3.2. La novela y el ensayo novecentistas: características y autores más representativos
La narrativa novecentista destaca por su lirismo intelectualismo, debido a que los autores trataron de superar los patrones narrativos del realismo, a la vez que se alejaron del tono de angustia propio de la Generación del 98. La narrativa novecentista se caracteriza por:
- La fusión de lo narrativo y lo ensayístico (al igual que los noventayochistas), supeditando la acción a la reflexión, que alcanza un mayor nivel de intelectualismo. La trama queda en un segundo plano.
- Se abandona lo sentimental y las intenciones políticas (deshumanización), en favor de una concepción intelectualista y elitista. A pesar de ello, hay novelas de gran lirismo como las de Gabriel Miró.
- El perspectivismo se impone al punto de vista único y omnisciente del narrador realista.
- Se da la preferencia, generalmente, por la vida urbana y moderna. Se aprecia un estilo tendente a la morosidad, a la lentitud, a la digresión, el cual refleja el proceso del pensamiento y el razonamiento abstracto. Se emplea un estilo cuidado, pulido.
- La aparición en 1925 de las Ideas sobre la novela, de Ortega y Gasset, sirve como diagnóstico y nuevo referente de esta narrativa. Los novecentistas renuevan la novela desde distintas posiciones: el humorismo, la deshumanización experimental, el intelectualismo o el lirismo.
Ramón Pérez de Ayala
Estudió Derecho en la Universidad de Oviedo bajo la protección de Leopoldo Alas, “Clarín”. En 1904 publicó su primer libro La paz del sendero elogiado por Rubén Darío. A partir de entonces, su principal actividad sería la literatura. Se le concedió el Premio Nacional de Literatura en 1927 y en 1928 fue nombrado académico de la Lengua. En 1931, con José Ortega y Gasset y Gregorio Marañón, firma el manifiesto Al servicio de la República, manifiesto antimonárquico que tuvo extraordinaria influencia sobre la opinión pública y valió a los tres el apelativo “Padres espirituales de la República”. Al proclamarse la república se le encargó la Dirección del Museo del Prado. En cuanto a su producción narrativa, los críticos suelen distinguir dos etapas en su actividad novelística. En la primera, correspondiente a su época juvenil, aparece como un escritor realista con una visión pesimista de la vida, que se trasluce a través de una sutil ironía. Pertenecen a esta etapa una serie de novelas en parte autobiográficas como Tinieblas en las cumbres (1907), historia cruda de libertinaje, publicada con el pseudónimo de Plotino Cuevas, que noveliza la historia real del viaje en tren desde Oviedo al puerto de los señoritos y las pupilas del más lujoso burdel de Oviedo, para ver un eclipse de sol; La pata de la raposa (1911), segunda parte de la anterior, análisis del amor puro y sensual; A. M. D. G. (1910), obra de carácter antijesuítico que causó un cierto escándalo en su descripción de la vida de un colegio de internado administrado por jesuitas, del cual se escapa un chico, y donde algún sacerdote da rienda suelta a sus tendencias pedófilas; Troteras y danzaderas (1913), descripción de la vida bohemia de Madrid. En estas novelas se realizan algunos experimentos narrativos, como la alternancia de puntos de vista en contrapunto. De transición pueden considerarse las novelas cortas recogidas en Bajo el signo de Artemisa (1916), que son Prometeo, Luz de domingo, La caída de los limones y El ombligo del mundo, donde se encuentra una visión muy negra y sórdida de la brutalidad y violencia caciquista de la vida rural. Con Belarmino y Apolonio (1921) empieza su segunda etapa, donde abandona el realismo en favor del simbolismo caricaturesco y el lenguaje se recarga con componentes ideológicos propios del ensayo. En ella analiza el tema de la duda trascendental en un alma profundamente religiosa. Pertenecen también a esta etapa Luna de miel, luna de hiel (1923) y su segunda parte, Los trabajos de Urbano y Simona (1923) recogidos luego en una sola obra con el título de la segunda. Se trata de la historia de dos jóvenes educados tan estrictamente que no saben qué es el sexo y se les concierta su casamiento; pero no hacen nada sexual y deciden llevarlos al campo para que en contacto con la naturaleza desarrollen sus instintos reprimidos. El estilo de Ramón Pérez de Ayala se caracteriza por la ironía y el uso de un lenguaje muy refinado, donde abundan las alusiones, las citas encubiertas y la intertextualidad, por la abundancia de cultismos y helenismos y por el uso ocasional de las técnicas degradantes del esperpento. El perspectivismo y el contrapunto son técnicas que a veces utiliza, dividiendo incluso la página en dos columnas para contrastar puntos de vista. En su primera etapa reproduce de forma casi naturalista los sonidos. Otros novelistas destacados son Gabriel Miró (sus obras son novelas líricas en las que predominan los paisajes con descripciones de personas y ambientes, frente a un hilo narrativo tenue, reducido a una serie de escenas. Por ejemplo: Las cerezas del cementerio, Nuestro padre San Daniel, El obispo leproso…), Benjamín Jarnés, Wenceslao Fernández Flórez (El bosque animado).
El ensayo
Recibió el impulso definitivo a principios del s. XX: La importancia del intelectualismo en el Novecentismo (son profesores, científicos, historiadores…) determina la tendencia a lo ensayístico, pero desde una posición rigurosa, distante del subjetivismo emotivo y la vehemencia expresiva noventayochistas. El lenguaje es, generalmente, sencillo y claro, y la sintaxis equilibrada; pero se sirven de imágenes y metáforas para dar plasticidad a las ideas. Se pueden destacar dos grandes preocupaciones: el tema de España, visto desde una perspectiva crítica, racional y europeizante; y las reflexiones sobre estética, que plantean en un momento de avance de las vanguardias, cuando se están dilucidando cuestiones sobre la naturaleza y la función del arte y la literatura.
Ortega y Gasset
Este importante filósofo madrileño ocupó un papel fundamental como difusor de las preocupaciones novecentistas, no solo mediante su labor de profesor y ensayista, sino también como fundador de diferentes instituciones y publicaciones, como las revistas España y Revista de Occidente. Sus ensayos suelen clasificarse en tres grandes grupos, dependiendo del tema tratado: ensayos filosóficos, políticos y sociológicos, de teoría artística y literaria.
Ensayos filosóficos. Los dos textos más significativos son El tema de nuestro tiempo y ¿Qué es filosofía? La postura del autor, según sus palabras, es el ratiovitalismo.
Ensayos de tema político y sociológico. En este grupo podemos destacar dos ensayos: España invertebrada y La rebelión de las masas (en ella critica la influencia destructiva de la mentalidad general, y por lo tanto de la gente mediocre, que debe ser dirigida por una minoría intelectual y moralmente superior, y alienta el ascenso del autoritarismo). En estas obras Ortega pretende dar una explicación de las causas de la decadencia española, así como proponer una solución.
Ensayos de teoría y literaria. Dentro de este grupo hay que destacar tres obras: Idea del teatro, Ideas sobre la novela, y La deshumanización del arte. En esta última obra Ortega observó que con esta deshumanización la vida permanece como la única realidad transcendente, y el arte, como juego cuya misión es producir objetos estéticos, libre de cualquier finalidad y sentimentalismo. Su estilo se caracteriza por la claridad y elegancia, aparte de la recurrencia de originales metáforas, que utilizaba para ilustrar sus ideas.