Evolución Demográfica y Movimientos Migratorios en el Siglo XIX
Durante el siglo XIX, la población española experimentó un crecimiento moderado, pasando de 11 millones en 1800 a 18.6 millones en 1900. Este crecimiento, aunque significativo, fue menor en comparación con otros países europeos más desarrollados.
Hasta mediados del siglo XIX, se mantuvo el régimen demográfico antiguo, caracterizado por una **alta natalidad**, una **alta mortalidad** y un **bajo crecimiento vegetativo**. La mortalidad catastrófica era elevada debido a las epidemias y las crisis de subsistencia.
A partir de entonces, se inició un ciclo de transición demográfica con una progresiva reducción de la mortalidad gracias a las mejoras sanitarias y de la alimentación, mientras que la natalidad se mantuvo alta. Esto produjo un mayor crecimiento demográfico que la débil economía española no pudo absorber completamente, lo que impulsó las migraciones. El desarrollo industrial no generó suficiente mano de obra, limitando el crecimiento de las ciudades. No obstante, este crecimiento urbano impulsó reformas urbanas significativas a mediados del siglo XIX, como el derribo de las antiguas murallas y la construcción de nuevos barrios. También se produjo una importante emigración transoceánica.
La Revolución Industrial en España
Los Inicios de la Industrialización
Durante el reinado de Isabel II, se inició la industrialización en España, aunque con retraso respecto a Europa occidental y con un desarrollo muy lento. Las causas principales fueron la **escasez de capitales españoles**, la **limitada disponibilidad de materias primas** y la **escasa capacidad de consumo del mercado español**.
Sectores Industriales Clave
Los tres principales sectores industriales en la España del siglo XIX fueron:
- Industria Textil: Concentrada principalmente en Barcelona, fue pionera en la introducción de la mecanización. Barcelona se convirtió en el principal centro industrial de España, aunque con una población obrera en condiciones laborales y sociales muy precarias.
- Siderurgia: Tuvo un desarrollo más limitado debido a la falta de una mecanización que demandara grandes cantidades de hierro y acero. Los primeros altos hornos se crearon en Marbella en 1837, utilizando carbón vegetal como combustible, lo que generaba elevados costes de producción. En 1860, se inició la construcción de altos hornos en Asturias, empleando carbón mineral. En la década de 1880, se establecieron los altos hornos de Vizcaya, que utilizaban el mineral de hierro de las minas recién descubiertas en la ría de Bilbao y el carbón asturiano y británico importado a través del puerto de Bilbao.
- Minería: Las principales minas de carbón se encontraban en Asturias, pero su calidad era baja y su coste de extracción elevado. En el siglo XIX, se produjo un gran desarrollo de la minería de metales, con el hallazgo y explotación de minas en el sur. La explotación de estas minas estaba mayoritariamente en manos de empresas extranjeras, que extraían el mineral para la industria europea, aprovechando la mano de obra barata y sin generar un desarrollo económico significativo en España.
Transportes, Ferrocarril y Mercado Nacional
España era una economía muy atrasada en el siglo XIX. La mayor parte de la población se dedicaba a una agricultura de subsistencia, lo que resultaba en un bajo nivel de consumo que no estimulaba el desarrollo industrial. Tras la pérdida del Imperio colonial, el mercado interior se convirtió en el principal objetivo para la industria española.
Para crear un mercado nacional, fue necesaria la construcción de nuevos medios de transporte y el establecimiento de una política arancelaria proteccionista. El debate entre proteccionismo y librecambismo fue constante. Los gobiernos conservadores eran partidarios del proteccionismo, mientras que los progresistas defendían el librecambismo. Dado que los conservadores y moderados gobernaron durante más tiempo, predominaron las políticas proteccionistas.
La construcción de ferrocarriles en España fue un proceso lento y tardío. Sin embargo, a raíz de la Ley de Ferrocarriles de 1855, se inició un proceso de construcción ferroviaria con un ancho de vía superior al del resto de Europa. La red tenía una estructura radial con centro en Madrid. La construcción fue realizada por empresas privadas con capital mayoritariamente extranjero (se estima que un 40% del capital procedía del exterior y otro 40% de origen nacional).
La construcción de ferrocarriles permitió la creación de un verdadero mercado nacional. Sin embargo, los escasos capitales disponibles se invirtieron en el ferrocarril, los materiales ferroviarios se importaron y el nivel de utilización de los ferrocarriles fue bajo, lo que impidió que las empresas obtuvieran grandes beneficios.
Hacienda y Sector Financiero
El final del Antiguo Régimen estuvo marcado por una profunda crisis de la hacienda, debido a un sistema fiscal desigual en el que los más ricos estaban exentos del pago de impuestos, recayendo toda la carga sobre la burguesía y el pueblo. Los gastos del Estado superaban a los ingresos, generando un déficit crónico que se solucionaba recurriendo a la deuda pública.
Durante la Década Moderada, se produjo una reforma del sistema fiscal que pretendía establecer la igualdad fiscal y simplificar y racionalizar el sistema. A partir de entonces, todos los ciudadanos debían pagar impuestos. Los propietarios pagaban la contribución, un impuesto directo y proporcional al valor de sus propiedades. Todos los ciudadanos pagaban un impuesto indirecto sobre el consumo, impopular porque gravaba por igual a ricos y pobres.
A pesar del aumento de los ingresos del Estado, esta reforma era incompleta, ya que no se gravaban las rentas, los tipos impositivos sobre la propiedad eran bajos y el fraude fiscal era elevado. El Estado español tuvo que seguir recurriendo a la emisión de deuda pública.
Un elemento imprescindible en la nueva economía capitalista era la creación de un sistema bancario fundamental para el crédito. Durante el Bienio Progresista, la Ley de Bancos y Sociedades de Crédito favoreció la creación de bancos modernos. Se creó el Banco de España.
Los nuevos bancos permitieron recoger el ahorro de la sociedad y canalizarlo mediante préstamos hacia la inversión industrial. La racionalización del sistema monetario se realizó mediante la creación de la peseta en 1868. Al mismo tiempo, se fue generalizando el uso de papel moneda, que coexistió con la moneda de oro y plata. Se crearon las sociedades por acciones, que se desarrollaron mucho a raíz de la mencionada Ley de Bancos y Sociedades de Crédito, surgiendo las bolsas de Madrid y Barcelona como mercados de compraventa de acciones.