Los Orígenes del Totalitarismo: El Mal Radical
Cuando Hannah Arendt habla de totalitarismo (el término no es suyo), piensa fundamentalmente en el nazismo del siglo XX y en la época estalinista de la Unión Soviética. Para ella, nunca antes en la historia se había producido una barbarie organizada de este tipo, por lo que considera necesario entenderla con nuevas categorías. Explicar esto es el objetivo de su obra Los orígenes del totalitarismo.
Arendt identifica dos precedentes históricos clave del totalitarismo:
- El antisemitismo europeo de los siglos XVIII y XIX: En Francia (Caso Dreyfus), por ejemplo, identifica el antisemitismo como una corriente utilizada para fortalecer la identidad del Estado, presentando a los judíos, aunque fueran franceses, como ajenos o contrarios al estilo de vida nacional (antisemitismo político).
- El imperialismo de finales del siglo XIX: Para la pensadora, la necesidad de la burguesía de invertir capital se unió a una ideología que imponía la superioridad de unas razas sobre otras. Esto justificó las masacres cometidas en otros países (denominadas “asesinatos administrativos”) y promovió la deshumanización de determinados grupos.
Teniendo en cuenta estos antecedentes, la precaria situación económica dejada por la Primera Guerra Mundial en Europa allanó el camino a los movimientos totalitarios. Estos atrajeron a las masas desideologizadas con la propaganda de un futuro mejor, a menudo con la colaboración de ciertos intelectuales. Una vez conquistado el poder, bajo el pretexto de una supuesta ley natural (nazismo) o histórica (estalinismo), la forma del Estado y el poder comenzaron a transformar las leyes. El poder se concentró en torno a un líder único, sustituyendo los partidos políticos por la masa, aboliendo los derechos individuales, centralizando la economía y organizando un aparato de propaganda, una política de terror y un marco jurídico que justificaba todas estas acciones.
El objetivo primordial del totalitarismo es mantener el poder a toda costa. Para ello, bajo el pretexto de la ley natural o histórica, se implementan leyes destinadas a destruir al individuo (aunque, en muchos casos, se utilicen excusas similares para justificar que el propio gobierno no cumpla o no publique dichas leyes). Esta destrucción se manifiesta en varios ámbitos:
- Muerte de la persona jurídica: Se niega el “derecho a tener derechos”.
- Muerte de la persona moral: Se atomiza la sociedad y se organiza de tal manera que tolere la violencia. Elegir el bien se vuelve casi imposible.
- Destrucción de la individualidad: Las “fábricas de muerte” (campos de concentración y exterminio) crean un marco para morir en el olvido y de forma anónima.
Este es el mal radical que, a juicio de Arendt, supuso el totalitarismo, una novedad histórica: que una ideología convierta al ser humano en algo superfluo, borroso, desarraigado. El totalitarismo logró que los Estados robaran a miles de sus ciudadanos todo atisbo de humanidad bajo la égida de la legalidad. Dentro del totalitarismo, todo es posible. El futuro de los seres humanos queda en manos de la burocracia administrativa.
Eichmann en Jerusalén y la Banalidad del Mal
Adolf Eichmann fue uno de los altos cargos del partido nazi que planificó y ejecutó aspectos clave del Holocausto. Al finalizar la guerra, huyó a Argentina, donde fue secuestrado por un comando del Mosad y trasladado a Jerusalén en 1960. Al año siguiente, fue juzgado, declarado culpable y condenado a muerte, sentencia que se ejecutó en 1962.
En su obra Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal, Arendt observa que Eichmann parecía ser un ser humano común (no un monstruo sádico, ni un antisemita fanático, ni un sociópata). Ante esto, Arendt se plantea la pregunta fundamental: ¿cómo es posible que una persona aparentemente normal llegue a ordenar y facilitar la muerte de millones de personas?
Arendt analiza dos argumentos principales utilizados por la defensa de Eichmann:
- Actuó bajo la “Razón de Estado”: Según este argumento, la ética individual y la ética estatal operan en niveles distintos, permitiendo a los Estados tomar decisiones (violaciones de derechos, violencia, asesinatos) que serían inaceptables para un individuo. Arendt señala que el Estado totalitario convierte estas excepciones en la norma cotidiana.
- Actuó siguiendo órdenes: Eichmann intentó, mediante una interpretación interesada del imperativo categórico de Kant, descargar toda la responsabilidad en Hitler y sus superiores. Arendt replica que, si bien a lo largo de la historia existen ejemplos donde la ley (civil y militar) permite desobedecer órdenes manifiestamente ilegales o inmorales, en el caso de Eichmann, las órdenes genocidas eran la ley dentro del Estado totalitario. Él no planteó ningún conflicto moral o legal al respecto.
El Estado totalitario se caracteriza precisamente por normalizar y legislar los asesinatos administrativos. Dentro de este sistema, un individuo puede, con la aparente legitimidad de la ley, firmar la aniquilación de miles de personas. Esta es la banalidad del mal: el mal deja de percibirse como algo monstruoso o diabólico y se convierte en una función burocrática, ejecutada por personas corrientes que renuncian a pensar críticamente sobre sus actos.
Eichmann encontró en el sistema la comodidad de dar órdenes terribles sin reflexionar sobre sus consecuencias humanas. El Estado totalitario le proporcionó un marco para actuar sin pensamiento crítico. Es precisamente esta falta de reflexión, esta incapacidad para pensar desde el punto de vista de los demás, lo que hace culpable a Eichmann. Aunque actuó en nombre del Estado y siguiendo la ley vigente en ese régimen, tenía la capacidad humana fundamental de reflexionar y decidir no participar en los asesinatos administrativos. Su mayor crimen, según Arendt, fue su superficialidad, su falta de empatía y su contribución a convertir el mal extremo en algo banal, rutinario y administrativo.
Ámbitos de la Vita Activa: Privado, Público y Social
Cada una de las actividades que configuran la vita activa (labor, trabajo y acción) tiene lugar preferentemente en diferentes ámbitos: el privado, el público y el social. En La condición humana, Hannah Arendt desarrolla la tesis de que en la era moderna se ha producido un preocupante retroceso del espacio público, debido principalmente a la emergencia de lo social.
En primer lugar, Arendt explica los conceptos de lo privado y lo público (o político), basándose en la distinción griega entre oikos (lo doméstico, el hogar) y polis (la esfera pública, la ciudad).
- El ámbito privado (oikos) está regido por la necesidad de satisfacer las urgencias de la vida (relacionadas con la labor). En él no hay lugar para la libertad en sentido político, porque sus miembros están sujetos a la necesidad y prevalecen relaciones asimétricas de mando y obediencia.
- El espacio público (polis), en cambio, es el ámbito donde los seres humanos despliegan su capacidad de acción y diálogo (lexis) en un marco de igualdad. Es el espacio de la libertad y la pluralidad.
En la era moderna, sin embargo, a estos dos espacios se añade la creación de lo social, una esfera híbrida entre lo privado y lo público. Se forma cuando las preocupaciones por la necesidad y la administración de la vida (propias del ámbito privado) invaden y ocupan un lugar central en el espacio público. Para Arendt, la expansión de lo social conduce a la decadencia del espacio público genuino.
Con la consolidación de la esfera social, la política tiende a convertirse en administración y gestión de la población. El poder trata a los seres humanos como miembros de una sociedad homogénea, tomando decisiones sobre ellos y olvidando su singularidad, su libertad, su palabra y su capacidad de acción. La política deja de ser un espacio de interacción entre iguales donde las personas pueden expresar su pluralidad y ejercer su libertad. El poder administrativo tiende a regir tanto la esfera privada como la pública del individuo.
Para Arendt, es crucial mantener la distinción y la vitalidad tanto del espacio privado como del espacio público. Señala que una de las características del totalitarismo es precisamente su tendencia a politizarlo todo (lo jurídico, lo económico, lo científico, lo pedagógico, etc.), absorbiendo todas las esferas de la vida en el control estatal. Al hacerlo, elimina la esfera privada, la identidad individual, las diferencias y la diversidad, desarraigando a los seres humanos del mundo y despojándolos de su dignidad. Por ello, Arendt reivindica la esfera pública como el ámbito indispensable para la aparición de la individualidad a través de la acción y el discurso, como el espacio del “nacimiento” político del individuo.
Condiciones de la Vida Humana: Labor, Trabajo y Acción
En su libro La condición humana, Arendt analiza las tres actividades fundamentales que conforman la vita activa (la vida activa, en contraposición a la vita contemplativa): la labor, el trabajo y la acción. Su objetivo es explorar las condiciones básicas de la existencia humana en la Tierra.
- Labor (Labor): Es la actividad ligada a los procesos biológicos del cuerpo humano, a la supervivencia. Se corresponde con la necesidad de mantener la vida individual y la de la especie. Arendt describe su carácter cíclico (producción para el consumo inmediato) y su relación con la necesidad. El producto de la labor se consume para mantener el proceso vital.
- Trabajo (Work): Es la actividad que corresponde a lo no-natural de la existencia humana. El trabajo produce un mundo “artificial” de cosas, distinto del entorno natural. A través del trabajo (artesanía, arte, fabricación), los seres humanos crean objetos duraderos que constituyen el mundo común, proporcionando estabilidad y objetividad a la vida humana. Estos objetos no se consumen inmediatamente, sino que están destinados a usarse y a perdurar.
- Acción (Action): Es la única actividad que se da directamente entre los seres humanos sin la mediación de cosas o materia. Corresponde a la condición humana de la pluralidad, al hecho de que los hombres, no el Hombre, viven en la Tierra y habitan el mundo. La acción es la actividad a través de la cual los individuos se revelan unos a otros como seres únicos e inician cosas nuevas. Está intrínsecamente ligada al discurso (lexis) y es la actividad política por excelencia.
Para que la acción pueda desplegarse plenamente en un espacio público, Arendt considera necesarias ciertas condiciones:
- La aceptación de la igualdad fundamental entre los participantes (como ciudadanos).
- La garantía de la libertad de expresión y de inicio.
- El cuidado del mundo común, el espacio tangible e intangible donde la acción tiene lugar.
Mientras que su maestro Martin Heidegger definió al ser humano como “ser para la muerte”, Arendt sitúa la natalidad (el hecho de que constantemente nacen nuevos seres humanos en el mundo) como el eje de su pensamiento político: “Con la palabra y el acto nos insertamos en el mundo humano, y esta inserción es como un segundo nacimiento“. Cada nuevo ser humano representa una novedad, un comienzo potencial, la capacidad de iniciar algo nuevo en la historia a través de la acción. La modernidad, sin embargo, con el ascenso de lo social y la valoración de la labor por encima de la acción, pone en peligro, según Arendt, el marco plural necesario para la acción política genuina.