Dictadura de Primo de Rivera
En la primavera de 1923, se gestaron conspiraciones contra el Gobierno desde dos movimientos distintos: uno vinculado a la desaparición de las Juntas de Defensa de Barcelona y otro desde Madrid. Primo de Rivera, en Madrid, solicitó plenos poderes para combatir el terrorismo en Barcelona y, el 13 de septiembre, dio un golpe de Estado que fue reconocido por Alfonso XIII, quien le encargó formar gobierno sin contar con el Parlamento. Contó con el apoyo de la burguesía, el Partido Socialista y la UGT, aunque no pretendía establecer un régimen definitivo.
Del 19 de septiembre de 1923 al 12 de 1925: Institucionalización de la Dictadura
La dictadura se institucionalizó con la promulgación del Estatuto Municipal, el nombramiento de delegados gubernativos y la creación de la Unión Patriótica.
Su mayor éxito provino de Marruecos. Los ataques rifeños y las conversaciones con Franco y Sanjurjo le animaron a acabar con el conflicto. Se preparó un potente ejército que desembarcó en la bahía de Alhucemas y, tras semanas de batalla, Abd-el-Krim fue derrotado. Este éxito le reconcilió con el Ejército, los ciudadanos, los empresarios inversores en Marruecos y con Hacienda.
Diciembre de 1925: Consolidación del Régimen
Primo de Rivera intentó consolidar el régimen a imitación del fascismo italiano. Convocó una Asamblea Nacional Consultiva que llegó a presentar un anteproyecto de Constitución que no llegó a promulgarse. Se puso en marcha la Organización Corporativa del Trabajo y se creó el Consejo Nacional del Trabajo.
La Constitución permaneció en suspenso y se legisló por decreto. Colaboraron representantes de la oligarquía tradicional, nuevos políticos civiles junto a militares. Se acometió la ejecución de obras públicas, una reforma fiscal que introducía la declaración sobre la renta y la creación de monopolios estatales.
La dictadura no solucionó la cuestión catalana ni frenó a un movimiento obrero que se fortalecía. También contribuyeron a la caída de la dictadura los intelectuales y el ejército peninsular.
El 28 de enero de 1930, Primo de Rivera presentó su dimisión al Rey.
Al final del reinado de Alfonso XIII, se restableció el viejo sistema parlamentario y se encargó formar gobierno a Dámaso Berenguer, pero la complicidad con el rey alentó el crecimiento republicano y las fuerzas firmaron el Pacto de San Sebastián, apoyadas por intelectuales y el ejército.
Tras la dimisión de D. Berenguer, Aznar convocó elecciones el 12 de abril. Los firmantes del Pacto de San Sebastián acudieron en coalición, obteniendo un resultado favorable que desencadenó la abdicación del rey y la proclamación de la II República.
La Proclamación de la Segunda República. La Constitución de 1931. El Bienio Reformista (1931-1933)
El Gobierno provisional, presidido por Alcalá-Zamora, se enfrentó a problemas acuciantes, inició un programa reformista y convocó elecciones generales el 28 de junio, que dieron el triunfo a la coalición Republicano Socialista.
La redacción de una nueva Constitución fue la primera tarea de las nuevas Cortes. La aprobación de los artículos 26 y 27 provocaron la dimisión de Alcalá-Zamora y de Maura, poniendo al frente a Azaña. Aprobada el 9 de diciembre de 1931, al día siguiente Zamora fue elegido presidente de la República y confirmó a Azaña como jefe de Gobierno.
La Constitución de 1931 configuraba un régimen democrático, parlamentario y laico moderno, descentralizado y en el que se recogía la función social de la propiedad. Establecía la soberanía popular, división de poderes, el legislativo unicameral, el ejecutivo (la Jefatura del Estado correspondía al presidente de la República elegido cada seis años) y en el poder judicial se establecería el Tribunal de Garantías Constitucionales. Amplia declaración de derechos y libertades, en materia religiosa libertad de cultos y la no confesionalidad del Estado, por primera vez el sufragio universal masculino y femenino, se contemplaba la aprobación de estatutos de autonomía y la formación de cabildos en Canarias y Baleares.
El Bienio Reformista (1931-1933)
El Gobierno profundizó en el programa reformista:
- Reforma agraria: Se promulgó la Ley de Reforma Agraria, siendo el IRA el encargado de la expropiación y el reparto.
- Reforma educativa: Su objetivo era crear un sistema educativo unificado, laico, público y gratuito en primaria. Se implantó la coeducación, se prohibió la enseñanza a las instituciones religiosas y se disolvió la Compañía de Jesús. Se invirtió en nuevas escuelas e institutos, aumentaron las becas y se crearon las misiones pedagógicas. En la difusión cultural colaboraron sindicatos de profesores y de estudiantes como la UFEH, que organizó La Barraca.
- Reforma militar: Se derogó la Ley de Jurisdicciones y se suprimieron los tribunales de honor, el Consejo Supremo de Guerra y Marina, y la Academia Militar de Zaragoza. Se creó la Guardia de Asalto.
- Reforma laboral: Dirigida por Largo Caballero, con leyes como la Ley de Contratos de Trabajo, la Ley de Jurados Mixtos y la Ley de Términos Municipales, apoyada por la DGT y la CNT.
- Cuestión autonómica: Se aprobó el Estatuto de Cataluña, el vasco fue bloqueado por los gobiernos de centro-derecha.
Las fuerzas políticas y sociales de la oposición dificultaron el gobierno de Azaña, que se enfrentó a: la derecha antiliberal que protagonizó el fallido golpe de Estado liderado por Sanjurjo, la ofensiva sindical de la CNT, la derecha católica que se organizó en torno a la CEDA, los ultra monárquicos que fundaron Renovación Española, Falange Española y Comunión Tradicionalista, y la Iglesia, cuya oposición inició el cardenal Segura y se acentuó con la política laicista.
La crisis del Gobierno de Azaña quedó patente al perder las elecciones municipales. Las dimisiones llevaron a la destitución de Azaña por Lerroux y a la convocatoria de elecciones. La victoria de la CEDA y el Partido Radical de Lerroux dio inicio al Bienio radical-cedista.
El Gobierno Radical Cedista. La Revolución de Asturias. El Frente Popular, las Elecciones del 36 y el Nuevo Gobierno
Se inicia el Gobierno radical-cedista (1933-1935). Alcalá-Zamora llamó a Lerroux a formar gobierno, apoyado por la CEDA. Aplicaron un programa de rectificación legislativa y pusieron en destinos claves a militares antiazañistas, amnistiaron a los golpistas de la Sanjurjada y devolvieron la enseñanza a la iglesia; bloquearon los estatutos de autonomía y en tensión con la Generalitat y en 1935 presentarían un proyecto de reforma constitucional.
Durante 1934, el país se polarizó entre las derechas y las izquierdas. En la derecha estaban la CEDA, los monárquicos de Renovación Española, la derecha republicana y los radicales.
La izquierda republicana se reconstruye tras el fracaso electoral. En torno a Azaña surge Izquierda Republicana, Martínez Barrio funda Unión Republicana. Pero el movimiento obrero se radicalizó, al PSOE se le unió UGT preparando una revolución, el PCE comenzó a colaborar con los socialistas sumándose los nacionalistas de Esquerra, la CNT quedó al margen.
La revolución de octubre del 34 fue el momento más crítico de la Segunda República. La CEDA presionaba para entrar en el gobierno, y esa posibilidad desde la izquierda se veía como el triunfo del fascismo, ya que la CEDA no ocultaba su admiración por la Alemania de Hitler.
El 4 de octubre se formó un nuevo gobierno con tres miembros de la CEDA. Socialistas y ugetistas lo consideraron una agresión a la República y cursaron orden de huelga general revolucionaria, adquiriendo carácter de insurrección popular en Asturias, Cataluña y País Vasco. Lluís Companys
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