La guerra civil española (1936-1939) constituye un hecho trágico y doloroso que condiciona durante casi cuatro largas décadas la vida del país en todos sus aspectos. Tras la victoria, el general Franco se erige como caudillo del país, cargo en el que se mantendrá hasta su muerte, en 1975. Los últimos años del régimen franquista vienen marcados por el agotamiento del régimen y la amplia oposición de diversos sectores intelectuales, políticos y sociales. Franco muere en noviembre de 1975, después de una larga enfermedad.
En este contexto, la novela española de la época prosigue su evolución sin que los acontecimientos políticos la influyan de una manera inmediata. Se abandona la experimentación y se retoma el relato tradicional. Conviven en este periodo varias generaciones de narradores: autores de posguerra como Camilo José Cela, novelistas de los años sesenta, setenta y ochenta como Juan Marsé y escritores de la última promoción donde encontramos a Juan Manuel de Prada.
El auge de los grupos de comunicación y la generalización de la cultura crean una amplia masa de lectores que demandan novelas entretenidas; la literatura se mercantiliza en exceso.
Aparece en estos años una gran producción, variada en cuanto a temas, estilo y calidad de las obras, aunque no existe, al igual que en el resto del mundo, una corriente dominante.
Las innovaciones formales que introduce Tiempo de silencio de Luis Martín Santos ponen de manifiesto la necesidad de separar lo político y lo social de la literatura, pues en muchos casos la preocupación social había relegado a un segundo plano los valores literarios de las obras. La nueva narrativa mantiene el enfoque crítico sobre determinados problemas de España, pero valora más el lenguaje y la estructura.
Se produce una ruptura lineal del tiempo por la influencia del cine. Existe cierto desorden en la cronología, ya que se producen diversos saltos temporales del pasado al futuro. Es habitual la técnica del flashback, que consiste en el retroceso a un tiempo anterior. El espacio suele ser indefinido.
La renovación del lenguaje se consigue por medio de la introducción de tecnicismos, extranjerismos, cultismos y coloquialismos con absoluta libertad. La frase se alarga, se elimina la puntuación y se mezclan diversos niveles de lengua, lo que hace más difícil la lectura.
A partir de los años 70, conviven varias generaciones de narradores: autores de posguerra como Camilo José Cela y Miguel Delibes; novelistas de los años setenta y ochenta como Juan Marsé y autores de la última promoción como Juan Manuel Prada. El auge de los grupos de comunicación y la generalización de la cultura crean una amplia masa de lectores que demandan novelas entretenidas; la literatura se mercantiliza en exceso.
Características de la novela a partir de 1975
- El cansancio de los excesos de la experimentación y la vuelta al relato tradicional y al argumento desde una óptica irónica y distante.
- No se realiza un análisis complejo del mundo, ni hay personajes de envergadura; el narrador suele ser el protagonista.
- La influencia de los medios de comunicación, que impulsan el gusto por géneros como la novela-reportaje siguiendo el esquema del periodismo de investigación y la cultura de masas.
- La atención a lo formal: son obras bien escritas, pero no profundizan en las posibilidades creativas del lenguaje.
- El estilo es realista y tradicional, y se utiliza la frase corta, lo que supone una menor dificultad para el lector.
- Los espacios oscilan entre la ciudad de provincias, el barrio, etc., y lo cosmopolita y exótico.
Tendencias Dominantes
- Novela histórica: se vuelve al pasado histórico distanciándose de los hechos con una intención paródica. Destaca como autor Eduardo Mendoza con su obra La verdad sobre el caso Savolta.
- Novela intimista: se vuelve a lo privado y el análisis psicológico de los personajes, recreando la infancia y la juventud en espacios rurales y legendarios.
- Metanovela: supone una reflexión sobre los aspectos textuales de la creación novelística; como autor a destacar, tenemos a Gonzalo Torrente Ballester.
- Novela neorrealista: situada en un espacio conocido, en este caso la ciudad de provincias o la gran urbe. Destaca Miguel Delibes con El diario de un jubilado.
- Novela policíaca: casi siempre influida por la novela y el cine negro americano, tiene una intriga poderosa que atrae al lector; encontramos como autor a Eduardo Mendoza con El misterio de la cripta embrujada.
- Novela de la crítica política: refleja la desilusión ideológica de los años 80 y 90.
Eduardo Mendoza escribió La verdad sobre el caso Savolta, que refleja de manera irónica el proceso en el que se ve envuelto el protagonista de la novela, Javier Miranda, por el asesinato del industrial Savolta. La acción, situada en la Barcelona de 1917-1918, recrea los conflictos de una ciudad por las protestas obreras y los atentados terroristas.
La narración se ubica en 1928, cuando se inicia el juicio. La estructura narrativa de la obra es muy compleja, pues el autor utiliza tres puntos de vista diferentes para contar los sucesos: el del protagonista, Javier Miranda, que narra la historia en primera persona desde una óptica totalmente subjetiva, en la que intenta explicar las circunstancias que le han llevado a comparecer como inculpado en el caso; el de un narrador omnisciente, que cuenta los hechos en tercera persona, y, por último, la información que aportan los documentos que se utilizan como pruebas durante el proceso. De este modo, existen diversas versiones sobre los acontecimientos que rodean al caso Savolta, lo que hace que nunca llegue a aclararse del todo.
De la multitud de personajes que aparecen en la novela, destacan por su importancia tres:
- Javier Miranda: hombre surgido de la nada que llega a Barcelona desde una ciudad de provincias y consigue instalarse en lo más alto de la sociedad.
- Nemesio Cabra Gómez: el mendigo loco.
- André Lepprince: violento y distinguido jefe de Miranda, casado con la hija de Savolta, el industrial asesinado.