La Revolución Industrial se originó en Inglaterra, extendiéndose posteriormente a Alemania, Francia, Bélgica, el norte de Italia y España. Este período se caracterizó por profundos cambios en diversos ámbitos, incluyendo la demografía, la agricultura, la industria y los transportes.
Transformación Demográfica
La Revolución Industrial trajo consigo una revolución sanitaria que redujo las tasas de mortalidad. A pesar de esto, las tasas de natalidad se mantuvieron altas, lo que resultó en un crecimiento sostenido de la población. El descubrimiento del microscopio y el análisis de los microbios permitieron una lucha más efectiva contra las enfermedades, basada en la higiene. Se evitó la propagación de enfermedades y disminuyó la incidencia de epidemias.
El desarrollo de las vacunas introdujo la medicina preventiva, como la vacuna contra la viruela. La modernización de la agricultura también contribuyó al crecimiento demográfico al mejorar la alimentación. Los avances en la medicina y la higiene impulsaron aún más el crecimiento de la población. Se produjo una migración del campo a la ciudad, ya que la demanda de trabajo en las labores agrícolas disminuyó, mientras que crecía en las ciudades.
Revolución Agrícola
La Revolución Agrícola implicó cambios significativos en la estructura de la propiedad agraria. Los “open fields” (campos abiertos) fueron sustituidos por las “Enclosures” (cercamientos). Esto condujo a un cambio en la propiedad agraria: los grandes terratenientes vendieron tierras por no poder cerrar, y los minifundios se vendieron por falta de rentabilidad.
Se implementaron innovaciones agrarias que permitieron el abandono gradual del barbecho gracias a la aplicación del “Sistema Norfolk”, la estabulación del ganado y la introducción de nuevos cultivos. El Sistema Norfolk eliminó el barbecho mediante la introducción de plantas forrajeras y la rotación de cultivos. Alrededor de 1870, se comenzaron a utilizar los primeros modelos de maquinaria agrícola. Posteriormente, surgieron trilladoras movidas con máquinas de vapor.
Las nuevas máquinas incrementaron la productividad y abarataron el costo de los alimentos, liberando mano de obra que pudo ser empleada en la industria. Gracias a estas medidas, entre 1700 y 1800, los rendimientos agrícolas se incrementaron en un 90%.
La Industria
La economía basada en el trabajo manual fue reemplazada por una economía dominada por la industria, donde la máquina produce con la ayuda de un obrero. La Revolución Industrial comenzó con la mecanización de las industrias textiles y el desarrollo de los procesos del hierro. Las innovaciones tecnológicas más importantes fueron la máquina de vapor y la Spinning Jenny, una máquina potente relacionada con la industria textil.
Estas nuevas máquinas favorecieron enormes incrementos en la capacidad de producción. La producción y el desarrollo de nuevos modelos de maquinaria en las dos primeras décadas del siglo XIX facilitaron la manufactura en otras industrias e incrementaron también su producción.
La Energía
La revolución de la industria en el siglo XIX fue posible, en parte, gracias a la energía producida por la combustión del carbón, que permitió el desarrollo de nuevos sistemas de transporte como el tren de vapor, o la mecanización de ciertas actividades productivas. La máquina de vapor marcó el comienzo de la era contemporánea, siendo la primera herramienta que no utilizaba fuerzas o tracción de origen animal y que comenzó a emplearse industrialmente.
La nueva sociedad que nació de la Revolución Industrial trajo consigo nuevas demandas de energía. Con la máquina de vapor, se precisaba una energía continua producida por la combustión de carbón, en detrimento de otras fuentes. Dos sectores destacaron en la primera Revolución Industrial: la industria textil, por ser la primera donde se produjeron los cambios que diferencian a una industria moderna de una actividad artesanal, y la industria siderúrgica, cuyos productos revolucionaron las demás actividades económicas.
Industria Textil
Antes de la Revolución Industrial, Inglaterra producía tejidos elaborados a partir de lana y, más modernamente, de algodón. La industrialización significó el paso progresivo de la producción artesanal en el ámbito doméstico, mediante la utilización de herramientas o máquinas muy sencillas, a la producción en grandes factorías con decenas de telares movidos con energía hidráulica o por medio de máquinas de vapor.
En 1733, John Kay patentó un telar con lanzadera volante que permitía duplicar la capacidad de tejido de los artesanos ingleses. Sin embargo, el salto a un sistema industrial se dio con la invención de una máquina hiladora que utilizaba como fuerza motriz el agua, la llamada water frame patentada por Richard Arkwright. Este invento exigía la concentración de numerosas máquinas y obreros trabajando a jornada completa bajo el techo de un edificio situado junto a una potente corriente de agua: Arkwright puede ser considerado el creador de la primera fábrica moderna. El paso más importante se dio con la puesta en marcha de los primeros telares mecánicos movidos con máquina de vapor.
Varios inventores perfeccionaron este telar, consiguiendo aplicar la fuerza del vapor de una forma eficiente. Hacia 1800, se inició una frenética carrera en Gran Bretaña que hizo surgir cientos de fábricas donde máquinas movidas con la energía del vapor hilaban y tejían. La industria siderúrgica es, junto con la textil, básica para entender la industrialización de Gran Bretaña. El desarrollo de este sector es posterior al textil.
Industria Siderúrgica
La siderurgia era ya desde hacía siglos una importante actividad en Gran Bretaña, aunque su futuro estaba amenazado por la progresiva escasez de carbón vegetal: el creciente uso doméstico de madera, la construcción de las flotas y la propia siderurgia estaban a punto de acabar con los bosques británicos. En este contexto, resultaron fundamentales los trabajos de pioneros como Darby, que consiguió en los primeros años del siglo XVIII la producción de hierro utilizando carbón mineral. El hierro resultante era de escasa calidad, pero a lo largo del siglo se fueron introduciendo mejoras que mejoraron su calidad y desplazaron el uso de hierro producido con carbón vegetal. La tendencia a la creación de grandes factorías es aún más acentuada que en el caso de la industria textil.
Sin el hierro (y pronto el acero) de buena calidad y barato producido en las nuevas factorías británicas, hubiese sido imposible el desarrollo de la máquina de vapor de Watt, los raíles ferroviarios y las locomotoras, los cascos de los modernos barcos de vapor…
Transportes
La mejora en los transportes incide en una bajada general de costes en todos los sectores y permite la creación de mercados amplios que hacen posible un mayor tamaño de las empresas y, por tanto, mayor especialización y economías de escala.
A comienzos del siglo XVIII, Gran Bretaña contaba con un aceptable sistema de transportes, que experimentó enormes mejoras con la construcción de carreteras. La construcción de canales se convirtió en una verdadera fiebre, de manera que a comienzos del siglo XIX Gran Bretaña contaba con más de 3000 kilómetros de aguas navegables. Los canales redujeron enormemente el precio del transporte y su estacionalidad, pues, al contrario que los caminos, intransitables durante los largos periodos de mal tiempo, los canales se encontraban útiles casi todo el año.
Pero la verdadera revolución de los transportes vendría con la construcción de líneas de ferrocarril. Se utilizaba en las cercanías de las minas para transportar hasta un puerto de mar o hacia un canal minerales como el carbón. Estos vagones eran arrastrados por caballos o bueyes. La revolución vendría cuando se pensó en utilizar una versión de la máquina de vapor “móvil” que sea capaz de arrastrarse a sí misma y a un número indeterminado de vagones de carga.
Los primeros intentos registrados de mover un barco mediante una máquina de vapor se producen en el último cuarto del siglo XVIII, pero no será hasta los primeros años del siglo XIX cuando un ingeniero estadounidense, Robert Fulton, construya un barco propulsado por una rueda movida con la fuerza del vapor. Estos primeros barcos, por sus características, quedaron marginados a la navegación fluvial y costera.
La aparición del ferrocarril y del barco de vapor estimuló extraordinariamente la demanda de hierro. La fabricación de vías, locomotoras, vagones y barcos disparó definitivamente la industria siderúrgica. Además, la siderurgia y la aplicación del vapor a la industria incrementaron las necesidades de carbón.