Análisis de la obra Gernika de Picasso

Gernika

Autor: Picasso, Pablo

Datación: 1937

Estilo: cubismo, surrealismo, expresionismo

Escuela: española

Técnica: óleo

Soporte: tela; 3,51 m x 7,82 m

Localización actual: Museo de Arte Reina Sofía, en Madrid

Elementos técnicos

En primer lugar, no hay color; podemos excluir que Picasso se quisiera servir de la monocromía para dar al cuadro una tonalidad oscura y trágica: todo es claro y las líneas marcan con decisión los planos destinados a llenarse de color, pero el color no está. Podemos excluir también que la monocromía sirva para acentuar el efecto plástico-volumétrico, dado que tampoco hay relieve. Podemos, fácilmente, observar alternancia de los planos blancos, negros y grises, que plantea un juego de llenos y vacíos que acentúa, si cabe, el dramatismo de la escena.

El color y el relieve son dos cualidades con las que la naturaleza se da a la percepción sensorial, se da a conocer. Eliminar el color y el relieve es cortar la relación del hombre con el mundo, en cortarla ya no hay naturaleza ni vida, por lo que en el cuadro hay muerte como contrario de vida.

La luz no responde a las leyes de la física, no tiene un centro focal. De hecho, la luz propia brota de los cuerpos encendidos por el dolor: sólo están iluminados los jefes, brazos, manos, es decir, las zonas anatómicas donde se concentra la expresión y el sufrimiento.

El espacio es casi plano, como si asfixiara a las figuras. Espacios cerrados trata de un cuadro muy expresivo.

Importancia de la línea

La búsqueda de perspectiva o plasmación de un espacio tridimensional, se pone de manifiesto en muchos elementos del cuadro, como por ejemplo, las figuras de los caídos en primer término, los planos en perspectiva del fondo, el biselado de la ventana…

Elementos formales

La composición orienta hacia la izquierda, hacia donde todas las figuras miran, lo que pone de manifiesto la huida a partir de la ciudad, resumida en el edificio que se quema a la derecha. Las actitudes de los personajes, la fragmentación de la obra y la textura pictórica proporcionan un patetismo paroxístico que acentúa el movimiento de las figuras.

El Gernika tiene el esqueleto compositivo del cuadro histórico-clásico, pero sólo el esqueleto, porque el arte clásico, con la plenitud de sus formas y el esplendor de sus colores, está muerto.

Parece como si las formas se encontraran dispuestas de una manera arbitraria o, al menos, libre y casual, sin embargo, se trata de una obra muy pensada y de una rigurosa construcción en el espacio rectangular de la tela. Observamos como el caballo está diseñado siguiendo la estructura de un triángulo, cuyo vértice coincide con el eje vertical que divide la superficie en dos cuadrados, y como los cuatro grupos de figuras están delimitadas por zonas rectangulares.

Todo ello pudo ser barroco y confuso, pero no lo es. Picasso decantó las ideas hasta llegar a una limpieza absoluta para cada forma, dentro la austeridad cromática los negros, los grises, los blancos, un pálido azulado y un pálidísimo ocre.

Principales componentes de su estructura compositiva

La composición está distribuida a la manera de un tríptico. La parte central es ocupada por el caballo y la mujer portadora del quinqué. El lateral derecho, la visión del incendio y la mujer que llama. El lateral izquierdo, por el toro y la mujer con el niño muerto en brazos. Preside el conjunto el ojo de la noche-su pupila es una bombilla eléctrica-, sobre el vértice común de los 4 triángulos compositivos del cuadro. La estructura podría ser la de un Rafael o de un Poussin.

Si tomamos el eje central (que viene dado por la pared blanca) como eje de simetría, podemos asociar los siguientes elementos: pilares verticales del toro a la izquierda con la figura con los brazos levantados de la derecha, la mano del guerrero con el pie de la mujer que se arrastra, la cabeza del niño muerto con la ventana pequeña, dos patas del caballo con la otra pata del caballo y la pierna de la mujer.

También podemos establecer dos líneas paralelas: la que une la cabeza de la figura con los brazos levantados, el del quinqué, el del caballo, el del pájaro y el del toro, y la línea que va del pie de la mujer que arrastra a los brazos del guerrero. Ambas líneas refuerzan la dirección derecha-izquierda y subrayan el movimiento que va desde el edificio en llamas hacia la mujer con el niño muerto.

Ritmo

Si observamos la parte inferior del cuadro encontramos el guerrero muerto, el brazo fragmentado y la pierna de la mujer que mira aterrada al cielo. A un nivel medio del cuadro está el niño muerto, la herida del caballo, la cabeza de la mujer que mira al cielo y la cabeza de la mujer que lleva en brazos al niño. En la parte superior, encontramos la máxima agitación. Tenemos, pues, un crescendo que va desde el acento noblemente oratorio del caído que aprieta la espada rota hasta el grito del caballo herido de muerte. Todo ello nos recuerda el planteamiento similar de Delacroix en La libertad guiando al pueblo.

Estilo

Elementos que hacen que la pintura se identifique como formando parte de una tendencia y/o que sean característicos de la manera de hacer de su autor. La función de la obra fue encargada por el gobierno de la república, después de la guerra civil y en 1937 se presentó en París en una galería. En ese momento Pablo Picasso era un artista muy importante. Cuadro de denuncia.

Contexto histórico – Contenido

El bombardeo de los aviones alemanes sobre la población vasca de Gernika fue la fuente de inspiración. Se ha convertido en un símbolo de denuncia de las atrocidades de las guerras.

Significación (mensaje)

Mediante metamorfosis Picasso hace de cada figura un símbolo. Las mujeres y el niño, víctimas de la guerra; El guerrero caído, personificación de los soldados muertos. La mujer con el quinqué es el único signo luminoso en una escena de horrores, sin ella no habría esperanza: hacia la lámpara alza los ojos a la mujer que se incorpora. El toro puede ser la alegoría de la muerte, la figura del futuro dictador, o un tótem peninsular, una imagen heroica del pueblo español, que continuará la lucha, abrigando con su cuerpo retuerce los pobres. El caballo puede ser la imagen de la España fascista, que pisa al guerrero, o un símbolo de dolor y agonía, víctima pasiva de las corridas de toros. Todas las interpretaciones son factibles, dado que Picasso, en definitiva, quiere expresar la disgregación del mundo víctima de los horrores de la guerra, y por ello se sirve de ambivalencias, así, al lado de la cabeza caída del guerrero pone una herradura del caballo-signo de suerte-, y por encima de la espada se levanta una rosa. En un proceso similar de muerte-vida, desesperación-esperanza, podemos asignar alternativamente al toro y al caballo una connotación u otra, siempre que mantengamos el contraste de los símbolos.