Poesía Española Posterior a 1939
Miguel Hernández (1910-1942)
La figura de Miguel Hernández es singular en el panorama literario de la época. Su inclasificable posición, a caballo entre la Generación del 27 y la poesía de posguerra, se debe en parte a su prematura muerte en 1942.
Entre sus obras, destacan:
- Perito en lunas (1934), de corte vanguardista.
- El rayo que no cesa (1936), centrada en la pasión amorosa y con un tono más desarraigado.
- Durante la guerra civil, escribe Viento del pueblo y El hombre acecha.
- Cancionero y Romancero de ausencias (1938-1941), una colección de poemas desnudos, escritos en su mayoría desde la cárcel.
Años 40
- Poesía arraigada: Se caracteriza por una visión positiva del mundo, evadiendo la dura realidad española. Se desarrolla en torno a las revistas Escorial y Garcilaso, con autores como Rosales, Panero, Ridruejo, Vivanco y García Nieto.
- Poesía desarraigada: Refleja la angustia histórica y existencial de la época. Destaca la publicación de Hijos de la ira de Dámaso Alonso y Sombra del Paraíso de Aleixandre en 1944, así como la creación de la revista Espadaña. Autores relevantes son Eugenio de Nora, Victoriano Crémer y Blas de Otero, con obras como Redoble de conciencia y Ángel fieramente humano, que luego se fusionaron en Ancia.
- Vanguardismo: Algunos escritores intentan conectar con la Generación del 27, como el grupo Cántico de Córdoba, y con el surrealismo, a través de la revista Postismo de Carlos Edmundo de Ory.
Años 50: Poesía Social
Hacia 1955, se consolida el realismo social en todos los géneros literarios. La temática se centra en España, la injusticia social, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y la búsqueda de un mundo mejor. El estilo se caracteriza por un lenguaje claro y coloquial, dirigido a la mayoría.
Figuras relevantes de este periodo son:
- José Hierro: Quinta del 42, Alegría.
- Gabriel Celaya: Cantos Íberos.
- Blas de Otero: Pido la paz y la palabra.
Años 60
A finales de los años 50, surge un grupo de poetas que, sin abandonar los temas sociales, buscan una mayor elaboración del lenguaje poético y un desplazamiento de lo colectivo a lo personal. Se les conoce como la Generación del 60 o Promoción de los 60.
Autores destacados:
- Ángel González
- Jaime Gil de Biedma
- José Ángel Valente
- Francisco Brines
- Claudio Rodríguez
Temas comunes:
- Reflexión sobre el paso del tiempo.
- El amor como cauce del erotismo y la amistad.
- Reflexión sobre la creación poética.
- En algunos poemas, abordan temas sociales y políticos con ironía, distanciamiento autocrítico y una mayor perfección estilística.
En el estilo, se observa la compatibilidad entre el lenguaje conversacional y una exigente labor de depuración.
Los Años 70: Los Novísimos
En 1970, José María Castellet publica la antología Nueve novísimos poetas españoles, que incluye a Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Félix de Azúa, Antonio Martínez Sarrión, Manuel Vázquez Montalbán, Leopoldo Mª Panero, Ana María Moix, Vicente Molina Foix y José Mª Álvarez.
Características generales:
- Importancia de la ironía y el carácter rompedor.
- Incorporación de una nueva imaginería poética, que abarca desde Mickey Mouse hasta Humphrey Bogart.
- Apertura a la cultura foránea y estudios en el extranjero.
- Uso frecuente de procedimientos experimentales, presencia del surrealismo y recuperación de los valores irracionales del lenguaje.
- Ruptura de la estructura rítmica de los poemas.
- Esteticismo, culturalismo y exotismo.
- Metapoesía: poemas que se presentan como literatura de la literatura, con citas, referencias intertextuales y variaciones.
- Presencia de los medios de comunicación como referente cultural y fuente de mitos populares.
Últimas Generaciones Poéticas
Se pueden destacar diversos nombres y tendencias:
- Experimentalismo: Ullán (poemas vanguardistas, collages, poemas visuales).
- Culturalismo: Colinas (influencia del mundo clásico grecolatino).
- Clasicismo: De Cuenca, Siles, Villena (vuelta a moldes estróficos clásicos como sonetos y endecasílabos, con influencia de autores renacentistas).
- Neobarroquismo: Carvajal.
- Metapoesía: Talens (poesía sobre la poesía).
- Antirretoricismo – Poética del silencio: Valente, Siles, Jover.
- Surrealismo: Blanca Andreu.
Poesía de la Experiencia
Es una de las líneas más cultivadas en la actualidad. Se caracteriza por una vuelta a la infancia y a los orígenes, con un lenguaje cuidado, pero sin obsesión. Destacan los poetas granadinos de la antología La otra sentimentalidad (1983), como Álvaro Salvador, Miguel D’Ors y Luis García Montero (Diario cómplice, 1987). También se incluyen autores como Andrés Trapiello, Justo Navarro, Luisa Castro y Felipe Benítez Reyes (Equipaje abierto, 1996).
Novela Española Posterior a 1939
1. La Narrativa de la Década de 1930 y la Novela del Exilio
La novela de los años 30, al igual que la poesía, tendía hacia la rehumanización y el compromiso social. En esta línea se encuentran autores como Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala y Rosa Chacel, quienes se exilian tras la Guerra Civil por su apoyo a la República. Su obra se desarrolla al margen de la literatura que se hace en España y, en general, trata con insistencia el tema de la guerra.
2. La Novela de los Primeros Años de Posguerra
La inmediata posguerra evidencia una ruptura en la evolución literaria. La novela no puede enlazar con la narrativa social de los años 30, prohibida por el franquismo, ni con la estética deshumanizada de los años 20. Predominan tres tipos de narraciones de estilo tradicional, con excepciones como Camilo José Cela, Carmen Laforet y Miguel Delibes.
- 1942: La familia de Pascual Duarte de C. J. Cela. Novela tremendista.
- 1944: Nada de Carmen Laforet (Premio Nadal). Novela existencialista.
- Miguel Delibes, con La sombra del ciprés es alargada, cultiva un existencialismo cristiano.
Las dos primeras novelas comparten un tono sombrío y existencial, que contrasta con el triunfalismo o la actitud evasiva de la novela de éxito de la época.
3. Década de los 50: Novela Realista y Social
En los años 50, con la Guerra Fría, España comienza a salir del aislamiento y se incorpora a organismos internacionales en la órbita de EEUU. El incipiente desarrollo del turismo y la industria conlleva cierta recuperación económica y cambios en los estilos de vida, como las migraciones del campo a la ciudad y la difícil inserción de estas personas en los suburbios urbanos.
Se producen diversos tipos de realismo:
a) Realismo Objetivista
- La colmena de Cela (1951), precedente de la novela social, refleja la sociedad de la inmediata posguerra con objetivismo o conductismo: el narrador desaparece, no hay introspección y el relato se basa en el diálogo de los personajes, a menudo con un lenguaje coloquial.
- Rafael Sánchez Ferlosio: El Jarama (1956), novela conductista que narra un día de domingo de un grupo de jóvenes junto al río Jarama.
b) Neorrealismo: Se centra en los problemas del hombre como ser individual (soledad, frustración): Ana María Matute, Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre) y Carmen Martín Gaite (Entre visillos).
c) Novela social (realismo social): Se centra en los problemas de los grupos sociales. Jesús Fernández Santos (Los bravos, 1954), Jesús López Pacheco (Central eléctrica), Juan García Hortelano (Nuevas amistades, 1959; Tormenta de verano), Armando López Salinas (La mina).
El tema de esta novela es la propia sociedad española: la dureza de la vida en el campo, la transformación de los campesinos en trabajadores industriales, la explotación del proletariado y la banalidad de la vida burguesa. El estilo es sencillo, tanto en el lenguaje como en la técnica narrativa, para llegar a un amplio público. Los contenidos testimoniales o críticos son más importantes.
4. La Novela de los Años Sesenta a Mediados de los Setenta: Entre la Preocupación Social y el Experimentalismo
Durante los años 60, no se pierde la novela comprometida socialmente, aunque se observa un agotamiento de esta tendencia y una evolución hacia la experimentación y la renovación. Autores como Luis Goytisolo y Juan Goytisolo lideran estas nuevas tendencias. Además, los escritores españoles se dejan influir por autores europeos (Proust, Kafka, Joyce), norteamericanos (Faulkner, Dos Passos) y latinoamericanos (Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez), lo que da lugar a novelas más complejas y experimentales, dirigidas a un lector con mayor preparación intelectual.
Las novedades afectan al argumento, la estructura y la ortografía, con la supresión de signos de puntuación o párrafos, y la mezcla de géneros. Se busca no solo denunciar la situación social, sino también la belleza formal.
La experimentación introduce elementos como:
- Perspectivismo argumental.
- Saltos temporales en el argumento.
- Novela parábola.
- Alternancia de personas narrativas.
- Divisiones en secuencias, mónadas, etc.
- Creación de neologismos, uso del monólogo interior libre y otras técnicas novedosas.
Dos novelas son consideradas modelos de estas tendencias: Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos y Señas de identidad (1966) de Juan Goytisolo. A ellas se suman las de autores ya consagrados como Delibes (Parábola de un Náufrago, Cinco horas con Mario) y Cela (Oficio de tinieblas).
La renovación formal desembocó hacia 1967 en el llamado periodo experimentalista, que llevó a sus últimas consecuencias los presupuestos de renovación y propició la participación del lector en la recreación del sentido de las novelas, caracterizadas por una escritura opaca y compleja, y por unos contenidos polivalentes y ambiguos.
Sin embargo, a pesar de la calidad de obras como las de Juan Benet, La saga/fuga de J.B. de Torrente Ballester, Florido mayo de Alfonso Grosso, Si te dicen que caí de Juan Marsé o Escuela de mandarines de Miguel Espinosa, la narrativa pareció encerrarse en un callejón sin salida: lo importante era la vanguardia lingüística, la experimentación en las formas y estructuras, y la conversión del lenguaje en un mundo autónomo, no en un medio de comunicación.
Estos excesos experimentalistas llevaron a una pérdida paulatina de lectores, recuperados luego durante la Transición, que se alejaron por las dificultades de comprensión de estas obras.
Teatro Español Posterior a 1939
Años 40
Evasión y humor.
Destacan el teatro de humor innovador de Enrique Jardiel Poncela (Eloísa está debajo de un Almendro) y Miguel Mihura. La obra más representativa de Mihura es Tres sombreros de copa, estrenada en 1952, veinte años después de ser escrita. Posteriormente, evolucionó a un teatro más convencional (Maribel y la extraña familia, Melocotón en Almíbar).
Comedia burguesa: Recoge la herencia benaventina con obras amables e intrascendentes y otras cargadas de intención, todas en la línea ideológica del régimen. José Mª Pemán (El divino impaciente, Los tres etcéteras de Don Simón), J. Calvo Sotelo (La Muralla), Luca de Tena (¿Dónde vas Alfonso XII?).
Años 50
Teatro existencialista y social.
El teatro realista intentó renovar la escena española y manifestar su oposición a la dictadura. Las obras plantearon temas como la injusticia social, la explotación, la vida de la clase media y baja, la condición humana de los humillados y los marginados. Comienza en los 50 y se mantiene en los 60.
Destacan dramaturgos como:
- Alfonso Sastre: Escuadra hacia la muerte (1953), La mordaza (1954).
- Antonio Buero Vallejo. En su obra se distinguen tres etapas:
a) Etapa existencial (reflexión sobre la condición humana): Historia de una escalera (1949), En la ardiente oscuridad (1950).
b) Teatro social (denuncias de injusticias sociales): Un soñador para un pueblo, El concierto de San Ovidio (1962), El tragaluz (1967).
c) Etapa de innovaciones: Introduce los “efectos de inmersión”, corporeización escénica de sueños o visión de la escena por parte del espectador a través de los personajes. El sueño de la razón, La fundación (1974). Sus últimas obras son Música cercana (1989) y Las trampas del azar (1994).
Años 60 y 70
a) Teatro comercial
Siguen triunfando las comedias de Mihura, Jaime Salom, Jaime de Armiñán y Ana Diosdado. Entre los nuevos, sobresale Antonio Gala: Los verdes campos del Edén (1963), Anillos para una dama, Las cítaras colgadas de los árboles, Por qué corres, Ulises.
b) Teatro social
Siguen la línea de los 50, pero incorporando algunos elementos experimentales. Lauro Olmo (La camisa, 1962), Martín Recuerda (Las salvajes en Puente San Gil, Las arrecogías del Beaterio de Santa Mª Egipciaca), Martínez Mediero (Las Hermanas de Búfalo Bill, 1974).
c) La experimentación
Buscan nuevas propuestas que se caracterizan por su oposición estética a los “realistas”, aunque en muchas ocasiones las obras también contienen crítica social. Muchas de estas obras no encontraron facilidades para ser representadas, por problemas con la censura o por sus audacias formales. Se habla de “teatro soterrado”, “teatro del silencio”, “teatro ‘underground’”, “teatro vanguardista”.
Fernando Arrabal: Imaginación, elementos surrealistas, lenguaje infantil, ruptura con la lógica. El triciclo (1953). Exiliado en Francia desde 1955, sus obras se encuadran en el “teatro pánico”, con libertad creadora, provocación y escándalo del espectador. El laberinto (1956), Oye, Patria, mi aflicción (1975).
d) Grupos de teatro
En el panorama del teatro bajo los últimos años del franquismo, destaca el fenómeno del “teatro independiente”. Bajo este rótulo se engloban grupos como Los Goliardos, Tábano, Teatro Libre de Madrid; Els Joglars, Els Comediants y Fura dels Baus en Barcelona; Aquelarre en Bilbao, etc.
Desde 1975
Finalizada la dictadura y eliminada la censura, parecía abrirse una etapa prometedora para el teatro. Sin embargo, la crisis del teatro español se ha hecho más evidente en estos años.
Un importante fenómeno del teatro español posterior a 1975 ha sido la creación de instituciones teatrales oficiales, como el Centro Dramático Nacional, el Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas y la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Francisco Nieva (dos veces Premio Nacional de Teatro, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, académico de la Lengua) es probablemente el más importante de los dramaturgos experimentales de la segunda mitad de siglo. Aunque escribe obras de teatro desde los años 50, no las ve representadas de forma regular hasta después de la muerte de Franco. Ligado al grupo literario de los ‘postistas’, su teatro camina por la senda de lo surrealista, lo onírico, lo fantástico y lo imaginativo. El propio dramaturgo ha subdividido su obra en “teatro de crónica y estampa”, “teatro de farsa y calamidad” y “teatro furioso”. Al “teatro furioso” pertenecen obras como Pelo de tormenta (1972), Nosferatu (1975), Te quiero zorra (1987), El baile de los ardientes (1990).
Otros autores de esta época: Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!, 1986), José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro, 1985), Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano), Paloma Pedrero (Besos de lobo, 1991), Ignacio Amestoy (Premio Nacional de Teatro del 2002 con Cierra bien la puerta), Juan Mayorga, etc.