Descartes: El Ser Humano, Política, Ética, Conocimiento y Dios

Descartes: Un Análisis Profundo de su Pensamiento

El Problema del Ser Humano

La antropología cartesiana defiende una interpretación dualista del ser humano. Descartes no introduce ninguna novedad destacada, pues el dualismo antropológico se encuentra presente en toda la filosofía anterior, desde Platón hasta Tomás de Aquino. La antropología cartesiana se distingue principalmente por dos puntos de enfoque: la visión del hombre del filósofo francés se fundamenta en su teoría del conocimiento y, más concretamente, en el ejercicio de la duda metódica, y el dualismo cartesiano es un dualismo exagerado y radical, pues considera que el cuerpo y la mente son sustancias totalmente distintas, con características, procesos y modelos explicativos distintos e incompatibles. En la “Sexta Meditación”, Descartes presenta el argumento utilizado para postular la radical diferencia entre el cuerpo y el alma: aquello que podemos concebir con claridad y distinción como correspondiendo a una cosa le pertenece realmente, aquello que no se presenta con claridad y distinción no le pertenece realmente; tengo claridad y distinción de que nada pertenece a mi esencia excepto que soy una cosa pensante e inextensa; tengo una idea clara y distinta del cuerpo como una cosa extensa y no-pensante; conclusión: mi alma es absolutamente distinta de mi cuerpo y puede existir sin él. Descartes parece identificar nuestro yo con nuestra mente, y no con el compuesto mente-cuerpo. El alma, inmortal y creada por Dios, tiene como atributo el pensamiento, mientras que el cuerpo, material y mortal, se caracteriza por la extensión. Aplicando su interpretación mecanicista de la realidad, Descartes considera el cuerpo humano como una máquina sumamente compleja y perfecta creada por Dios. Llevando al extremo sus ideas, sostuvo que los animales eran “autómatas muy complejos” dado que carecían de mente (“res cogitans”, que significa pensando en las cosas). Aun suponiendo que pudiesen experimentar dolor físico, éste no implicaría sufrimiento, que es un contenido mental vinculado al alma. Con este planteamiento, Descartes se alejaba de la tradición aristotélico-tomista, que había defendido la existencia del alma sensitiva en el mundo animal. A pesar de mantener la tesis de la existencia separada del alma y del cuerpo, Descartes tuvo que intentar resolver el problema de la comunicación entre ambas sustancias en el ser humano. Considera que la relación que mantiene nuestra alma con nuestro propio cuerpo es una relación peculiar, distinta a la que mantiene con el resto de los cuerpos. Nos dice que no podemos entender esta relación como la que existe entre un piloto y su nave, tal y como sugería el símil platónico: la nave es algo exterior al piloto por lo que el conocimiento de lo que ocurre en el barco lo tiene el piloto como lo tiene del resto de cosas físicas. Sin embargo, nosotros no experimentamos nuestro cuerpo de la misma manera, pues las modificaciones que éste sufre las sentimos “desde dentro”. Descartes distingue dos tipos de sensaciones: las externas, con las que captamos los otros cuerpos (y el nuestro cuando nos vemos o nos oímos), y las internas, con las que lo captamos “desde dentro”. Por eso, nos dice que el alma se extiende a lo largo de todo el cuerpo, aunque exista también un lugar privilegiado en donde parece concentrarse y en donde propiamente conectan el alma y el cuerpo: el cerebro y particularmente la glándula pineal. Descartes admite que el alma y el cuerpo se relacionan causalmente, es decir, los cambios en el cuerpo producen cambios en el alma, y los cambios en el alma producen cambios en el cuerpo.

El Problema de la Política y la Sociedad

Es difícil precisar el contenido de la teoría cartesiana sobre el problema de la política, pero ha sido analizada en profundidad por pensadores como Antonio Negri, quien, en Descartes político (1970), la sitúa dentro del contexto del absolutismo monárquico del Barroco. Esta teoría enfatiza la necesidad de un poder centralizado basado en la soberanía absoluta del monarca, congruente con el ascenso de la burguesía y el Estado absoluto. En su Discurso del método, Descartes critica a aquellos que proponen reformas sin legitimidad, reafirmando la autoridad del soberano y legitimando la voluntad soberana como esencial para mantener el orden. Una idea clave es la soberanía, comparando la voluntad del rey con la divina, ya que, al igual que Dios dicta las leyes naturales, el soberano establece las leyes del reino. Según Descartes, el poder político tiene una validez eterna e inmutable basada únicamente en la autoridad del soberano: “Dios es quien ha dictado [las leyes] tal como un rey dicta leyes en su reino.” Este paralelismo subraya que la soberanía del rey, equiparada con la de Dios, se sustenta en el ejercicio mismo de su poder. No obstante, establece un límite al poder soberano: la libertad interior del individuo, ya que el hombre, como sustancia pensante, tiene como único referente la voluntad de Dios. La voluntad libre, atributo esencial del ser humano, le otorga la facultad de entender y querer, independientemente del poder del rey. Este concepto de libertad se conecta con la burguesía emergente, que ve en la autonomía individual un pilar para el desarrollo del Estado moderno. Según Negri, Descartes defendía una autonomía individual que prefigura el ascenso de la burguesía, ligando su metafísica a un proyecto modernizador que transforma el orden natural mediante la razón y la ciencia. A través de la mecánica y la manufactura, el sujeto moderno burgués podría dominar la naturaleza y someterla a su voluntad. Aunque Descartes destaca la obediencia al soberano absoluto, también proyecta una autonomía individual que abre camino a la racionalización del mundo, anticipando un futuro matematizado, industrial y racional, dominado por las ciencias y la razón. Así, su pensamiento político no solo reafirma la autoridad monárquica, sino que sienta las bases para la autonomía individual, la racionalidad y la modernización de la sociedad, elementos fundamentales en la transformación de la modernidad.

El Problema de la Ética y la Moral

Descartes, destacado filósofo, matemático y físico francés, es reconocido como el padre de la geometría analítica y autor de obras fundamentales como Discurso del método y Reglas para la dirección del espíritu. Durante su época, se produjo un giro epistemológico en el cual el conocimiento adquirió un papel central, y en este contexto, Descartes propuso una moral provisional, elaborada mientras definía su sistema filosófico, basada en tres máximas:

  • La primera es obedecer las leyes y costumbres del país, aceptando la religión tradicional y las opiniones moderadas.
  • La segunda recomienda actuar con firmeza y resolución tras adoptar una opinión, priorizando el control de las inclinaciones personales frente a lo externo.
  • Finalmente, la tercera propone explorar diferentes ocupaciones para elegir la más adecuada.

Aunque práctica y alineada con el sentido común, esta moral no buscaba cuestionar el sistema ético existente, y Descartes nunca llegó a formular una ética definitiva derivada de su método. En cuanto a la ética, Descartes desarrolló una reflexión profunda sobre la libertad y las pasiones. En su visión mecanicista del universo, diferenció al hombre al atribuirle una sustancia pensante (el alma), separada de la naturaleza. Para Descartes, el hombre es libre porque tiene alma, cuya esencia reside en el pensamiento, según expresa en el cogito: “pienso, luego existo”. Esta independencia del alma respecto a lo material subraya la capacidad de raciocinio como rasgo definitorio del ser humano. Además, el hombre posee dos facultades esenciales: el entendimiento (razón) y la voluntad, caracterizada por su libertad. La libertad, como idea central en la filosofía cartesiana, es entendida como innata, una de las certezas primordiales y mayores perfecciones del hombre. Descartes sostiene que ser libre implica elegir lo que la razón presenta como bueno y verdadero, aunque reconoce que este proceso puede verse alterado por las pasiones, emociones que influyen en el alma de forma involuntaria y escapan al control directo. A pesar de su naturaleza perturbadora, Descartes no considera a las pasiones como intrínsecamente negativas. En lugar de eliminarlas, promueve la necesidad de ordenarlas y subordinarlas a la razón, permitiendo que esta última guíe las acciones humanas. Para Descartes, la gestión racional de las pasiones es esencial para lograr la liberación del alma y tomar decisiones fundamentadas.

El Problema del Conocimiento

René Descartes fue un filósofo y matemático de la Edad Moderna. Su planteamiento sobre el conocimiento y la realidad se basa en un supuesto: “Los sentidos me engañan”. Por tanto, es un autor absolutamente racionalista, opuesto al empirismo. En sus obras, Descartes enuncia la imposibilidad de los sentidos para determinar si lo que perciben es la realidad o el sueño. Al no saber diferenciar entre sueño y vigilia, Descartes desecha el conocimiento basado en los sentidos. Por otro lado, dice que las ideas de la razón a veces pueden estar influenciadas por un genio maligno, que tergiversa los pensamientos humanos haciéndolos pasar por reales. Así, Descartes sólo puede afirmar una cuestión, su existencia, a través del “cogito ergo sum” (“pienso, luego existo” o “dudo, luego existo”), ya que el acto de dudar confirma su realidad y fundamenta el conocimiento. Al afirmar su propia existencia, por consiguiente afirma también la existencia de Dios, ya que la propia existencia ha debido ser producida por un ser también existente: Dios. Descartes estableció cuatro reglas esenciales en su Discurso del método para guiar el razonamiento y alcanzar el conocimiento verdadero:

  1. Regla de la evidencia: Aceptar únicamente lo que se perciba con total claridad y distinción, evitando juicios apresurados y empleando la duda metódica para garantizar un conocimiento confiable y evitar errores.
  2. Regla del análisis: Dividir los problemas complejos en partes más simples para comprenderlos mejor. Esto permite identificar verdades básicas para desarrollar proposiciones más complejas.
  3. Regla de la síntesis: Reconstruir el conocimiento desde lo simple hacia lo complejo, asegurándose de que cada paso sea lógico y derivado del anterior. Asegurando un razonamiento ordenado (similar a la geometría).
  4. Regla de la enumeración: Revisar minuciosamente cada paso del proceso para garantizar que no se omita nada y que no se cometan errores, asegurando la solidez del conocimiento alcanzado.

Las Meditaciones Metafísicas de René Descartes son una obra fundamental de la filosofía publicada en 1641, cuyo objetivo es establecer un sistema de conocimiento seguro basado en la duda metódica. Primera Meditación, Descartes cuestiona la fiabilidad de los sentidos, mostrando que incluso la vigilia y el sueño pueden ser indistinguibles. Segunda Meditación, introduce el famoso “pienso, luego existo”, afirmando la certeza de la existencia del sujeto pensante. La Tercera Meditación presenta argumentos para la existencia de Dios como causa de la idea de perfección. La Cuarta Meditación reflexiona sobre el error humano y su origen en un mal uso de la voluntad. La Quinta Meditación ofrece un argumento ontológico para reafirmar la existencia de Dios. La Sexta Meditación explora la distinción entre alma y cuerpo y la realidad de las cosas materiales, fundamentadas en percepciones claras y distintas garantizadas por Dios.

El Problema de Dios

El filósofo, matemático y físico francés Descartes es considerado el padre de la filosofía moderna. Entre sus obras más destacadas se encuentran Meditaciones metafísicas y Discurso del método. El objetivo de la filosofía cartesiana es construir un edificio filosófico impermeable a los ataques del escepticismo, por ello, buscará las ideas claras y distintas. La duda metódica le permitirá llegar a una verdad indubitable: que estoy dudando y, por tanto, pensando. La certeza alcanzada será: Cogito ergo sum, es decir, “pienso luego existo”. Descartes sostiene que el pensamiento siempre piensa ideas, no recae directamente sobre las cosas. Encontramos diferentes tipos de ideas:

  • Adventicias (proceden de la experiencia externa)
  • Facticias (aquellas que construye la mente a partir de otras ideas)
  • Innatas (ideas claras y distintas que posee el entendimiento por naturaleza). Un ejemplo de idea innata es la idea de Dios.

A partir del cogito, Descartes llega a la existencia de tres sustancias definidas cada una por un atributo:

  • Sustancia pensante (yo o alma)
  • Sustancia infinita (Dios)
  • Sustancia extensa (la materia)

Aquella sustancia que existe de tal modo que no necesita a ninguna otra cosa para existir es la sustancia infinita (Dios). Por ello, diferencia la sustancia infinita (Dios) de las sustancias finitas (pensamiento/alma y extensión/cuerpo). Descartes demuestra la existencia de Dios a partir de la idea de infinito y perfección. En primer lugar, argumenta que entre las ideas innatas se encuentra la idea de infinito y como ésta no tiene ninguna limitación y Dios es infinito, no le puede faltar la existencia porque sería un ser limitado. En segundo lugar, Descartes sostiene que si dudo es porque soy imperfecto y ser consciente de mi imperfección implica que en mí existe la idea de perfección. La idea de perfección: no puede ser adventicia (extraña, casual, fortuita, momentánea) porque nada exterior a mí es perfecto; tampoco ficticia (artificial) ya que no poseo elementos para crearla; por lo que se concluye que se trata de una idea innata puesta en mi interior por un ser que posee la cualidad de la perfección. Así, Descartes demuestra la existencia de Dios y garantiza el principio de evidencia ya que Dios no permitiría que me equivocara al percibir algo con absoluta claridad y distinción. Dios es la garantía de la verdad en la filosofía cartesiana. En su concepción mecanicista del universo, Dios es presentado como el creador tanto de la materia como del movimiento. De esta manera, el universo conserva toda la cantidad de movimiento que puede darse, de lo que deduce la inmutabilidad divina.