Contexto: Las Últimas Colonias Españolas
A finales del siglo XIX, solo se mantenían bajo soberanía española Cuba y Puerto Rico, en América, y las islas Filipinas y algunas pequeñas islas en el Pacífico. Cuba era la principal posesión española, conocida como la ‘Perla del Caribe’. Puerto Rico tenía características parecidas. Ambas islas debían comprar productos españoles y veían limitado su poder para exportar sus productos a Europa o EE. UU.
Causas del Conflicto
Causas Económicas
España dificultaba las exportaciones cubanas mediante la imposición de aranceles a la metrópoli. La economía cubana, especialmente la azucarera, había entrado progresivamente en la órbita de Estados Unidos.
Causas Políticas
Existía un interés directo de Estados Unidos en la zona, en línea con su expansionismo basado en la Doctrina Monroe (‘América para los americanos’). EE. UU. pretendía vincular (sin ocupar directamente) a los países americanos a través del control de su economía y sus gobiernos. La política de los sucesivos gobiernos españoles ante las demandas independentistas fue insuficiente y a menudo represiva.
Causas Ideológicas
Desde Cuba, los criollos se sentían limitados económica y políticamente y aspiraban a la independencia, siguiendo el ejemplo del resto de antiguas colonias españolas y de las Trece Colonias norteamericanas contra los ingleses. Desde España, Cuba era considerada como parte integral de su territorio, similar a Baleares o Canarias. Junto a los intereses económicos, existían fuertes lazos sentimentales debido a las numerosas familias españolas repartidas entre ambos territorios.
Antecedentes: La “Guerra Larga” y el Nacionalismo Cubano
La esclavitud, base del sistema productivo cubano, pervivió hasta 1886. La oposición de los criollos cubanos a las políticas metropolitanas y la interferencia constante de los intereses estadounidenses forjaron el nacionalismo cubano. El malestar en la isla fue creciendo, culminando en la creación del Partido Revolucionario Cubano por José Martí, de claro carácter independentista.
La Última Guerra Cubana (1895-1898)
Primera Fase: Inicio de la Insurrección
La insurrección cubana se inició en 1895 en Baire, con el famoso ‘Grito de Baire’: ¡Viva Cuba Libre!. En esta fase inicial murió el líder independentista José Martí.
Segunda Fase: Avance Cubano
Fue el momento de mayor avance de las fuerzas cubanas, que el general español Martínez Campos se vio incapaz de frenar.
Tercera Fase: La Política de Weyler
Martínez Campos fue sustituido por el general Valeriano Weyler, quien aplicó una política de ‘guerra hasta el final’, incluyendo la controvertida reconcentración de campesinos, aunque finalmente fracasó en sofocar la rebelión. El endurecimiento del conflicto radicalizó aún más a los rebeldes cubanos e incrementó el odio hacia el dominio español. La guerra obligó al Estado español a realizar un gran esfuerzo: envió más de 200.000 soldados, la mayoría reclutados por el procedimiento de leva (ciudadanos procedentes de las clases trabajadoras que no podían pagar la redención para eludir el servicio militar), en su mayoría mal preparados y con falta de formación militar. Muchos de ellos enfermaron o murieron por las enfermedades tropicales y la falta de medios sanitarios.
Cuarta Fase: Intento de Autonomía y Apoyo Estadounidense
Tras el asesinato de Cánovas del Castillo, el nuevo presidente del gobierno español, Sagasta, sustituyó a Weyler por el general Blanco. Se intentó una nueva estrategia: se concedió a Cuba la autonomía, la igualdad de derechos entre peninsulares e insulares, el sufragio universal masculino, etc. Sin embargo, estas medidas llegaron demasiado tarde. Los independentistas, que aspiraban a la plena soberanía, contaban ya con el apoyo decidido de Estados Unidos.
La Intervención Norteamericana y la Guerra Hispano-Estadounidense (1898)
Estados Unidos mostraba abiertamente su apoyo a los independentistas cubanos. La explosión del acorazado estadounidense Maine en el puerto de La Habana en febrero de 1898 (cuyas causas aún son debatidas) sirvió de pretexto. En contestación a la creciente tensión, el gobierno español envió el crucero Vizcaya al puerto de Nueva York. Se abrió una doble investigación, española y estadounidense, sobre la explosión del Maine. La prensa sensacionalista y la diplomacia estadounidenses crearon una fuerte campaña de opinión pública contra el gobierno español. Estados Unidos presentó un ultimátum y un plan de compra de la isla, que España rechazó.
Estados Unidos declaró la guerra a España el 25 de abril de 1898. Aunque el ejército español era superior en número en Cuba, estaba peor armado, mal abastecido y desgastado por la guerra contra los mambises. La guerra se decidió rápidamente en el mar, donde la flota española era claramente inferior tecnológica y estratégicamente. Las escuadras españolas fueron destruidas en las batallas navales de Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba.
La Pérdida de Filipinas
En Filipinas, el descontento contra el dominio español también había crecido. Se formó la Liga Filipina, liderada por José Rizal (ejecutado por los españoles en 1896), que inicialmente pedía reformas. La población española era escasa, excepto en Manila. Al no ser aceptadas las reformas por el gobierno español, se inició la insurrección (liderada por figuras como Emilio Aguinaldo). Estados Unidos, ya en guerra con España, aprovechó la ocasión y envió su flota, que destruyó la armada española en la bahía de Manila (Batalla de Cavite).
El Tratado de París (1898)
La derrota militar española fue total. El Tratado de París se firmó el 10 de diciembre de 1898. En él, España reconocía la independencia de Cuba (que quedaría bajo tutela estadounidense) y cedía Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam a Estados Unidos, a cambio de una compensación económica de 20 millones de dólares. Ante la imposibilidad de mantener y hacer efectiva su ocupación, España vendió a Alemania en 1899 las islas Carolinas, Marianas (excepto Guam) y Palaos. Quedaba así liquidado el Imperio Español.
Consecuencias del Desastre del 98
La derrota, conocida en España como el ‘Desastre del 98’, no produjo un cambio inmediato de gobierno ni hizo peligrar la monarquía de Alfonso XIII (bajo la regencia de María Cristina), pero sumió a la sociedad y a la clase política española en un profundo estado de desencanto y frustración. Económicamente, aunque se perdieron mercados coloniales, la repatriación de capitales desde Cuba tuvo efectos positivos a medio plazo. Se intensificó el cultivo de remolacha azucarera en la Península y de caña de azúcar en la costa andaluza para sustituir el azúcar cubano.
La Crisis del 98 fue, más que política o económica, una profunda crisis moral e ideológica. En este contexto surgió el Regeneracionismo, un movimiento intelectual y político que reflexionó sobre las causas de la decadencia española y propuso soluciones. Figuras como Joaquín Costa llamaron a la ‘regeneración’ del país, buscando la dignificación de la política, la modernización económica y social, y la superación del atraso cultural y educativo con lemas como ‘Escuela, despensa y siete llaves al sepulcro del Cid’.