La llamada generación del medio siglo o del realismo social de los años 50, intentó practicar una novela realista, social y testimonial. Consistía en un análisis crítico de las realidades sociales y del comportamiento de grupos. Son novelas en las que sus autores dan testimonio de determinadas situaciones injustas de la sociedad. En cuanto a la técnica realista, la novela social de los años 50 practica dos formas:
Un realismo extremo, que procede del Naturalismo y que recibe el nombre de objetivismo, conductismo o behaviorismo, que se caracteriza porque el autor parece “desaparecer” del “documento objetivo” que expone; el narrador es “externo”, es decir, cuenta lo que se puede ver u oír, sin penetrar en el interior de los personajes. La novela no se construye a partir de una “intriga” sino a base de historias inconexas. El ejemplo más claro de esta corriente será El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio.
Un realismo flexible, más explicativo que expositivo, en el que el autor no desaparece tras la ficción documental. Son novelas de “tesis” que buscan la dialéctica temporal del presente explicado por el pasado y apuntando al porvenir. Por ejemplo: La zanja de Alfonso Grosso o La mina de Armando López Salinas.
Características del Realismo Social
Pero todos tienen en común:
Su concepto de la novela como testimonio del presente e instrumento de transformación del mismo.
Postulan ante todo, la libertad, la igualdad de condiciones, la paz y la justicia.
Sus novelas no son de evasión, sino que deben fomentar la actuación del lector en la transformación de la realidad.
Tienen como tema la denuncia social y política.
Creen en el papel “comprometido” del escritor.
La sociedad española se convierte en el tema central de su narrativa: la dura vida de los campesinos y proletarios, la miseria y la degradación en los suburbios urbanos, la banalidad burguesa… haciendo siempre hincapié en las injusticias y solidarizándose con los más oprimidos.
Crisis del Realismo Social
Esta novelística entrará en crisis a comienzos de los años sesenta, debido en parte al cansancio de la pobreza estética de esta narrativa (lenguaje realista, sencillo), a la constatación de la escasa influencia que tienen en la transformación de la realidad social y a la competencia de la narrativa hispanoamericana que irrumpe en los años 60 ofreciendo una novela de mucha más calidad artística.
Autores y Obras Representativas
Entre los muchos autores que integran esta tendencia narrativa podemos nombrar, aparte de los tres novelistas más significativos de la generación anterior: C. J. Cela (La Colmena), Miguel Delibes (El camino) y G. Torrente Ballester, a la nueva generación de novelistas integrada por:
- Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre)
- Jesús Fernández Santos (Los bravos)
- Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama)
- Ana María Matute (Pequeño teatro)
- Juan Goytisolo (Duelo en el paraíso)
- Carmen Martín Gaite (Entre visillos)
La Narrativa Social en el Exilio
Paralelamente se desarrolla en el exilio una importante narrativa de contenido social, libres de la censura franquista, pero prohibidos en España, por lo que su influencia fue escasa. Podemos citar a:
- Arturo Barea (La forja de un rebelde)
- Ramón J. Sender (Réquiem por un campesino español)
- Max Aub (Morir por cerrar los ojos)
- Francisco Ayala (Los usurpadores)