Crecimiento Demográfico
La población española experimentó un incremento del 62% durante el siglo XIX, pasando de 11,5 millones a 18,6 millones de habitantes. Este aumento fue modesto en comparación con otros países europeos, donde la mayoría duplicó su población. Esta diferencia refleja el estancamiento económico de España, ya que su economía no se industrializó tanto como en otros países.
La esperanza de vida aumentó a los 35 años, pero hubo momentos de elevada mortalidad debido a crisis agrarias, aumento del precio de los alimentos y epidemias como la fiebre amarilla, el cólera y enfermedades endémicas (tuberculosis, viruela, sarampión). El crecimiento demográfico sostenido se mantuvo gracias a la disminución de las tasas de mortalidad (30%) y al mantenimiento de altas tasas de natalidad (37%), favorecidas por la mejora de la alimentación, los avances económicos y los progresos médico-sanitarios.
Estructura Económica y Laboral
En 1860, la estructura de la población activa por sectores económicos era la siguiente:
- Sector primario: 65%
- Sector industrial: 15%
- Sector terciario: 20%
Las mujeres comenzaron a incorporarse gradualmente al mundo laboral fuera del hogar, ocupando empleos asalariados como enfermeras, maestras, secretarias, dependientas y obreras manuales en fábricas industriales.
Movimientos Migratorios y Urbanización
La evolución demográfica estuvo acompañada de movimientos migratorios y un proceso de urbanización.
Migraciones
La tendencia migratoria fue más intensa en la segunda mitad del siglo, debido a las restricciones anteriores. Se distinguen dos tipos de migraciones:
- Emigraciones exteriores: Salida de españoles hacia países de América Latina (Argentina, Brasil) y África (Argelia). Estas migraciones contribuyeron a descongestionar el medio rural. Los principales emigrantes procedían de Cantabria, Asturias y Galicia, a los que se sumaron exiliados políticos (afrancesados, liberales, carlistas y republicanos).
- Migraciones interiores: Escasas durante la primera mitad del siglo, pero a partir de 1860 se produjo un lento éxodo rural que incrementó la población urbana, especialmente en las capitales como Madrid y Barcelona, que superaron el medio millón de habitantes en 1900. Sin embargo, entre el 75% y el 90% de la población seguía siendo rural.
Urbanización
El crecimiento urbano estuvo ligado a las transformaciones liberales, la industrialización y las desamortizaciones, que favorecieron el traslado de población del campo a la ciudad. El éxodo rural provocó un gran crecimiento urbano, que dio lugar a la creación de suburbios periféricos de barrios obreros, pobres, desorganizados y sin servicios ni infraestructuras, o a la construcción de planificados ensanches burgueses con planos ortogonales. Destacan los ensanches de Barcelona diseñado por Cerdá, y el de Madrid financiado por el marqués de Salamanca, que a diferencia de los suburbios, no estaban tan masivamente poblados.
Atraso Económico y Desarrollo Industrial
España experimentó un atraso económico, especialmente en cuanto al desarrollo industrial, en comparación con otros países europeos, salvo en las zonas de Cataluña y el País Vasco. Las causas de este atraso fueron:
- Inestabilidad política
- Malas comunicaciones terrestres y falta de redes comerciales
- Escasez de materias primas y fuentes de energía
- Lento crecimiento demográfico
- Falta de capitales e inversiones
- Política estatal proteccionista
- Pérdida de las colonias americanas
- Estancamiento de la agricultura
En el plano regional, cabe destacar la industria algodonera en Cataluña, precursora en la implantación del sistema de fábrica de vapor en 1830. La industria algodonera catalana monopolizó el mercado nacional. En el último cuarto del siglo XIX, se desarrolló la industria siderúrgica vizcaína, que tuvo gran importancia al establecerse un intenso intercambio comercial de hierro vizcaíno por coque galés, ya que en España era difícil su producción debido a la pobreza del carbón peninsular. La explotación de las minas estaba en manos extranjeras, que explotaban las minas en función de las necesidades de compradores extranjeros, sobre todo a raíz de la Ley de Minas de 1868. También encontramos cierto desarrollo industrial en Valencia debido al auge de la agricultura comercial, que favoreció inversiones y capitalización en otros sectores como el químico y el metalúrgico.
Infraestructuras y Comercio
El primer ferrocarril español se puso en marcha en 1848, entre Barcelona y Mataró. Durante el Bienio progresista, se impulsó el ferrocarril con la Ley de Ferrocarriles en 1855, facilitando la inversión extranjera, la financiación a través de obligaciones y la supresión de aranceles materiales. Se configuró una red radial desde Madrid, que fomentaba el centralismo económico y político, y se adoptó un ancho de vía superior al europeo. Entre 1855 y 1865 se produjo un boom ferroviario. La crisis de 1866 paralizó la construcción al producirse quiebras empresariales hasta 1876, donde se reanudó levemente la construcción. Otros avances en el sector fueron la extensión de la navegación a vapor y la modernización de correos y telégrafos.
En 1871, se inauguraron las primeras líneas de tranvía en Madrid y Barcelona, y al mismo tiempo surgieron los “suburbios” (barrios obreros situados a las afueras de las ciudades sin planificación) y los “ensanches” (barrios burgueses organizados con planos ortogonales, como el Barrio Salamanca en Madrid).
El comercio español carecía de un mercado interior único y homogéneo. El comercio exterior era fundamentalmente con Gran Bretaña y Francia, llevando a una balanza comercial deficitaria. Para equilibrar esto, se recurrió al proteccionismo para favorecer la producción nacional, el cual se vio enfrentado con el librecambismo, que quería evitar la intervención del Estado en la economía. España pasó de un alto proteccionismo (Arancel de 1826) a una política relativamente librecambista (Arancel Figuerola-1869), volviendo al proteccionismo en la Restauración (1874-1931).