Monarquía de Amadeo de Saboya (1871-1873)
La revolución de 1868 en España y el exilio de Isabel II dieron lugar a un gobierno provisional presidido por Serrano, del que también formaban parte los otros generales sublevados. El nuevo gobierno convocó Cortes Constituyentes que, con una amplia mayoría monárquica, proclamaron la Constitución de 1869, que establecía como forma de gobierno una monarquía constitucional. Una dificultad inherente al cambio de régimen fue encontrar un rey que aceptase el cargo, ya que España en esos tiempos era un país que había sido llevado al empobrecimiento y a un estado convulso, y se buscaba un candidato católico y demócrata. Finalmente encontraron a su monarca, Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia, que reunía todo lo necesario para el cargo: procedente de una antigua dinastía (enlazada con la española), progresista y católico. Fue Amadeo el primer rey de España elegido en un Parlamento, lo que parecía, no sin razón histórica, crimen de lesa majestad para los monárquicos de siempre.
Problemas del Reinado de Saboya
Esta dinastía contaba con escasos apoyos: los de los unionistas y los progresistas, pero tuvo varios opositores: el clero, el ejército y la aristocracia. Saboya era neutral en las cuestiones políticas y redujo el boato en las Cortes. Una parte del ejército no vinculada a los unionistas y progresistas se rehusó a expresar fidelidad al rey, lo que supuso un grave problema cuando se desató la guerra carlista y la Guerra de Cuba. La población tampoco estaba de acuerdo, quizá por el arraigo del republicanismo.
Una vez establecido el sufragio universal, las nuevas libertades políticas de Saboya quisieron consolidar el régimen democrático, pero sus intentos se vieron bloqueados por continuas dificultades. Saboya no contó con el apoyo de los moderados, que consideraban ilegítima su dinastía y continuaban fieles a los Borbones. Los moderados comenzaron a organizar la restauración borbónica para que Alfonso, el hijo de la reina, se instaurara. Cánovas del Castillo convenció a los progresistas y unionistas de que la restauración borbónica era garantía de orden y estabilidad. También contaron con el apoyo del clero, ya que antes se habían visto obligados a jurar la Constitución, cosa que no les agradó. La élite del dinero no estaba de acuerdo con la abolición de la esclavitud ni la regulación del trabajo.
Los carlistas, beneficiados por el clima de libertad que introdujo la Gloriosa, se habían organizado como fuerza política. Con el gobierno de Saboya, los carlistas volvieron a intentar métodos de insurrección armada, ya que vieron esperanzas de que Carlos VII tomara el trono estando Isabel II desaparecida. Saboya tampoco contaba con el apoyo de los republicanos ni los grupos populares, y en 1872 se produjeron insurrecciones de carácter federalista. Esto dio aún más inestabilidad al régimen.
En 1868, el Grito de Yara en Cuba inició un conflicto: la guerra de los Diez Años. Las insurrecciones fueron dirigidas por algunos criollos propietarios, esto contó rápidamente con el apoyo popular al prometer el fin de la esclavitud. Aunque el gobierno impulsó este proyecto, los sectores económicos con intereses en la Isla frustraron la posibilidad de una solución pacífica del conflicto, convirtiéndose en una guerra.
En 1873, Saboya presentó una renuncia al trono, dejando España como un país ingobernable y contrario a la monarquía democrática.
La Primera República (1873)
Con la renuncia de Saboya, las Cortes decidieron someter a votación la proclamación de la República, y en 1873 Estanislao Figueras fue nombrado presidente. Aunque gran parte de la cámara era monárquica, su voto republicano fue por estrategia para ganar tiempo y organizar el retorno de los Borbones. Así, la República nació con escasas posibilidades de éxito. Ninguna potencia aceptó la República, excepto USA y Suiza. Las potencias europeas veían la República como un régimen revolucionario que podía poner en peligro la estabilidad europea.
La República fue recibida con entusiasmo por las clases populares, que creyeron que había llegado el momento de cumplir sus aspiraciones de cambio social. Los federales ocuparon las corporaciones de muchos municipios y constituyeron juntas revolucionarias para desplazar la administración de los antiguos. Movilizaciones populares, entre el movimiento obrero que buscaba las mejoras de las condiciones laborales y la implantación del Estado federal. Figueras hizo las primeras reformas populares, como la supresión de los consumos y las quintas. Pero la falta de recursos del Estado y la desorganización del ejército lo hicieron dimitir.
El gobierno pasó a manos de Francisco Pi y Margall, que era el encargado de elaborar la Constitución Federal.
Constitución de 1873
Establecía la democracia y un amplio reconocimiento de las libertades y derechos. La República tendría un presidente y unas Cortes, se mantenían las dos cámaras: el Senado y el Congreso. Se declaraba la libertad de culto y la separación de la Iglesia del Estado, la abolición de la esclavitud, supresión de las quintas, reformas de los impuestos y del ámbito laboral. Los Estados Federales tendrían autonomía económica, política y administrativa compartibles con la nación y también podían elaborar sus propias leyes, incluyendo Cuba y Puerto Rico.
Problemas de la República
La guerra carlista continuaba, la guerra de Cuba continuaba y era incapaz de solucionarla. Se desarrolló el cantonalismo: Los Estados federales se declaran independientes totalmente al margen del Estado. Pi y Margall se opusieron a sofocar las revueltas por las armas y dimitieron. Nicolás Salmerón pasó a ser el nuevo presidente. Salmerón se negó a negociar con los cantones e inició una acción militar contra ellos, esto provocó que el ejército se viera como único garante de orden y barrera contra la revolución social. Salmerón dimitió al verse incapaz de firmar la pena de muerte a los activistas cantonales.
Salmerón fue sustituido por Emilio Castelar, que era dirigente del republicanismo unitario y era además conservador en las cuestiones sociales. Intentó aplicar una política de autoridad y fuerza para resolver los problemas del país. Castelar consiguió plenos poderes de las Cortes para reorganizar el ejército y obtener un crédito y gobernar a parlamento cerrado. En 1874 se termina con la República para iniciar la Restauración.
La Restauración Borbónica
En 1874, Manuel Pavía, junto con las fuerzas de la guardia civil, obligó a la disolución de las Cortes republicanas. Este hecho no tuvo resistencia por parte de la política ni la gente, ya que la República se había mostrado inestable durante su periodo. El pronunciamiento de Arsenio Martínez Campos en Sagunto proclamó rey a Alfonso XII. Alfonso de Borbón firma el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas del Castillo, que sintetiza el programa de la nueva monarquía Alfonsina: un gobierno de signo conservador y católico que garantiza el funcionamiento del sistema político liberal y restablecía la estabilidad política y orden social. Una de las principales medidas de este periodo fue elaborar la Constitución de 1876.
Constitución de 1876
Es una constitución claramente del liberalismo doctrinario, caracterizado por el sufragio censitario y la soberanía compartida por las Cortes y el rey. Es una Constitución de un carácter conservador e inspirada en los valores históricos tradicionales de la monarquía, la religión y la propiedad. La Constitución considera a la monarquía como una institución superior, incuestionable, permanente y al margen de cualquier decisión política. Se establecía la soberanía compartida y se concedían amplios poderes al monarca: derecho de veto, nombramiento de ministros y potestad de convocar las Cortes, suspenderlas o disolverlas sin contar con el gobierno.
Las Cortes eran bicamerales y estaban formadas por el Senado y el Congreso de Diputados, este último de carácter electivo. El voto es censitario, limitado a los mayores contribuyentes, pero en 1890 se aprobó el sufragio universal masculino. En el Senado, la mitad de los senadores eran por derecho propio. La Constitución establece una confesionalidad católica del Estado, aunque tolera las otras creencias siempre que no se hiciese manifestación pública de ella. Aunque todos estos derechos se tendieron a restringirlos, especialmente los derechos de imprenta, expresión, asociación y reunión.
Antonio Cánovas del Castillo introdujo un sistema de Gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia en el poder de los grandes partidos dinásticos, el conservador y el liberal, que renunciaba a los pronunciamientos como forma de acceder al gobierno. Es decir, el rey nombra presidente al líder de otro partido, estos convocan elecciones y siempre ganaban, esto permitía una estabilidad institucional mediante la partición, pero la siguiente votación la ganaba el otro partido y se iban alternando. Así se ganaba siempre el partido que designaba el presidente. Se utilizaban dos formas electorales que el ministro de gobierno se encargaba de hacer. Había dos métodos:
- El pucherazo: consistía en que se confundían al contar los votos y revotaban los muertos o había gente que votaba raras veces.
- El caciquismo: consistía en que el cacique, el más poderoso y que tenía todas las tierras, decía a la gente a quién tenían que votar y si no votaban había represalias.
Las alternancias eran continuas pues después de todo las diferencias entre las ideologías de los partidos es poca.
Muerte de Alfonso XII (1888)
Cuando muere Alfonso, quien debe sucederle es su hijo bajo la regencia de María Cristina, y para que no haya problemas entre los partidos se firma el Pacto de El Pardo, en el que se conserva esta sucesión entre partidos y se comprometen a mantener la legislación del otro partido (se sabe que seguirán habiendo alternancia).
Nacionalismos y Movimiento Obrero
El nacionalismo va a tener primero un carácter cultural y después político. El primer nacionalismo se desarrolla en Cataluña, primero por un interés cultural y después por un movimiento político, su partido se llama Liga Regionalista y su líder era Cambó, este partido era muy conservador. El segundo nacionalismo surge en El País Vasco, aparece como defensa de su cultura ante la llegada de los extranjeros a trabajar por el desarrollo de la industria que había ahí. Después surge el Partido Nacionalista Vasco con su fundador Sabino Arana y el lema que tenía era “Dios y antiguas leyes”, es un partido muy tradicionalista y conservador. En un principio el PNV opta por la independencia, pero como la burguesía vasca teme que sus negocios se hundan, se convierten en autonomistas. El último nacionalismo aparece en Galicia, aunque fue un nacionalismo más cultural que político. No querían que la gente se emigrara de Galicia y consideraban que defendiendo la tradición les iría mejor.
Los obreros que estaban fuera del poder querían entrar en el parlamento con su partido principal, que era el PSOE, y así luchar por la revolución social. Este partido entra en el parlamento, pero no se va a mantener por el pucherazo y el caciquismo. Aunque siguió presente porque los otros partidos creían que si estaban presentes daban una imagen de más legalidad y también porque estando en el parlamento tenían menos influencia en la gente que estando en la calle. El sistema turnista que ideó Cánovas, contrario a la Constitución y al Manifiesto de Sandhurst, duró hasta 1898 (finales del s. XIX).