Novela desde 1940 hasta el 75
La Guerra Civil española (1936-1939) supuso una ruptura con los modelos culturales anteriores. A esto se añadió, en el periodo de posguerra, la fuerte censura del régimen y el exilio de muchos autores, que provocaron en los primeros años un empobrecimiento y declive de nuestra literatura.
Podemos dividir la producción novelística de esta época en dos grupos: la literatura del exilio, donde destacamos la trágica memoria de la guerra y el realismo social, y la literatura escrita en España, que irá mostrando, a pesar de las dificultades, focos de originalidad sorprendentes.
Años 40
Durante los años 40, se produce un empobrecimiento en el panorama narrativo nacional, lo que conlleva a empezar de nuevo el género novelístico. Acorde con el régimen vencedor, aparece la novela falangista, cuyos autores pretenden dejar constancia de la victoria por medio de novelas propagandísticas (Checas de Madrid de Tomás Borrás). También surge la novela realista y psicológica, que plasma la vida burguesa (Mariona Rebull, Ignacio Agustí). El inicio de la novela existencial se sitúa en 1942, con la obra de Cela: La familia de Pascual Duarte, y en 1944, con la publicación de Nada, de Carmen Laforet. En ambas obras aparecen temas como la amargura, la desorientación y la incertidumbre, plasmados en personajes marginados, desarraigados, angustiados en un espacio limitado y narrados en primera persona. Hay que destacar también a Miguel Delibes, ganador del premio Nadal en 1947 por su obra: La sombra del ciprés es alargada.
Años 50
En la década de los 50, la censura se relaja y aparecen novelas donde predomina la denuncia de la pobreza, la persecución y la injusticia, recibiendo el nombre de novela social. Comienza en 1951 con la publicación de La Colmena, de Cela, aunque es a mediados del decenio cuando aparece la verdadera novela social. En esta época se incorporaron tendencias narrativas extranjeras como:
- El conductismo, que se centró en la conducta de los personajes.
- El objetivismo francés, que introdujo un narrador objetivo en las obras.
- El neorrealismo italiano, que mostraba la realidad de una época en que la supervivencia era fundamental.
Durante esta época surgen dos tendencias: el neorrealismo, que se centra en los problemas del hombre como ser individual, y el realismo social, que se centra en los problemas de los grupos sociales. En la primera destaca Rafael Sánchez Ferlosio con El Jarama, mientras que en la segunda sobresale Jesús Fernández Santos (En la hoguera).
Años 60
En los años 60 se produce una renovación temática y formal en la narrativa del momento, debido al cansancio del realismo social, al impacto de la nueva novela hispanoamericana, a la influencia de novelistas extranjeros y a la publicación en 1962 de Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos, que supuso un cambio hacia una novela crítica e innovadora a la vez. Los escritores españoles introdujeron la novela experimental. Esta tendencia emplea la técnica como la difuminación del narrador (único o múltiple) dando una interpretación contradictoria de la misma realidad. También se tenderá al desorden cronológico ordenando el discurso según la memoria. Los personajes suelen encontrarse en conflicto tanto con su entorno como con ellos mismos. Entre las obras más destacadas de este periodo está Cinco horas con Mario de Delibes.
Años 70
La década de los setenta se trata de una época de transición en la que, tras la muerte de Franco y la aprobación de la Constitución, desaparece la censura. Se inicia la recuperación de los pilares de la narración y del arte de contar historias como base de la novela.
Novela posterior a 1975
La llegada de la democracia abrió paso a un ambiente de libertad y supuso un acercamiento a Europa. En la literatura, la desaparición de la censura llevó a la publicación de obras prohibidas y la recuperación de la narrativa de los exiliados. Como consecuencia de la libertad de expresión, a partir de 1975 los escritores adoptaron un estilo individual que manifestó su interés artístico y se guió por el “gusto por contar” y conectar con el lector, que supuso el abandono de la novela experimental, ofreciendo una estructura simple y cercana.
Nace una nueva generación de narradores, conocida como generación del 68. Estos autores se alejaron de la novela social y optaron por la novela experimental. Sin embargo, después dejaron de lado la novela estructural y recuperaron los elementos tradicionales del relato, abordando los problemas del hombre como ser individual. A esta segunda corriente pertenecen autores como Eduardo Mendoza con la obra La verdad sobre el caso Savolta.
Años 80 en adelante
A partir de los años 80, el panorama narrativo comenzó a dividirse llevando a diferentes estilos, como consecuencia de la coexistencia de distintas generaciones. Debido a esto resulta muy difícil establecer tendencias claras y únicas, por lo que recurrimos a una clasificación orientativa, donde se encuentra:
- La metanovela, a través de la cual se transmiten las técnicas literarias para la creación de la novela desde la propia novela, como en Fragmentos de apocalipsis (1977) de Ballester.
- La novela lírica se acerca al poema lírico mediante un complejo simbolismo y un lenguaje sugerente (La lluvia amarilla de Julio Llamazares).
- A su vez surge la novela histórica donde sobresale La Ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza y recrea el siglo de Oro.
- En la novela de intriga destaca El invierno de Lisboa de Muñoz Molina.
- La novela neorrealista aborda los problemas de la juventud urbana desde la contracultura (Historias del Kronen de J. Ángel Mañas).
También hay que mencionar en esta época la importancia de las mujeres en la literatura de la democracia que están muy ligadas al periodismo, entre las cuales destaca, Rosa Montero.
Entre los novelistas de este periodo sobresale Eduardo Mendoza, quien publicó en 1975 La verdad sobre el caso Savolta, una novela que combina la intriga con las técnicas experimentales, abriendo el paso a la novela actual. Otras de sus obras muestran una excepcional capacidad paródica como en El misterio de la cripta embrujada. Su obra más ambiciosa y lograda es La ciudad de los prodigios.