Introducción
La muerte de Fernando VII en 1833 marcó el inicio de un período de profundas transformaciones en España, dando lugar al surgimiento y consolidación de nuevas estructuras políticas, económicas, sociales y culturales. Durante el reinado de Isabel II, se distinguen dos etapas clave:
- La época de las Regencias: Durante la minoría de edad de Isabel II, las regencias fueron ejercidas por su madre, María Cristina, y el general Espartero. Esta época estuvo marcada por la guerra carlista y la revolución liberal.
- La época isabelina: Caracterizada por el liberalismo moderado. Los años 30 presenciaron el triunfo del régimen liberal, superando el Antiguo Régimen y dando paso a la Modernidad.
La Formación del Estado Liberal
El reinado de Isabel II fue crucial para la implantación del liberalismo en España, estructurado en torno a varios pilares:
La Consolidación de la Monarquía Parlamentaria
Las constituciones del siglo XIX español reconocieron principios básicos como la división de poderes, los derechos individuales, la soberanía nacional, el sufragio y el pluralismo político. Este período fue fundamental para el constitucionalismo español, con la sucesión de:
- Estatuto Real
- Constitución de 1837 (progresista)
- Constitución de 1845 (moderada)
- Constitución non nata de 1856 (progresista, no vigente)
El Nacimiento de los Partidos Políticos
La división del liberalismo se consolidó y amplió. Al Partido Moderado y Progresista, se unieron el Demócrata, la Unión Liberal y las primeras formulaciones del republicanismo. El Partido Moderado o conservador predominó en el poder.
Moderados y Progresistas compartían el objetivo de erradicar el Antiguo Régimen y establecer un Estado constitucional, aunque diferían en la amplitud y profundidad de las reformas.
Partido Moderado
Representaban a las clases altas: terratenientes, nobleza, burguesía comercial y financiera, grandes industriales, Alto Clero y altos mandos del ejército. La Corona apoyaba esta opción política. Destacaron Martínez de la Rosa, Bravo Murillo y Narváez. Defendían:
- Soberanía compartida entre el rey y las Cortes, con amplios poderes para la Corona.
- Derecho de propiedad como base de la sociedad.
- Poder legislativo bicameral: Senado (elegido por la Corona) y Congreso (sufragio censitario).
- Estado centralizado y poder ejecutivo fuerte.
- Estado confesional católico.
- Limitación de derechos individuales y colectivos: prensa, asociación, opinión y reunión.
- Control de los ayuntamientos, con alcaldes designados desde el poder central.
Partido Progresista
Representaban a las clases medias urbanas: pequeña y mediana burguesía. Destacaron Espartero, Mendizábal y Madoz. Defendían:
- Soberanía nacional. No intervención de la Corona en la política, aunque aceptaban su papel moderador y el sistema legislativo bicameral.
- Sufragio censitario, pero con un cuerpo electoral más amplio.
- Defensa de los derechos individuales y colectivos: libertad de prensa, expresión, imprenta, asociación, reunión.
- Limitación de la influencia de la Iglesia católica.
- Reformas agrarias. Desamortización de bienes eclesiásticos.
- Descentralización administrativa, para reforzar los poderes locales. Alcaldes y concejales electos libremente.
Estos dos grupos protagonizaron el proceso político entre 1833 y 1868, aunque los progresistas solo gobernaron en periodos cortos, a menudo tras insurrecciones populares y pronunciamientos militares.
En el último período del reinado de Isabel II, surgieron dos nuevos partidos:
- Unión Liberal: Surgió de la unión del sector más moderado de los progresistas y el sector más progresista de los moderados, buscando un equilibrio entre libertad y orden. Su base social eran las clases medias. Destacaron O’Donnell y Serrano.
- Partido Demócrata: Surgió del ala más radical del progresismo en 1849. Defendían el sufragio universal masculino, la separación Iglesia-Estado, amplias libertades (prensa y culto), intervencionismo del Estado y descentralización administrativa. Su base social eran obreros e intelectuales. Destacaron Figueras y Pi y Margall. Algunos demócratas defendieron el republicanismo.
El Papel del Ejército en la Política Española
La intervención del ejército se convirtió en un arma decisiva en las revoluciones políticas, a través del pronunciamiento. La resolución militar de la guerra carlista y la debilidad de la burguesía convirtieron al ejército en el árbitro de la situación política. Espartero, Narváez, O’Donnell, Prim y Martínez Campos fueron figuras clave. Actuaban como brazo ejecutor de la conspiración política, entregando el poder a un partido u otro. El militarismo marcó la política española desde el inicio de la revolución liberal.
Cambios Económicos, Administrativos y Sociales
Se establecieron las bases de la economía industrial, especialmente por los gobiernos progresistas. Destacaron:
- Desamortización de la tierra
- Supresión del régimen señorial
- Ley de ferrocarriles
- Ley de Sociedades Bancarias y Crediticias
Las reformas administrativas fueron llevadas a cabo por gobiernos conservadores, destacando la centralización del Estado con la división provincial de Javier de Burgos, la creación de gobernadores civiles y militares, la reforma de la Hacienda Pública, la aprobación del Código Penal, la firma del Concordato con la Santa Sede, la creación de la Guardia Civil y la organización de la instrucción pública.
Se desmanteló el Antiguo Régimen, estableciendo las bases de la sociedad burguesa y el capitalismo, con la desaparición de la sociedad estamental y la implantación de la sociedad de clases, donde la burguesía se convirtió en la clase dominante.
La Época de las Regencias (1833 – 1843)
El Problema Sucesorio y la Guerra Carlista (1833 – 1840)
La muerte de Fernando VII sin descendencia masculina generó incertidumbre política. La Ley de las Partidas declaraba heredera a la hija mayor del Rey. La Ley Sálica francesa, impuesta por los Borbones, excluía a las mujeres del trono. La Pragmática Sanción de 1830 restableció el orden sucesorio de las Partidas.
Los carlistas, partidarios de don Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, vieron en la decisión real una conjura liberal. Isabel II, con tres años, accedió al trono, y su madre, María Cristina, ocupó la regencia.
En 1833, los carlistas se sublevaron, iniciando la Guerra Civil Carlista (1833 – 1840), principalmente en el País Vasco, Cataluña, Aragón y Valencia.
Posturas enfrentadas:
- Carlismo: Antiliberales, partidarios de la tradición y el absolutismo, bajo el lema “Dios, Patria y Fueros”. Temían la abolición del Antiguo Régimen y la uniformidad jurídica. Apoyaban a la Iglesia y se oponían al centralismo político y al liberalismo. Sus apoyos sociales eran el clero, la pequeña nobleza agraria y el campesinado. Contaron con apoyo internacional de potencias absolutistas.
- Liberalismo: La Regente María Cristina contó con el apoyo de liberales moderados y, posteriormente, progresistas. Contó con el favor de Inglaterra, Francia y Portugal.
Desarrollo de la guerra:
- Primera fase: Organización de las fuerzas, liderada por el general carlista Tomás de Zumalacárregui.
- Segunda fase: Los carlistas realizaron incursiones en territorio enemigo. Destacó la Expedición Real sobre Madrid de 1837, dirigida por el general carlista Ramón Cabrera.
- Fase final: Concluyó en 1840. El Convenio o Abrazo de Vergara (1839) entre los generales Espartero (isabelino) y Maroto (carlista) puso fin a la guerra.
El carlismo no se recuperó de su derrota, pero permaneció activo durante el reinado de Isabel II.
La Regencia de María Cristina y los Comienzos del Liberalismo (1833 – 1840)
María Cristina buscó el apoyo de los liberales para defender la sucesión de su hija. La guerra carlista se convirtió en una guerra entre absolutismo y liberalismo. María Cristina realizó concesiones políticas a los liberales.
Llamó al gobierno a Martínez de la Rosa, liberal moderado, promotor del Estatuto Real de 1834. Este Estatuto era una carta otorgada que recogía el programa de los liberales moderados, buscando conjugar el Antiguo Régimen con algunos derechos nuevos. Se echaban en falta la soberanía nacional y el reconocimiento de los derechos fundamentales del individuo. El sufragio era censitario.
Se buscó sustituir el Estatuto Real por un texto más progresista. En 1835, un movimiento revolucionario obligó a María Cristina a entregar el gobierno a los progresistas, encabezados por Juan Álvarez Mendizábal, quien impulsó:
- La desamortización de Mendizábal (1836): Buscaba convertir los bienes eclesiásticos en bienes nacionales para subastarlos, sanear la hacienda pública, financiar la guerra carlista y ganar adeptos. No cumplió sus objetivos, ya que la forma de pago dificultó el acceso a la tierra para algunos campesinos.
María Cristina destituyó a Mendizábal y dio el gobierno a los moderados. Esto provocó el Pronunciamiento de la Granja en 1836, que obligó a María Cristina a nombrar un nuevo gobierno progresista, liderado por Calatrava. Se convocaron elecciones a cortes constituyentes que elaboraron:
- La Constitución de 1837: Implantó definitivamente el régimen constitucional en España. Combinó elementos progresistas (soberanía nacional, derechos individuales, división de poderes) con moderados (confesionalidad católica, Senado elegido por la Corona y sufragio censitario).
Otras leyes completaron la constitución: Ley de Imprenta (1837) y Ley Electoral (1837).
La Regencia de Espartero (1840 – 1843)
Aprobada la Constitución de 1837, los moderados obtuvieron el poder. Intentaron desmontar las reformas progresistas. La Ley de Ayuntamientos de 1840, por la cual la Corona elegía a los alcaldes, provocó un levantamiento revolucionario con el apoyo de Espartero. María Cristina renunció y se exilió, asumiendo la Regencia el general Baldomero Espartero.
Espartero fue un gobernante autoritario, no cooperante con las Cortes, y abrió el mercado español a los tejidos de algodón ingleses. Esto provocó levantamientos en Barcelona. Los moderados conspiraron contra él. Una coalición antiesparterista dio ocasión al pronunciamiento del general Ramón María de Narváez, quien se hizo con el poder. Las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II, quien fue coronada reina a los trece años.
El Reinado de Isabel II (1844 – 1868)
Durante este período, de signo conservador, se consolidó el régimen liberal y sus instituciones político-administrativas. La exclusión de los progresistas desestabilizó el régimen. Se divide en tres etapas:
La Década Moderada (1844 – 1854)
Consolidación del liberalismo moderado, favorecida por la victoria moderada en las elecciones de 1844 y la figura del general Narváez. Se apoyó en la burguesía terrateniente. No fue una vuelta al absolutismo, sino un régimen liberal conservador.
Los pilares básicos de este período fueron:
- La Constitución de 1845: Soberanía nacional compartida, sufragio censitario muy restringido (1%), confesionalidad católica.
- Concordato con la Santa Sede de 1851: Zanjó la ruptura entre la Iglesia y el Estado liberal. La Santa Sede aceptó la desamortización y ratificó el Patronato Regio. España reconoció la unidad católica y la confesionalidad del Estado.
- Reformas político-administrativas:
- Creación de la provincia.
- Ley de Organización de los Ayuntamientos (1845).
- Reforma del Sistema Tributario de Alejandro Mon.
- Elaboración del Código Penal de 1848 y el Código Civil de 1850.
- Creación de la Guardia Civil (1844).
- Servicio Militar Obligatorio.
El Bienio Progresista (1854 – 1856)
La principal amenaza del moderantismo provenía de sus propias filas. El general Leopoldo O’Donnell lideró un pronunciamiento militar contra el gobierno – la “Vicalvarada” – en junio de 1854. La politización, a través del Manifiesto de Manzanares, determinó la movilización de los grupos progresistas. La reina Isabel II llamó a Espartero: la Revolución había triunfado.
Tres hechos relevantes marcaron la obra política:
- La desamortización de Madoz (1855): Desamortización civil, basada en la desamortización de bienes comunales de los municipios. El objetivo era sanear la hacienda pública e impulsar obras públicas. No cumplió sus objetivos y sus consecuencias fueron dramáticas.
- Ley de Ferrocarriles de 1855: Regulación de su construcción, con incentivos para las empresas extranjeras.
- La Constitución de 1856: “Non nata”, recogía la soberanía nacional, la libertad de culto religioso y un sufragio censitario restringido.
- Otras iniciativas: sistema de telégrafo, ampliación de la red de carreteras, desarrollo de la minería o la actividad bancaria.
Este gobierno cayó debido a la crisis política, la crisis económica y los conflictos sociales. Isabel II intervino a favor de O’Donnell, un militar que creó la Unión Liberal.
Crisis y Final del Reinado (1856 – 1868)
La reina Isabel II otorgó su confianza al líder moderado Narváez (1856 – 1857), quien suspendió la desamortización y restringió derechos y libertades. Se promulgó la Ley Moyano (1857) para disminuir el analfabetismo.
Los últimos años del reinado de Isabel II estuvieron protagonizados por el gobierno unionista de O’Donnell (1858 – 1863). Se caracterizó por una profunda crisis política y económica. Destacó la búsqueda del prestigio internacional de España: expediciones a la Conchinchina, la guerra con Marruecos, la intervención en México.
En 1866, los opositores firmaron el Pacto de Ostende para lograr el derrumbamiento de la reina y convocar cortes constituyentes. Al frente de la conspiración estaba el general Prim. Isabel II, aislada políticamente, se enfrentaba a la Gloriosa Revolución de 1868.
Conclusión
Progresistas y moderados protagonizaron el proceso político entre 1833 y 1868, consolidando el sistema liberal burgués en España y acabando con los últimos residuos del Antiguo Régimen. Los progresistas participaron en gobiernos cortos y llegaron al poder mediante insurrecciones y pronunciamientos militares. Surgieron nuevas fuerzas políticas democráticas y republicanas, que desembocaron en la revolución de 1868, que destronó a Isabel II. Su gran fallo fue estar casi siempre del lado del Partido Moderado, cuya ideología impedía la participación de todos los ciudadanos en la vida política española.