El Movimiento Obrero y la Restauración Borbónica en la España del Siglo XIX

El Movimiento Obrero en España

El movimiento obrero es consecuencia de la sociedad de clases que surge con la Revolución Industrial y el nuevo sistema económico, el capitalismo, que establece una relación de desigualdad entre la burguesía (propietaria de los medios de producción) y los obreros (que venden su fuerza de trabajo). Llamamos movimiento obrero a la toma de conciencia de los obreros como una clase social que se une para luchar por sus derechos, denunciando las malas condiciones de vida y laborales, y su marginación de la vida política, lo que les impide defender sus intereses (mejorar su situación).

Organización y Clandestinidad

El movimiento obrero en España se organiza sobre todo durante el periodo de la Restauración, etapa en que los derechos de asociación, de expresión y de reunión se ven limitados, lo que impide su actividad. De ahí que las primeras asociaciones obreras vivieran en la clandestinidad o camufladas bajo asociaciones con otros fines declarados, como fue la madrileña Asociación General del Arte de Imprimir, presidida por Pablo Iglesias y germen del PSOE.

Legalización y Crecimiento

Cuando el gobierno de Sagasta, en 1881, recupera nuevamente los derechos de asociación y expresión, las organizaciones sindicales y obreras clandestinas empezaron a salir a la luz hasta su legalización definitiva en 1887. La importancia social y numérica de la clase obrera en nuestro país va creciendo con la progresiva industrialización y la consolidación del capitalismo: industria textil y química de Cataluña, las fundiciones de hierro y acero del País Vasco, y las minas de Asturias. Esto hizo surgir un proletariado industrial muy politizado, que se suma al proletariado rural (jornaleros) afectado por las duras condiciones laborales (trabajaban de sol a sol), salarios de miseria, largas temporadas de paro y sin posibilidad de aliviar su hambre mediante el uso de las tierras comunales (desamortizadas).

Actividad y Oposición al Sistema

Comienza entonces un periodo de intensa actividad propagandística y organizativa obrera con asambleas, congresos, creación de periódicos, publicación de manifiestos, mítines, huelgas y manifestaciones callejeras (como las celebraciones del 1 de Mayo).

El movimiento obrero en España, excluido del sistema político de la Restauración al igual que republicanos y burguesías regionalistas (catalana y vasca), se convierte en uno de sus mayores opositores al sistema político de Cánovas, que no atendía sus demandas de mejoras sociales y laborales ni buscaba reducir las desigualdades. Las dos ideologías mayoritarias entre los obreros y el campesinado español a finales del siglo XIX fueron: la anarquista y la socialista o marxista.


La Restauración Borbónica (1875-1902)

Contexto y Objetivos

El Sexenio Democrático (reinado de Amadeo I al que sucedió la I República) fue un período de gran inestabilidad política y social debido a la concurrencia de graves conflictos como fueron la guerra de Cuba, la tercera guerra carlista, la insurrección cantonalista y el auge del movimiento obrero. Esta enorme conflictividad provocó un viraje de la burguesía liberal hacia posiciones conservadoras y despertó en amplias capas de la sociedad el anhelo de la restauración monárquica como garantía para devolver al país al orden y la estabilidad.

La Restauración en España hace referencia no sólo al restablecimiento de la monarquía en la figura de Alfonso XII, sino al sistema político ideado por Cánovas del Castillo y que abarca el reinado de Alfonso XII (1875-1885) y la regencia de su viuda María Cristina (1885-1902).

Cánovas era un admirador del sistema parlamentario británico y creía que la prosperidad de Gran Bretaña, potencia hegemónica en ese momento, se debía a la estabilidad que le proporcionaba su sistema bipartidista y la consolidación histórica de las instituciones de la monarquía y el Parlamento. Por eso diseña un sistema político para España que se apoya también en el Rey y las Cortes como instituciones fundamentales legitimadas por la historia, una constitución moderada y la alternancia pacífica de dos partidos en el poder (Conservador y Liberal) para evitar el uso de la fuerza (pronunciamientos militares) por parte de la burguesía progresista para acceder al poder (como ocurrió durante el reinado de Isabel II).

Con este sistema, Cánovas quiere enterrar 60 años de guerras civiles, el poder político de los militares y la corrupción política, y dar paso a una etapa de estabilidad y tranquilidad política que permita el desarrollo industrial del país.

La Constitución de 1876

Tras preparar el retorno de la monarquía en la figura de Alfonso XII, creando un estado de opinión popular favorable, Cánovas pone en marcha la redacción de la Constitución moderada de 1876, cuyo articulado poco preciso (flexible) permitía a los sucesivos gobiernos cambiar las leyes ordinarias sin tener que cambiar la Constitución. Sus principales características son:

  • Soberanía compartida entre el Rey y las Cortes.
  • Fortalecimiento de la Corona: el Rey tiene el poder ejecutivo, nombra a los ministros, promulga leyes, tiene derecho a veto, y convoca, suspende y disuelve las Cortes.
  • Las Cortes son bicamerales y su poder es limitado al compartir el poder legislativo con el Rey.
  • No define el tipo de sufragio para elegir el Congreso, si bien la ley electoral de 1878 establece el sufragio censitario. En cada momento se establecía el que más le interesara al partido en el poder (posteriormente se instauraría el sufragio universal masculino en 1890 bajo gobierno liberal, aunque sin efectos prácticos reales debido al fraude).
  • Reconocimiento teórico de derechos y libertades, pero su aplicación quedaba ligada a la legislación, por lo que cada gobierno podría recortarlos o anularlos con una nueva ley.
  • Declara el catolicismo como religión oficial del Estado, aunque reconoce la libertad de culto individual y privada.

La nueva Constitución estará en vigor hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923.

El Sistema del Turno Pacífico

Siguiendo el modelo británico, el sistema diseñado por Cánovas se basa en el bipartidismo, haciendo que la labor del gobierno recayese en dos partidos que se alternarían en el gobierno y en la oposición. El turno de partidos evitaba el monopolio del poder ejercido por los moderados en tiempos de Isabel II y el uso de la fuerza por los progresistas para acceder al mismo (pronunciamientos). La alternancia de partidos, a la vez, evitaba que partidos radicales accedieran al poder (republicanos y partidos de izquierdas). El turno de partidos estaba ideado para que funcionase sin la interferencia real del electorado, por lo que sólo podía funcionar mediante el fraude electoral.

Funcionamiento del Turno:

  1. Los dos partidos se relevaban en el poder de forma pacífica y se concedían plazos razonables de gobierno. El fin de cada gobierno lo pactaban ambos partidos con el Rey.
  2. Los dos partidos se comprometían a respetar la obra legislativa fundamental de cada uno cuando tenía la responsabilidad gubernamental, además de ejercer una leal oposición cuando tocaba estar en ese lugar.
  3. El Rey, siguiendo sus atribuciones constitucionales, mandaba formar gobierno al nuevo partido, disolvía las Cortes y convocaba elecciones que, debidamente manipuladas, proporcionaban la mayoría necesaria (generalmente amplia) al partido que empezaba a gobernar. El partido saliente pasaba a la oposición hasta que llegase su nuevo turno.

Los Partidos Dinásticos

Los dos partidos del turno, el Partido Conservador, liderado por Cánovas del Castillo, y el Partido Liberal, a cuyo frente se encontraba Práxedes Mateo Sagasta, no tenían una ideología rígidamente definida, pero representaban los intereses de distintos sectores de la oligarquía terrateniente y financiera:

  • Conservadores: Representaban los intereses de los grandes terratenientes (especialmente cerealistas y los viticultores y olivareros del sur), eran firmemente católicos, tendían hacia el proteccionismo (aunque con divisiones internas) y eran partidarios del uso de la represión frente al movimiento obrero.
  • Liberales: Defendían los intereses de sectores industriales, financieros y profesionales urbanos, así como de terratenientes orientados a la exportación. Eran más laicistas o críticos con la influencia de la Iglesia, partidarios de políticas librecambistas (aunque también con matices) y más tolerantes con la oposición real (movimiento obrero y republicanos), impulsando reformas como el sufragio universal masculino.

El sistema dejó fuera inicialmente a la burguesía industrial (Cataluña y Valencia principalmente), que en principio se benefició de la estabilidad política, aunque con el tiempo desarrollaría sus propias opciones políticas (regionalismo/nacionalismo).

El Fraude Electoral y el Caciquismo

La manipulación de las elecciones (que daban una apariencia de legitimidad al sistema) y la abstención generalizada garantizaron durante casi 50 años que el poder se alternase entre Conservadores y Liberales. El fraude electoral se organizaba desde el Ministerio de la Gobernación mediante el “encasillado” o lista de candidatos que debían salir elegidos en cada distrito electoral. La manipulación fue mucho mayor en el mundo rural, donde los “caciques” eran los encargados de lograr los resultados electorales marcados por las élites.

Los caciques eran personajes ricos e influyentes en el mundo rural como los terratenientes, prestamistas, notarios, comerciantes. Eran quienes amañaban las elecciones mediante distintos métodos:

  • Violencia y amenazas (como despedir del trabajo).
  • Cambio de votos por favores (rebajas de impuestos, influir en el sorteo de quintos para el servicio militar, saldo de préstamos, agilizar expedientes que se eternizaban en las oficinas estatales…).
  • Simplemente trampas en las elecciones, el conocido popularmente como el “pucherazo” (cambiar las urnas antes del recuento por otras con los votos deseados, añadir votos falsos, manipular actas, etc.), más visible en las ciudades aunque presente en todo el territorio.

En fin, el sistema político de la Restauración no era más que una fachada institucional para ocultar el verdadero control del poder económico, político y social por parte de una reducida oligarquía. Por tanto, apenas tenía consecuencias prácticas que el sufragio fuese censitario o universal masculino, excepto en las grandes ciudades donde los candidatos de otros partidos (republicanos, socialistas) que no fueran del turno podían obtener algún escaño con mayor dificultad.