La Segunda República Española: Reformas, Conflictos y Guerra Civil (1931-1939)

De la Restauración a la Segunda República (1923-1931)

El régimen de la Restauración en España, que se extendió hasta 1923, enfrentó problemas como el poder de la Iglesia, el militarismo y el nacionalismo. En 1923, Miguel Primo de Rivera instauró una dictadura, pero perdió apoyo en 1928. Tras su caída, surgió la Segunda República, con el objetivo de implementar reformas sociales en un contexto de crisis económica y auge del fascismo.

En 1930, varios partidos republicanos se unieron en el Pacto de San Sebastián, buscando acabar con la monarquía y establecer una república. Intentaron una rebelión que fracasó, demostrando que el cambio solo sería posible de forma pacífica.

Después de la dimisión de Dámaso Berenguer, se convocaron elecciones municipales el 12 de abril de 1931. Los republicanos obtuvieron una clara victoria en las ciudades. Las manifestaciones aumentaron y, el 14 de abril, un comité revolucionario ocupó edificios públicos y exigió al rey Alfonso XIII que abandonara el país. El ejército se dividió y el rey huyó de España esa misma noche.

Con su abdicación, se formó un Gobierno Provisional presidido por Niceto Alcalá Zamora. Este gobierno implementó reformas importantes, como los Estatutos de Autonomía para el País Vasco y Cataluña, la jornada laboral de 8 horas, y un fuerte enfoque en la educación y la cultura. Sin embargo, las reformas del ejército y la Iglesia generaron descontento, especialmente por las medidas anticlericales y los esfuerzos de Manuel Azaña para reorganizar el ejército.

La Constitución de 1931 y el Debate sobre el Voto Femenino

Antes de convocar las Cortes Constituyentes, se aprobó un sistema electoral que favorecía las coaliciones y establecía el sufragio universal masculino, abriendo el debate sobre el voto femenino. Las elecciones del 28 de junio de 1931 dieron una clara victoria a la coalición republicano-socialista, mientras que la derecha y los monárquicos tuvieron poco respaldo. La participación fue alta, con un 70% del censo, y tres mujeres fueron elegidas diputadas.

Una de las tareas principales fue redactar la primera Constitución republicana. Un tema clave fue el asunto religioso, donde se aprobó la disolución solo de los jesuitas y la prohibición de la enseñanza religiosa en las congregaciones. También se debatió intensamente el voto femenino. Clara Campoamor defendió el voto inmediato, mientras que Victoria Kent y Margarita Nelken preferían esperar. Finalmente, la Constitución fue aprobada y estableció una democracia laica y progresista, con:

  • Separación de poderes.
  • Soberanía popular.
  • Voto femenino.
  • Derechos ampliados.
  • Posibilidad de socializar los medios de producción.
  • Autonomía regional.
  • Nuevas leyes como el divorcio y el matrimonio civil.

La Constitución consolidó una democracia moderna e inclusiva. La elección de Alcalá Zamora como presidente de la República ayudó a aliviar las tensiones conservadoras.

El Bienio Reformista (1931-1933): Intentos y Obstáculos

La Segunda República intentó abordar problemas sociales mediante reformas, pero se vio frenada por la división política y la crisis económica internacional. En las elecciones de 1931, la coalición republicano-socialista ganó con un 70% de participación, y la Constitución de 1931 estableció una democracia laica, con soberanía popular, voto femenino y reformas sociales como la ley del divorcio.

El periodo inicial, conocido como el Bienio Reformista (1931-1933), estuvo marcado por intentos de reformas agrarias, laborales y educativas, pero la oposición aumentó.

  • Reforma agraria: Tuvo poco impacto debido a la resistencia de los propietarios y la falta de recursos.
  • Reformas laborales: Se crearon leyes para mejorar las condiciones de los trabajadores, pero muchas no se aplicaron por la oposición de caciques y empresarios.
  • Reforma educativa: Se promovió la creación de nuevas escuelas y la alfabetización en zonas rurales, pero el proceso fue lento debido a la falta de inversión.
  • Autonomía regional: Se estableció la autonomía para Cataluña, el País Vasco y Galicia, aunque el proceso fue incompleto.

Los conflictos sociales continuaron, con el gobierno enfrentando huelgas y revoluciones. El uso de la Guardia Civil en situaciones como la matanza de Castilblanco y el escándalo de Casas Viejas contribuyó a la inestabilidad política, que culminó en 1933 con la ruptura de la coalición de gobierno.

La Organización de la Derecha

La derecha se organizó en varias agrupaciones:

  • Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA): Liderada por José María Gil Robles, buscaba cambiar la Constitución, eliminar las reformas republicanas y defender los intereses de los propietarios.
  • Renovación Española: Partido monárquico fundado por José Calvo Sotelo.
  • Falange Española: Partido de ideología fascista liderado por Antonio Primo de Rivera.

El Bienio Conservador y la Revolución de 1934 (1933-1936)

En las elecciones de noviembre de 1933, la derecha ganó con la CEDA y el Partido Radical de Alejandro Lerroux. Los partidos del gobierno anterior (PSOE y republicanos de izquierda) perdieron apoyo. La abstención en zonas obreras fue notable debido a la CNT y las persecuciones a anarquistas.

Alejandro Lerroux formó un gobierno con el Partido Radical, apoyado por la CEDA. Se intentaron reformas constitucionales, pero no se llevaron a cabo por falta de tiempo. Se paralizó la reforma agraria, se implementó libertad de contratación y salarios, y se modificaron derechos del clero, entre otras medidas.

En 1934, el país se polarizó aún más. La CEDA representó a las clases medias y populares católicas, mientras que la izquierda republicana se agrupó alrededor de Izquierda Republicana de Azaña, con apoyo de los nacionalistas y el PSOE. La CNT se mantuvo al margen.

El Partido Radical formó una coalición con la CEDA, y el ala izquierda del PSOE organizó una huelga general y una sublevación armada, creyendo que la República parlamentaria estaba en peligro.

La Revolución de Asturias y sus Consecuencias

En 1934, el movimiento revolucionario fracasó en la mayor parte de España, excepto en Asturias, donde la CNT se unió al PSOE formando la Alianza Obrera. Los trabajadores tomaron el control de las comarcas mineras y Oviedo, pero el gobierno, con apoyo del ejército de Marruecos (dirigido por Goded y Franco), logró recuperar el control tras una dura represión que dejó 2.000 muertos y el asesinato de 34 sacerdotes. La represión causó tensiones y condenas, debilitando políticamente al gobierno y al bloque de la CEDA.

En 1935, la crisis política culminó con el escándalo del estraperlo y casos de corrupción, lo que llevó a la convocatoria de elecciones en febrero de 1936. Se formaron dos bloques electorales enfrentados: la izquierda, con el Frente Popular (incluyendo la amnistía de 1934), y la derecha, dividida en varias facciones. A pesar de la división en la derecha, la izquierda ganó debido al sistema electoral que favorecía las coaliciones. Ante este resultado, los líderes de la derecha presionaron para declarar el estado de guerra, pero el presidente Portela cedió el poder a Manuel Azaña, quien formó un gobierno de izquierdas.

El nuevo gobierno aprobó medidas como la amnistía, la reposición de funcionarios y la reanudación de la reforma agraria, incluyendo la expropiación de tierras. Sin embargo, hubo tensiones dentro del Frente Popular, y el conflicto se intensificó con enfrentamientos y asesinatos, incluyendo los de los líderes Castillo y Calvo Sotelo en julio de 1936, lo que agravó la violencia política y la inestabilidad.

La Guerra Civil Española (1936-1939): Causas y Desarrollo

Tras la muerte de Franco y la instauración de la democracia, la Guerra Civil comenzó a ser estudiada con más libertad. En los años 80 y 90, se publicaron muchos estudios sobre el conflicto y la represión, y temas como el exilio también ganaron relevancia. Autores como Ian Gibson y Juan Eslava Galán contribuyeron a estos estudios.

En febrero de 1936, el Frente Popular ganó las elecciones, pero los primeros meses de gobierno fueron tensos debido a la polarización social y los enfrentamientos ideológicos. El 12 de julio de 1936, el asesinato del teniente Castillo y la posterior muerte de José Calvo Sotelo desencadenaron el golpe de Estado militar, que se había estado gestando durante meses. El golpe comenzó en Marruecos el 17 de julio y se expandió a la Península el 18 de julio. Los militares rebeldes, apoyados por falangistas, carlistas y monárquicos, fracasaron en su intento de tomar todo el país, ya que parte del ejército y las fuerzas de seguridad se mantuvieron leales a la República.

Francisco Franco, que se encontraba en Canarias, se trasladó a Marruecos y asumió el mando del Ejército de África. La sublevación triunfó en varias regiones, mientras que la República mantuvo el control de zonas clave como Madrid, Cataluña y el norte industrial. Los primeros combates, como la Batalla de Madrid, fueron intensos, con el apoyo de las Brigadas Internacionales y la URSS a la República. Sin embargo, los sublevados continuaron avanzando, y tras varias victorias republicanas, como en la Batalla de Guadalajara, la República perdió ciudades clave como Málaga y la masacre conocida como la Desbandá.

El Avance de los Sublevados y el Fin de la Guerra

A medida que la guerra avanzaba, los sublevados modificaron su estrategia, atacando el norte y el sector industrial republicano. La Batalla de Teruel (1937) fue una de las más sangrientas, pero los sublevados finalmente lograron controlar todo el norte de España. En 1938, tras una serie de derrotas para la República, Franco avanzó hacia el Mediterráneo, dividiendo a las fuerzas republicanas. La República intentó resistir en la Batalla del Ebro, pero fue derrotada.

En 1939, tras la caída de Barcelona y la huida del gobierno republicano a Francia, la victoria de Franco fue reconocida por Francia y Reino Unido. La resistencia republicana continuó hasta un golpe de Estado dentro del propio bando republicano, liderado por el coronel Casado. El 28 de marzo de 1939, las tropas franquistas entraron en Madrid, y el 1 de abril, la guerra terminó.

Las consecuencias del conflicto fueron devastadoras: alrededor de 700.000 muertos, un millón de exiliados, una crisis económica profunda, y una represión política y cultural que afectó a todos los sectores sociales.

Bandos en Conflicto y la Internacionalización de la Guerra

Tras el estallido de la Guerra Civil en 1936, la autoridad del gobierno republicano se desintegró rápidamente. El presidente Santiago Casares Quiroga dimitió tras el fallido golpe de Estado. El presidente Manuel Azaña intentó formar un gobierno conciliador con la derecha, pero su iniciativa fracasó, y José Giral asumió el poder. Giral entregó armas a organizaciones republicanas, lo que desató una revolución social y permitió que milicias populares tomaran el control, debilitando al gobierno central.

En 1937, el gobierno republicano, bajo Francisco Largo Caballero, intentó unificar la lucha, pero surgieron disputas internas entre comunistas y anarquistas. Tras su dimisión, Juan Negrín asumió el poder, buscando restaurar el orden constitucional y negociar una paz con los sublevados, aunque esta fue rechazada por Franco. En 1939, un golpe de Estado del coronel Segismundo Casado terminó con el gobierno republicano y facilitó la rendición.

Económicamente, el bando republicano sufrió escasez debido a su dependencia de importaciones limitadas, mientras que los sublevados contaron con apoyo de Alemania e Italia. Franco, líder del bando sublevado, consolidó un régimen totalitario tras la unificación política en 1937. La Iglesia apoyó a los sublevados, y Franco se convirtió en dictador con poderes absolutos.

La guerra también se internacionalizó, con la intervención de potencias extranjeras:

  • Alemania e Italia: Apoyaron a los sublevados.
  • URSS, Brigadas Internacionales y México: Respaldaron a la República.

Sin embargo, la falta de apoyo efectivo y la represión interna llevaron a la derrota del bando republicano y la consolidación de la dictadura franquista.