Describe la evolución de la industria textil catalana
Desde el siglo XVIII, Cataluña tenía una tradición comercial de exportación de aguardientes e indianas. Hasta que se prohíbe importar algodón hilado, lo que genera una industria textil similar a las del Reino Unido. A partir de 1830, se introdujo la máquina de vapor y se inició el proceso de mecanización con la introducción de maquinaria procedente de Reino Unido. Estas innovaciones permitieron aumentar la producción de tejidos de algodón a un precio más barato. Las principales dificultades fueron la falta de fuentes de energía y la debilidad del mercado español. El espíritu de iniciativa del empresariado catalán compensó la falta de carbón colocando la industria en el puerto de Barcelona o cerca de los saltos de agua de los ríos Ter y Llobregat para aprovechar la energía hidráulica. Cerca de esos ríos, además de las fábricas, se levantaron colonias industriales, es decir, viviendas obreras con todo aquello que necesitaban para su vida diaria: escuela, teatro, iglesia, … La industria algodonera desplazó, por su mejor calidad y precio, a las industrias laneras tradicionales.
Siderurgia
El hierro y derivados fueron un elemento central de la industrialización. Su producción se realizaba en altos hornos que requerían gran cantidad de carbón aunque era de bajo poder calorífico y de difícil extracción. Los problemas para abastecer el carbón y el hierro dificultaron la consolidación de la industria siderúrgica. Esta pasó por diferentes etapas y localizaciones:
- De 1830 a 1860: Se crearon varios altos hornos en Málaga, que era rica en hierro. Pero, su producción fue modesta por lo caro que suponía llevar el carbón.
- A partir de 1860: En Asturias se instalaron fábricas de hierro. La cercanía de las minas de carbón compensaba los altos costes de extracción.
- Década de 1880: En la ría del Nervión, cerca de las minas vizcaínas, se crearon los Altos Hornos de Vizcaya, que sentaron las bases de la siderurgia en el País Vasco. La ría del Nervión se convirtió en la vía de salida del hierro vizcaíno que se exportaba al Reino Unido, de donde se adquiría carbón de Gales, de mayor poder calorífico. La zona mostró rasgos de área industrializada: concentración empresarial, proteccionismo estatal y financiación bancaria.
Minería
Durante la Revolución Industrial, aumentó considerablemente la demanda de productos mineros. España contaba con numerosas minas y su explotación se inició con la aprobación de la Ley de Minas (1868). Como la extracción minera necesitaba gran cantidad de capital, el gobierno optó por ceder su explotación a compañías extranjeras. Además, el pago de los permisos ayudaba a disminuir la deuda de la Hacienda española. Los recursos más importantes del subsuelo español eran el hierro, el plomo, la hulla, el zinc, el cobre y la pirita. El carbón asturiano tenía escaso poder calorífico y su extracción era muy difícil. La escasa demanda interior hizo que la gran mayoría del mineral se exportase.
Industria química y metalúrgica
Las crecientes necesidades de maquinaria estimularon la expansión de la industria metalúrgica. La industria química alcanzó una gran expansión gracias a la fabricación de abonos, medicamentos, explosivos y otros productos químicos. El mapa industrial comenzó a adquirir unos trazados de centralización en torno a Vizcaya, Barcelona y Madrid y durante el primer tercio del siglo XX la industria española se afirmó gracias a la protección arancelaria y se consolidaron sectores industriales como el metalúrgico o el químico impulsados por el crecimiento de la demanda y la consolidación del mercado interior.
Revisionismo político
Tras el desastre del 1898 y la anulación del imperio colonial, surgió el Regeneracionismo, una corriente política y cultural de crítica al sistema de la Restauración cuyo líder, Joaquín Costa, propuso modernizar el país con reformas educativas, económicas y culturales. En 1902 sube al trono el nuevo rey, Alfonso XIII, tras cumplir los 16 años y también se producen cambios en los liderazgos de los partidos del sistema. Tras el asesinato de Cánovas y la muerte de Sagasta, empezó la etapa de revisionismo político, protagonizado por Antonio Maura y por José Canalejas. Los políticos conservadores y liberales del turno de partidos se sumaron al movimiento modernizador España desde arriba sin alterar las bases fundamentales del sistema de la Restauración. A esta actuación se la denominó Revisionismo. Los conservadores pusieron en marcha las primeras reformas con Francisco Silvela, pero fue sobre todo Antonio Maura quien puso en marcha importantes reformas para llevar a cabo una “revolución desde arriba” como el Proyecto de Ley de Administración Local; la nueva Ley Electoral para que las elecciones fueran “sinceras”; la política de intervención estatal y proteccionismo de la industria y algunas medidas sociales como la creación del Instituto Nacional de Previsión, la Ley del Descanso Dominical y la legalización del derecho a la huelga. Maura tuvo que dimitir tras los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona. Las reformas de Antonio Maura estimularon el afán reformista del Partido Liberal y de José de Canalejas. Se aprobaron importantes reformas, como la reducción del impuesto de consumos, la ley de Reclutamiento y Reemplazo, la regulación de las condiciones de trabajo y se aprobó la ley de Mancomunidades. En julio de 1912, José Canalejas aprueba la Ley de Cabildos de Canarias con el objetivo de dar mayor autogobierno a cada una de las islas. En noviembre de 1912, Canalejas es asesinado por un anarquista y lo que supone el fin del segundo intento regenerador y una profunda reorganización de los servicios de seguridad para luchar contra el terrorismo. Poco después, el sistema de la Restauración entra en una profunda crisis y descomposición con gobiernos muy breves e inestables y rupturas en los dos partidos del sistema.