El nacimiento de la lírica moderna
El nacimiento de la lírica moderna se caracteriza por la reacción contra los temas y formas que habían sido característicos del Romanticismo y por sentar las bases sobre las que se va a erigir la poesía del siglo XX. En esta reacción se advierten dos corrientes:
Poesía-comunicación
Se caracteriza por su utilidad. El poeta busca dirigirse al receptor y comunicarle una idea precisa de índole social. Dependiendo de la ideología de los autores, hay dos tendencias:
- Una poesía conservadora al servicio de las ideas morales y que respeta los valores tradicionales.
- La poesía de combate, progresista, partidaria de las reformas políticas y que ataca los principios de la sociedad burguesa.
Poesía-expresión
Reivindica la autonomía del arte respecto a la realidad y defiende la inutilidad de la poesía. También se encuentran dos tendencias en esta poesía:
- El parnasianismo critica el exceso de sentimentalidad romántico y defiende la serenidad y distanciamiento de las emociones. El poema no es reflejo de la intimidad del autor, sino un objeto bien construido mediante la inteligencia, la técnica y el rigor artístico.
Pero la tendencia más innovadora de la época es el simbolismo que se prolonga hasta bien entrado el siglo XX en las obras de Valéry, Juan Ramón Jiménez, etc. Sus rasgos pueden resumirse en:
- Los simbolistas niegan el valor poético de la realidad. Este carácter se proyecta en sus obras, en las que no se encuentra ninguna utilidad ni función social; y en sus actitudes vitales, ya que se apartan de los usos convencionales en un intento por diferenciarse.
- La realidad les sirve como punto de partida para iniciar el viaje a su interioridad o para intentar desvelar los misterios que dicha realidad esconde. En estos casos, se valen del símbolo como herramienta, pues creen que existe una verdad escondida tras lo real.
- El poeta no se siente portavoz de su comunidad ni responsable ante nadie y desprecia al gran público.
- Los simbolistas son responsables de la mayor renovación formal sufrida por el género lírico.
Charles Baudelaire
Su obra aborda tres temas fundamentales:
- El disgusto hacia la realidad y la sociedad: que provoca en el poeta el spleen (angustia ante el tiempo y la monotonía). Esta angustia vital le empuja a la huida a través del erotismo, la maldad y la miseria del alma humana, los paraísos artificiales de la droga, el anonimato de la muchedumbre urbana o la muerte.
- Convierte la ciudad en tema poético, sustituyendo a la naturaleza y el mundo rural como lugar de evasión. La gran ciudad devora al individuo.
- Constante reflexión sobre el proceso de creación artística: El autor piensa que el mundo visible refleja lo invisible: la belleza, las pasiones, los ideales, etc. Sin embargo, solamente el artista es capaz de ver esas conexiones y descifrar el misterio de la analogía entre la realidad y el mundo ideal.
Baudelaire es autor de dos libros esenciales en la historia de la literatura. Las flores del mal es uno de ellos. Es un libro unitario en torno al tema de la angustia vital o spleen y a los distintos caminos de evasión o salvación.
Para ello estructura la obra en 6 huidas posibles:
- “Spleen o ideal”: enfrenta el mundo cotidiano y el ideal.
- “Cuadros parisinos”: el yo poético se sumerge en la ciudad de París y en sus gentes para intentar olvidar la angustia fundiéndose con la multitud.
- “El vino”: intento de encontrar la salvación en los paraísos artificiales y también el comienzo del proceso de degradación del yo poético.
- “Flores del mal”: supone la caída en las profundidades de la perversión. En los vicios, la delincuencia o el sexo destructor tampoco encuentra remedio el poeta para su malestar.
- “Rebelión”: recoge los primeros poemas compuestos por Baudelaire y en ellos se advierte la presencia romántica.
- “La muerte”: es la conclusión del viaje, morir es la evasión definitiva.
Su otro libro es Pequeños poemas en prosa. Guarda mucha relación con las dos primeras secciones de Las flores del mal, ya que se centra en la ciudad y en la melancolía. Pero su importancia reside en la prosa poética.
La lírica norteamericana
Unos fueron poetas reconocidos por sus contemporáneos, como es el caso de Walt Whitman, Emerson, etc. Mientras que el reconocimiento internacional de otros tuvo que esperar, como sucede con la poesía de Edgar Allan Poe.
Lo más característico de la lírica norteamericana no puede adscribirse a ninguna tendencia europea. En conjunto puede decirse que los poetas norteamericanos intentaron encontrar una línea propia que sirva para cantar a una nación en crecimiento constante y refleje los valores del país.
Walt Whitman
Walt Whitman es el principal poeta norteamericano. Su poesía aparece publicada por primera vez en 1855 con el nombre de Hojas de hierba y en sucesivas fechas es reeditada con nuevos poemas hasta la muerte del autor.
La intención del poeta es escribir una epopeya moderna que sirva de acompañamiento al nacimiento y desarrollo de su nación. Este deseo se refleja en tres caracteres de su obra:
- El protagonista es colectivo: el pueblo norteamericano. Sin embargo, en los poemas aflora constantemente el yo del poeta, no porque se trate de poesía individualista, sino porque es síntesis y ejemplo de su nación.
- Tema y estructura: El poeta no narra una historia pasada sino que quiere ofrecer un retrato completo de la gloria presente. Por ese motivo no hay una única historia, sino un conjunto de ellas que se entremezclan con descripciones del paisaje y de personas. La unidad se consigue gracias a la presencia casi constante del yo.
- Se aparta de la técnica literaria que emplea: Rompe con la métrica tradicional decantándose por el verso libre e incluye en sus poemas variadas modalidades del habla de las gentes norteamericanas.
Emily Dickinson
La poesía de Emily Dickinson comparte con la de Walt Whitman el uso constante del yo como centro del poema. Es una lírica íntima en la que el yo no es un resumen ni ejemplo de los ciudadanos de EE. UU., sino que es individual y tan solo refleja la visión de una mujer sobre cuestiones tan clásicas como el amor y la soledad. Destaca también la presencia de la naturaleza como término de comparación de los sentimientos expresados o como objeto de observación del que se extrae emociones y consecuencias. Los poemas de Emily optan por composiciones breves de versos cortos y rimas asonantes en las que domina una gran concentración expresiva.
Profundización en Las flores del mal de Baudelaire
“Spleen e ideal”
Constituye la sección más importante de Las flores del mal. Se reúnen veinticuatro de los ciento veintiséis poemas del libro y además en esta sección están presentes los temas esenciales del autor. En “Spleen e ideal” aborda los temas del arte y del amor. El arte evoca el universo del sueño, de la imaginación, donde el espíritu reina y escapa al tiempo; el arte está dominado por la belleza, fría como el mármol, ardua de conquistar, casi inaccesible. La dualidad spleen/ideal se repite con el amor: la sensualidad inspirada por Jean Duval puede conducirle tanto a una languidez soñadora como a un agudo sentimiento de decaimiento. El amor espiritual, inspirado por Mme. Sabatier, está asociado al Ideal pero no impide que Baudelaire acabe esta parte del libro con la evocación repetida del spleen y de la constante derrota del hombre ante el tiempo.
“Cuadros parisinos”
El tema de la ciudad había estado desde siempre al margen de la poesía, y por tanto Baudelaire abordaba un nuevo universo estético. Había tomado nota del interés que un pintor como Constantin Guys ponía al dibujar escenas urbanas, y el poeta quiso a su vez poner de manifiesto lo que hay de eterno en el espectáculo cambiante de una ciudad como París. De hecho, el crimen, la miseria, el sufrimiento, la soledad, la visión fugitiva de la belleza no son específicamente urbanos, pero en la ciudad se revelan con extraordinaria agudeza, como si la indiferencia de las masas, su empatía ante la desgracia de los otros, hiciera más evidente lo que el dolor tiene de único y de trágicamente solitario. Baudelaire utilizó de nuevo el tema de la ciudad en el libro Spleen de París, abriendo el camino para artistas como Verhaeren, Apollinaire y los surrealistas; todos ellos supieron ver la poesía de los adoquines, de los movimientos de masas y de los destinos anónimos.
Tercera sección: “El vino”
Todas las piezas de este ciclo fueron compuestas hacia 1843, salvo la última, “El vino de los amantes”. Al principio de los años 1840, Baudelaire, inspirado por Proudhon y Courbet, consideraba el vino como el consuelo del obrero y como la bebida que Dios había ofrecido a los hombres para calmar sus sufrimientos cotidianos. Se aprecia en “El vino del asesino” se presentan los efectos desastrosos del alcohol, como la violencia más brutal, también se mantiene que ofrece una cierta liberación. El lector atravesará los círculos atormentados de la destrucción, la rebelión y la muerte.
Cuarta sección: “Las flores del mal”
Este apartado explora una nueva forma de escapar al mal supremo del cansancio. De hecho, gracias a la destrucción, gracias al placer y a la belleza encontrados en el mal, consigue el poeta liberarse del spleen. Tras haber celebrado a Dios en el ciclo dedicado al vino, Baudelaire cede a una inspiración más satánica, inspiración en aquel momento de moda en los círculos literarios parisinos que él frecuentaba.
Quinta sección: “Rebelión”
Los poemas de esta sección son reveladores de una actitud típica de los románticos según la cual al criticar el orden social, y tras observar el carácter insatisfecho de la condición humana, es el propio Dios el que es acusado. Esta lógica que conduce al desafío hacia Dios y a la alabanza de Satanás ya se encontraba en Lord Byron y en los medios literarios frecuentados por Baudelaire. El satanismo del autor no tiene pues nada de nuevo y no se debería exagerar su importancia. Sin embargo es una etapa obligada en el camino que ha llevado al poeta a rechazar la mediocridad del destino humano.
Sexta sección: “La muerte”
“La muerte de los amantes”, “La muerte de los pobres” y “La muerte de los artistas” ponían fin al libro con una nota de serenidad, al ser la muerte descrita como un consuelo para los trabajos de la vida e incluso como un pórtico abierto sobre los cielos desconocidos. Baudelaire se vincula con una tradición romántica, según la cual la muerte no es más que un pasaje hacia un mundo mejor, más ideal que el nuestro. En “El fin de la jornada” la muerte no es más que tinieblas y nada mientras que en “El viaje” expresa un angustioso buceo “al fondo del precipicio”.
Profundización en Hojas de hierba de Whitman
Yo canto al cuerpo eléctrico
Lo que en la edición de 1867 de Hojas de hierba iría encabezado por el célebre “I sing the body electric” tuvo una primera versión en 1855 que no incluía dicho arranque ni otros ajustes posteriores. Desde el principio de este bloque, aparecen dos elementos que articularán toda la serie versal: por un lado, la interacción del yo poético con el mundo que lo rodea y por otra parte, el cuerpo como protagonista absoluto de dicho canto.
Tras esos versos 3-4 que encontrarán eco de cierre al final de la serie, se inicia la ponderación y descripción sucesiva de los cuerpos masculino y femenino. Ambos son expresamente juzgados como perfectos. El cuerpo que se describirá corresponde a un ideal armónico y equilibrado en partes y órganos.
Comienza con el cuerpo del hombre
Del verso 7 al 12, el texto se detiene en la descripción del cuerpo del hombre. En ella, la enumeración de partes del cuerpo no sigue ningún orden, sino que se mueve de arriba abajo, de lo particular a lo general… A partir del verso 13 se abre paso una de esas enumeraciones tan caras a Whitman con miembros de esa nueva sociedad democrática que está construyendo la nación americana. Todos estos personajes están en acción en ese puro dinamismo cinético que impregna las páginas de Hojas de hierba.
El poeta se detiene en un ejemplo concreto: el de un granjero corriente. En este caso, se pone ya claramente de manifiesto que la prosopografía y la etopeya van de la mano, porque este cuerpo bello de un hombre de generosidad, modales y prudencia genera el amor.
Se ocupa del cuerpo de la mujer
En ella corporeidad y misticismo se hacen claramente patentes y de ese hálito espiritual que subyuga y desencadena, surge la descripción física que ahora sí sigue un orden y el ámbito de la cópula que deja fluir el espíritu y abre puertas a éste y a la salida de la vida. La mujer es algo tan físico como la fusión sexual y algo tan etéreo como la aurora.
Finalmente, panteísmo, misticismo y fisicidad se funden en acabada comunión: el alma de Whitman reflejada en la naturaleza, la perfección de la belleza y hasta la inmortalidad se presentan a la vista en la cabeza y el busto de una mujer. A partir de ahí, el poema recoge las consecuencias de todo ello y se detiene en los elementos que están en el carácter masculino, señala que el universo y todas sus fuerzas se comprenden en ese cuerpo. Y el cuerpo, ya sea de hombre o de mujer, es igualmente sagrado.
Concretamente, en la penúltima parte de este bloque de versos, se muestra ya de forma dramática la objetivación del cuerpo, relacionada ahora con la idea de esclavitud. La identidad de un ser humano depende de su propio cuerpo, donde se encarna y construye. La identidad del esclavo quedaría totalmente destruida a la vez que su cuerpo es fragmentado. Quienes reducen al esclavo a meros trozos de carne le están arrebatando su subjetividad y su humanidad mismas. La crítica ha venido señalando que el hecho de que el yo poético auxilie al subastador, como una especie de ventrílocuo, y se apropie del discurso del vendedor implica una cierta asunción de responsabilidad en esta despreciable orgía de la carne.
Finalmente, el texto se cierra, por un lado, insistiendo en el carácter sagrado del cuerpo y en cómo la limpieza y firmeza de los cuerpos los dota de belleza, que son los dos Leitmotive de este fragmento. Además, el poeta vuelve a las cuestiones planteadas en forma de interrogación en los versos 3 y 4 de la serie y, como si cerrara el círculo poético, las contesta rotunda e inequívocamente: no cabe escondite para quien deshonra su propio cuerpo ni hay mayor vileza que incurrir en esa profanación del cuerpo humano vivo.
Canto del respondedor
El poeta puede atribuir “actitudes a las cosas” porque es capaz de mirarlas con una mirada nueva. Su verso, además, es verso en el tiempo, situación, lugar y contexto precisos que le ha tocado vivir; su verso es el canto del testigo que está elaborando la nueva épica para la nueva América. En la poesía de Whitman, el hacedor de poemas es respondedor, y esa voz que responde no elude ningún aspecto o tema, y da fe incluso de lo que no es capaz de comprender.
El abrazo mediante el cual se relaciona con el mundo circundante tiene un carácter universal, en el vehículo de su expresión y en los temas que aborda. Por un lado, la poesía incorpora todas las lenguas, no tanto por ser un lenguaje universal, sino por tratarse de un lenguaje que accede directamente a las propias cosas.
Todos los hombres pueden identificarse con el poeta, que es quien da voz a esa poesía esencial de la realidad. No es casualidad que en medio de este metapoético “Canto del respondedor” vuelva a introducirse una enumeración con todos esos seres de la dinámica y democrática realidad americana que tanto fascinaron al autor: la poesía, al cantarlos a todos a un tiempo, los transforma en héroes de idéntica dignidad.
Para concluir, Whitman hace hincapié en que el verdadero ritmo y la auténtica belleza de la poesía no habitan en la pura melodía de una forma sólo preocupada por sí misma. La auténtica música y la excelencia estética de la poesía residen en la nueva forma por la que él apuesta, en la que no importa el cómputo silábico, ni se hace ascos al neologismo ni a cuanto sea preciso para mejor reflejar el dinamismo de la sociedad que el poeta quiere cantar. Whitman sabe que la belleza habita en su poesía: no porque él cree tal hermosura, sino porque acierta a transmitir las señales de lo bello que está en esos múltiples cuerpos, esas diversas actividades vitales, esas distintas experiencias y esa naturaleza que lo rodean.