La naturaleza humana y el conocimiento en la filosofía moderna
Hobbes entendió la realidad como un conjunto de tres tipos de cuerpos: el natural, el humano y el político, que se corresponden con las tres partes de su obra. El autor inglés concibió el universo como una gran máquina corpórea, en la que todo sigue las leyes del mecanicismo, por las que cualquier fenómeno ha de explicarse a partir de elementos meramente cuantitativos: la materia y el movimiento local. La visión hobbesiana del mundo es determinada. El materialismo de Hobbes encontró absurdo el concepto de sustancia incorpórea, en realidad afirmó que cuando hablamos de espíritu nos referimos a algo corporal pero que los sentidos no perciben. Insistió en que el ser humano no es más que un cuerpo, semejante al resto de cuerpos del universo y que se distingue de ellos por tener pasiones o emociones. Según él, las pasiones impulsan al ser humano a la autoconservación y a la satisfacción individual y determinan su modo de actuar. El ser humano también se define por su capacidad de conocer, pero, frente a Descartes, sostuvo que el pensamiento no difiere del cuerpo.
El conocimiento según Locke
Locke negó la existencia de ideas innatas. Rechazó el principal argumento del innatismo, que se fundaba en el asentimiento universal acerca de algunas ideas y principios. Sostuvo que todas nuestras ideas provienen de la experiencia y que pueden ser ideas de sensación o de reflexión. La mente recibe pasivamente las ideas simples, que pueden proceder de un solo sentido o de varios sentidos, de la conjunción de sensación y reflexión o solo de la reflexión. Estimó que mediante las ideas simples podemos representar los cuerpos materiales y sus propiedades o cualidades. Las ideas primarias son atributos reales e inseparables de los cuerpos, como la extensión, la figura y el movimiento. Las ideas secundarias consisten en la capacidad de los cuerpos para producir ciertas sensaciones en nosotros, por medio de las cualesidades primarias. No están realmente en los objetos.
El conocimiento según Hume
Hume dedicó gran parte de su filosofía al examen del conocimiento humano y aplicó el principio empirista: impresiones e ideas. Según él, solo conocemos nuestras propias percepciones, que son los hechos de consciencia que experimentamos dentro de nosotros mismos. Dividió las percepciones en dos géneros: impresiones e ideas. Las impresiones son percepciones intensas, fuertes y vivaces. Las ideas son percepciones menos intensas, ‘copias’ de las impresiones, producidas por la imaginación y la memoria. Hume también clasificó las impresiones según su origen: de sensación y de reflexión. Por otro lado, dividió las impresiones en simples y complejas. Las ideas complejas se siguen de impresiones complejas o de combinaciones de ideas. La combinación de ideas es fruto de la imaginación, que puede agruparse de dos formas: arbitraria y natural. Cuando la imaginación actúa naturalmente, se rige por tres leyes de asociación de ideas: semejanza, contigüidad y causalidad. Hume también distinguió entre relaciones de ideas y cuestiones de hecho. Las relaciones de ideas son proposiciones cuya verdad se alcanza necesariamente mediante la razón, sin recurrir a la experiencia. Las cuestiones de hecho son enunciados cuya verdad no se obtiene a través de un simple razonamiento, sino a través de la observación directa o la memoria.
La moral según Hume
Para Hume, los sentimientos son impresiones de reflexión, que derivan de impresiones de sensación o de ideas, por eso, son percepciones de nuestras percepciones. Hume dividió las pasiones en dos tipos: directas e indirectas. Las pasiones directas nacen de impresiones de placer y dolor, se originan de modo natural en el ser humano. Las pasiones indirectas proceden, no solo de las sensaciones de dolor y placer, sino también de otras cualidades añadidas, como la simpatía. Hume expuso los resultados de su investigación sobre la voluntad y la libertad. La voluntad no es una facultad, sino un modo de la pasión deseo. La libertad consiste en la falta de sometimiento a la necesidad de las leyes de la naturaleza y en la ausencia de coacción o de violencia para actuar. Sostuvo que la razón está al servicio de la pasión para lograr el placer y evitar el dolor, ya que la pasión es lo único que nos mueve a desear o rechazar un objeto. Hume entendió la moral como la ciencia que se ocupa de las reglas que hay que seguir para conseguir el bien y la felicidad. Su finalidad es facilitar el criterio que permita la distinción moral entre la virtud y el vicio. En su búsqueda, el pensador aplicó el método experimental y concluyó que ni la idea de Dios ni las verdades eternas, ni unas supuestas normas universales constituyen la regla para discernir entre la virtud y el vicio. Mediante la razón podemos conocer el deber u obligación moral, pero no establecerlo. Esta dificultad permite apreciar los hechos o juzgar las relaciones entre ellos, pero no mueve la acción. Puesto que el sentimiento es el criterio para el juicio moral, habría que admitir que ha de ser particular y cambiante, pero Hume no lo vio así, ya que mantuvo que el sentimiento moral es subjetivo, pero no cambiante y relativo. Para este pensador, todos poseemos una cualidad del alma, común a toda la humanidad, a la que denominó simpatía.
El empirismo y su influencia
El empirismo mostró mucho interés por el estudio del conocimiento humano y, al igual que el racionalismo, adoptó una postura idealista. Locke pretendió corregir la filosofía cartesiana con su tesis de que todo conocimiento deriva exclusivamente de la experiencia y, por eso, no existen las ideas innatas. Entre las corrientes filosóficas que sucedieron a Hume hay que destacar la filosofía crítica de Kant, el positivismo de Comte y las ideas de Karl Popper. En las cuestiones morales, el emotivismo de Hume tuvo destacados seguidores y detractores. Las éticas utilitaristas, como la de Stuart Mill, coincidieron con Hume en señalar que el criterio para distinguir la virtud del vicio es el sentimiento de placer o disgusto que producen las acciones humanas. Las doctrinas políticas empiristas defendieron el contractualismo, pero unos apoyaron el absolutismo político (Hobbes), mientras que otros (Locke y Hume) lo repudiaron, poniendo en su lugar un sistema político en el que el poder del Estado estuviera dividido y se pudiera retirar en caso de abuso.