Cuba: De Colonia Española a Conflicto con EE.UU. y Regeneración en España

La crisis política de finales del siglo XVIII y durante el reinado de Fernando VII afectó profundamente a las colonias españolas en América; por este motivo, se les había permitido comerciar con países neutrales.

Las colonias estaban defendidas y financiadas por los mismos criollos e indígenas que se mostraron descontentos con las medidas administrativas y fiscales adoptadas por los Borbones.

En este contexto se difundieron las ideas que inspiraban la emancipación.

La independencia de la América española fue protagonizada por las minorías criollas y blancas. Aunque los líderes eran de ideología liberal.

La Guerra de la Independencia y la crisis política de la metrópoli proporcionaron el pretexto. En la crisis política de finales del siglo XVIII y durante el reinado de Fernando VII afectó a América y surgieron juntas que se opusieron al rey José Bonaparte.

En las distintas zonas geográficas estallaron revoluciones sin ninguna conexión entre sí. Aunque más tarde existió cierta coordinación.

En este sentido, cabe destacar que México y Perú fueron regiones más conservadoras y fieles a la metrópoli mientras que Nueva Granada y Río de la Plata eran menos relevantes para la economía. Ambas fueron los motores de la independencia.

Las diferentes etapas de la emancipación estuvieron muy vinculadas a las vicisitudes de la política de la metrópoli. El proceso se prolongó desde 1808 hasta 1825. Hubo guerras civiles. En algunos casos, los indígenas llegaron a ser el grueso de las tropas de la Corona española.

España se sentía ligada a Cuba, eran los últimos restos de un gran imperio. A la hora de retener la isla no eran menos fuertes los intereses económicos. En tres productos se basaba la economía cubana: azúcar, café y tabaco.

Algunos líderes cubanos reclamaban la separación de la metrópoli. En 1868, con “el grito de Yara” se había iniciado la primera guerra cubana que duraría hasta la Paz de Zanjón. En 1895 estalló de nuevo la guerra. Martínez Campos hizo concesiones al pueblo cubano. Su sucesor, Weyler, recurrió a medidas extremas.


Entre las fuerzas políticas españolas se podían distinguir tres posiciones:

  • Unionistas, defendido por los 2 partidos del régimen.
  • Autonomista, inclinada a conceder a los cubanos algunas cotas de autogobierno.
  • Independentistas, aceptada por los republicanos.

Dos leyes de autonomía fueron votadas por el Parlamento español. A finales de 1897 nacía el primer gobierno cubano en La Habana. Había entrado en juego EEUU.

La prensa sensacionalista americana exageró el problema. A la cabeza el World de Pulitzer y el Journal de Hearst. Esta cabecera alcanzó tiradas millonarias. Fracasadas las gestiones de compra, EEUU no vio otro recurso que la guerra.

En las elecciones americanas de 1896 triunfó el republicano William McKinley con un programa que incluía el refuerzo de la flota de guerra, la construcción de un canal interoceánico en Panamá y una intervención más enérgica en la guerra cubana.

Calhoun, un enviado de McKinley, le remitió informes de los campos de concentración y augurios pesimistas sobre la posibilidad de supervivencia de la población cubana.

Disturbios en la capital cubana le decidieron a enviar el acorazado Maine al puerto de La Habana. El 15 de febrero sufrió una explosión y se hundió. El hundimiento del acorazado fue el motivo de guerra. El enfrentamiento bélico tuvo dos escenarios: el archipiélago filipino y el Caribe. En Cavite, se destruyó la flota española; en Santiago de Cuba, el almirante Cervera recibió la orden de combatir sin posibilidad de éxito.

Perdidas las dos flotas hispanas, los norteamericanos desembarcaron en las islas (Filipinas, Cuba y Puerto Rico). España se encontraba impotente. Se firmó el protocolo de Washington que acordaba un armisticio. España aceptaba la evacuación de Cuba y Puerto Rico y se abrieron conversaciones de paz en París.


La delegación española confiaba en salvar la independencia de sus antiguas posesiones.

El Tratado de París plasmó la ley del más fuerte y supuso el principio de la expansión oceánica de EEUU. El gobierno norteamericano exigía la entrega de Manila y su bahía. Posteriormente, la exigencia se extendió a la totalidad del archipiélago.

Con respecto a Cuba, solo se había consignado la renuncia a la soberanía española, pero las norteamericanas implantaron su soberanía. España solicitó una compensación de 100 millones de dólares, EEUU concedió 20 millones.

La derrota no produjo un cambio de gobierno, pero sí generó el regeneracionismo. Sus defensores fueron Francisco Silvela y Antonio Maura.

Como resultado se formó un gobierno presidido por Francisco Silvela y el general Polavieja como ministro de la Guerra. Ambos pretendían regenerar al país sin modificar el sistema restaurado ni el papel de la corona, el ejército o los partidos. Mientras Polavieja representaba la garantía del viejo orden, Silvela era partidario de reformas. El fracaso del gobierno regeneracionista mostraba la incapacidad del sistema para evolucionar.

Hubo otro movimiento regeneracionista al margen del sistema con Macías Picavea, Lucas Mallada o Joaquín Costa. También destacó el grupo de la generación del 98.

Para los intelectuales, España estaba en un estado de postración. Intentaron formular un diagnóstico y unas soluciones que englobaron bajo el calificativo de regeneración nacional.

Joaquín Costa puso en práctica sus ideas a través de la Liga Nacional de Productores. La liga y las cámaras de comercio suscitaron gran interés en aquellos años, pero ambas excluían la participación en la reforma de obreros, y reducía el protagonismo a las clases productivas intelectuales, a lo que se sumó el recelo de los industriales catalanes y vascos ante el creciente españolismo de las cámaras y de la Liga. Ello explica la creación en 1901 de la Liga Regionalista de Cataluña por un grupo de empresarios catalanes.

El regeneracionismo dejó de ser un peligro para el sistema restaurado y sus lemas fueron asumidos por los conservadores, los liberales, los republicanos y el propio monarca. En ese ambiente se creó el Instituto de Reformas Sociales, que respondía al nuevo liberalismo.

Cuando Alfonso XIII subió al trono, ya habían desaparecido Cánovas, Castelar y Pi y Margall, y pocos meses después fallecía Sagasta. Se cerraba así una etapa de la vida política de España y del siglo XIX que dejaba abiertos numerosos frentes para el nuevo siglo.