El Reinado de Carlos IV y la Guerra de la Independencia
El reinado de Carlos IV (1788-1808), marcado por crisis económicas, sociales y políticas, comenzó con la continuidad del sistema de ministros de su padre, Felipe V. Sin embargo, en 1792, el poder recayó en Manuel Godoy, quien, temiendo la influencia de la Revolución Francesa, decidió cerrar las fronteras. Esta decisión, junto con las derrotas militares contra la Convención Francesa, llevó a España a una alianza con Francia, convirtiéndose en un estado satélite.
La alianza con Francia llevó a España a combatir contra Inglaterra, buscando mantener el comercio con América. Sin embargo, las derrotas sufridas generaron un gran endeudamiento. Para paliar la crisis, Godoy tomó medidas como la desamortización de tierras eclesiásticas y la subida de impuestos, lo que generó un gran descontento social. La población, culpando a Godoy y exigiendo la destronación del rey, encontró apoyo en Fernando VII, hijo del monarca.
El Motín de Aranjuez y las Abdicaciones de Bayona
El descontento popular culminó con el Motín de Aranjuez en 1808, provocado por la firma del Tratado de Fontainebleau (1807) entre Godoy y Napoleón, que permitía la entrada del ejército francés en España. El motín forzó la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII. Sin embargo, Napoleón, mediante las Abdicaciones de Bayona, obligó a Fernando VII a devolver la corona a su padre, quien posteriormente la cedió al emperador francés. Napoleón, a su vez, nombró a su hermano, José Bonaparte, como rey de España.
La Guerra de la Independencia (1808-1814)
La imposición de José Bonaparte como rey desencadenó la Guerra de la Independencia. El pueblo español, oponiéndose a la ocupación francesa, se organizó en Juntas locales lideradas por la nobleza. La Guerra de la Independencia fue un conflicto internacional entre Francia y España, pero también una guerra civil entre afrancesados, partidarios de José Bonaparte, y patriotas, defensores de la soberanía española. A pesar de la superioridad militar francesa, la resistencia guerrillera española, apoyada por Inglaterra, logró expulsar a los franceses. El Tratado de Valençay (1813) devolvió la corona a Fernando VII.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Durante la ocupación francesa y la ausencia de Fernando VII, la Junta Suprema Central, formada para resistir la invasión, se vio obligada a refugiarse en Cádiz. Allí se formaron las Cortes Constituyentes, que, representando la soberanía nacional, elaboraron la Constitución de 1812, conocida como”La Pep”.
La Constitución de 1812: Un Hito Liberal
La Constitución de 1812, influenciada por la Ilustración y la Revolución Francesa, estableció un sistema liberal basado en la soberanía nacional, la división de poderes y el reconocimiento de derechos y libertades individuales. La Constitución limitaba el poder del rey, establecía un sistema unicameral y reconocía el sufragio universal masculino indirecto. A pesar de su corta vigencia, la Constitución de 1812 se convirtió en un referente para el liberalismo español.
El Reinado de Fernando VII y la Cuestión Sucesoria
El regreso de Fernando VII en 1814 marcó el inicio del Sexenio Absolutista (1814-1820). Fernando VII, apoyado por los sectores más conservadores, abolió la Constitución de 1812 y restauró el absolutismo. La represión contra los liberales fue feroz. Sin embargo, el descontento popular y la crisis económica propiciaron el Pronunciamiento de Riego en 1820, que obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812, dando comienzo al Trienio Liberal (1820-1823).
El Trienio Liberal (1820-1823) y la Década Ominosa (1823-1833)
Durante el Trienio Liberal se llevaron a cabo reformas para consolidar el sistema liberal, pero la inestabilidad política y la intervención de la Santa Alianza en 1823 restauraron el absolutismo, dando comienzo a la Década Ominosa. En este periodo, Fernando VII, con el apoyo de los sectores más reaccionarios, desmanteló las reformas liberales y persiguió a sus partidarios. La muerte de Fernando VII en 1833 abrió una crisis sucesoria, ya que su hermano, Carlos María Isidro, no reconocía los derechos de Isabel, hija de Fernando VII, por ser mujer.
Isabel II: Las Regencias y las Guerras Carlistas
La anulación de la Ley Sálica, que impedía a las mujeres reinar, permitió que Isabel II accediera al trono bajo la regencia de su madre, María Cristina. Sin embargo, Carlos María Isidro, apoyado por los sectores más absolutistas, inició la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Las Guerras Carlistas fueron una serie de conflictos armados entre carlistas, defensores del absolutismo y los derechos de Carlos María Isidro, e isabelinos, partidarios de Isabel II y del liberalismo.
Los Partidos Políticos y las Constituciones
Durante el reinado de Isabel II (1833-1868) se sucedieron diferentes gobiernos liberales, moderados y progresistas. Se aprobaron nuevas constituciones, como la de 1837 y la de 1845, que reflejaban la lucha entre los diferentes sectores liberales. Los moderados, partidarios de un liberalismo conservador y de un poder limitado del pueblo, se enfrentaron a los progresistas, defensores de un liberalismo más avanzado y de una mayor participación ciudadana.
El Sexenio Revolucionario (1868-1874)
La Revolución de 1868, conocida como”La Glorios”, puso fin al reinado de Isabel II. La revolución, liderada por militares progresistas y apoyada por amplios sectores populares, proclamó la soberanía nacional y convocó Cortes Constituyentes. La Constitución de 1869 estableció una monarquía parlamentaria democrática, con amplios derechos y libertades. Sin embargo, la inestabilidad política, la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) y la Guerra de los Diez Años en Cuba (1868-1878) provocaron la caída de la monarquía en 1873 y la proclamación de la Primera República Española.
Amadeo de Saboya y la Primera República
Tras la abdicación de Amadeo de Saboya, rey elegido en 1870, se proclamó la Primera República Española en 1873. La República, marcada por la inestabilidad política y la división interna, tuvo que hacer frente a graves problemas, como la Guerra Carlista y la insurrección cantonalista. El golpe de Estado del general Pavía en 1874 puso fin a la República y abrió paso a la Restauración Borbónica.
La Restauración Borbónica y el Sistema Canovista
El pronunciamiento del general Martínez Campos en 1874 restauró la monarquía borbónica en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II. El sistema político de la Restauración se basó en la Constitución de 1876, elaborada bajo la dirección de Antonio Cánovas del Castillo. El sistema canovista se caracterizó por el bipartidismo, la alternancia pacífica en el poder entre conservadores y liberales, y el caciquismo, un sistema de control electoral basado en la manipulación y el fraude.
Caciquismo y Crisis del Sistema
El caciquismo, aunque presente desde el inicio de la Restauración, se intensificó a partir de 1890. Este sistema, basado en la influencia de los”cacique” locales, terratenientes y notables, sobre la población rural, permitió a los partidos dinásticos, conservadores y liberales, controlar los resultados electorales. El caciquismo, junto con otros problemas como la Guerra de Cuba (1895-1898) y el”desastre del 9″, la pérdida de las últimas colonias españolas, provocaron una profunda crisis del sistema político de la Restauración a finales del siglo XIX.
Ética y Moral en Aristóteles
Aristóteles, filósofo griego del siglo IV a.C., desarrolló una ética basada en la búsqueda de la felicidad (eudaimonia) como fin último del ser humano. Para Aristóteles, la felicidad no se encuentra en los placeres pasajeros, sino en el desarrollo pleno de las capacidades humanas, tanto intelectuales como morales.
Virtudes y Felicidad
Aristóteles defendía que la felicidad se alcanza mediante la práctica de las virtudes, hábitos que nos permiten actuar de forma correcta y vivir de acuerdo con la razón. Las virtudes éticas, como la valentía, la justicia o la templanza, se adquieren mediante la costumbre y el hábito. Las virtudes intelectuales, como la sabiduría o la prudencia, se desarrollan mediante la educación y la reflexión.
La Política en Aristóteles
Para Aristóteles, el ser humano es un”animal polític” por naturaleza, es decir, un ser social que necesita vivir en comunidad para desarrollarse plenamente. La polis, la ciudad-estado griega, es el marco natural para el desarrollo de la vida social y política.
Formas de Gobierno
Aristóteles clasificó las formas de gobierno en función del número de gobernantes y del fin que persiguen. Las formas de gobierno justas son aquellas que buscan el bien común: la monarquía (gobierno de uno solo), la aristocracia (gobierno de los mejores) y la república (gobierno de la mayoría). Las formas de gobierno injustas son aquellas que buscan el beneficio propio de los gobernantes: la tiranía, la oligarquía y la demagogia.
Dios en San Agustín
San Agustín de Hipona, filósofo y teólogo del siglo IV d.C., desarrolló una profunda reflexión sobre la naturaleza de Dios y su relación con el mundo. Influenciado por el platonismo, San Agustín concebía a Dios como un ser supremo, infinito, eterno e inmutable, creador del mundo a partir de la nada.
Creación y el Problema del Mal
Para San Agustín, Dios creó el mundo y el tiempo de la nada, utilizando como modelo las ideas eternas que existen en su mente divina. El mal, según San Agustín, no es una creación de Dios, sino una consecuencia de la libertad humana. El pecado original, la desobediencia de Adán y Eva, introdujo el mal en el mundo.
Conocimiento y Realidad en Descartes
René Descartes, filósofo francés del siglo XVII, es considerado el padre de la filosofía moderna. Descartes buscó establecer un método riguroso para alcanzar un conocimiento seguro e indubitable. Para ello, sometió a duda todos sus conocimientos previos, buscando una verdad fundamental sobre la que construir un nuevo edificio del saber.
El Método Cartesiano y la Duda Metódica
El método cartesiano se basa en la duda metódica, es decir, en la puesta en duda de todo aquello que no se presente a la razón de forma clara y distinta. Descartes dudó de la información proporcionada por los sentidos, de la existencia del mundo exterior e incluso de la validez de las verdades matemáticas. Sin embargo, llegó a la conclusión de que había una verdad indubitable:”Pienso, luego exist” (Cogito, ergo sum).
Dios en Descartes
Para Descartes, la existencia de Dios es una verdad fundamental que se puede demostrar racionalmente. Descartes argumentó que la idea de Dios, un ser infinito y perfecto, no puede provenir de él mismo, ya que es un ser finito e imperfecto. Por lo tanto, la idea de Dios debe haber sido puesta en su mente por el propio Dios. La existencia de Dios, como ser perfecto y garante de la verdad, es necesaria para asegurar la validez del conocimiento humano.
conocimiento humano.
DIOS (Descartes) El gran pensador de la época, el filósofo Descartes, explicó la cuestión de Dios como una parte importante de su pensamiento. Su significado se caracteriza por la búsqueda de la verdad inmutable, como se puede comprobar en la frase “Cogito ergo sum” (“Pienso, luego existo”), que deriva de la duda. Descartes distinguió entre diferentes ideas, a saber, generación (producida por eventos externos), verdad (creada por la mente a partir de otras ideas) y pensamiento natural (ideas claras e inteligentes del entorno). Un ejemplo de concepto intrínseco es el concepto de Dios. A partir del cogito, Descartes derivó la existencia de tres cosas, cada una caracterizada por el deseo: pensamiento, yo o ser (res cogitans), extra, cosas (res extenso), como si todavía fueran la misma. No necesita nada más que el Dios infinito (res Infinitum). La existencia de Dios se basa en el concepto de infinito y perfección: si existe un concepto de infinito, entonces debe ser un ser eterno. quien lo creó. Además, el concepto de perfección en la mente humana se refiere a una vida humana perfecta, porque el fracaso humano requiere que las metas ideales que se han fijado se implanten en la mente humana. Descartes afirmó que Dios, como ser perfecto, garantiza el poder del pensamiento claro y único. Su presencia afirma que el poder del concepto de evidencia tiene una benevolencia infinita que permite el engaño en principios simples y llanos de la verdad y, por lo tanto, frustra la imaginación de los genios malvados. Desde el punto de vista de Descartes sobre la naturaleza, Dios es el creador de las cosas y, por tanto, del movimiento. La impotencia de Dios sobre el poder del mundo es evidente. Este enfoque cartesiano enfatiza la importancia de la razón y la verdad en la construcción del conocimiento. Al demostrar la existencia de Dios, Descartes sentó una base sólida para la verdad y la verdad en el conocimiento humano, ya que su teoría mecánica de la naturaleza consideraba a Dios como la fuente y aseguraba el orden y la estabilidad del medio ambiente.
El texto propuesto del filósofo racionalista René Descartes, uno de los padres de la filosofía moderna y del racionalismo pertenece a “Meditaciones. Metafísicas”, concretamente a la tercera meditación “Dios que existe”. En dicho texto, a partir del método somete a duda todas sus certezas para construir un nuevo conocimiento y exponer su propia realidad. Descartes tiene un criterio para determinar la verdad, aquello que se muestra en la conciencia como el cogito, el cual es indubitable pero se debe demostrar. Para que haya algo más allá de la hipótesis debe existir un Dios benefactor, que haga el bien y quiera el bienestar de los hombres. Como he mencionado anteriormente Descartes duda de todos sus conocimientos y busca una verdad indubitable él como sujeto pensante, además introduce el concepto de idea para explicar la realidad. Las ideas tienen varios grados de perfección. La idea que supera a todas es la idea de Dios, un ser infinito, supremo, omnisciente y todopoderoso. Con esto Descartes afirma a continuación que toda idea debe tener una causa, y que esta debe estar en proporción al grado de perfección de la idea. Por lo tanto sabiendo que Dios es perfecto y algo perfecto ha tenido que crear las ideas, Descartes llega a la conclusión de que la idea ha tenido que ser generada por dios y puesta en la mente por él mismo.También Descartes argumenta que la existencia de Dios es necesaria para explicar su propia existencia. En conclusión, Descartes establece que para garantizar la existencia de un mundo externo, de otros seres y para explicar su propia existencia como ser pensante, la existencia de Dios es imprescindible. Esta demostración de la existencia de Dios es un paso crucial en el razonamiento cartesiano y sienta las bases para el desarrollo posterior de su filosofía racionalista.