La Restauración Borbónica y el Sistema Canovista
1. El Sistema Político de la Restauración
Tras el pronunciamiento de Martínez Campos en diciembre de 1874, la población y la clase política acogieron favorablemente la restauración borbónica. Cánovas del Castillo, antiguo líder de los alfonsinos y principal artífice del retorno de los Borbones, buscaba evitar los errores del reinado de Isabel II. Su objetivo era lograr la estabilidad política, alejando a los militares del poder, basándose en la alternancia entre dos grandes partidos y pacificando el país tras la Segunda Guerra Carlista y la Guerra de Cuba.
Cánovas convocó elecciones, que ganó su gobierno, y promulgó la Constitución de 1876, la de mayor vigencia en la historia de España. Esta constitución resumía su idea de una política liberal y a la vez conservadora. Establecía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, considerando a la Corona como una institución moderadora que ejerciera de árbitro en la vida política de los partidos. El rey tenía derecho a nombrar ministros y senadores, formar gobierno y convocar elecciones.
Las Cortes eran bicamerales y el sufragio, inicialmente censitario. Sagasta introdujo el sufragio universal masculino en 1890. La religión católica era la oficial del Estado, aunque se permitían otras confesiones. La constitución también incluía una amplia declaración de derechos, aunque no tan avanzada como la del Sexenio Democrático.
El ejército fue aislado de la política mediante una real orden que le prohibía intervenir en ella, estableciendo que su papel era defender la nación independientemente de su ideología o sistema político. La estabilidad social y política de estos años se vio favorecida por el fin de los conflictos bélicos más importantes que España arrastraba desde el Sexenio.
En cuanto al carlismo, la llegada de Alfonso XII les privó de parte de su legitimidad, y muchos líderes carlistas acabaron aceptando al rey. Las campañas militares, al mando de Martínez Campos, terminaron por derrotarlos en 1876. El fin de la guerra carlista aceleró el desenlace de la Guerra de los Diez Años, firmándose la Paz de Zanjón en 1878, que concedía a los rebeldes amnistía y prometía reformas y el fin de la esclavitud.
2. Vida Política y Alternancia en el Poder
Cánovas había sido el dirigente del partido Alfonsino, que tras el regreso de Alfonso XII refundó en el Partido Conservador, integrando a antiguos miembros del Partido Moderado y Unionista. Él mismo propuso a Sagasta la creación de un partido opositor para alternarse en el poder, surgiendo así el Partido Liberal. Ambos partidos defendían la monarquía borbónica y la alternancia en el poder, por lo que eran llamados los partidos dinásticos. Fueron los primeros partidos políticos españoles en el sentido moderno de la palabra, contando con afiliados, su propia prensa y campañas de mítines y propaganda.
Eran partidos de minorías, apoyados por las élites económicas y culturales del país. Se diferenciaban en que, mientras los conservadores eran partidarios del sufragio censitario y la defensa de la Iglesia y el orden, los liberales defendían el sufragio universal masculino y un mayor reformismo social.
El ministro de la Gobernación elaboraba, junto a los gobernadores provinciales, unos listados con el número de votos exacto tanto para el partido ganador como para los de la oposición. Estas listas se llamaban “encasillado”.
Eran entregadas a los caciques de las principales localidades de España para que, con su influencia, consiguieran los votos. Los caciques eran personas influyentes y corruptas. Su influencia era mayor en las zonas rurales y, mediante favores o amenazas, obligaban al voto de la población. Solían ser propietarios de tierras o fábricas, funcionarios del ayuntamiento que podían agilizar trámites burocráticos, funcionarios de justicia, etc.
El conjunto de trampas electorales para obtener los votos necesarios se denominaba el “pucherazo”, que incluía desde la falsificación del censo (incluyendo nombres falsos o personas ya fallecidas) hasta la falsificación de las actas electorales, pasando por la compra de votos o directamente la agresión física mediante matones contratados a las puertas de los colegios electorales.
3. El Desarrollo del Turno de Partidos
En el periodo que transcurre entre 1874 y 1898, el turno funcionó con regularidad, con seis gobiernos conservadores y cuatro liberales. Tras unos años con Cánovas al frente, la muerte de Alfonso XII produjo la primera grieta en el sistema. Para lograr mantener la estabilidad social y política, Cánovas y Sagasta llegaron a un acuerdo en 1885, el Pacto del Pardo, donde apoyarían la regencia de María Cristina hasta la mayoría de edad del futuro Alfonso XIII frente a la oposición republicana y carlista.
Durante la regencia, Sagasta introdujo amplias reformas: la abolición de la esclavitud en 1888, el sufragio universal masculino en 1890, así como la legalización de partidos y sindicatos antes considerados ilegales.
A la muerte de Cánovas, asesinado por un anarquista, el sistema bipartidista empezó a desquebrajarse al depender su partido de su fuerte liderazgo. Sus sucesores, como Silvela, así como los sucesores de Sagasta, como Maura, no lograron mantener la estabilidad. Después del desastre del 98 y la proclamación de Alfonso XIII, el sistema de la Restauración mostró los primeros síntomas de crisis y debilidad.
4. Las Fuerzas Políticas Ajenas al Sistema
Fuera del turno pacífico liderado por los partidos Conservador y Liberal, existían otros partidos que también contaban con representantes en el Congreso de los Diputados, pero estaban fuera del juego político. Por un lado, los republicanos, tras el fracaso del Sexenio Democrático, se encontraban fragmentados en diversas tendencias.