Los romanos gobernaron el territorio peninsular entre los siglos III a.C. y V d.C., lo que tuvo como efecto la sustitución pacífica, o por la fuerza, del mundo indígena por las formas sociales, políticas y económicas romanas. Este proceso llevó a la transformación paulatina de la población autóctona en ciudadanos romanos, un fenómeno conocido como romanización. La romanización es el proceso de asimilación de la cultura y el modo de vida urbano por parte de los pueblos autóctonos peninsulares. Fue un proceso lento y no uniforme; penetró profundamente entre los íberos, pero tuvo menor aceptación entre los celtíberos y pueblos del norte.
Factores Clave de la Romanización
Los factores esenciales de este cambio fueron, además de la fuerza de las legiones romanas:
- La lengua: el latín.
- Las leyes: el derecho romano.
- La nueva organización y administración territorial: las provincias.
- La introducción del modo de vida romano: las ciudades.
- Las obras públicas: calzadas, que facilitaron las comunicaciones y la integración territorial.
- La religión y el arte: vínculos comunes para dar cohesión a todos los habitantes del vasto imperio.
Organización Administrativa y Económica
Roma, desde el siglo I a.C., se planteó la explotación sistemática de los recursos económicos de Hispania (cereales, metales) e impuso el modelo administrativo basado en la provincia. De dos provincias iniciales, Citerior y Ulterior (197 a.C.), en el siglo III d.C. se convirtieron en cinco: Tarraconensis, Carthaginensis, Baética, Lusitania y Gallaecia. En el siglo IV d.C. se añadió la Baleárica. Estas provincias estaban gobernadas por un pretor y una asamblea o concilium, que actuaba como asesor y fiscalizador.
Tipos de Provincias
Existieron dos tipos de provincias:
- Senatoriales: pacificadas, sin ejército, dependientes del Senado de Roma.
- Imperiales: controladas por el ejército y un legado imperial.
El Impacto de las Ciudades
Roma exportó el modo de vida basado en las ciudades, que se convirtieron en el centro político y económico de Hispania. Los antiguos núcleos de población se desarrollaron y se crearon muchas nuevas. Las antiguas ciudades anexionadas por la fuerza fueron aestipendiarias, debían pagar un tributo anual (aestipendium) y aportar tropas al ejército, dependiendo de los pretores. Aquellas que lograron acuerdos con Roma mantuvieron su autonomía, pero pagaban un impuesto anual, o consiguieron ser inmunes y no estar sometidas a esos pagos. Algunas incluso llegaron a pactos (foedus) de alianza con el estado romano.
Ciudadanía Romana y Unificación
Con el Imperio, se extendió progresivamente a todos los habitantes la ciudadanía romana. Vespasiano otorgó el derecho latino y Caracalla el derecho romano de ciudadanía completo. Junto con la unificación política y jurídica, se realizó la religiosa, y desde el siglo III el cristianismo fue la religión oficial.
Legado Cultural
La Bética, de donde fueron originarios emperadores como Trajano, el filósofo Séneca, el poeta Lucano, Columela (autor de un tratado de agronomía) y el geógrafo Mela; y el Valle del Ebro, cuna del retórico Quintiliano y del poeta Marcial, son las dos regiones que mejor representan la aportación cultural de Hispania al Imperio Romano. En contraste, los pueblos del norte mantuvieron sus costumbres, modo de vida y lenguas vernáculas, que aún perviven hoy en día (euskera).