o críticas dirigidas al dictador y a su régimen.
La poesía en España
La poesía de posguerra en España se dividió en dos tendencias dentro de la Generación del 36:
- Poesía arraigada. Esta poesía se genera en torno a revistas como Escorial o Garcilaso, que simpatizan con el nuevo régimen. Los jóvenes que la cultivan son conocidos como poetas garcilasistas. Es una poesía cuyos temas son el amor, la familia, la fe católica, la contemplación del paisaje castellano y el ensalzamiento de los valores imperiales asociados a la historia de España. Su estilo busca la belleza y la perfección formal con un lenguaje sobrio y equilibrado. En esta tendencia sobresalen poetas como Leopoldo Panero con La estancia vacía, Luis Felipe Vivanco o Dionisio Ridruejo. El mayor representante de esta corriente es Luis Rosales con obras como Abril, que ofrece una visión profundamente humanista y cristiana, y La casa encendida, en la que se nos conduce por un emotivo camino que se inicia con la desesperanza pero que se llena de sentido gracias a la amistad, la familia y la amada.
- Poesía desarraigada. Surgió tras la publicación de Hijos de la ira de Dámaso Alonso y de Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre. Esta corriente se dio a conocer a través de la revista Espadaña. Los autores de esta tendencia se centran en una constante búsqueda del sentido de la existencia humana, dominada por la angustia dolorosa ante el tiempo y la muerte, lo que se vincula con un estilo sencillo. Dentro de esta corriente destacan José Luis Hidalgo y Eugenio G. de Nora. Sin embargo, la figura emblemática de esta poesía es Dámaso Alonso, con Hijos de la ira, que supone un grito de queja contra la miseria moral, la injusticia y el odio, y Oscura noticia.
Además de estas corrientes, se desarrollan otras tendencias minoritarias, entre las que destacan:
- El grupo Cántico. Está íntimamente relacionada con la poesía desnuda de Jorge Guillén, por lo que desarrolla temas intimistas.
- El tremendismo. Es la visión exagerada de la realidad de la posguerra.
- El postismo. Su fundador fue Carlos Edmundo de Ory. Se trata de un movimiento subversivo, en defensa del surrealismo, la experimentación y la imaginación sin límites.
La poesía de la década de los años cincuenta
Durante esta época se desarrolla una poesía social o poesía comprometida, que continúa la línea rehumanizadora, en la que son evidentes las influencias de Miguel Hernández y Rafael Alberti. La poesía es una vía de comunicación con el pueblo, que busca ser una herramienta de transformación social. Esta poesía trata de dar testimonio de los problemas reales de España y de contribuir a su solución adoptando actitudes solidarias y de compromiso con los oprimidos y silenciados. Los temas principales son la injusticia social y el anhelo de paz y libertad. Su estilo adopta un tono llano y conversacional, desapareciendo la subjetividad. Los principales autores son José Hierro, Rafael Morales, Blas de Otero y Gabriel Celaya. La poesía de Blas de Otero puede calificarse como existencial debido a los temas que desarrolla. Sus obras más importantes son Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia, ambas refundidas y ampliadas en Ancia, y su obra más representativa: Pido la paz y la palabra (1955). La poesía de Gabriel Celaya se caracteriza por la preocupación social, que se refleja en obras como Cantos íberos.
La poesía de la década de los años sesenta
En la década de 1960 surge una generación de jóvenes poetas críticos con la poesía social de la década anterior, que se agrupan en la llamada Generación de los 50 o Promoción del 55. Sus principales características son: los temas se centran en la recuperación de la subjetividad, del intimismo y de la experiencia personal, de forma que se trata el amor, el erotismo, la soledad, la amistad o la infancia; se desarrolla una reflexión cívica y ética de la realidad circundante, apareciendo la expresión irónica; recuperan la expresión poética y el lenguaje natural y antirretórico, originando una poesía más minoritaria que la social, y abandonan la rima y las estrofas clásicas y la poesía se convierte en una vía de conocimiento de uno mismo y de la realidad. Los principales representantes se dividen en dos grupos: dentro de la Escuela de Madrid destacan Ángel González, José Ángel Valente, Francisco Brines, Claudio Rodríguez, entre otros, y en la Escuela de Barcelona sobresalen Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral y José Agustín Goytisolo.
En la Escuela de Madrid, Ángel González desarrolla una poesía caracterizada por el compromiso ético con su tiempo; el gusto por lo cotidiano y por el paso del tiempo y la visión escéptica e irónica provocada por la desconfianza en el poder de la poesía para influir en la realidad, rasgos que se reflejan en Palabra sobre palabra. Por su parte, José Ángel Valente se centra en la importancia de la memoria para rescatar lo vivido, escribiendo obras como Poemas a Lázaro. Dentro de la Escuela de Barcelona, Jaime Gil de Biedma basa su poesía en experiencias personales evocadas desde la distancia que impone el tiempo. Sus poemas incorporan su vida desde la mirada escéptica de un yo observador. Este desdoblamiento del poeta en el yo observador y el yo observado se refleja en Las personas del verbo.
La poesía de la década de los años setenta
Los autores pertenecientes a la promoción de los años 70 se sienten lejanos de la Guerra Civil, por lo que van olvidando paulatinamente los temas sociales y emprenden la búsqueda de nuevos caminos para la poesía. Otra vez se fija la mirada en los autores surrealistas del 27, como Cernuda. Estos poetas huyen del realismo y emprenden una búsqueda que les llevará a temas como el amor, el escepticismo, la cultura o la libertad creativa. En 1970 José María Castellet publica una antología poética titulada Nueve novísimos poetas españoles, en la que aparecen Vázquez Montalbán, Félix de Azúa, Pedro Gimferrer, Guillermo Carnero y Leopoldo María Panero, entre otros, por lo que se les conoce con el nombre de los Novísimos. Esta poesía se define por: la atención que se presta a la pintura, la música, la arquitectura o la literatura de otros países, teniendo como referente a Rubén Darío; la incorporación de elementos surrealistas en los poemas y la atención a los medios de comunicación de masas; la ruptura con la cultura tradicional y la incorporación de un gran número de motivos culturales, por lo que se les llama culturalistas, y la predilección por la cultura de masas unida al gusto camp. Pedro Gimferrer es uno de los mejores representantes de la poesía culturalista, con obras como Arde el mar (1966) y Muerte en Beverly Hills, en la que destaca la gran influencia del cine sobre el autor. Junto con este poeta, destaca también Guillermo Carnero, con obras como Dibujo de la muerte.