Características de la Arquitectura Barroca
El Barroco nace en Italia, impulsado por los Papas con el objetivo de manifestar la veracidad, validez y grandeza de la Iglesia. Se difunde por Europa, donde se diversifica. Podemos distinguir:
- El Barroco de la Contrarreforma: Se extiende por los dominios en Italia y España.
- El Barroco Protestante: En los Países Bajos y Holanda, dirigido a una clientela de carácter burgués, con predilección por temas costumbristas, naturalezas muertas, interiores y paisajes.
- El Barroco del Absolutismo: Se desarrolla en Francia y, a partir de la llegada de los Borbones, en España. Con un carácter más clásico, simboliza el poder real.
Sus caracteres generales son el movimiento, la energía y la tensión, pero también la intensidad e individualismo, la representación de nuevos espacios, el naturalismo, la representación de sentimientos interiores y fuertes contrastes entre luces y sombras.
La arquitectura va unida al urbanismo. Desaparece la individualidad de los edificios en favor de un conjunto superior, la ciudad como espectáculo, bien fuera religioso en Roma, político en París o ambos en España. Las fachadas de los edificios se van a concebir en función del espacio que les rodea, las calles o paisajes. Desaparecen las formas geométricas del Renacimiento para dar paso a la riqueza decorativa y a la variación óptica conseguida mediante la luz. La arquitectura barroca es aparente, abierta y expresiva; la sensación suple a la razón.
Características formales:
- La línea curva es la dominante: elipses y parábolas sustituyen al perfecto equilibrio del medio punto renacentista.
- Abundancia de arcos de formas variadas.
- Uso de diferentes tipos de cúpulas.
- Uso de soportes dinámicos.
- El fuste de las columnas se retuerce, dando una sensación de inestabilidad. A veces se estrechan en la parte inferior.
- Uso de las pilastras.
- Abundancia de elementos decorativos.
- Los frontones se parten y adquieren formas curvas.
- Abundancia de nichos y ventanales con formas de óculos.
- Los puntos pierden el sentido del plano, se curvan dejando de cruzarse en ángulo recto, buscando efectos lumínicos.
- Se mantiene la planta rectangular y aparecen plantas elípticas, circulares y mixtas.
- La arquitectura gobierna la dirección de la plástica: la escultura y la pintura se acogerán a ella, llegándose a una verdadera simbiosis de las artes.
- El arquitecto barroco crea la tensión del espacio interior en las cubiertas porque pretende que el cielo abovede el templo. El interior de la cúpula forma un torbellino de figuras que parecen ascender al infinito.
Carlo Maderno y la Basílica de San Pedro
Carlo Maderno fue el primer arquitecto que mostró sus edificios con rasgos barrocos. Concluyó la Basílica de San Pedro del Vaticano. Añadió un cuerpo a los pies que transformó el edificio planificado por Bramante y Miguel Ángel. En la fachada diseñó un orden gigante corintio y un fuerte sentido de horizontalidad.
Características importantes de la Plaza de San Pedro
- Descripción: Es un conjunto urbanístico construido ante la Basílica del Vaticano, compuesto por dos partes: una parte trapezoidal, cuyo lado más largo es paralelo a la Basílica, y una parte elíptica rodeada de una columnata. La plaza destaca en el conjunto de la ciudad con la colocación de un obelisco en su centro.
- Técnicas constructivas: La columnata está formada por cuatro columnas de fondo que crean efectos visuales de profundidad, complejidad y claroscuro. El orden utilizado es el dórico toscano y sobre las columnas hay un entablamento rematado por una cornisa.
- Estética y finalidad: Crea una estética característica del Barroco, con apariencia de escenografía teatral. La plaza debe ser lugar de acogida para los fieles. Se producen interesantes efectos visuales y una perspectiva contradictoria.
Francesco Borromini y San Carlos de las Cuatro Fuentes
Francesco Borromini tuvo que hacer frente a importantes condicionantes: el reducido tamaño del solar y la irregularidad del mismo, de forma trapezoidal. El claustro, a la derecha de la iglesia y orientado en el mismo eje mayor, tiene forma de rectángulo ochavado en las esquinas, organizado con columnas pareadas. Las esquinas tienen perfil convexo, consiguiendo con ello una sintonía con el ritmo ondulante de la iglesia. Ésta, de muy reducidas dimensiones, da la sensación de ser más grande gracias a los atrevidos efectos de perspectiva que confirió Borromini a su interior. La planta tiene forma de rombo, que se transforma casi en óvalo con su perímetro articulado con segmentos cóncavos y convexos. Se cierra ese espacio con una cúpula elíptica sobre pechinas. La superficie de esa cúpula está decorada con casetones octogonales y cruciformes que se van haciendo progresivamente más pequeños hacia la linterna. Ello provoca en el espectador un efecto ilusionista que agranda y eleva más dicha cúpula, perfectamente iluminada desde la linterna y desde las ventanas disimuladas en el anillo que sostiene la cúpula.
La dinámica fachada, su decoración e iconografía
Por falta de recursos, la fachada no se pudo comenzar hasta 1765. Consta de dos pisos y tres cuerpos verticales, y el muro, asimismo ondulante, se articula por medio de columnas salientes. Los ritmos son opuestos en ambos pisos, pues a los entrantes del piso bajo les corresponden salientes en el alto y viceversa. El sentido teatral de la fachada viene conferido por distintos elementos: los relieves ornamentales; los nichos y las estatuas de San Carlos Borromeo, las de los trinitarios San Juan de Mata y San Félix de Valois; el edículo-ventanal saliente del superior; y el gran óvalo portado por ángeles que rompe el entablamento; y la balaustrada de remate. La estrechez de la calle y el verticalismo de la fachada, reforzado por la torre campanario sobre el chaflán que contiene la fuente, obligan al espectador a distanciarse del conjunto de San Carlos de las Cuatro Fuentes y a contemplarlo con cierta perspectiva, inmerso en el enclave urbanístico de la Roma barroca en el que se halla.
El Moisés de Miguel Ángel
La escultura sedente del Profeta bíblico estaba pensada originalmente para el gigantesco mausoleo del Papa Julio II, obra ésta nunca concluida, de la que sólo se terminaron algunas piezas sueltas, entre ellas el Moisés. La obra estaba ideada para colocarse entre las figuras de Raquel y Lía (la vida contemplativa y la vida activa) en el segundo escalón de la inmensa tumba, razón por la cual está realizada para ser vista desde abajo, aspecto éste que se anula en su localización actual. Moisés está representado en un momento pleno de furia, al bajar del Monte Sinaí.