Crítica de la idea del Yo
Hume llega a las mismas conclusiones respecto al yo o sujeto espiritual que respecto al cuerpo o sujeto material. El yo es “una sucesión de percepciones diferentes, como calor y frío, amor y odio, etc, todas ellas reunidas pero carentes de perfección”. El yo (o alma, o mente o substancia espiritual) no es directamente comprensible, ya que no hay ninguna impresión a partir de la cual se origina esta idea. De todos modos, aquí Hume no puede utilizar el mismo argumento que había usado para criticar la idea de substancia material, ya que esta idea aparece, en Descartes o Locke, a partir de una consecuencia causal: como que nada hace razonable esta consecuencia, la idea de substancia material le falta sentido. Por tanto, es el resultado indirecto de una consecuencia causal. En cambio, la idea de mente surge espontáneamente como resultado de una intuición directa.
Ahora bien, ¿tenemos realmente una idea de nosotros mismos? Según Hume, no hay ninguna impresión a partir de la cual podemos haber formado la idea de identidad. Entonces, Hume explica la formación de la idea de identidad personal a partir de la memoria. La memoria hace que delante de un estado mental determinado la mente recuerde percepciones parecidas, esto hace que pensemos que todas estas percepciones provengan de un mismo yo.
De todos modos, la explicación del origen de la identidad personal como un simple proceso de la memoria no es suficiente para Hume, ya que en una parte del Tratado nos da a entender que la explicación que da no es absoluta, ya que este tema es muy complicado para su entendimiento.
Crítica de la idea de Dios
En referente a la existencia de Dios, Hume aplica el mismo análisis que en la substancia extensa y la substancia pensante. Por un lado, no hay ninguna expresión sensible que corresponda a Dios. Además, es imposible demostrar racionalmente su existencia, ya que el concepto de Dios hace referencia a una realidad situada fuera del mundo de los fenómenos. Según Hume, algunos filósofos han intentado deducir la existencia de una causa inteligente del funcionamiento de la naturaleza. Ellos aplican una consecuencia causal del efecto a la causa. Ahora bien, la consecuencia causal sólo es correcta cuando se produce una coincidencia constante y regular entre la causa y el efecto, pero como Dios no es un hecho observable Hume considera que no es posible deducir su existencia a partir del mundo observado.
Origen del estado social
En la naturaleza humana, a parte del deseo existe la razón. Mientras que el deseo impulsa a los humanos al individualismo más feroz, a desear y tomar aquello que los otros desean o tienen, la razón, en cambio, impulsa a los individuos a calcular la mejor manera de conservar mejor la seguridad. Es en este poder regulador de la razón en la que Hobbes basa la transición de la vida salvaje y solitaria hacia el estado civilizado y social.
Según Hobbes, los seres humanos están de acuerdo en el hecho de que la muerte es el peor de los males y aquello que todos temen. Continuar viviendo es una condición básica para satisfacer otros deseos. La razón dicta al individuo diversas leyes naturales, leyes que son vías para evitar el mal mayor: la muerte.
- La primera: Nos muestra que todo el mundo está interesado en conseguir la paz, algo muy valioso para seguir viviendo. Ya que según Hobbes “Todos los hombres coinciden en el hecho de que la paz es el bien”.
- La segunda: Indica aquello que tienen que hacer las personas para obtener la paz: “El hombre tiene que estar dispuesto a no hacer uso de su derecho a todo, y satisfacerse con toda la libertad que tiene en su relación con los otros hombres con la que él permitiría a los otros en el tratado con el”.
- La tercera: Revela que los hombres tienen que mantener sus convenios o pactos una vez se han establecido.
Así entonces, las leyes de la naturaleza crean un mundo muy diferente al estado de naturaleza, un mundo en que existe cooperación, progreso y sobre todo, seguridad. Donde además puede haber industria, agricultura, comercio, etc. y puede surgir el conocimiento, la ciencia, el arte, etc.
Hobbes considera que para acceder a un mundo como este es necesario un acuerdo mutuo entre individuos libres. Ahora bien, este acuerdo es una creación artificial que exige habilidad y prudencia, y que además está basado en las convenciones que los mismos individuos acuerdan. Los hombres viven en tal estado de horror que para evitar los horrores de su situación instauran a la autoridad política a partir de la nada. Al instaurarla, los individuos renuncian al ejercicio de sus derechos naturales y reconocen a un individuo o colectivo como su soberano, el cual tendrá un poder y una autoridad absoluta. A consecuencia, el súbdito autoriza todas las acciones del soberano y no se podrá oponer a ellas.
En relación a los poderes que tendrá este soberano absoluto, Hobbes dice que la soberanía no se tiene que limitar, ya que dividir sus poderes conlleva la destrucción de la comunidad, el hundimiento de la sociedad en el horrible estado de la naturaleza.
Instauración del estado
Para protegerse mutuamente, los humanos se reúnen y forman sociedades políticas confiando a un gobierno el poder de regir los. Locke afirma que el poder del gobierno no es absoluto y definitivo, este se puede anular si se pierde la confianza en la persona encargada de gobernar al pueblo. Es por esto, que para Locke el gobierno es fruto de un acuerdo entre los individuos, ya que estos confían en él para proteger sus derechos.
Entonces, los hombres han instaurado el estado social, y está instauración es fruto de un pacto. Con el poder absoluto pasa lo contrario, ya que este niega la posibilidad de la apelación.
Locke dice que el poder civil sólo puede surgir del consentimiento acordado entre todos los individuos. El poder civil, el Estado, sólo puede existir si deriva del derecho individual de cada hombre a protegerse a sí mismo y a sus bienes. Este “pacto original” mediante el cual los hombres “se unen en sociedad” es un acuerdo para “unirse en sociedad política, que es el pacto que existe entre los individuos que ingresan en una república o la constituyen”.
Revocación y control del poder
La teoría del poder para Locke tiene como base la idea de la aprobación. Una sociedad puede retirar el consentimiento que ha depositado en un gobierno cuando este pierde su confianza, y un gobierno la pierde cuando no respeta los derechos naturales del hombre: el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Por ejemplo, el gobierno tiene que impedir que se mate, que se encarcele a personas inocentes, etc. Para conseguir respetar estos derechos, Locke recomienda la existencia de dos instituciones:
- Una asamblea que represente a los contribuyentes y determine los tributos.
- Un sistema judicial que garantice que ningún inocente será perseguido o castigado por el gobierno.
Si el poder ejecutivo no actúa correctamente, el pueblo podrá revelarse y revocarlo.
La propiedad
Durante los conflictos civiles ingleses se discutieron temas muy diversos como los abusos a la población, la tolerancia religiosa, etc. Algunos grupos o personas plantean cambios radicales como Gerrard Winstanley, que defendió una utopía comunista agraria, ya que consideraba que la propiedad privada era la raíz de todos los males, y que la única solución factible era su abolición.
Locke también trató sobre el tema de la propiedad. Si Dios había donado la propiedad de la tierra a todos los humanos, ¿Como podía ser legal que hubiese gente que se había apropiado de partes de este bien general? Según Locke, la propiedad individual está originada por el trabajo.
Al contrario que los seguidores de Winstanley, Locke afirmó que: “El gran y principal fin por el cual los hombres se unen en comunidades y se ponen a sí mismos bajo un gobierno es la conservación de la propiedad”.
En un parágrafo del Segundo tratado, Locke se posiciona en contra del gobierno a la hora de poner impuestos sin consentimiento de sus representantes, ya que ve esto como un ataque a la propiedad de los individuos: “El poder supremo no puede arrebatar a ningún hombre ninguna parte de su propiedad sin su consentimiento”.
Él decía que no hay que tener miedo de que pase esto si el gobierno legislativo es temporal, ya que sus miembros al cabo de poco tiempo pasarán a estar sometidos a las leyes comunes del país, exactamente igual que los otros hombres. En cambio, si el poder legislativo no es temporal, existe el peligro de que se separe su interés del resto de la comunidad.
La libertad religiosa
Debido al conflicto religioso que había sufrido en su país, John Locke fue partidario de considerar a la religión como un asunto privado que pertenece exclusivamente a cada persona. El estado, no tiene que tener ningún poder sobre los asuntos religiosos, a menos que fuese por razones de orden público.
La persona, además, tampoco tiene que ser adoctrinada por ninguna iglesia, ella debe tener la libertad de escoger su propia religión. Por otro lado, a pesar de considerar a la iglesia como una “asociación libre y voluntaria”, Locke consideraba que no había lugar para la absoluta libertad, y que tenían que quedar fuera de la ley de la tolerancia religiosa aquellos que juraban lealtad a una potencia extranjera y los que afirmaban que no creían en dios (ateos). Él decía: “suprimir a Dios es disolverlo todo”
Hume: El emotivismo moral
Hume afirma que la moral se origina en las emociones y los sentimientos, que estos gobiernan la conducta consciente y nos muestran los valores morales, aquello bueno y aquello malo. Los sentimientos morales (no la razón) nos hace aprobar o condenar nuestras motivaciones y acciones y las de los demás.
La bondad o la maldad de una conducta no se sabe, sino que se siente. La moralidad surge en nuestro interior como un sentimiento de aprobación o de rechazo que nos provoca una conducta determinada. En resumen, según Hume los juicios morales no provienen de un hecho exterior, sino de nuestro interior, de nuestros sentimientos y emociones.
Según Hume el sentimiento moral más primario es el de la humanidad. Es un sentimiento que viene con la percepción de felicidad o de infelicidad que sentimos todos los humanos como consecuencia de una acción, y este sentimiento nos hace juzgar a la acción. Dejando de lado a los sentimientos morales, los humanos comparten las mismas percepciones sobre las acciones básicas que provocan la felicidad (o infelicidad). Por tanto, todas las personas tenemos los mismos sentimientos morales primarios de aprobación o rechazo a aquello que nos hace felices o infelices.
Hume afirma que la moral depende de un sentimiento interno. Este sentimiento es infinito y en todo caso está condicionado por la vida social y comunitaria.
Según Hume: “La razón nos enseña las distintas tendencias de las acciones, y la humanidad distingue a favor de las que son útiles y beneficiosas”.
Esta concepción que tiene Hume nos da a entender que el ser humano busca instintivamente la felicidad y el bienestar, y evita el dolor y la miseria. Además, también explica que este instinto va más allá del individuo y lo poseen todos los humanos.
Desde la perspectiva moral, todas aquellas conductas que contribuyen a la felicidad y el bienestar son buenas, mientras que las que no, son malas. Ahora bien, más allá de estos juicios morales primitivos, es muy difícil encontrar leyes justas que hagan compatibles los intereses individuales y las circunstancias de cada acción.
De una manera parecida a la moral, la experiencia estética hace referencia a sensaciones y emociones agradables o desagradables. Los juicios morales y los estéticos coinciden en el origen emocional: se deben a la felicidad y son ajenos (extraños) a cualquier interés egoísta, ya que los sentimientos de felicidad son desinteresados.