La Ética Kantiana: Fundamentos de la Moralidad y el Imperativo Categórico

Textos:

Cada cosa de la naturaleza…

En el texto, Kant afirma que la voluntad entendida como “facultad para elegir solamente aquello que la razón, con independencia de la inclinación, reconoce como bueno”, es atributo exclusivo de los seres racionales. Por ello, la voluntad es, en este sentido, lo mismo que la razón práctica: “resulta que la voluntad no es otra cosa que razón práctica”. Con todo ello, Kant está estableciendo una diferenciación entre las cosas de la naturaleza que “actúan según leyes” y los seres racionales cuya voluntad (en sentido restringido) vendría determinada, no por una inclinación o leyes de la naturaleza, sino por la razón.

Hay un imperativo que…

Kant defiende que el único imperativo de la moralidad es el imperativo categórico, al que diferencia de los imperativos hipotéticos de las éticas precedentes porque “manda inmediatamente una conducta sin poner como condición otro propósito que se pudiera alcanzar mediante esa conducta”. Además se refiere a su carácter formal: “no se refiere a la materia de la acción ni a lo que pueda esperarse de ella, sino a la forma y al principio del que la acción misma proviene”. En definitiva, para Kant el fundamento de la moralidad no está en el contenido de la acción, ni en los fines que se pretenden alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta: “lo esencialmente bueno en ésta consiste en el ánimo con que se efectúa, sea cual sea su resultado”. Con ello Kant sitúa la clave de lo moral en la interioridad del ser humano.

Los seres racionales no son…

Kant argumenta en el texto que si no existiera nada cuyo valor fuera absoluto, si “todo valor fuera condicionado y, por tanto, contingente, no podría encontrarse ningún principio práctico supremo para la razón”. Es decir, la necesidad y universalidad del imperativo categórico carecería de fundamento. Por ello, solo la existencia de algo que sea valioso por sí mismo como fin (y no solo para nosotros, con relación a nuestras necesidades), será digno de consideración de forma incondicionada y, así, podrá fundar principios prácticos que sean válidos necesaria e incondicionalmente, esto es, imperativos categóricos, cuya validez es universal. Este algo valioso por sí mismo, como fin y no solo como medio, es del ser racional. -“los seres racionales no son meros fines subjetivos, sino fines objetivos, es decir cosas cuya existencia en sí misma un fin”-, cuya dignidad radica en la autonomía de su voluntad, es decir, en la libertad.

Cuando pienso un imperativo…

Kant señala en el texto que el imperativo categórico es el único del que puede saberse, a priori, lo que en general contiene, pues un imperativo hipotético, afirma, “no se de antemano lo que contendrá hasta que me sea dada la condición”. Pero el imperativo categórico no está en función de ningún fin. Lo único que contiene es la exigencia de la conformidad de la máxima de la acción con la universalidad propia de la ley: “solo contiene la necesidad de que la máxima sea adecuada a esa ley”. El imperativo es la forma como a los seres humanos se nos presenta la ley práctica y, por ello, ordena que, cuando la voluntad quiere algo, la máxima que orienta su querer tiene que servir como ley para todos: “obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”. La primera formulación del imperativo categórico es estrictamente formal porque no establece el contenido de la acción. Lo que importa es la máxima: puedes querer cualquier cosa, con tal de que cualquier persona pueda querer también eso que quieres tú.

Marco Histórico:

El Siglo XVIII representa, por un lado, la culminación de todas las transformaciones que han dado lugar al mundo moderno, así como el inicio -con las revoluciones operadas a finales del mismo: Revolución Francesa, Revolución Industrial- del mundo contemporáneo. En esta etapa histórica conocida como Antiguo Régimen, pervive la sociedad estamental y la economía sigue siendo fundamentalmente agrícola. Sin embargo, las tensiones políticas en el Antiguo Régimen se irán acentuando con el ascenso de la burguesía como clase social que tenía por deseos acabar con un régimen político que le denegaba el acceso al poder político y contemplaba toda clase de privilegios para la nobleza. Estas aspiraciones burguesas se concretarán en toda una serie de revoluciones en Europa -la primera en Inglaterra- que supondrán la desaparición paulatina del absolutismo y la consolidación de las democracias liberales. El triunfo de la ciencia moderna permitió que tanto ésta, como la filosofía, se desligaran de la religión. Por ello, la proclamación de la Autonomía de la Razón se convertirá en el rasgo fundamental del pensamiento moderno que culmina en la Ilustración. Debemos destacar como rasgos esenciales a todo el movimiento ilustrado, su absoluta confianza en la razón como la única facultad legítima que puede resolver todos los problemas humanos, tanto de índole teórica como de índole práctica -moral y política-. Esta confianza en la Razón no expresa sino la fe del hombre en sí mismo y en sus propias facultades como condición suficiente para garantizar el progreso de la humanidad en el terreno del conocimiento y en el político-moral sin la ayuda de Dios. La Ilustración supone el paso de un orden basado en Dios a un orden basado en el Hombre. Kant fue quien mejor supo definir lo que era la Ilustración, al considerarla como la liberación del Hombre de su incapacidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Por ello que los hombres alcancen su mayoría de edad, que tengan el valor de servirse de su propia razón y, en definitiva, que sean libres o autónomos, será en último término el objetivo del movimiento ilustrado.

Es en el marco de todas estas aspiraciones ilustradas donde debemos situar la filosofía del ferviente admirador de las revoluciones americana y francesa que fue Kant, en la medida en que la unidad de su Obra crítica radica en el esfuerzo realizado por el filósofo por clarificar racionalmente la Razón, como la única facultad legítima que nos diga lo que podemos conocer, lo que debemos hacer, y lo que nos cabe esperar.