1. El Sistema Canovista
Cánovas del Castillo, figura clave de la Unión Liberal con O’Donnell y redactor del Manifiesto de Manzanares (1854), fue ministro en varios gobiernos de Isabel II y se mantuvo al margen de la Revolución de 1868. En 1873, se adhirió a la causa Alfonsina, uniendo voluntades que le permitieron controlar la situación tras el golpe del general Martínez Campos. Su ideario, basado en el moderantismo español y el liberalismo europeo, tenía como principal objetivo asegurar la gobernabilidad.
Cánovas creía que el fracaso del régimen isabelino se debía a los exclusivismos de los partidos, especialmente del moderado, que imposibilitaron la alternancia en el poder y llevaron a los sectores políticos marginados, como el progresista, a recurrir al pronunciamiento militar. Para evitar esto, ideó un sistema que consideraba acorde con la historia del país: una Constitución que expresara el entendimiento entre la monarquía y las Cortes. La restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII representaba, en su opinión, la continuación de la historia de España.
Sus principios fundamentales eran:
- Una nueva Constitución con amplia aceptación que garantizara la alternancia entre partidos políticos, similar al sistema británico, articulando dos grandes opciones. Esto evitaría la intervención militar y aseguraría el predominio de los valores civiles.
- El rey interpretaría la opinión pública y facilitaría la alternancia de los partidos, ya que Cánovas consideraba que los procesos electorales estaban llenos de corruptelas y no reflejaban la verdadera opinión del país. El éxito del sistema dependía de la prudencia y el acierto del rey.
1.1. Los inicios del bipartidismo
Cánovas buscó articular su sistema mediante partidos que compartieran el respeto por las libertades políticas individuales y el mantenimiento del orden social, integrando desde antiguos moderados hasta constitucionalistas de Sagasta. Las opciones más radicales quedaron excluidas: carlistas por la derecha y radicales y republicanos (especialmente federales) por la izquierda.
Inicialmente, impuso su proyecto de nueva constitución a los conservadores, que querían restablecer la de 1845, y frenó a los participantes en el Sexenio Democrático, que reclamaban la de 1869. En 1875, reunió una asamblea de políticos notables para preparar una nueva constitución, de la que surgió una comisión presidida por Manuel Alonso Martínez, del partido Constitucional de Sagasta. A mediados de mayo, promulgó un Real Decreto que autorizaba la discusión de temas constitucionales, finalizando el periodo de excepcionalidad.
1.2. La pacificación
Cánovas se dedicó a cerrar los dos conflictos bélicos activos:
- Guerra Carlista: La declaración del general Cabrera en favor de Alfonso XII debilitó el movimiento carlista. En mayo de 1875, pierden Cataluña y, a principios de 1876, Alfonso XII entra en Pamplona. El pretendiente carlista, Carlos VII, se refugia en Francia.
- Guerra de los Diez Años en Cuba: Las medidas conciliadoras facilitan la capitulación de los independentistas a principios de 1878, con la Paz de Zanjón. Sin embargo, algunos sectores independentistas no la aceptaron, reanudándose las hostilidades en 1879 (Guerra Chiquita) por poco tiempo.
1.3. La Constitución de 1876
En enero de 1876, se celebraron elecciones constituyentes en las que Cánovas obtuvo una amplia mayoría. Durante el debate constitucional, el punto más polémico fue la tolerancia religiosa, aunque el estado se declaró confesional y católico. El poder legislativo se compartiría entre el rey y las Cortes, estableciendo un modelo centralizado y unitario con un sistema parlamentario bicameral:
- Congreso de los Diputados: Electivo.
- Senado: La mitad de sus componentes era vitalicia, por derecho propio o nombrada por la corona, y la otra mitad era elegida por corporaciones o por los mayores contribuyentes.
La Constitución de 1876 procuró no concretar en exceso algunos aspectos de la vida política, permitiendo que fueran regulados por la discreción de los gobernantes sin generar conflictos constitucionales.
1.4. El funcionamiento del sistema
El siguiente paso fue normalizar la situación política de acuerdo con los postulados canovistas. Dos partidos tomaron el protagonismo:
- Partido Conservador, de Cánovas: Heredero de la Unión Liberal, aspiraba a integrar a sectores del viejo partido Moderado y a algunos católicos.
- Partido Liberal: Integraba elementos del antiguo partido Constitucional de Sagasta. Aunque renunciaron a la restitución de la Constitución de 1869, Cánovas les ofreció idénticas libertades políticas, incluido el sufragio universal masculino.
Ambos partidos carecían de una estructura y base electoral estable, siendo sustituidas por una organización parlamentaria que coincidía con los cuadros dirigentes del partido. Se turnarían en el poder según el criterio del rey, encargado de diagnosticar el clima político y social y cambiar al partido en el gobierno o convocar nuevas elecciones para que contara con una mayoría parlamentaria suficiente.
Las presiones de los moderados se intensificaron, buscando disfrutar del poder que habían ostentado con Isabel II. Una reforma que restituía el sistema universitario isabelino dio lugar a la segunda cuestión universitaria, que suscitó protestas entre los profesores y fue el detonante de la fundación de la Institución de Libre Enseñanza. Cánovas resistió y en las elecciones de 1876 los moderados apenas lograron representatividad.
1.5. El turno de partidos
En 1881, los liberales accedieron al poder con un gobierno encabezado por Sagasta, un político pragmático que se atrajo a personajes relevantes del Sexenio. El núcleo inicial de la nueva formación fue el Partido Constitucionalista, una escisión del progresismo tras la muerte de Prim, presidido por Sagasta durante el reinado de Amadeo I, al que se unieron elementos de la Unión Liberal. Apenas participó en la Primera República, pero recuperó protagonismo durante la de 1874 presidida por Serrano.
Tanto Sagasta como Serrano no se mostraron hostiles a Cánovas tras el pronunciamiento de Martínez Campos, lo que les facilitó reinsertarse en el nuevo sistema. A finales de 1880, Sagasta obtuvo apoyos que le convirtieron en alternativa a los conservadores de Cánovas y constituyó el Partido Liberal Fusionista que, dada la diversidad de sus componentes, encontró dificultades para articular un programa político homogéneo. Aun así, aseguraba la lealtad a la Constitución, lo que para Cánovas le capacitaba para gobernar.
El nuevo gobierno acometió medidas de liberalización, dotando al sistema de un bipartidismo real que integró a aquellos sectores políticos que podían amenazar al sistema:
- Autorización de la propaganda republicana.
- Levantamiento de las suspensiones a los periódicos.
- Abrogación de la circular sobre control gubernamental de la enseñanza que había provocado la separación de muchos profesores de sus cátedras.
- Giro librecambista, levantando aranceles y firmando un tratado comercial con Francia.
La sustitución de Sagasta a fines de 1883 por un gobierno más a la izquierda respondió a necesidades de asentamiento del régimen, más que a las mayorías parlamentarias. En 1884, el nuevo gobierno de Cánovas contó con Alejandro Pidal y Mon, lo que supuso la incorporación de un importante sector católico al proyecto canovista. En 1885 murió Alfonso XII, dejando solo dos hijas. Las instituciones funcionaron adecuadamente: Sagasta recuperó la presidencia del gobierno y reanudó su política liberal. El nacimiento, en mayo siguiente, de un heredero varón distendió el clima político.
1.6. La oposición al sistema
Al menos tres tendencias quedaron al margen del sistema:
- Republicanos: Cánovas los situó al borde de la legalidad y algunos dirigentes (Salmerón y Ruiz de Zorrilla) se exiliaron, iniciando una actividad conspiratoria contra el régimen. Carentes de apoyo social, oscilaron entre la vía revolucionaria, con apoyo militar, y la vía electoral, tratando de concurrir unidos a las elecciones.
- Carlistas: Tras la derrota, muchos se exiliaron y solo volvieron tras un indulto. Divididos entre los que deseaban una nueva guerra, triunfó la tesis del retraimiento, aunque algunos pidieron la integración pacífica en el sistema.
- Movimiento obrero: Pese a que en 1874 se disolvió la Internacional de Trabajadores, los anarquistas mantuvieron sus organizaciones, acentuando su estructura federal. El socialismo mantuvo pequeños núcleos en Madrid y Barcelona que en 1879 fundaron el Partido Socialista Obrero Español, presidido por Pablo Iglesias.
2. La regencia de María Cristina
María Cristina de Habsburgo, segunda esposa de Alfonso XII, asumió la regencia durante la minoría de edad del futuro Alfonso XIII. Las elecciones de 1886 se realizaron con una cierta inhibición del gobierno y estuvieron a punto de resultar limpias. Venció el Partido Liberal y aumentó significativamente la representación republicana. El periodo legislativo fue el más largo de toda la Restauración, aprobando una legislación de corte liberal:
- Ley de Asociaciones, de 1887.
- Leyes de lo contencioso administrativo y del jurado popular, de 1888.
- Ley del sufragio universal, de 1890.
Pese a ello, Sagasta tuvo que sortear dificultades para mantener la unidad del partido debido a las malas relaciones entre algunos de sus dirigentes. Mayor consistencia adquirieron las generadas por la política librecambista. Los escándalos de corrupción truncaron sus reformas y los conservadores recuperaron el poder, iniciando la revisión la obra legislativa liberal, aunque respetaron algunas, como el sufragio universal que se aplicó en 1891. El electorado se multiplicó por siete u ocho, alcanzando los cinco millones, aunque no hay datos fiables de participación electoral.
Cánovas no tuvo problemas para revalidar sus mayorías, aunque a costa de un mayor esfuerzo para asegurar el triunfo gracias a la labor de encasillado realizado por el Ministerio de Gobernación. Para ello, contó con una serie de influyentes personajes locales, los caciques, que aseguraron los resultados indicados por los dirigentes madrileños a cambio de distintos favores. Joaquín Costa denominaría este mecanismo como caciquismo.
Los conservadores legislaron sobre cuestiones económicas y sociales, recibiendo las críticas de socialistas desde los sectores más a la derecha. En 1891 se estableció un arancel proteccionista que puso los intereses nacionales sobre las cuestiones ideológicas y que los liberales respetaron posteriormente.
3. Sociedad y economía en la Restauración
El último tercio del siglo XIX supuso importantes transformaciones en la sociedad y la economía españolas, produciéndose una progresiva aproximación al estilo de vida europeo.
3.1. Demografía
La población pasó de 16 a 18,8 millones de habitantes entre 1868 y 1902, con unas tasas de crecimiento inferiores al 1% anual y solo se aceleró en los últimos años del siglo. No se trató de una transición demográfica moderna, aunque también hay que considerar un notable flujo migratorio a América. El régimen demográfico se caracterizó por altas tasas de natalidad, algo normal en la Europa de la época, y de mortalidad, aunque fue acusando un descenso que permitió un lento aumento de las tasas de crecimiento natural, debido a la mala alimentación y las epidemias. Además de la emigración a América, destacó el crecimiento de la población urbana, quizá no tan acusada como en Europa, pero que revitalizó las ciudades con el derribo de murallas y los planes de ensanche.
3.2. Economía
- Agricultura: A finales del siglo XIX ocupaba dos tercios de la población activa, aunque solo aportaba un tercio del PIB. La mayoría se dedicaba al cereal, vid y olivo, acaparando las tres cuartas partes de la producción. En los últimos años aumentó la producción de naranjas. La productividad del cereal fue escasa, por lo que en 1891 se protegió con el arancel. Mayor brillantez alcanzaron las exportaciones de vino entre 1882 y 1892, por la crisis de la filoxera en Francia, que también arruinó al viñedo español. Las exportaciones cayeron drásticamente tras la extinción del tratado comercial firmado con Francia en 1882.
- Industria: La aportación industrial al PIB solo superó a la agricultura a principios del siglo XX. Al margen de la II Revolución Industrial, en la que destacaron los sectores químico y eléctrico, la industria española se circunscribió a:
- Textil (30% de la producción industrial) de larga tradición en Cataluña.
- Siderurgia (8%): Tuvo dificultades para consolidarse, aunque al final de siglo arraigó en el País Vasco gracias a los yacimientos de hierro que sirvieron para canjear mineral por carbón inglés, más productivo que el nacional.
- Industria alimentaria, de bebidas y tabaco (40% de producción).
Los primeros años de la Restauración fueron prósperos para la industria, pero la situación se estancó en la década de los 80. Los industriales catalanes elevaron a Alfonso XII un Memorial de Agravios (1885). El arancel de 1891 significó la reactivación de la producción industrial. En cualquier caso, el proceso de industrialización español fue modesto en relación al resto de los países occidentales.
- Minería: Se vio favorecida por las facilidades dadas a las inversiones extranjeras (inglesas en Río Tinto, francesas en los yacimientos de plomo o alemanas en Almadén). España se convirtió en la primera exportadora europea de hierro.
- Comunicaciones: La red de carreteras se organizó a partir de 1876, doblando su capacidad desde el final del reinado de Isabel II hasta final del siglo XX. También se duplicó la red ferroviaria. Los principales puertos marítimos eran Barcelona, Bilbao, Santander, Sevilla, Valencia, Cádiz y Málaga.