Este fragmento pertenece a la última escena del segundo acto de la obra dramática La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, autor que nació en 1898 en Fuente Vaqueros, Granada.
La situación política, económica y social de la España de Lorca es de decadencia. El país vive graves problemas internos. La burguesía acaudalada maneja las grandes industrias. La clase obrera se organiza en movimientos obreros y sindicatos. Poeta, músico, dramaturgo, ensayista, pintor, conferenciante, artista sobre todas las cosas, Lorca vivió en una época dorada de la literatura española:
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convivió con los autores del “98” y con los modernistas (Antonio Machado, Valle Inclán…), conoció a Ortega, a Juan Ramón Jiménez y a otros escritores novecentistas, contribuyó a propagar la literatura española vanguardista y fue uno de los principales poetas y dramaturgos de la Generación del 27. Lorca fue asesinado por los nacionalistas; Alberti, Cernuda, Pedro Salinas y Jorge Guillén se vieron forzados al exilio donde buscaron en la palabra una herramienta de libertad y dignidad. Componentes importantes de esta generación fueron las mujeres (Josefina de la Torre, Concha Méndez…),
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olvidadas hasta hace poco, y que también sufrieron las consecuencias de la guerra. Además, hay que destacar que junto a la intención estética y de renovación del lenguaje, los integrantes de la Generación del 27 se preocupaban especialmente por aquellos asuntos y temas vinculados al ser humano: el amor, la muerte, el destino.
Los últimos años de su vida los dedicó casi exclusivamente al teatro. Sus últimas obras son piezas teatrales: Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936), considerada su obra maestra.
La casa de Bernarda Alba fue la última obra dramática que escribió. La acabó en junio de 1936. Se trata de la obra cumbre de su producción dramática, ya que en ella perviven los mejores hallazgos de sus obras anteriores y se hace patente su perfecto conocimiento del escenario. La casa de Bernarda Alba, aunque tiene características de tragedia, se identifica más con un drama rural; la obra se subtitula Drama de mujeres en los pueblos de España.
Este fragmento trata sobre la pérdida de la honra, representada por la virginidad de la hija de Librada, y la condena social que esto
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conlleva. Se exploran temas como la pasión, los celos y el enfrentamiento entre ideologías opuestas: la retrógrada y represiva de Bernarda y Martirio, frente a la defensa de la libertad de Adela. Se refleja la lucha entre la decencia y la moral contra la libertad de actuación y pensamiento. En esta parte del segundo acto, se muestra un enfrentamiento entre Adela y Martirio debido a la relación de Adela con Pepe el Romano. Cuando Poncia regresa con noticias sobre un grave incidente en la calle, se revela que la gente del pueblo quiere ajusticiar a la hija de Librada por haber tenido un hijo soltera y haberlo matado.
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Bernarda y Martirio apoyan el linchamiento, mientras que Adela, identificándose con la muchacha, pide que la dejen escapar.
En este fragmento, intervienen los siguientes personajes: Bernarda, la madre, que representa las convenciones morales y sociales más añejas, la autoridad y la opresión. Es un personaje represivo que acalla la expresión de ideas y sentimientos de los que viven a su alrededor.
Angustias es un personaje angustiado. Es la mayor e hija del primer marido de Bernarda. Como ha heredado una buena fortuna de su padre, atrae a Pepe el Romano con quien se va a casar a pesar de haber perdido la ilusión y la pasión, motivo por el cual sus hermanas la envidian.
Magdalena es consciente de que a sus 30 años ya no va a casarse; es sumisa, aunque en ocasiones protesta por la herencia de Angustias. Fue la única que lloró la muerte de su padre.
Martirio tiene 24 años; está enamorada de Pepe el Romano y es la primera en percatarse de que Adela también lo está. Es un personaje acomplejado y oscuro, con sentimientos de rechazo, temerosa de los hombres, celosa de Adela respecto a su relación con Pepe el Romano.
Adela, la más joven de las hermanas y junto con la mujer mayor de la casa, María Josefa, encarna la rebeldía y la libertad. Se enfrenta a su madre en múltiples ocasiones: desde las más ingenuas, hasta sus relaciones ilícitas con el pretendiente “oficial” de Angustias y el desafío final cuando le rompe a su madre el bastón.
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Adela es, esencialmente, el amor, actitud vital en todo Lorca, de tal manera que, si no hay amor, la vida se trunca, la muerte es segura… Y así sucede con ella.
La Poncia, una criada que lleva treinta años sirviendo a Bernarda por la que siente rencor. Interviene en las conversaciones, da consejos, advierte. Espía a las hermanas e informa a Bernarda que no la cree. La criada también participa en el rencor hacia el ama y hacia el difunto marido, que la acosaba. Obedece a Poncia, pero es altanera con la mendiga, un ejemplo más de la jerarquía de clases que se aprecia en la obra.
Pepe el Romano, el joven espiado ya por las hijas en el duelo y pretendiente oficial de Angustias. Conocemos su silbido y su sombra, sabemos de sus conversaciones con Angustias. Su fuerza va creciendo conforme aumenta la tensión dramática de la obra y tiene su correlato zoomórfico en el caballo garañón que patalea las paredes del corral. Será el causante, sin saberlo, de la muerte de Adela en esta parte final de la obra.
Toda la obra se representa en el interior de la casa, un espacio cerrado que acrecienta la falta de libertad y la represión a la que están sometidas todas las hermanas. Pero en esta escena
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también aparece el mundo exterior. La casa representa un espacio permanente de inhibición y ceguera, en contraste con el exterior que representa la libertad.
El tiempo queda desdibujado. Aunque al principio de la obra se habla de ocho años de luto, la acción parece transcurrir en uno solo por la tarde, después de comer.
Los diálogos, en general, son rápidos, incisivos, breves y muy personales. En este sentido debemos tener en cuenta la enorme importancia del
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lenguaje verbal en el teatro de este autor. Lorca llega al teatro procedente de la poesía, por ello valora los aspectos literarios de las obras dramáticas.
Por lo que se refiere a las acotaciones, destinadas a clarificar la comprensión y el modo de presentación de la obra, estas nos proporcionan una información esencial acerca de la puesta en escena y de la intención comunicativa del personaje.
La casa de Bernarda Alba presenta la estructura clásica en tres actos de cualquier obra teatral, que se corresponden con el esquema tradicional de presentación, nudo y desenlace, y el respeto a la regla de las tres unidades. Cada acto tiene lugar en un cuadro diferente y en un tiempo distinto.
La casa de Bernarda Alba es un texto literario, concretamente un fragmento de una obra que pertenece al género teatral, un drama.
La función poética está presente en todo el texto lorquiano, intensificada por la propia procedencia del dramaturgo de la poesía.
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Acotaciones, diálogos están llenos de imágenes expresivas impactantes, de manera que son constantes los recursos literarios.
En conclusión, nos encontramos ante un texto dramático en el que está presente y condensado todo el patetismo de un conflicto trágico, producto de la frustración de todos los personajes. Sin embargo, esta frustración parece cebarse en aquellos individuos más activos y rebeldes o, simplemente, en los que viven en la marginalidad, esto es, las mujeres de un pueblo cualquiera de España.
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Y lo que es verdaderamente sorprendente es la capacidad de Lorca para, mediante un lenguaje plagado de símbolos y metáforas, contagiarnos de dolor, frustración y tragedia.