La Novela Española de Posguerra y Franquismo: 1940-1970

La Narrativa Española desde 1940 hasta la Década de 1970

Desde el final de la Guerra Civil (1939) hasta la década de 1970, la narrativa española experimentó numerosas tendencias de difícil síntesis que la crítica ha agrupado por décadas. El profundo trauma de la Guerra Civil afectó a todos los órdenes de la vida (represión, hambre, miedo, aislamiento, exilio…) y un ambiente de doble censura, política y eclesiástica, condicionó la producción novelística, rompiendo bruscamente con las tendencias innovadoras anteriores.

En este panorama, se distinguen dos grandes vertientes: la narrativa que practican los escritores españoles en el exilio y las diversas tendencias que se desarrollaron en España bajo el régimen franquista (1939-1975), mostrando diferentes actitudes. Por una parte, actitudes de complacencia con el nuevo régimen, dando lugar a una narrativa triunfalista, de los vencedores, propagandística y de evasión frente a la dura realidad. Por otra parte, una tendencia crítica, más o menos evidente en función de la acción de la censura, que fue apareciendo a lo largo de sucesivas décadas y que se identifica por el realismo de lo tratado y por las técnicas narrativas utilizadas. Estas dos tendencias, antagónicas en lo ideológico, se han conocido como literatura arraigada (acomodada al régimen) y literatura desarraigada (crítica y existencial).

Narrativa en España bajo el Franquismo (1939-1975) y la Transición

Las tendencias principales dentro de España se agrupan por décadas:

La Década de 1940: Novela Existencial y Tremendista

La década de los 40 es la década de la novela existencial y de la novela tremendista.

Novela Existencial

De la primera, es buen ejemplo Nada (1944), de Carmen Laforet, que ofrece un retrato de la vida sórdida y monótona de los años de posguerra en Barcelona a través de las experiencias de la joven protagonista en su primer año como estudiante universitaria.

Novela Tremendista

La novela tremendista refleja ambientes, situaciones y personajes de extraordinaria dureza y violencia, como se comprueba en La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, relato en el que el protagonista, un campesino extremeño condenado a muerte, cuenta su vida, llena de episodios terribles (como el asesinato de su propia madre) y marcada por un destino trágico. Esta novela, de gran impacto en el momento, supuso un hito por su realismo, por su dramatismo extremo y por su fuerza expresiva.

La Década de 1950: Realismo Social u Objetivismo

La década de los 50 corresponde al realismo social, también conocido como realismo crítico u objetivista. Los novelistas, mediante lo mostrado en sus obras, ofrecen un testimonio de la realidad española con la pretensión de despertar las conciencias y contribuir al cambio social. El tema de la sociedad española de la posguerra y sus tremendas situaciones de injusticia se plantea con la necesaria sutileza para evitar la censura, la cárcel o el exilio.

La novela iniciadora de esta tendencia es La colmena, también de Camilo José Cela, publicada en Buenos Aires en 1951 por motivos de censura. En La colmena, cuya estructura presenta grandes novedades (perspectivismo, alteraciones cronológicas, ordenación en secuencias no siempre sucesivas…), la acción se centra en tres días del Madrid triste y desolado de la posguerra por el que van pasando más de trescientos personajes (novela de personaje colectivo) unidos por el ambiente de miseria, pobreza, degradación moral y alienación.

Otra novela representativa es El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, en la que el narrador se limita a contar, con la objetividad propia de una cámara de cine, los diálogos y los comportamientos de un grupo de jóvenes que acude al río Jarama para pasar un día de fiesta; el tema de fondo es la vida intrascendente y vacía de una juventud sin perspectivas.

La Década de 1960: Experimentación Formal

La década de los 60, que coincide con un tímido aperturismo del régimen, se caracteriza por la experimentación formal. La llamada novela experimental o novela estructural muestra más preocupación por los aspectos formales y lingüísticos que por la reproducción objetiva de la realidad. Esta tendencia experimental recoge las influencias de los grandes novelistas europeos (F. Kafka, M. Proust), norteamericanos (W. Faulkner) y latinoamericanos (García Márquez, Vargas Llosa) e incorpora técnicas como la del monólogo interior, la mezcla de estilos y registros, narraciones no lineales, perspectivismo o narración enfocada desde distintos puntos de vista, etc.

La obra más representativa es Tiempo de silencio (1961) de Luis Martín Santos, donde se cuenta el fracaso vital de un joven médico dedicado a la investigación que, tras ser encarcelado por su involuntaria implicación en un aborto clandestino y tras ser asesinada su novia, abandona la ciencia para ejercer de médico rural. Otros autores representativos de esta tendencia, además del propio Camilo José Cela que no dejará de evolucionar, son Juan Goytisolo (con Señas de identidad), Juan Benet (con Volverás a Región), Miguel Delibes (con Cinco horas con Mario) y Juan Marsé (con Últimas tardes con Teresa).

A partir de la Década de 1970: Síntesis y Diversidad

A partir de los 70, los novelistas buscan una síntesis entre lo experimental y lo tradicional en el relato. Algunos ridiculizan, parodiando, el exceso de experimentalismo (como Torrente Ballester en La saga/fuga de J.B.), pero la mayoría combina lo nuevo con lo tradicional. Un ejemplo de este sincretismo es La verdad sobre el caso Savolta (1975), de Eduardo Mendoza, que parte de un comienzo experimental: la presentación de fragmentos breves, aparentemente inconexos, sin orden cronológico, para desembocar en un desarrollo lineal que reconstruye los hechos y explica los fragmentos iniciales.

Otros novelistas representativos de la narrativa que se desarrolla a partir de este periodo son Manuel Vázquez Montalbán, Francisco Umbral, Antonio Muñoz Molina, Juan José Millás, Arturo Pérez Reverte, Luis Landero, Luis Mateo Díaz y Carlos Ruiz Zafón.

La Novela Española en el Exilio

En cuanto a la novela del exilio, destacan los nombres de Max Aub, Francisco Ayala, Rosa Chacel, Arturo Barea y Ramón J. Sender. De este último es Réquiem por un campesino español (1953), novela ambientada en la Guerra Civil, en la que Mosén Millán, un cura de un pueblo aragonés, mientras prepara el funeral de Paco el del molino, evoca la vida y la muerte de este muchacho, víctima de los odios desatados en la guerra. El regreso de algunos de estos escritores tras la muerte de Franco enriqueció aún más un panorama narrativo que, a día de hoy, presenta gran diversidad.