República Española: Del Gobierno Radical-Cedista al Frente Popular (1933-1936)

Gobierno Radical-Cedista (1933-1935) y la Revolución de Asturias

El Gobierno Radical-Cedista

Las elecciones generales de noviembre de 1933 cambiaron el rumbo de la República, al producirse la victoria electoral de los partidos de centro-derecha. El más votado fue la derechista y católica CEDA de Gil Robles, seguida del centrista Partido Radical de Lerroux. Este giro hacia la derecha se debió a varias causas:

  1. Los partidos de izquierda se presentaron a las elecciones desunidos, y los anarquistas volvieron a abstenerse.
  2. Las mujeres votaron por primera vez y, en su análisis de los resultados, consideraron que el voto femenino favoreció más a la derecha.
  3. Una parte del electorado, procedente de la clase media, castigó al gobierno reformista de Azaña.
  4. Numerosos votantes de izquierdas, defraudados por el escaso alcance de las reformas, se inclinaron por la abstención.

La República de Izquierdas había fracasado y ahora comenzaba el intento de crear una república desde la derecha. Aunque la CEDA había sido el partido más votado, el presidente de la República, Alcalá Zamora, prefirió entregar la jefatura del gobierno al radical-centralista Lerroux, que formó un gobierno con políticos de su partido, apoyado por la CEDA.

La izquierda no aceptó la derrota electoral e intentó que Alcalá Zamora anulara las elecciones y nombrara un gobierno provisional de izquierdas, a lo que el presidente de la República se negó. En diciembre de 1933 se produjo una nueva insurrección anarquista. A principios de 1934, Largo Caballero, líder marxista del sector revolucionario del PSOE, obtenía la dirección de UGT, así como la secretaría general del partido. Con Largo Caballero, el PSOE sufrió un proceso de radicalización. El líder socialista, convencido de que la revolución marxista era inaplazable y de que el partido no debía colaborar con las fuerzas burguesas, creó un comité revolucionario que a partir de 1934 fue preparando una insurrección armada.

Mientras tanto, el nuevo gobierno inició una política contra las reformas aprobadas por el gobierno anterior. Decidió suspender el cierre de los colegios católicos y continuar ayudando económicamente al clero. Estableció la devolución de las tierras expropiadas sin indemnización a los nobles y concedió total libertad de contratación a los propietarios, lo que supuso una baja considerable en los salarios de los jornaleros. El gobierno también aprobó una amnistía de la que se beneficiaron los monárquicos sublevados en 1932. Y a la oposición de la izquierda, se sumó el enfrentamiento con los nacionalistas catalanes y vascos. Pero sin duda el conflicto más grave fue la revolución de octubre de 1934, preparada por Largo Caballero y su comité revolucionario a lo largo de aquel año.

La Revolución de Octubre de 1934 y sus Consecuencias

La actitud revolucionaria de Largo Caballero comenzó en el verano de 1933 y se acentuó con la victoria de la derecha en las elecciones de noviembre. Al conseguir la dirección de la UGT y del PSOE, a comienzos de 1934, Largo Caballero puso todo el aparato del partido al servicio de su proyecto revolucionario. Contó con el apoyo de los comunistas, pero los anarquistas se mantuvieron al margen, con la excepción de los anarquistas asturianos. La revolución socialista fue aprovechada por el gobierno catalán (constituido por nacionalistas de izquierdas) para sublevarse también contra el estado español.

En septiembre de 1934, el gobierno descubrió un envío de armas para los revolucionarios que se desembarcaba en el puerto asturiano de San Esteban de Pravia. Esta circunstancia, y el temor a que se descubriera todo el complot, obligó a los revolucionarios a precipitar sus planes, utilizando como pretexto la entrada en el gobierno de tres nuevos ministros procedentes de la CEDA.

La revolución socialista comenzó el 4 de octubre de 1934. Se intentó en 15 provincias, pero sólo triunfó en Asturias debido al apoyo de los mineros, en su mayoría afiliados a la UGT. Los revolucionarios cometieron barbaridades. El gobierno respondió enviando a la Legión, a la que puso bajo las órdenes del general López Ochoa, mientras que el general Franco actuaba como ayudante del militar del gobierno desde Madrid. Los legionarios tardaron más de 2 semanas en controlar la situación. Luego la represión militar fue también muy dura. Y, probablemente, en las primeras semanas hubo casos de torturas.

Aprovechando la revolución de Asturias, el gobierno nacionalista catalán de la Esquerra Republicana, con el apoyo de los socialistas y comunistas, declaró la república catalana independiente, pero no contó con el apoyo de los anarquistas catalanes y la rebelión catalana fue fácilmente derrotada.

El intento revolucionario de octubre de 1934 tuvo grandes consecuencias:

  1. Aumentó la influencia de la derechista CEDA en el gobierno de Lerroux, por lo que se intensificó la política anti-reformista, se suspendió el estatuto de autonomía de Cataluña y se encarceló a los principales dirigentes izquierdistas.
  2. El centrismo político, representado por el partido radical de Alejandro Lerroux, se hundió por las presiones de una derecha y de una izquierda cada vez más radicalizadas. En consecuencia, fueron muchos los interesados en utilizar el escándalo del estraperlo para provocar la caída del gobierno Lerroux en septiembre de 1935. Alcalá Zamora, que no quería entregar el poder al líder de la CEDA, Gil Robles, decidió disolver las cortes y convocar nuevas elecciones para 1936.
  3. La política represiva llevada a cabo por el gobierno permitió un nuevo acercamiento entre las fuerzas de izquierdas, que comenzaron a dar los primeros pasos hacia la creación del Frente Popular.

Las Elecciones de 1936 y el Frente Popular

A comienzos de 1936, republicanos de izquierdas, socialistas y comunistas forman el pacto que originó el Frente Popular, alianza electoral de las izquierdas para derrotar a las derechas en las próximas elecciones. El programa del Frente Popular se presentaba como republicano y reformista y restringía como primer objetivo la liberación de todos los revolucionarios que estaban en la cárcel.

Las elecciones se celebraron el 16 de febrero de 1936 y, frente a la unión de izquierdas, las derechas se presentaron desunidas y ganó el Frente Popular con un pequeño porcentaje de votos. La mayoría de los electores votaron a quienes habían votado en 1933, pero los anarquistas no pidieron la abstención y muchos votaron. Tampoco sentó bien a la derecha el triunfo izquierdista y pidieron a Alcalá Zamora la suspensión de la constitución en la declaración de la ley marcial.

En marzo de 1936 se reunieron las nuevas cortes y nombraron una comisión de actas, encargada de revisar los resultados electorales, pues se habían producido numerosas denuncias. La Comisión, formada en su mayoría por diputados de izquierdas, contribuyó a agrandar aún más las diferencias de escaños entre el Frente Popular y las derechas, al decidir que 32 escaños pasarán al Frente Popular.

En el mes de abril, las cortes, cada vez más radicalizadas, decidieron destituir a Alcalá Zamora y nombrar a Azaña presidente de la República. Por otra parte, el triunfo electoral de la izquierda trajo consigo la acción revolucionaria de militantes y sindicatos anarquistas, socialistas y comunistas que, sin esperar las decisiones del gobierno del Frente Popular, actuaban por su cuenta.

Así, antes de que el gobierno decretara la amnistía de los revolucionarios de 1934, los militantes izquierdistas asaltaron las cárceles y liberaron a los presos. Y antes de que el gobierno reanudara la reforma agraria, los sindicatos decidieron la ocupación de fincas, obligando al gobierno a autorizar las expropiaciones. La acción revolucionaria, en las calles y en el campo, se adelantaba a la acción política en el congreso. También se volvió a la quema de iglesias y se incrementaron los asesinatos entre milicianos izquierdistas y falangistas.

El gobierno no pudo evitar el debate parlamentario solicitado por los diputados de derechas sobre el grave problema de la violencia y los desórdenes públicos. El clima de violencia alcanzó su máximo a comienzos de verano, cuando el teniente Castillo, militante socialista, fue asesinado por los falangistas en la noche del 12 de julio. La respuesta fue inmediata. Militantes izquierdistas presionaron y consiguieron del ministro del interior una orden de arresto de los principales líderes derechistas. Esa misma noche se formaron dos grupos compuestos por policías de servicio y activistas revolucionarios que se dirigieron a las viviendas de Gil Robles y el monárquico Calvo Sotelo. Gil Robles abandonó su domicilio, pero Joaquín Calvo Sotelo fue detenido e inmediatamente asesinado, arrojando su cadáver en las puertas del cementerio del Este. Lo más grave es que este asesinato fue realizado con la colaboración de policías y con una orden de arresto del gobierno, lo que evidenciaba la debilidad del gobierno con la acción de la izquierda radical.

El gobierno prometió una investigación que luego no hizo, pues el asesino de Calvo Sotelo resultó ser uno de los guardaespaldas del líder socialista Prieto. El asesinato de Calvo Sotelo precipitó el golpe de estado que una parte del ejército estaba preparando.