Generación del 27: Características y equilibrio poético
En 1927, el Ateneo de Sevilla organizó un acto para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Góngora. En un ensayo titulado “Nueve o diez poetas”, Pedro Salinas recuerda a quienes, junto a él, protagonizaron uno de los momentos más álgidos de la poesía española. Se refiere a Aleixandre, Cernuda y Prados, poetas que constituyen la llamada Generación del 27.
La antología preparada por Gerardo Diego, una rotunda fe de vida del grupo, recoge una muestra significativa de la obra realizada hasta la fecha por los poetas del 27. En ella se observan gustos y afirmaciones estéticas comunes. Los poetas del 27 parecen compartir una cierta tendencia al equilibrio:
- Entre lo intelectual y lo sentimental (se les acusó de “intelectualismo”).
- Entre una concepción cuasi-mística de la poesía y la lucidez rigurosa en la elaboración del poema: equilibrio entre la concepción romántica y la clásica de la creación poética.
- Entre la pureza estética y la autenticidad humana: evidentes ansias de belleza en todos ellos.
- Entre lo minoritario y la “inmensa mayoría”: en sus trayectorias alternan hermetismo y claridad.
- Entre lo universal y lo español: desde el principio, se destacó su conexión con la poesía universal.
El equilibrio integrador del grupo se confirma al observar gustos comunes, que van desde el escritor más actual hasta el poeta más “primitivo”. Guillén decía que una generación tan innovadora no necesitaba negar a sus antepasados para afirmarse. De la generación anterior, es evidente el magisterio de Juan Ramón Jiménez y Gómez de la Serna. Más tarde, muestran su admiración por Unamuno. Y del XIX les llegó la influencia de Bécquer.
Etapas de la Generación del 27
En cuanto a su evolución conjunta, podemos distinguir tres etapas:
- Primera etapa (hasta 1927): Presencia de tonos becquerianos, aunque pronto se dejan influir por las vanguardias. Pretendían depurar el poema de la anécdota humana, de toda emoción que no fuera artística. El gran instrumento fue la metáfora.
- Segunda etapa (1927 a la Guerra Civil): Cansancio por el formalismo e inicio del proceso de rehumanización.
- Tercera etapa (Después de la guerra): Lorca ha muerto; los demás parten al exilio. En España, la poesía deriva hacia un humanismo angustiado, cuya muestra más intensa es Hijos de la Ira de Dámaso Alonso.
El Premio Nobel otorgado en 1977 a Vicente Aleixandre fue la confirmación de la importancia de todo un grupo que ha dado a la lírica española una nueva Edad de Oro.
Poesía española (1936-1975): De la posguerra a los Novísimos
La poesía refleja, mejor que otros géneros, los cambios y las preocupaciones de los autores de los decenios posteriores a 1936.
Miguel Hernández: Puente entre dos etapas
Miguel Hernández dijo: “El poeta es el más herido en esta guerra de España”. Su vida y su obra sirven de puente entre dos etapas de la poesía española. Después de los tanteos de sus problemas adolescentes, rinde culto a la moda gongorina y compone Perito en lunas. El rayo que no cesa consolida su tríptico temático (amor, vida y muerte). Llega la guerra y aparece Viento del pueblo, con el que inicia su etapa de poesía comprometida. El niño yuntero es un buen ejemplo de su preocupación social. Finalmente, en la cárcel compone Cancionero y romancero de ausencias, donde vuelve a hablar del amor, de su situación de prisionero y de las consecuencias de la guerra.
Poesía en el exilio y poesía arraigada/desarraigada
En los años 40 y principios de los 50, encontramos poetas de la Generación del 36. También se ha hablado de una “generación escindida”, ya que parte de ellos continuaron en el exilio. El grupo del 27 se ha dispersado y cada cual sigue su camino, pero ninguno abandonará la poesía humana. En los primeros años de exilio, estos poetas escribieron sobre la derrota, la nostalgia de la patria perdida, el anhelo de regreso o sobre el régimen franquista, al que criticaron con dureza.
Dámaso Alonso utilizó el término poesía arraigada para referirse a los poetas del régimen franquista. Uno de los temas dominantes es un firme sentimiento religioso, junto con temas tradicionales.
La poesía desarraigada quedaría en el lado opuesto a la anterior. Es una poesía de tono trágico, desazonado, que se enfrenta con un mundo deshecho y caótico, invadido por el sufrimiento y por la angustia.
Realismo social y superación
Hacia 1955 se consolida el llamado realismo social. De esta fecha son dos libros de poemas que marcan un hito: Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos iberos de Gabriel Celaya. Ambos poetas superan su etapa anterior de angustia existencial. Partiendo de la poesía desarraigada, se ha pasado a la poesía social.
El cansancio de la poesía social no tardó en llegar. Aunque se prolonga a los años 60, ya en los 50 comienzan a aparecer poetas nuevos que representarán pronto su superación. Estos poetas no forman un grupo, pero presentan rasgos comunes.
Los Novísimos y tendencias posteriores
En 1970, se publica Nueve novísimos poetas españoles. Son poetas nacidos después de la guerra y han recibido una nueva educación sentimental, junto a una formación tradicional y estrecha. En su temática encontramos lo personal junto a lo público.
Para terminar, los poetas más jóvenes parecen distanciarse de los aspectos más característicos de los “novísimos” y alejarse del vanguardismo más estridente. Se observa un mayor interés por la expresión de la intimidad y por las formas tradicionales.