Elementos de Cambio en la Etapa Final del Franquismo
Finalizada la Guerra Civil en 1939, quedó instaurado en España un nuevo régimen político que ha pasado a denominarse “franquismo”, término derivado del nombre del vencedor de la contienda, Francisco Franco. Con él se inauguró una etapa política fundamentada en una Dictadura que perduró hasta su muerte en 1975. Entre 1939 y 1975 se desarrollaron dos grandes etapas: la primera, hasta 1959, caracterizada por el esfuerzo de crear y consolidar un estado autoritario, apoyado en la autarquía económica; y la segunda, hasta 1975, en la que se inició un cierto aperturismo político apoyado en el desarrollismo económico.
La Oposición al Régimen
La oposición en este período se observa en la actuación clandestina de los partidos políticos, PSOE y sobre todo P. Comunista de España (PCE), que promovían la conflictividad laboral al reivindicar subidas salariales o mejoras en las condiciones de trabajo. Estas reclamaciones también se convertían en políticas, como el derecho a la huelga o la libre sindicación. En este sentido, nace el sindicato Comisiones Obreras (CC OO). El PCE era el único partido antifranquista con respaldo que defendía la llegada de la democracia, mientras que el PSOE era minoritario. Es a partir del Congreso de Suresnes en 1974 cuando se produce una renovación interna, alcanzando Felipe González la secretaría general.
Además, resurgieron tensiones nacionalistas. En 1959, un grupo de jóvenes miembros del PNV se escinde del partido y funda ETA, Euskadi Ta Askatasuna (Patria y Libertad), que optó por la lucha armada como táctica para lograr la liberación nacional vasca. Desde el exterior, en 1962, tras pedir España el ingreso en la CEE, un grupo de conservadores liberales que vivían en el exilio se reunieron en Múnich y pidieron que España no fuera admitida hasta que no se recuperase un régimen democrático. El hecho fue calificado como “Contubernio de Múnich” por la prensa franquista.
Al mismo tiempo, el régimen fue perdiendo otros apoyos. Hay que destacar el distanciamiento de la Iglesia. Sectores de la jerarquía eclesiástica empezaron a denunciar la situación de los trabajadores y a insistir en labores de apostolado social y ayuda a los necesitados, haciéndose eco de la renovación de la Iglesia gracias al nuevo papa Juan XXIII, que impulsó el Concilio Vaticano II. También surgieron movimientos sociales, constituidos por asociaciones de vecinos, agrupaciones culturales, movimientos de base católica, etc.
Pese a las presiones, no hubo modificaciones significativas, pues la represión fue la contrapartida constante, como se constató en la ejecución del militante comunista Julián Grimau en 1963. El Tribunal de Orden Público fue creado especialmente para juzgar a los opositores al régimen. La tortura se aplicaba sistemáticamente en las comisarías a través de la Brigada Político-Social.
Últimos Años de Franco: La Crisis
En 1969 se produjo un cambio de gobierno a raíz del escándalo Matesa (ayudas a una empresa fraudulenta que salpicaba a varios ministros), dando lugar a un nuevo gabinete integrado exclusivamente por hombres del Opus Dei y militares, que fue propiciado por el propio Luis Carrero Blanco, mano derecha de Franco. En política exterior, se consiguió abrir relaciones con países del Este y se renovaron acuerdos con la CEE y Estados Unidos.
La década terminó con una creciente agitación sociopolítica, a raíz del llamado proceso de Burgos, en diciembre de 1970. Juicio contra 16 miembros de ETA, 9 de los cuales son condenados a muerte. Las protestas en las calles, el secuestro de ETA del cónsul alemán en Bilbao, y la presión internacional hicieron claudicar a Franco, que conmutó las penas de muerte por las de cadena perpetua. Al mismo tiempo, la oposición crecía, las huelgas se multiplicaban en las empresas y el régimen respondía con la represión, aplicación de estados de excepción, interrogatorios, torturas en la Brigada Social y restablecimiento de la Ley de Bandidaje y Terrorismo, que hacía pasar a jurisdicción militar cualquier acto de oposición. La Iglesia siguió separándose, sobre todo con el nuevo arzobispo de Madrid, Enrique Tarancón, que publicó una declaración –1971– en la que exigía libertades políticas y sindicales, y pedía disculpas por la actuación de la Iglesia española tras la guerra civil.
En 1973, la situación se hizo explosiva. El asesinato de un policía a manos del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) alentó el nombramiento de Luis Carrero Blanco como presidente de Gobierno. Pero el 20 de diciembre de 1973, ETA asesinó a Carrero y Carlos Arias Navarro ocupó la presidencia, lo que suponía la vuelta del sector inmovilista. En el seno del régimen se abrieron dos tendencias: primero, se afianzó un sector temeroso ante los posibles cambios, conocido como “búnker”, inmovilistas que reclamaban la vuelta al “18 de julio”; y en segundo lugar, los “aperturistas”, que abogaban por tímidos cambios políticos democratizadores. El franquismo sufrió también el impacto de la crisis internacional de 1973 (crisis del petróleo), lo que incidió en crisis económica y social interna.
Entre 1974 y 75, las enfermedades de Franco preludiaban el fin del régimen. La oposición fue reprimida con suma dureza, como se demostró con las condenas a muerte de miembros de ETA y FRAP. A la vez, la crisis política fue aprovechada por el rey Hassan II de Marruecos, que presionó con la Marcha Verde para reclamar el Sahara Occidental. España –en plena agonía de Franco– cedió, trasgrediendo el mandato de la ONU. La colonia se repartió entre Marruecos y Mauritania, cediendo ésta sus derechos.
El 20 de noviembre de 1975, Franco moría tras una larga agonía. Sus partidarios estaban convencidos de que el nuevo rey, Juan Carlos I de Borbón, continuaría aferrado a las líneas políticas del 18 de julio. Los años siguientes demostraron que la dictadura franquista era inviable más allá de la muerte de su fundador.