Fundamentos Ideológicos del Régimen Franquista
El régimen franquista se instauró como una dictadura personal de carácter fascista, concentrando todos los poderes en la figura de Francisco Franco. Todas las instituciones estaban subordinadas a su voluntad. La figura del Caudillo se rodeó de símbolos y lemas que resaltaban su liderazgo providencialista: “Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios; solo responsable ante Dios y ante la Historia”.
Ideológicamente, el régimen se apoyó en las familias del régimen: Ejército, Iglesia y Falange. Se cimentó sobre los siguientes esquemas:
- Anticomunismo: Abarcaba desde la extrema izquierda revolucionaria hasta la burguesía democrática. Tras ser admitido en organizaciones internacionales (1950), la propaganda se centró en el anticomunismo, en el contexto de la Guerra Fría.
- Nacionalcatolicismo: La Iglesia ejerció un dominio absoluto sobre la vida social: influencia en la educación, censura, moral católica y rituales. La jerarquía católica se identificó con los sublevados, denominando a la guerra como Cruzada.
- Tradicionalismo: Basado en valores militares que consideraban la unidad de la patria como valor sagrado. Las referencias al Imperio eran constantes. Las autonomías regionales (“separatismos”) fueron consideradas “antiespañolas”, y sus señas de identidad, aplastadas. El régimen era antidemocrático, presentando la democracia parlamentaria como inferior a la democracia orgánica franquista, basada en “la familia, el municipio y el sindicato”.
- Símbolos militares: La organización castrense impregnó la vida cotidiana: radio, prensa, educación, desfiles, etc.
El Estado franquista fue respaldado por los grupos sociales que apoyaron la sublevación de 1936: grandes terratenientes, empresarios, financieros, pequeña burguesía provinciana y el campesinado católico del centro y norte del país. La dictadura fue larga y, pese a un aparente inmovilismo, el régimen se adaptó a las cambiantes circunstancias internacionales, con maniobras para “maquillar” su imagen autoritaria:
- 1942: Ley Constitutiva de las Cortes (sufragio indirecto; sin soberanía nacional; Franco con plena potestad legislativa).
- 1945: Fuero de los Españoles (declaración de derechos y deberes; carácter tradicionalista y católico).
- 1945: Ley de Referéndum Nacional (plebiscito para aprobar leyes).
- 1947: Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (régimen como “reino”; Franco proponía a su sucesor).
Represión, Guerrilla y Exilio durante el Franquismo
El ejercicio del poder se acompañó de una fuerte represión, especialmente en los primeros años, pero presente durante toda la dictadura. Se buscaba un escarmiento colectivo y anular cualquier resistencia. Se basó en leyes promulgadas durante la Guerra Civil (Ley de Responsabilidades Políticas y Ley de Depuración de Funcionarios) y la posguerra (Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo y Ley para la Seguridad del Estado).
Se estima que entre 1939 y 1945 fueron ejecutadas entre 35.000 y 50.000 personas. Casi 300.000 españoles estuvieron presos (campos de concentración, redención de penas por el trabajo). Numerosos funcionarios, especialmente maestros, fueron depurados. La represión fue constante (delaciones, certificados de buena conducta…). Los medios de comunicación estaban censurados. Era un Estado policial militarizado, con tribunales militares, pena de muerte y aumento de las fuerzas de orden público.
La Guerrilla (“Maquis”)
En varias regiones de España (Asturias, León, Cantabria, Pirineos, Andalucía, Extremadura, etc.) se organizaron grupos de “fugaos” que formaron partidas de guerrilleros, los “maquis”, para combatir la dictadura. Esperaban que la derrota del fascismo en la II Guerra Mundial llevara al fin de la dictadura en España, con apoyo de las democracias europeas. Muchos exiliados tras la Guerra Civil lucharon en la resistencia contra el fascismo en Francia y, al terminar la II Guerra Mundial, volvieron a España para unirse a los “maquis”. Algunos resistieron hasta 1950.
El Exilio
Unos 450.000 españoles se exiliaron, primero a Francia y luego a Iberoamérica. Muchos eran intelectuales y científicos, una pérdida irrecuperable para la cultura española. Una parte regresó a España (exilio interior), pero casi la mitad se convirtió en emigración permanente. La caída de Francia (junio de 1940) provocó que algunos exiliados fueran devueltos a España (cárcel o ejecución, como Companys o Zugazagoitia) y otros acabaran en campos de concentración (Mauthausen, donde murieron más de 7.000).
La Coyuntura Internacional y el Franquismo
Al final de la Guerra Civil, se firmó el Acuerdo de asociación al Eje Berlín-Roma-Tokio, alianza que vincularía a España a las potencias fascistas. Franco, al comienzo de la guerra, adoptó la no beligerancia. Los falangistas, con Serrano Suñer en política exterior, dominaban el Gobierno. Esta línea filofascista duró hasta 1942. Cuando Alemania atacó la URSS (1941), se creó la División Azul (voluntarios al mando de Muñoz Grandes).
A partir de 1942, las derrotas alemanas provocaron un cambio: Serrano Suñer fue sustituido por el general Jordana, y la diplomacia española giró hacia los aliados. En octubre de 1943, Franco declaró la neutralidad.
Aislamiento y Apertura (1945-1953)
En 1945, con la victoria aliada, la posición de la dictadura fue difícil. Las democracias se pronunciaron contra Franco por su apoyo al fascismo. Disminuyeron los falangistas en el Gobierno y aumentó la presencia de católicos. Los aliados se negaron a aceptar la entrada de España en la ONU (1945). Comenzó el aislamiento (1946-1951). Solo la importación de petróleo estadounidense y los acuerdos comerciales con Argentina (trigo) permitieron la supervivencia del régimen.
A partir de 1948, la situación internacional cambió. El enfrentamiento entre EE.UU. y la URSS (Guerra Fría, desde 1947) hizo que la imagen anticomunista de Franco encajara. Círculos de EE.UU. presionaron para terminar el bloqueo. En 1950, la ONU levantó la retirada de embajadores y autorizó la entrada de España en organismos internacionales.
Acuerdos con EE.UU. y el Vaticano
La ruptura del aislamiento internacional se basó en la negociación con EE.UU. para un acuerdo económico y militar. Con Truman fue difícil, pero con Eisenhower (1953) se aceleró. El 26 de septiembre de 1953 se firmó el Tratado hispano-estadounidense: acuerdo económico (casi 1.200 millones de dólares), asistencia técnica y acuerdo defensivo (bases de utilización conjunta: Torrejón de Ardoz, Zaragoza, Morón y Rota).
También en 1953 se firmó un Concordato con el Vaticano: confirmaba el derecho de presentación de obispos por Franco, la financiación estatal de la Iglesia y sus competencias en educación. Fue otro elemento de reconocimiento internacional y de reafirmación de la alianza Iglesia-franquismo. España reconoció en 1956 la independencia de Marruecos, iniciando la descolonización del Protectorado, según los principios de la ONU (España ingresó en 1955).
La Autarquía Económica (1939-1959)
La Guerra Civil provocó una caída demográfica (unos 500.000 muertos, más 50.000 ejecutados tras la guerra). Hasta 1945, 300.000 presos permanecieron en cárceles y campos de concentración franquistas, contribuyendo a la reconstrucción (obras públicas, Valle de los Caídos, etc.).
La guerra fue desastrosa para la economía: Hacienda arruinada, destrucción de recursos e infraestructuras, reducción de la cabaña ganadera (60%) y de la producción agrícola (25%). En 1939, la prioridad era la reconstrucción. Los años cuarenta fueron los “años del hambre”. El estancamiento económico duró toda la década (la renta de 1935 solo se recuperó en los años 50). El hambre obligó al racionamiento: las cartillas de racionamiento (1939, primero familiares, desde 1943 individuales) garantizaban el suministro semanal a precio oficial (tasa). Pero la realidad fue de abastecimiento intermitente, reducción de raciones y mala calidad. Las enfermedades (tuberculosis, difteria, sarna, tifus) se extendieron.
Política Autárquica y sus Consecuencias
El régimen, influenciado por los fascismos, adoptó una política económica autárquica: autoabastecimiento con recursos propios. Esto, reforzado por el aislamiento, conllevó proteccionismo aduanero e intervencionismo oficial: Ley de Protección de la Industria Nacional y creación, en 1941, del INI (Instituto Nacional de Industria), RENFE y el Servicio Nacional del Trigo.
Este régimen reglamentista impedía la libre actuación económica: licencias para inversiones, permisos de exportación/importación a través del Estado. La producción agraria e industrial, la renta nacional y la renta per cápita permanecieron hundidas. Surgió el “mercado negro”, el estraperlo, de artículos de consumo. El estraperlista (con influencias en el Ejército, Falange o la Administración) hacía de intermediario entre productor y consumidor. Las licencias se concedían mediante corruptelas. Proliferaron nuevos ricos, cercanos al poder.
Del Fracaso de la Autarquía al Plan de Estabilización
En 1950, la autarquía había fracasado: no terminó con el hambre ni con las cartillas. En 1951 hubo huelgas en Barcelona, País Vasco y Madrid por la subida de tarifas del tranvía, expresando el malestar por la subida de precios. El giro económico se inició en 1951, impulsado por Carrero Blanco: en 1952, con las ayudas norteamericanas, se decretó una liberalización parcial de precios, comercio y circulación, coincidiendo con una buena cosecha, lo que permitió terminar con el racionamiento. Comenzó una expansión de la producción y del sector industrial. Las ayudas norteamericanas permitieron importar bienes de equipo. Las centrales eléctricas del INI ayudaron a terminar con el racionamiento energético.
Pero la prosperidad declinó desde 1955, con huelgas y protestas. En 1957 se remodeló el gobierno: dos tecnócratas del Opus Dei, en Hacienda y Comercio, cambiaron la política económica. La reforma económica (Plan de Estabilización), aprobada en 1959, fue un plan de estabilización típico, siguiendo directrices del FMI y el Banco Mundial (España ingresó en 1958), liberalizando la economía: supresión de trabas, reducción de salarios y dinero en circulación, devaluación de la peseta, recorte del gasto público y apertura a inversiones y comercio internacional. Se produjo una entrada masiva de capitales de multinacionales, especialmente en energía.