Transformaciones Agrarias y Desamortización en la España del Siglo XIX: Un Análisis Detallado

Desamortización y Reforma Agraria Liberal en la España del Siglo XIX

1. Introducción: El Contexto Histórico y la Necesidad de Cambio

El siglo XIX fue una etapa decisiva en la historia de España, marcada por una profunda transformación política: el triunfo del Estado liberal burgués. Este cambio trajo consigo importantes transformaciones en las estructuras económicas, sociales y culturales del país. Sin embargo, el largo proceso de la revolución liberal, iniciado en 1808, no logró, hasta 1840, los objetivos propuestos en la agricultura, que habrían asegurado su despegue al nivel de otros países europeos.

El tema central, objeto de múltiples disputas, era el derecho de propiedad, un pilar fundamental para los liberales. Estos consideraban que la propiedad era esencial para la felicidad del individuo y la riqueza de la nación. Según su visión, todo ser humano tiene derecho a ser feliz y, para ello, debe poseer propiedades que le brinden seguridad. Esto solo es posible si el Estado garantiza el libre acceso a la propiedad para todos. El esfuerzo ciudadano por obtener propiedades aumentaría la riqueza nacional, y el deber del Estado era proteger este derecho inviolable.

En este contexto, las desamortizaciones deben entenderse no como un acto aislado, sino como un proceso histórico con antecedentes en el reinado de Carlos IV y que se extiende hasta la segunda mitad del siglo XIX. Fue un proceso largo y complejo, que comenzó con la nacionalización de los bienes de “manos muertas” (propiedades eclesiásticas y comunales) para luego ponerlos a disposición de propietarios privados. Este proceso respondió a las circunstancias de cada época, variando los bienes afectados (comunales, eclesiásticos, etc.), aunque siempre con el objetivo estatal de obtener beneficios y reducir la Deuda Pública. Se analizarán los intentos iniciales con Godoy (1798), las Cortes de Cádiz (1811-1813), el Trienio Liberal (1820-1823), la desamortización de Mendizábal (1836-1851) y la de Pascual Madoz (1855-1924).

Para comprender mejor este proceso, es fundamental analizar la realidad agraria del campo español desde el siglo XVIII, lo que permitirá valorar las transformaciones que se produjeron.

2. Transformaciones Agrarias del Siglo XIX

2.1. Situación Inicial: El Campo Español a Mediados del Siglo XIX

Hasta mediados de las décadas de 1840 y 1850, España experimentó un profundo estancamiento económico debido a las guerras y la pérdida de las colonias americanas. Mientras Europa vivía la Segunda Revolución Industrial y la expansión imperialista, la economía española también comenzaba a cambiar (consolidación de la industria textil catalana, inicio del ferrocarril, aumento de tierras cultivadas). Sin embargo, estos cambios no fueron suficientes para impulsar un despegue industrial comparable al de otros países europeos.

La agricultura española, hasta mediados del siglo XVIII, presentaba los mismos rasgos que el siglo anterior:

  1. Bajos rendimientos debido al atraso técnico (arado romano, rotación bienal), malas condiciones climáticas y crisis agrícolas.
  2. Analfabetismo de los campesinos, lo que perpetuaba los antiguos sistemas de cultivo.
  3. Predominio de una economía agraria de autoabastecimiento.
  4. Sistema de arriendo inadecuado.
  5. Escasa articulación del mercado agrario español, con disparidad de precios entre regiones y dificultades en los intercambios, limitados a mercados locales y comarcales.
  6. Limitaciones jurídicas a la libre disposición de bienes (tierras amortizadas o vinculadas). La propiedad de la tierra en el Antiguo Régimen estaba en manos de la nobleza (con el mayorazgo), la Iglesia y los municipios (bienes propios y baldíos o tierras comunales).
  7. Desarrollo de la Mesta, favorecido por la demanda de lana, en perjuicio de las tierras agrícolas.

2.2. Antecedentes y Primeras Reformas Ilustradas

A mediados del siglo XVIII, el aumento de la población chocó con una agricultura deficitaria. Se implementaron proyectos de reforma para abordar el malestar social en el campo, destacando los de:

  • Carlos III: Decretó que los pueblos enajenaran sus bienes concejiles y baldíos entre jornaleros y braceros.
  • Floridablanca: En el Expediente de la Ley Agraria de 1771, propuso un fondo con capital de bienes eclesiásticos vacantes para fomentar la agricultura y la repoblación.
  • Campomanes: En el Memorial Ajustado, planteó la creación de cotos redondos, indivisibles e inalienables como base del patrimonio familiar.
  • Jovellanos: En su Informe sobre la Ley Agraria, afirmó que toda propiedad vinculada y de manos muertas debía desamortizarse.
  • Godoy: En 1798, llevó a cabo las primeras expropiaciones de bienes.

2.3. El Siglo XIX: La Reforma Agraria Liberal

En el siglo XIX, se puede hablar de una Reforma Agraria Liberal, con grandes transformaciones agrarias basadas en las ideas de la Ilustración. Fue impulsada por gobiernos liberales, de forma irreversible con Isabel II, y buscaba introducir relaciones de producción capitalistas, basadas en la propiedad privada e individual, y acabar con el sistema feudal del Antiguo Régimen.

Tras los intentos fallidos de las Cortes de Cádiz y el Trienio Liberal, entre 1836 y 1837, las medidas jurídicas más importantes de la Reforma fueron:

  • 1836: Supresión del mayorazgo (libre disposición de las tierras).
  • 1837: Abolición de los señoríos jurisdiccionales. Esto generó un problema sobre la propiedad de la tierra, distinguiéndose entre:
    • Señorío jurisdiccional: El señor administraba justicia y tenía otros poderes.
    • Señorío territorial: El señor poseía la tierra, explotada por campesinos a cambio de tributos. Esta distinción provocó enfrentamientos, ya que los campesinos alegaban que todos los señoríos eran jurisdiccionales y que, al abolirse la jurisdicción, la tierra pasaría al municipio y a los vecinos. Los señores argumentaban que solo se abolía el señorío jurisdiccional.
  • La desamortización como elemento clave de la Reforma Agraria.
  • Otras disposiciones: Reparto de tierras comunales, desaparición de privilegios gremiales, autorización para cerrar fincas y libre contratación de trabajadores.

3. La Desamortización: Proceso y Etapas

La desamortización se define como la incautación estatal de bienes raíces, principalmente de la Iglesia y los municipios (propiedad acumulada en “manos muertas”). Estos bienes nacionalizados se vendían en pública subasta para ser adquiridos por propietarios individuales, aumentando los ingresos del Estado.

Los inicios tímidos fueron las primeras expropiaciones de bienes eclesiásticos por Godoy, por motivos fiscales, y las de José Bonaparte, afectando al clero y a aristócratas que se resistieron a la dominación francesa.

Hubo dos proyectos frustrados:

  1. Las Cortes de Cádiz: Decreto general de desamortización de bienes de afrancesados, jesuitas, Órdenes Militares, órdenes religiosas y parte del patrimonio de la Corona y baldíos. No entró en vigor por el regreso de Fernando VII.
  2. Trienio Liberal: Se aplicó la desamortización como medida fiscal, no como reforma agraria, sobre tierras del clero regular. Fernando VII anuló esta medida.

El proceso desamortizador del siglo XIX se basó en medidas impulsadas por los liberales progresistas: Mendizábal (1835-1837) y Madoz (1855).

3.1. Desamortización de Mendizábal (1836-1851)

Mendizábal desamortizó los bienes del clero, principalmente de las órdenes religiosas. La decisión se debió a un componente anticlerical en el liberalismo español y a que el coste político se consideraba menor. Las causas fueron: ideológicas (defensa de la propiedad privada), económicas (sanear la Hacienda, crear crédito público y financiar la guerra carlista) y políticas (crear una clase de propietarios que apoyaran al régimen liberal).

La desamortización eclesiástica se concretó en dos disposiciones: la supresión de las órdenes religiosas (1835) y la nacionalización y venta de los bienes del clero regular (1836). Mendizábal la completó durante la regencia de Espartero (1841), ordenando la venta de propiedades del clero secular, declaradas bienes nacionales desde 1837. Con la vuelta de los moderados al poder (1844), las ventas se suspendieron. El Concordato de 1851 comprometió al régimen liberal a mantener económicamente al clero y devolver los bienes no vendidos.

La venta de los bienes se realizaba en pública subasta, con tasación oficial. Había dos medios de pago: un pago inicial en efectivo y el resto en efectivo o Deuda Pública, con diferentes plazos.

3.2. Desamortización de Madoz (1855-1924)

En 1855, Madoz promulgó la Ley de Desamortización General, en el contexto del Bienio Progresista. Se pusieron a la venta (violando el Concordato de 1851) tierras y bienes del clero regular y secular, de instituciones públicas o civiles (del Estado, municipios) y de manos muertas. Los bienes de propios proporcionaban renta al Concejo, mientras que los comunes no generaban renta y eran utilizados por los vecinos. Esta desamortización se prolongó hasta 1924, con la ley municipal de Calvo Sotelo. Fue más importante que la de Mendizábal por su duración, volumen de bienes y repercusiones (empobrecimiento de la Iglesia, arcas municipales y campesinos).

El procedimiento de venta fue similar al de Mendizábal, pero con dos diferencias: el dinero se destinó a la industrialización (ferrocarril) y no a la Hacienda, y la propiedad del dinero era de los Ayuntamientos, no del Estado. El Estado recibía el importe y lo transformaba en bonos del Estado, actuando como custodio de los fondos municipales. La burguesía fue la más beneficiada, pero hubo más participación de pequeños propietarios.

4. Consecuencias de las Desamortizaciones

Sociales:

  • Gran parte de las compras fueron realizadas por la burguesía de negocios, a menudo de zonas alejadas de las propiedades. No se creó la deseada familia de propietarios, sino más bien propietarios absentistas. En menor medida, surgió una burguesía agraria de antiguos arrendatarios convertidos en pequeños y medianos propietarios.
  • No fue una reforma agraria, ya que las condiciones no eran propicias y, en la práctica, aumentó los latifundios. Hubo críticas de políticos que pedían entregar tierras a arrendatarios para fomentar la pequeña y mediana propiedad. No hubo reforma social, sino muchos jornaleros cuyo trabajo dependía de las cosechas, provocando protestas, especialmente en Andalucía. Los que antes no tenían tierras, ahora carecían de medios para tenerlas, y aumentó el número de asalariados al pasar de un sistema paternalista a uno liberal.

Económicas:

  • Los liberales creían que la propiedad, concebida a su manera, incrementaría la producción agrícola, pero esto no ocurrió hasta que mejoraron los métodos de cultivo. A pesar del aumento del área de explotación, la rentabilidad no mejoró de inmediato.
  • Apenas varió el desequilibrio entre latifundismo (centro y sur) y minifundismo (norte), ya que las desamortizaciones no se plantearon como reforma agraria.
  • La repercusión en la Hacienda Pública fue menor de lo esperado, ya que se usó mucho papel despreciado de la Deuda Pública. Se ha debatido si la desamortización desvió capitales hacia el campo que podrían haberse empleado en la industrialización. Es una discusión sin respuesta clara, ya que, aunque se invirtió en el ferrocarril, la mayoría del capital industrial fue extranjero.

Ideológicas:

  • La desamortización se relaciona con el triunfo de la propiedad liberal y capitalista, desapareciendo el mayorazgo y el señorío del Antiguo Régimen. Surgieron los “foros”, antiguos censos en manos de la burguesía rentista. La propiedad liberal eliminó las limitaciones al uso de montes y al paso del ganado.
  • Desde 1836, se produjo una ruptura entre el Estado y la Iglesia, adquiriendo el liberalismo un tono anticlerical. Las relaciones no se restablecieron hasta el Concordato de Isabel II y, posteriormente, el de Franco.

En el terreno urbanístico, los conventos se convirtieron en cuarteles o edificios públicos, pero a menudo se perdieron riquezas culturales y se destruyeron edificios valiosos.

En conclusión, la persistencia de las estructuras agrarias y el empeoramiento de las condiciones de vida del campesinado explican la aceptación de las corrientes socialistas. El campo se convirtió en un lugar de agitación y conflictividad social, lo que llevó a un nuevo intento de reforma agraria durante la II República.