La Crisis Española de 1917 y las Etapas Clave de la Guerra Civil (1936-1939)

La Crisis de 1917 en España

La neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial favoreció una notable expansión económica, pero también un intenso proceso inflacionario. Esto provocó la pérdida de poder adquisitivo y empeoró las condiciones de vida de las clases populares, fomentando un clima de creciente conflictividad social, a veces denominado “bolchevización” por el temor a la influencia de la Revolución Rusa.

Por otra parte, el reconocimiento internacional del derecho de autodeterminación en los tratados de paz posteriores a la Gran Guerra alentó las posturas autonomistas en España, como las representadas por el Estat Català de Francesc Macià.

La protesta generalizada contra el sistema de la Restauración se manifestó en 1917 a través de tres grandes crisis simultáneas, protagonizadas por partidos situados al margen del turno dinástico, militares y organizaciones obreras.

Crisis Militar: Las Juntas de Defensa

El malestar en el ejército se debía a varios factores, como el exceso de oficialidad, producto en parte de las guerras coloniales. Un punto clave de fricción era el sistema de ascensos: los rápidos ascensos por méritos de guerra, obtenidos principalmente en Marruecos, provocaron el enfrentamiento entre los oficiales “africanistas” y los “peninsulares”, que veían postergadas sus carreras. El conflicto por el valor real de los salarios, mermados por la inflación, también avivaba el descontento.

Este malestar se encauzó a través de las Juntas Militares de Defensa, asociaciones corporativas ilegales de oficiales que reclamaban un aumento salarial y el establecimiento de la antigüedad estricta como único criterio en la política de ascensos. El gobierno de Dato intentó disolverlas, pero finalmente tuvo que ceder ante sus demandas. En su Manifiesto de Junio, las Juntas hacían un llamamiento a la renovación política del país utilizando un lenguaje de inspiración regeneracionista.

Crisis Política: La Asamblea de Parlamentarios

La suspensión de las garantías constitucionales, la clausura de las Cortes y la imposición de la censura de prensa por parte del gobierno de Eduardo Dato animaron a la Lliga Regionalista catalana, liderada por Francesc Cambó, a convocar en Barcelona una Asamblea de Parlamentarios catalanes. Esta asamblea exigió al gobierno la convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes para reformar el Estado y descentralizarlo.

Se convocó al resto de los diputados y senadores españoles a una nueva reunión en Barcelona. Pese a la prohibición gubernamental, la Asamblea se celebró el 19 de julio, pero fue disuelta por la Guardia Civil. El movimiento asambleario no tuvo continuidad debido a la negativa de las fuerzas monárquicas a participar, las discrepancias internas entre la izquierda y los regionalistas, y el rechazo explícito de las Juntas de Defensa.

Crisis Social: La Huelga General Revolucionaria

El protagonismo de la protesta pasó entonces al movimiento obrero y sindical. Como precedente, destacó el creciente movimiento huelguístico provocado por el descenso de los salarios reales y la acción conjunta de la CNT (anarcosindicalista) y la UGT (socialista). En un manifiesto firmado en marzo de 1917, ambas organizaciones llamaban a la convocatoria de una huelga general revolucionaria.

La tensión estalló en agosto de 1917 a raíz de un conflicto ferroviario en Valencia. La UGT, con el apoyo del PSOE, decidió llamar a la huelga general indefinida en toda España, con el objetivo de derrocar al régimen, formar un gobierno provisional y convocar Cortes Constituyentes. La huelga, iniciada el 13 de agosto, tuvo una incidencia muy desigual geográfica y sectorialmente.

La reacción del gobierno fue duramente represiva: se declaró el estado de guerra, se envió al ejército a sofocar la huelga (causando decenas de muertos) y fue detenido el comité de huelga (incluyendo a figuras socialistas como Julián Besteiro y Francisco Largo Caballero). El temor a una revolución social similar a la rusa inhibió a la burguesía y a los participantes en la Asamblea de Parlamentarios, frenando cualquier reforma profunda del sistema de la Restauración.



Principales Etapas de la Guerra Civil Española (1936-1939)

Primera Etapa (Julio 1936 – Marzo 1937): Del Paso del Estrecho a la Batalla de Madrid

Las primeras operaciones militares se caracterizaron por la llamada “guerra de columnas”. El principal objetivo de los militares sublevados era una rápida conquista de Madrid. Desde Burgos y Valladolid, el general Mola envió columnas hacia la capital, pero su avance quedó detenido en la Sierra de Guadarrama por la resistencia republicana.

Mientras tanto, desde el sur, las tropas africanistas al mando del general Yagüe, tras cruzar el Estrecho de Gibraltar con ayuda italo-alemana, iniciaron una rápida marcha hacia el centro peninsular, ocupando Extremadura. El camino hacia Madrid parecía abierto, pero Franco, recién nombrado jefe del bando sublevado, tomó la decisión estratégica y propagandística de desviarse para tomar Toledo y liberar su Alcázar, sitiado por los republicanos. Este retraso permitió a los republicanos organizar la defensa de la capital, con la creación de la Junta de Defensa de Madrid y la llegada de las primeras Brigadas Internacionales y armamento soviético.

En noviembre de 1936, las tropas sublevadas llegaron a las afueras de Madrid, dando comienzo a la larga Batalla de Madrid. Se sucedieron duros combates en la Ciudad Universitaria y operaciones para intentar cercar la ciudad por el noroeste (carretera de La Coruña, febrero de 1937), el sureste (Batalla del Jarama, febrero de 1937) y el noreste (Batalla de Guadalajara, marzo de 1937, con victoria republicana). El fracaso de estas ofensivas persuadió a Franco de renunciar, por el momento, a la toma directa de la capital.

Segunda Etapa (Abril – Noviembre 1937): La Caída del Norte

El fracaso en Madrid hizo que Franco modificase su estrategia, iniciando una guerra de desgaste y concentrando sus esfuerzos en la conquista de la franja cantábrica republicana (País Vasco, Cantabria y Asturias), una zona industrial y minera vital, pero aislada del resto del territorio leal.

La ofensiva de los sublevados contra Vizcaya se inició en abril, con un fuerte apoyo de la artillería y los masivos bombardeos aéreos de la Legión Cóndor alemana, destacando el tristemente célebre bombardeo de Guernica (26 de abril de 1937). En junio cayó Bilbao y, con ello, Vizcaya.

Para aliviar la presión militar en el norte, el Estado Mayor republicano lanzó ofensivas de distracción en Brunete (julio) y Belchite (agosto-septiembre). Sin embargo, estas costosas ofensivas no pudieron evitar que en agosto cayera Cantabria (Santander) y en octubre, tras una dura resistencia, Asturias (Gijón y Avilés). La caída del norte supuso un duro golpe para la República.

Tercera Etapa (Diciembre 1937 – Noviembre 1938): De Teruel a la Batalla del Ebro

Tras la reorganización militar (creación del Ejército Popular de la República) y política (gobiernos de Largo Caballero y luego Negrín), la República decidió lanzar una ofensiva sobre Teruel en diciembre de 1937. El propósito era aliviar la presión sobre Madrid y demostrar su recuperada capacidad ofensiva. En diciembre se inició el ataque y, en pocos días y en durísimas condiciones invernales, la ciudad fue tomada por los republicanos.

Franco reaccionó ordenando una potente contraofensiva para reconquistar la ciudad. Entre enero y febrero de 1938 tuvo lugar la Batalla de Teruel, donde finalmente se impuso la superioridad material de las tropas nacionales, que recuperaron la ciudad.

Tras Teruel, Franco optó por lanzar una ofensiva general en el frente de Aragón. Sus tropas avanzaron rápidamente, rompieron el frente republicano y alcanzaron el Mediterráneo por Vinaroz (Castellón) en abril de 1938. La España republicana quedó así dividida en dos zonas (Cataluña y la zona centro-sur).

En julio de 1938, el gobierno republicano de Juan Negrín decidió desencadenar una gran ofensiva cruzando el río Ebro, con el objetivo de aliviar la presión militar sobre Valencia (nueva capital republicana) y, si era posible, unir de nuevo las dos zonas republicanas. El general Vicente Rojo preparó el ataque que dio lugar a la Batalla del Ebro (julio-noviembre 1938), la más larga y sangrienta de la guerra. El rápido avance inicial republicano quedó frenado por la potente contraofensiva franquista, convirtiéndose en una larga y terrible batalla de desgaste que agotó los últimos recursos militares y humanos de la República.

Cuarta Etapa (Diciembre 1938 – Abril 1939): La Ofensiva de Cataluña y el Fin de la Guerra

Tras la decisiva derrota republicana en el Ebro, a finales de diciembre de 1938 se produjo la ofensiva franquista sobre Cataluña. El ejército republicano, desgastado y desmoralizado, apenas pudo ofrecer resistencia organizada. Barcelona fue ocupada el 26 de enero de 1939 y Gerona poco después. Cerca de medio millón de personas (civiles y militares) huyeron al exilio en Francia en las semanas siguientes.

La República, reducida a la zona centro-sur (Madrid, Valencia, Castilla-La Mancha, Murcia y parte de Andalucía), continuó resistiendo nominalmente, con la esperanza alentada por Negrín de que el inminente estallido de la guerra en Europa (entre las democracias y las potencias fascistas) cambiara la situación internacional y salvara a la República.

Sin embargo, las divisiones internas en el bando republicano eran ya insalvables y quebraron la última resistencia. El cansancio de la guerra y la convicción de que era imposible ganarla llevaron a un enfrentamiento entre los partidarios de resistir a ultranza (Negrín y los comunistas) y los partidarios de negociar una rendición que evitara mayores males. En marzo de 1939 se produjo un golpe de Estado en Madrid, encabezado por el coronel Segismundo Casado y apoyado por el dirigente socialista Julián Besteiro y otros sectores republicanos moderados, que depuso al gobierno Negrín y creó un Consejo Nacional de Defensa para negociar con Franco.

Franco exigió la rendición incondicional. El 28 de marzo de 1939, las unidades franquistas entraron en Madrid sin resistencia. En los días siguientes, cayeron las últimas ciudades republicanas. El 1 de abril de 1939, Franco firmó el último parte de guerra desde Burgos, declarando el fin del conflicto: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”.