La Concepción de la Vida y la Razón en la Filosofía de Ortega

b. Temática

Según Ortega, la ciencia de su momento ha demostrado la falsedad de los supuestos. La ciencia ha demostrado la falsedad tanto del racionalismo como del relativismo. Ortega no precisa a qué resultados se refiere, pero podemos hipotetizarlo. La psicología experimental llevaba casi 50 años investigando la relación entre los estímulos físicos y las sensaciones del sujeto, encontrando los umbrales que rigen dicha sensación, lo cual guarda relación directa con el ejemplo de la visión y la audición que pone Ortega.

Esos resultados excluyen los dos supuestos básicos: la existencia de un sujeto trascendental defendida por el racionalismo y la inevitabilidad de que las particularidades del sujeto produzcan una alteración en lo conocido, defendida por el relativismo. Ortega considera que es posible una solución de síntesis: el sujeto particular determina el conocimiento, pero no deformando, sino seleccionando, con lo cual lo que el sujeto conoce es parcial, pero no falso, ya que aquello que conoce es una parte de la realidad, realidad que depende del objeto conocido.

Ortega está, por tanto, considerando el acto de conocimiento como una relación entre el sujeto y el Cosmos, por la cual se constituye un “Mundo”, que es la experiencia que el sujeto tiene del Cosmos y que al mismo tiempo constituye al propio sujeto (el “yo y mis circunstancias”). Ese “Mundo” no abarca la totalidad del Cosmos, sino tan solo parte de este que aparece al sujeto desde su perspectiva, que es plenamente real.

c. Justifica

Ortega reivindica un nuevo concepto de razón, y en esta tarea se une a otros pensadores de su época, que también consideraron a la razón en relación con la vida. Asimismo, esta nueva concepción de la razón se vincula, en el caso de Ortega, a una particular concepción de la verdad, derivada de su concepción de la vida. La verdad será siempre una perspectiva de las cosas y de la vida y un descubrimiento o desvelamiento de la realidad.

Para Ortega, el término “vida” tiene un especial significado en el caso del ser humano, pues para cada hombre o mujer la vida toma una forma determinada. De ahí que la vida humana no sea solo una realidad biológica, sino, sobre todo, una realidad biográfica: se va construyendo al hilo de la propia biografía, al compás de las perspectivas y de las circunstancias de cada cual. La vida de cada uno es la misma existencia concreta, que se hace a sí misma entre diferentes circunstancias. Si el hombre se orienta a su propia vida y a cuanto ella supone, asumirá lo que es y podrá hacerse cargo de su propia existencia.

Por ello, en su propia vida, el ser humano debe mantener su propia autenticidad y afrontar desde ahí su propio destino. En este sentido, la vida es una realidad radical y última. Ella misma es su propio fin, no hay realidad alguna que le sea trascendente. La vida de cada ser humano es, para él mismo, su propia finalidad y a ella debe entregarse si quiere salvarse a sí mismo.

Rasgos Esenciales del Concepto de “Vida”

  • Realidad radical
  • Problema y quehacer dinámicos
  • Preocupación y atención a sí misma
  • Realidad que es su propio fin
  • Programa que siempre debe cumplirse y que se salvará de la muerte por la cultura (que no es sino la invención de nuevas formas de vida)

Todos estos rasgos deben proyectarse sobre el concepto de verdad para poder comprender el planteamiento de Ortega. Con ello, el concepto de verdad adquiere un nuevo sentido: queda unido al transcurso de la vida y adquiere, por lo tanto, una “dimensión vital”. El concepto de “razón vital” o razón fundada en la vida es básico en la filosofía de Ortega, que, por ello, ha sido denominada “raciovitalismo”.

Entre otras implicaciones, este concepto de razón realza la importancia de la historia y de la cultura como los escenarios característicos y propios de la vida humana. La historia presenta, según Ortega, un modelo de racionalidad más eficaz y comprensivo que las denominadas ciencias formales y naturales. Asimismo, el concepto de “razón vital” se distancia tanto del vitalismo como del idealismo racionalista, aun cuando recoja algunos rasgos de ambas concepciones filosóficas.

En relación con el vitalismo, Ortega se opone a la concepción que este mantiene de la vida como un proceso irracional, donde solo hay lugar para impulsos y deseos que no pueden justificarse racionalmente; la vida, por el contrario, a juicio de Ortega, es un quehacer que tiene una finalidad o sentido, que se pone determinadas metas, que tiene una racionalidad propia y que, por ello, puede ser analizada adecuadamente.

Con idénticos argumentos, se opuso Ortega a los vitalismos que habían convertido el concepto de vida en un enfoque místico no sujeto a racionalidad alguna. Por otro lado, Ortega coincide con el vitalismo en su reivindicación del carácter peculiar de la vida humana frente a las cosas físicas y, por ello, en su rechazo del estudio del ser humano desde una perspectiva alejada de su dimensión vital.

En relación con el racionalismo, tal y como puede apreciarse en el texto, Ortega se encuentra muy lejos de aceptar las reglas del juego de un racionalismo radical (al estilo cartesiano, por ejemplo), que solo considera la razón como realidad última y que desprecia la realidad dinámica de la vida. Precisamente, el “error inveterado” es el de la actitud racionalista, que se muestra miope o indiferente a las perspectivas vitales en las que cabe enmarcar a la verdad, que confunde perspectiva con un punto de vista “sospechosamente” subjetivo y que no entra a considerar el carácter histórico de la verdad.

Pero reconoce al mismo tiempo Ortega que solo desde la razón se puede acceder a la verdad, sobre todo en el caso del ser humano, en el que vivir y razonar son las dos caras de la misma moneda; y es que, parodiando la célebre frase de Descartes, “vivo, luego razono” y “razono, luego vivo” podrían ser perfectamente los lemas indisociables del proyecto filosófico de Ortega.