El Raciovitalismo de Ortega y Gasset: Razón Vital
La Madurez Filosófica: Superando Vitalismo y Racionalismo
El raciovitalismo responde al intento de superar las posturas vitalistas y racionalistas. Ortega tiene que hacer la crítica de éstas y, posteriormente, asumir lo valioso de cada una de ellas para proponer una síntesis superior.
Crítica del Vitalismo
El término vitalismo presenta varias acepciones:
- En el ámbito biológico, se refiere a las funciones de los seres vivos.
- En la filosofía, el sentido del vitalismo es que el proceso del conocer humano es explicable por las mismas leyes que rigen todo proceso biológico.
- El vitalismo filosófico mantiene que la razón no es el modo superior de conocimiento del hombre.
- La cuarta formulación del vitalismo defiende la primacía del método racional de conocimiento y sitúa en el centro de la reflexión filosófica el problema de la vida.
Crítica del Racionalismo
Ortega critica los excesos del racionalismo. El último paso de la razón es descubrir elementos irracionales, de modo que el trabajo de la razón nos ha llevado ante lo irracional y al reconocimiento de sus límites. Ortega le recrimina dos vicios al racionalismo: que no admiten las zonas de irracionalidad y que creen que la realidad entera tiene que comportarse de igual manera que nuestras ideas.
La Solución Raciovitalista
A pesar de ello, Ortega no deja de reconocer la importancia de los conocimientos indiscutibles que ha conseguido la razón. Por ello, Ortega se siente incómodo cuando se califica de vitalismo a su filosofía y se ve obligado a utilizar expresiones como razón vital, razón histórica o raciovitalismo.
Las tesis del raciovitalismo orteguiano son:
- La realidad y la vida estaban ahí con primacía ontológica anterior a que ningún filósofo diese cuenta de ella.
- La tarea de la razón no puede ser pretender rehacer la realidad, sino dar razón de aquello que la precede. Esto supone que la razón se sitúe en un segundo plano.
- El aspecto que más interesa a Ortega investigar es la idea de la vida como realidad radical.
- La vida, en cuanto realidad radical para el hombre, es la vida que cumple con una serie de condiciones: que la vida humana es la de cada cual, que la circunstancia nos presenta diversas posibilidades que añaden libertad y que la vida es intransferible. Con ello Ortega introduce el tema de la circunstancialidad en el raciovitalismo, pues la vida está en relación directa con las circunstancias en las que está implantada. La necesidad del hombre de pensar y su capacidad de ensimismarse y saberse en sus circunstancias es la separación existente entre la vida humana y cualquier otra.
El Pensamiento como Necesidad
El conocimiento nace de la necesidad originada por la tensión entre saber un poco y el reconocimiento de la ignorancia. Ni el ser omnisciente ni los seres absolutamente ignorantes sienten la necesidad del conocimiento, ya que no existe esta tensión. Precisamente por ser el conocer humano fruto de una necesidad, debe ser entendido como una constante labor, de manera que no desaparezca la tensión. Por ello Ortega propondrá la definición del hombre no como el que sabe, sino como el que quiere saber.
La Multivocidad de las Ideas: Creencias e Ideas
Una de las formas de manifestarse el pensamiento nacido de la necesidad del hombre son las ideas. Las ideas ayudan al hombre a orientarse en el mundo. Debido a su heterogeneidad, Ortega las clasifica en creencias e ideas.
Las Creencias
Las creencias son aquellos pensamientos que construimos y de los que somos conscientes. Las creencias, por otra parte, son una clase de ideas que tenemos tan asumidas que no tenemos necesidad de defenderlas. Al igual que Ortega propugna una armonía entre razón y vida, también propone la armonía entre ideas y creencias.
Las notas definitorias de las creencias son:
- Constituyen el continente de nuestra vida y, por ello, no tienen el carácter de contenidos particulares dentro de ésta.
- No son ideas que tenemos, sino ideas que somos.
- En contraste con las ideas, que nosotros poseemos, las creencias nos poseen a nosotros.
- Hasta tal punto estamos impregnados de nuestras creencias que la carencia de ellas paralizaría nuestra acción.
- Han sido recibidas, estaban ahí antes que nosotros. Precisamente por ello son compartidas por los miembros de la comunidad humana sin que nadie se las cuestione.
- En el preciso momento en que nos empiezan a doler nuestras creencias, comienzan a convertirse en ideas. De ahí la ingrata tarea del filósofo que trata de hacer que al hombre le duelan sus creencias.
La Duda
La duda surge cuando se ha perdido la fe en las creencias en las que nos encontrábamos. Puesto que ya no podemos vivir en ellas, la duda aparece como la búsqueda de la seguridad perdida. Por tanto, la duda es el punto de tránsito entre una certeza y una idea. Aunque el hombre sigue teniendo siempre alguna creencia, porque no puede vivir sin creencias, desde el momento en que se introduce la primera duda, el proceso de conocimiento se dispara y ya no será posible volver a la comodidad de las primeras creencias. Si ya el filósofo es un hombre que lleva a cabo la tarea de sacar al hombre de sus creencias, el escéptico es el filósofo radical que no deja creencia en pie.
Las Ideas
Las ideas son pensamientos y, por lo tanto, son reflexivos y críticos, a diferencia de las creencias. Precisamente porque el pensamiento es fruto de la duda, las ideas hay que defenderlas y reformularlas constantemente. Ciertas ideas pueden ser asumidas hasta tal punto que dejen de ser ideas y se pueda vivir de ellas, haciéndolas creencias. Las ideas es con lo que podemos hacer cosas, mientras que con las creencias no podemos hacer nada porque son ellas las que nos hacen a nosotros. Además, al ser productos nuestros, nos vemos obligados en ocasiones a defenderlas o a atacar las ideas de otro. Las ideas son susceptibles de discusión.
La Razón Histórica en Ortega y Gasset
La realidad radical para el hombre es la vida, que va más allá de esos conceptos biológicos y enlaza con la historia. Precisamente porque el hombre tiene historia es por lo que su realidad radical está también en lo que los hombres que lo han precedido le han transmitido. A cada generación sus predecesores le han transmitido una infinidad de ideas y creencias, de modo que el hombre de cada época no parte de cero, por lo que se hace imprescindible alcanzar una conciencia histórica.
La convicción a la que llegó el hombre ilustrado de que, con la razón, podía vivir una vida nueva sin contar con la historia quedó tan arraigada que fue expresada en muchos ámbitos diferentes. El ser el hombre heredero de la historia de la humanidad es lo que le permite distinguirse de los animales. Los animales sólo heredan instintos inmutables y de los que no tienen conciencia. Pero el hombre recibe también errores de los que vive y que le son provechosos si sabe apreciarlos como tales. A la realidad radical que la historia nos transmite, en un grupo de ideas, hay que añadirle un conjunto de errores que podemos evitar porque ya se han mostrado como tales. Sólo desde ese conocimiento de la historia es posible encarar el futuro con la pretensión de que sea mejor que el pasado.
El Hombre: Ser Inmerso en su Historia
El hombre es una entidad infinitamente plástica de la que se puede hacer lo que se quiera. Recordamos el pasado porque esperamos el porvenir.
La Naturaleza Histórica del Hombre
Al definir al hombre como heredero, afirma que la naturaleza del hombre consiste precisamente en no tener naturaleza. La idea de que el hombre es heredero conlleva otras ideas:
- El ser del hombre consiste en su mutabilidad.
- Esa mutabilidad se puede estudiar en la historia.
- El hombre puede aumentar o dilapidar el caudal cultural heredado.
La sistematización de estas tres ideas es lo que va a permitir a Ortega ensayar una nueva definición del hombre que haga referencia a la historicidad del hombre originada en su plasticidad: “El hombre no tiene naturaleza, sino que tiene historia”.
Por no tener una naturaleza prefijada es por lo que Ortega puede hablar del hombre como mera potencia. De modo que, el recuerdo del pasado es una potencialidad que el hombre ha desarrollado para enfrentarse a sus necesidades del futuro. El hombre necesita del pasado para orientarse. Esta conciencia de la tradición histórica de la que vivía va más allá del ámbito específico y propio de la filosofía. Así pues, el recurso a la tradición es tarea ineludible de todo hombre.
La Idea de las Generaciones para Comprender el Pasado
Si la dimensión histórica puede ser considerada como la naturaleza del hombre es porque se trata de un hombre concreto, sujeto a la circunstancialidad de su época. Por otra parte, la historia nos aparece como un todo continuo que hay que dividir porque la mente humana, para comprender algo, necesita dividirlo. De ahí que Ortega introduzca la división de las generaciones.
La generación es la unidad más pequeña en que la historia se divide. Frente a las tesis que ponen el protagonismo de la historia en manos del individuo o de la muchedumbre, Ortega propone las generaciones como eje interpretativo de la historia. Así pues, el concepto de generación es el que nos permite establecer una cierta distinción en el caos de las informaciones que nos proporciona la historia. Esto es así porque los miembros de una generación están dotados de ciertos caracteres innatos. El carácter innato de los rasgos comunes a una generación es intrahistórico, porque cada generación participa del mismo depósito cultural. Siempre serán mayores los parecidos entre los hombres de una generación que sus diferencias. Las otras generaciones podrán apreciar diferencias en una generación determinada, pero, sobre esas diferencias, estará siempre la comunidad de convicciones de la generación.
Por tanto, en cada momento coexisten tres generaciones: la generación emergente, la que está en su plenitud y la que va desapareciendo poco a poco. Esto lleva a la tesis orteguiana que afirma que no todo contemporáneo es coetáneo, pero sí al revés. Además, aquí radica la génesis del conflicto generacional. La coexistencia de varios grupos de hombres con distintas ideas es lo que permite que pueda haber cambios en la historia. Estas mutaciones de cada generación pueden aparecer en un modo llamativo o en un modo casi imperceptible.
Las Crisis Históricas
Toda generación conlleva un cambio en la perspectiva del hombre sobre su mundo, aunque muchas veces este cambio sea sólo de matiz. Pero también hay épocas en las que una generación introduce un cambio radical. Con estas épocas de cambios radicales estamos ante una crisis histórica.
Distinguimos entre dos tipos de generaciones:
- El primer tipo lo constituyen las generaciones que corresponden a las épocas acumulativas. En ellas, la generación más vieja impone su visión del mundo.
- El segundo tipo son las generaciones que corresponden a las épocas eliminatorias y polémicas, en las que se eliminan los cánones impuestos por las anteriores generaciones.
Así pues, el primer paso a una crisis histórica es el abandono radical de las convicciones que se tenían. Ello no significa que el hombre se quede sin convicciones, pues el hombre no puede vivir sin ninguna convicción. Cuando el hombre se halla instalado en una crisis vive una época de desorientación. Las respuestas del hombre a esta tesitura vital son: recurrir al pasado o convertirse en un hombre de acción. La imposibilidad de que ese pasado vuelva a ser presente hacen que el hombre se entregue frenéticamente a la acción. Esta entrega es lo que Ortega llama “rebarbarización”.