Nacionalismos y Movimiento Obrero en la España de la Restauración (1875-1931)

Durante la Restauración, tanto los nacionalismos (catalán y vasco) como las organizaciones obreras (anarquistas y socialistas) constituyeron fuerzas de oposición de cierta relevancia. En el caso de los nacionalismos, la oposición al régimen se fundamentaba en el rechazo al modelo unitario y centralista de Estado. Por su parte, el movimiento obrero español se caracterizó por una evolución peculiar respecto al europeo, en parte debido al atraso de la industrialización y, por otra, por la debilidad del socialismo frente al anarquismo, la lentitud en la conquista de mejoras sociales y laborales, etc. La participación de ambos fue determinante en la caída de la Restauración en 1931.

Regionalismo y Nacionalismos Periféricos en la Restauración

El sistema de la Restauración presenta una concepción centralizada y unitaria del Estado. Esta concepción chocaba con la aparición de diversos movimientos que reclamaban una visión menos castellanizada y centralista del país y que comienzan a evolucionar desde el regionalismo, que reivindica el reconocimiento de la identidad diferencial de una región (ya sea cultural, económica, administrativa o legislativa) y propugna un Estado descentralizado y, en algunos casos, el federalismo, hasta el nacionalismo, que acentúa su vertiente política y reivindica altas cotas de autogobierno siguiendo planteamientos más o menos radicales que van desde la petición de autonomía, pero manteniendo la unidad de España, hasta la reclamación de autodeterminación o independencia. Al final del siglo, la lucha por los intereses económicos, como la protección arancelaria o la reivindicación de particularismos legales, contribuyó a dotar de mayor fuerza a estos movimientos, que normalmente encontraron apoyo social en las burguesías regionales. Todos ellos obedecen a una realidad cultural de fondo, lo que contribuye a explicar que la inspiración de regionalismos y nacionalismos sea a menudo doble: por un lado, hay sectores procedentes de la izquierda que los defienden, pero por otro, tienen también una fuerte raíz tradicionalista y católica.

Por su importancia y desarrollo posterior, destacan el nacionalismo catalán y vasco y, en menor medida, el gallego, el andaluz, el valenciano o el canario.

El Nacionalismo Catalán

  • En Cataluña, el origen del nacionalismo se relaciona con el movimiento cultural denominado Renaixença, que se extiende a partir de 1830 y que buscaba recuperar la cultura, la lengua y la historia de Cataluña.
  • Tuvo también una base económica y social, pues el movimiento nacionalista tendrá amplios apoyos en la nueva burguesía media catalana que aparece al amparo del desarrollo industrial y la modernización socioeconómica de la segunda mitad del siglo XIX.
  • Será el fracaso de la I República la que lleve al movimiento cultural a convertirse en un movimiento político de la mano de Valentí Almirall, quien promovió, en 1885, la redacción de un Memorial de Agravios presentado a Alfonso XII, relacionado con la política arancelaria.
  • En 1887 se funda la Lliga de Catalunya y, posteriormente, Prat de la Riba logra unir a las diferentes tendencias nacionalistas (desde federalistas republicanos hasta conservadores moderados no independentistas) en la Unió Catalanista y redactar las Bases de Manresa (1892), el primer manifiesto nacionalista catalán que propugnaba el autogobierno, pero sin ser separatista.

Desde sus inicios, el nacionalismo catalán presenta dos vertientes:

  1. Un grupo más conservador, católico y burgués, donde se integra Prat de la Riba, formado por la Lliga de Catalunya, y que dominará el catalanismo hasta la caída de la monarquía.
  2. Una opción más popular, republicana y laica, que al principio es minoritaria y que terminará imponiéndose durante la II República con Esquerra Republicana de Catalunya.

Tras el desastre del 98, la burguesía catalana, al considerar fracasado el sistema de la Restauración, alentó de un modo definitivo el nacionalismo al fundar, en 1901, la Lliga Regionalista y reclamar una mayor autonomía que rompiera con el acusado centralismo de los partidos Liberal y Conservador. Desde entonces, el bipartidismo quedó roto en Cataluña, emergiendo nuevas fuerzas como el movimiento obrero y el republicanismo, que acabaron disputando la hegemonía política de la burguesía catalana agrupada en torno a la Lliga Regionalista.

Las relaciones que el nacionalismo catalán mantuvo con los partidos del sistema oscilaron entre la tensión y el pacto. Este hecho queda de manifiesto en acciones como la formación de Solidaridad Catalana (1906), la participación en la Asamblea de Parlamentarios (1917) o la incorporación al Gobierno Nacional de Maura (1918). En definitiva, el catalanismo político se movió entre la presión a los gobiernos de Madrid y las alianzas políticas, tal y como sucede hoy en día.

El Nacionalismo Vasco

  • A diferencia de Cataluña, en el País Vasco surgió un nacionalismo más radical vinculado a la abolición de los fueros, así como a la rapidísima transformación del mundo agrario tradicional en uno minero e industrial.
  • Este movimiento se apoyaba en algunas obras que, durante todo ese siglo, habían planteado un origen diferente que el del resto de españoles, al tiempo que aparecía una historia mitificada de los vascos que habían sido traicionados y sometidos por los reyes castellanos.
  • Este primer nacionalismo, inspirado por Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista Vasco (PNV) a finales del siglo XIX, fue muy conservador, antiliberal y católico integrista, y encontró sus principales apoyos entre la pequeña burguesía y el mundo rural.

Arana creó toda una simbología nacionalista, como el nombre de Euskadi, la ikurriña o el himno, siendo la hostilidad hacia lo español una de sus señas de identidad. Reivindicaba el derecho de los vascos a convertirse en nación independiente, exaltaba míticamente la raza, el pueblo y la lengua, y predicaba el desprecio a los maketos (los de fuera), habitualmente castellanos, gallegos y andaluces que habían emigrado al País Vasco para trabajar en las fábricas. Se opusieron tanto a los valores de la alta burguesía, que había crecido al amparo de las iniciativas mineras, industriales y financieras, como a los valores socialistas que predominaban entre los trabajadores inmigrantes.

El PNV evolucionó desde la intransigencia separatista y la radical negación de todo lo español a un pragmatismo y una moderación de su radicalismo que, desde principios del siglo XX, le hizo asociarse con otras corrientes políticas más moderadas.

Otros Nacionalismos Periféricos

  • El nacionalismo gallego tardará en configurarse, pues apenas se había producido la industrialización en esta zona, y se desarrolla al amparo de una sociedad rural, campesina y tradicional. Será una élite instruida la que empiece a recuperar la lengua, la cultura y la historia gallega, destacando importantes personajes como Rosalía de Castro y apareciendo el llamado O Rexurdimento. Sin embargo, no será hasta la II República cuando aparezca una representación política de este movimiento con la fundación del Partido Galleguista.
  • Más débiles son los movimientos valencianos, que adquieren cierta importancia con la fundación de Valencia Nova en 1904; el andaluz, que se articula en torno al Ateneo de Sevilla y a su gran teórico, Blas Infante, que le da un carácter político; o el nacionalismo canario, que se configura sobre todo a partir del primer tercio del siglo XX, con la fundación en Cuba, en 1924, del Partido Nacionalista Canario (PNC).

El Movimiento Obrero en la Época de la Restauración

El movimiento obrero nació como respuesta de las clases trabajadoras a las duras condiciones de trabajo, las desigualdades sociales y la ausencia de legislación laboral que se dio desde los inicios de la industrialización. A lo largo del siglo XIX, los obreros adquirieron conciencia de pertenecer a una clase con intereses comunes, lo que les llevó a organizarse en defensa de sus derechos. Las primeras manifestaciones del movimiento obrero español se produjeron durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874). Sin embargo, durante la primera etapa de la Restauración, pasó a la clandestinidad en consonancia con la limitación de las libertades de reunión, expresión y asociación. Solo durante el primer gobierno de los liberales (1881-1883) fue posible la actuación legal de las organizaciones obreras, al beneficiarse del fin de las limitaciones de asociación. Aun así, durante décadas, el movimiento obrero español fue débil (como también lo era el proceso de industrialización) y no empezó a convertirse en una oposición política firme hasta inicios del siglo XX, cuando arraigó en los centros urbanos industrializados. Las movilizaciones obreras fueron violentamente reprimidas a través de la Guardia Civil y el Ejército o con una legislación social y penal extremadamente dura, además de por medio de organizaciones sociales y sindicatos alternativos bajo la subordinación de la Iglesia o las patronales.

Las clases medias (divididas entre las ideas tradicionalistas y las de progreso) actuaron ante las exigencias de las organizaciones obreras, en ocasiones a la defensiva y en otras a favor de la implantación de reformas sociales y una auténtica democratización del sistema. Republicanos y socialistas establecerán una alianza que posibilitará el acceso al Parlamento. Del mismo modo, el agravamiento de la situación económica y el aumento de la represión llevaron a una alianza entre socialistas y anarquistas que contribuyó a poner fin a la Restauración y posibilitó el triunfo posterior de la II República.

En el desarrollo del movimiento obrero encontramos dos tendencias: el anarquismo y el socialismo.

El Movimiento Socialista

  • El movimiento socialista sigue las bases del socialismo europeo, es decir, entrar en el juego político para, una vez alcanzado el poder, realizar la revolución desde arriba, cambiar la sociedad de clases e instaurar la dictadura del proletariado.
  • Con este fin, Pablo Iglesias funda en 1879 la Federación Socialista Madrileña, origen del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), y un sindicato, la Unión General de Trabajadores (UGT), en 1888.
  • Asimismo, se crea un medio propagandístico, El Socialista; participan en la II Internacional y empiezan a fundar las Casas del Pueblo para difundir su ideología tanto en los medios urbanos como rurales.

Su programa electoral era claramente marxista y partidario de la revolución social. Intentan conseguir el derecho de asociación, reunión, manifestación, sufragio universal, reducción de la jornada laboral, prohibición del trabajo infantil y otras medidas sociales. Poco a poco, van consiguiendo entrar en las instituciones debido a la crisis en la que paulatinamente se sumerge el sistema de la Restauración, y en 1910 es elegido el primer diputado socialista en el Congreso, Pablo Iglesias.

UGT y PSOE mantuvieron pésimas relaciones con las asociaciones obreras anarquistas (como se demostró durante la crisis de 1917), ya que les separaban importantes diferencias ideológicas en cuanto a fines y medios para conseguir sus objetivos.

El Anarquismo

  • El anarquismo, por su parte, plantea una lucha más directa contra los grupos burgueses dirigentes. No quieren entrar en el juego político y lo que buscan es la destrucción del Estado y todas sus instituciones (gobierno, ejército, policía…), así como la supresión de la Iglesia y de la propiedad privada para que la sociedad se pueda organizar de una manera más natural y justa, sin diferencias sociales.

Era una ideología sencilla de entender, por lo que obtuvo un gran éxito entre las clases urbanas más bajas y el campesinado. Creían en la acción directa organizada a partir de los sindicatos, aunque también defendían la revolución violenta y el recurso a huelgas generales, sabotajes y actos terroristas como medios para destruir el Estado. De esta forma, la violencia y el terrorismo anarquista protagonizaron la década de los ochenta y noventa, fundamentalmente en Andalucía y Cataluña, siendo ejemplo de esta táctica la bomba en el Liceo de Barcelona y los asesinatos de importantes líderes de la Restauración como Cánovas, Canalejas o Dato, y señalaron los enemigos contra los que luchaban: los burgueses y los políticos de la Restauración.

Sin embargo, poco a poco se van organizando en asociaciones sindicales revolucionarias, fundando Solidaridad Catalana en 1907 y la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en 1910, lo que hizo que su ideología fuera expandiéndose, sobre todo en Cataluña y en el campo andaluz.

Otras Asociaciones Obreras

Además del socialismo y el anarquismo, aparecen otras opciones obreras de carácter más moderado. Destacan las asociaciones católicas obreras, que surgen en respuesta al llamamiento del Papado a finales del siglo XIX ante el peligroso avance de los grupos obreros de izquierdas. En España aparecen multitud de asociaciones católicas muy vinculadas a los sectores burgueses y a la patronal, los Círculos Católicos de Obreros, frecuentemente acusados de actuar en favor de los intereses patronales. Los Círculos se extendieron, fundamentalmente, por la mitad norte de la Península (Navarra y Castilla) y por la zona levantina, y por lo general su acción fue muy débil.

Por último, se fundará también la Federación Nacional de Sindicatos Libres, integrada por asociaciones que no querían depender de los patronos, pero que tampoco aceptan la ideología marxista o anarquista.