La Segunda República Española: Proclamación, Reformas y Conflictos (1931-1936)
9.1. Proclamación de la Segunda República, Gobierno Provisional y Constitución de 1931. El Sufragio Femenino
Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 reflejaron el rechazo mayoritario a la monarquía, lo que llevó a la proclamación de la Segunda República el 14 de abril. Alfonso XIII partió al exilio, y se instauró un Gobierno Provisional compuesto por republicanos y socialistas, presidido inicialmente por Niceto Alcalá-Zamora y luego por Manuel Azaña. Este gobierno impulsó reformas para modernizar el país, enfrentándose a la oposición de sectores conservadores, la Iglesia y el Ejército.
Se negoció con Cataluña la renuncia a su proclamación de “República Catalana” a cambio de un Estatuto de Autonomía. En el ámbito agrario, el ministro Largo Caballero impulsó decretos para mejorar las condiciones de los jornaleros, generando tensiones con los grandes propietarios. Para evitar un golpe militar, Azaña ofreció a los oficiales monárquicos retirarse con sueldo íntegro, lo que redujo el número de altos mandos hostiles a la República.
Las relaciones con la Iglesia fueron tensas, con medidas como la eliminación de su financiación estatal y la prohibición de que las órdenes religiosas impartieran enseñanza. Estas políticas, junto con actos anticlericales como la quema de conventos en mayo de 1931, generaron una fuerte oposición católica.
El 28 de junio se celebraron elecciones a Cortes Constituyentes, en las que la conjunción republicano-socialista obtuvo una mayoría aplastante. La Constitución de 1931, aprobada en diciembre, estableció una República democrática y progresista con sufragio universal, incluyendo el voto femenino. Se instauró un Estado laico, con separación Iglesia-Estado, y se reconoció la autonomía de regiones como Cataluña. Además, se garantizaban derechos laborales y la posibilidad de expropiaciones por interés social.
Pese a sus avances, la Segunda República afrontó conflictos sociales y políticos que marcarían su futuro.
9.2. El Bienio Reformista: Reformas Estructurales y Realizaciones Sociales, Culturales y Territoriales. Reacciones desde los Diversos Posicionamientos
El Bienio Reformista (1931-1933) fue un período clave de la Segunda República Española, liderado por Manuel Azaña tras la dimisión de Alcalá Zamora y Miguel Maura. Su gobierno, apoyado por republicanos de izquierda y socialistas, impulsó importantes reformas en educación, autonomía y agricultura.
En el ámbito educativo y cultural, se promovió una enseñanza laica, obligatoria y gratuita, con la construcción de miles de escuelas, la creación de institutos de bachillerato y las Misiones Pedagógicas, que llevaron cultura a zonas rurales.
La reforma autonómica permitió la descentralización del Estado. Cataluña consiguió su Estatuto de Autonomía en 1932, aunque con menos competencias de las esperadas. En el País Vasco y Galicia se iniciaron procesos similares, pero fueron interrumpidos por la Guerra Civil.
En el campo agrario, se aprobó la Ley de Reforma Agraria, que buscaba redistribuir tierras de los grandes terratenientes entre los campesinos. Sin embargo, su aplicación fue lenta y con escasos resultados, lo que generó descontento tanto entre propietarios como jornaleros.
Las reformas de Azaña enfrentaron una fuerte oposición de sectores conservadores, la Iglesia, los terratenientes y militares, lo que llevó a conspiraciones como el fallido golpe de Sanjurjo en 1932. La derecha se reorganizó con la fundación de la CEDA, mientras que en la izquierda, los anarcosindicalistas protagonizaron huelgas y revueltas, destacando la tragedia de Casas Viejas en 1933.
Finalmente, la división en el gobierno y la creciente oposición precipitaron la caída de Azaña. En noviembre de 1933, se convocaron elecciones, marcando el fin del Bienio Reformista y el inicio de un giro hacia la derecha en la política republicana.
9.3. El Bienio de la CEDA y del Partido Radical. El Frente Popular. Desórdenes Públicos. Violencia y Conflictos Sociales
Las elecciones de noviembre de 1933 marcaron un giro político en la Segunda República. La izquierda, desunida, sufrió una gran derrota, mientras que la CEDA, liderada por Gil Robles, se convirtió en el partido con más escaños, apoyando al gobierno del Partido Radical de Lerroux. Durante el bienio radical-cedista (1934-1936), se revirtieron las reformas del primer gobierno republicano: se restablecieron subvenciones a la Iglesia, se paralizó la reforma agraria y se concedió amnistía a militares golpistas.
El creciente descontento social llevó a huelgas y protestas, culminando en la Revolución de Asturias en octubre de 1934, donde mineros y obreros se levantaron en armas. La revuelta fue duramente reprimida por el ejército bajo el mando de Franco, dejando miles de muertos y detenidos. A su vez, en Cataluña, el gobierno de Companys proclamó un Estado catalán independiente, pero la insurrección fue sofocada y la autonomía suspendida.
El desprestigio del Partido Radical por casos de corrupción y la crisis política forzaron elecciones en febrero de 1936. El Frente Popular, una coalición de izquierdas, venció, iniciando reformas como la liberación de presos políticos y el reparto de tierras. Sin embargo, la polarización aumentó: la izquierda radicalizó su postura mientras la derecha conspiraba contra el gobierno. En julio, el asesinato del líder derechista Calvo Sotelo fue el detonante final. El 18 de julio, una sublevación militar liderada por Franco, Mola y otros generales dio inicio a la Guerra Civil Española.