La Hispania Romana: Proceso de Hominización, Romanización e Invasiones Bárbaras

LAS RAÍCES. LA HISPANIA ROMANA

El proceso de hominización en la Península Ibérica: nuevos hallazgos. Atapuerca

La hominización es el proceso evolutivo de la especie humana desde el punto de vista biológico (homo heidelberguensis, neanderthal), pero también (achelense, musteriense, etc.). Se inició en África hace cinco millones de años.

Fases del proceso de hominización en la Península Ibérica

  • Homo Antecessor: (hace 800.000 años-Paleolítico Inferior), desciende del homo ergaster que emigró desde África a Europa por primera vez, era capaz de fabricar instrumentos simples (cantos trabajados, pebble culture) y al parecer practicaba el canibalismo. Era nuestro antepasado remoto. Sus restos se han encontrado en la Gran Dolina de Atapuerca.
  • Homo Heidelbergensis: (hace 300.000 años- Paleolítico Inferior), desciende del homo antecessor evolucionando a partir de éste en Europa. Practicaba una industria de bifaces (Achelense) y es posible que empezara a enterrar a sus muertos (Sima de los Huesos de Atapuerca), también practicaba caza mayor (cazaderos de elefantes de Torralba y Ambrona). Seguramente no era nuestro antepasado.
  • Homo Neandertalensis: (90.000-35.000 años- Paleolítico Medio), desciende del homo heidelbergensis evolucionando a partir de éste en Europa y Asia Occidental. Practicaba una industria de lascas muy evolucionada (por ejemplo la técnica Levallois) denominada Musteriense. Es seguro que enterraba a sus muertos. Era robusto y adaptado al clima frío de las glaciaciones y su capacidad craneana era similar a la nuestra. No era nuestro antepasado pues se extinguió hace 35.000 años.
  • Homo Sapiens: (35.000-8.000 a. de Jc.- Paleolítico Superior), evoluciona en Africa a partir del homo rudolfhensis y emigra a Europa hace unos 40.000 años desplazando al Neanderthal. Su industria evolucionó desde el Perigordiense-Auriñaciense iniciales al Solutrense y finalmente Magdaleniense en que desarrolla una compleja insdustria ósea y de microlitos. También es responsable de la realización del Arte Franco-Cantábrico (ejemplo: Altamira). Es nuestro antepasado directo.

Aportaciones de Atapuerca al proceso de hominización:

En Atapuerca se ha encontrado el primer homínido que pobló Europa, el Homo Antecessor datado hace 800.000 años. Asimismo, se ha demostrado que el Neanderthal proviene de un proceso evolutivo que parte del Heidelberguensis en la misma Europa y que, por tanto, no proviene del Homo Erectus. Atapuerca también ha demostrado el carácter avanzado del Heidelberguensis que ya enterraba a sus muertos hace 300.000 años.

Modo de vida durante el Paleolítico:

Estos homínidos que hemos descrito vivieron en Europa sometidos frecuentemente a un clima glaciar muy similar al de la Tundra, aunque en otros períodos disfrutaron de un clima algo más templado. Su estrategia económica era la caza y la recolección y vivían en pequeños grupos habitando cuevas y pequeños campamentos nómadas.

Pueblos prerromanos. Colonizaciones históricas: fenicios, griegos y cartagineses

El contacto entre los pueblos prerromanos y las colonizaciones históricas se produjo durante la Protohistoria. Entendemos por Protohistoria el período histórico en el que aparecen las primeras referencias escritas sobre la Península Ibérica. En la Península Ibérica la Protohistoria coincide con la Edad del Hierro, es decir, aproximadamente el primer milenio a. de Jc. El hecho histórico más importante de este período es la entrada de diferentes pueblos en la Península:

Por un lado los indoeuropeos que penetran por los Pirineos y se instalan en el interior Por otro lado, los colonizadores, fenicios y griegos que fundan colonias en las costas del Mediterráneo.

La Protohistoria (I): Tartessos, Fenicios y Griegos (siglos IX-VI a. de Jc.)

Tartessos es el nombre de un mítico reino indígena que aparece reflejado en las antiguas fuentes escritas de los griegos y quizá bíblicas, famoso por sus fabulosas riquezas. Hoy en día podemos calificarlo como una cultura bastante avanzada situada en Andalucía Occidental a caballo entre el Bronce Final y la Edad del Hierro. Esta cultura entró en contacto con los fenicios en el siglo VIII a. de Jc. y de este contacto se derivó un gran desarrollo económico (explotación masiva de plata) y cultural (desarrollo de una escritura propia, de complejos sistemas artesanales, urbanísticos, funerarios, etc. Tras este período de auge, Tartessos entró en decadencia y desapareció a fines del siglo VI a. de Jc.

Los fenicios, habitantes del Líbano llegaron a la Península hacia 800 a. de Jc. fundando Cádiz y asentándose en la costa de Andalucía, sur de Levante e Ibiza. Uno de sus objetivos fundamentales fue la plata tartésica. Entraron en decadencia tras la caída de Tiro en 573 a. de Jc.

Los griegos focenses, aunque llegaron esporádicamente a Tartessos hacia 600 a. de Jc. se asentaron en Cataluña (Ampurias) y Levante comerciando esencialmente en esta zona durante los siglos V-III a. de Jc.

La Protohistoria (II): Iberos, Celtas y Cartagineses (siglos V-III a. de Jc.)

Los íberos son los descendientes de los indígenas peninsulares del Bronce Final que habitaban Cataluña, Levante y Andalucía y se vieron muy influídos por fenicios y griegos. Esta influencia les permitió alcanzar un alto grado de desarrollo: poblados urbanizados y fortificados, santuarios, sistemas de escritura alfabética, ritos de incineración.

Los celtas eran los pueblos del interior, norte y oeste peninsular que se mantuvieron aislados de la influencia de los colonizadores pero recibieron aportes de pueblos indoeuropeos que cruzaron los Pirineos. Por ello, mantenían entre los siglos IES Fray Pedro de Urbina – Departamento de geografía e historia
V-III a. de Jc. sistemas de organización social aún tribales mucho más atrasados que los de los íberos.

Los cartagineses eran norteafricanos descendientes de los fenicios que fundaron Cartago en el siglo IX a. de Jc. Tras la caída de Tiro empezaron a mostrar su influencia sobre los fenicios peninsulares durante los siglos V-IV a. de Jc. (aunque no hay pruebas de que esta intervención fuera militar). En el siglo III, en cambio, y para resarcirse de las pérdidas de la Primera Guerra Púnica, Amílcar Barca (general cartaginés) invadió Andalucía (241-237 a. de Jc.).

La romanización de la Península Ibérica

Por Romanización se entiende la asimilación de la cultura y formas de vida romanas por parte de los pueblos indígenas conquistados. Fue un proceso relativamente rápido entre los pueblos ibéricos del sureste, sin embargo la romanización fue muy lenta y superficial entre los pueblos del Norte de la Península (astures, cántabros y vascones).

La Romanización se inició con la conquista romana.

La conquista de Hispania por

los romanos se inicia con la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. de Jc.). Los romanos intervienen en España por el peligro que supone para ellos la ocupación cartaginesa de este territorio. En 218 a. de Jc. Aníbal, general cartaginés ataca Sagunto y los romanos le acusan de haber roto el Tratado del Ebro. Los romanos ganarán esta guerra tras la ocupación de Cartagena por Escipión el Africano. La conquista del área ocupada por los íberos será muy rápida, pues se trata de pueblos avanzados cuyos intereses y modo de vida se asemejan más a los de los romanos. La ocupación del resto de Hispania habitada por los celtas fue más lenta.
Fases de la Conquista Romana.
Segunda Guerra Púnica y ocupación del Area Ibérica (218-197 a. de Jc.): ocupación de Cataluña, Levante y Andalucía

Guerras Celtíbero-Lusitanas (154-133 a. de Jc.): ocupación de la Meseta y Portugal.

Guerras Cántabro-Astures (29-19 a. de Jc.): ocupación de la franja cantábrica

Los vehículos de la Romanización fueron:
La extensión de la vida urbana romana por la Península. Los romanos fundaron muchas ciudades en la Península, algunas se originaron en los campamentos militares romanos (León), y otras fueron colonias pobladas por veteranos del ejército romano (Mérida). Estas ciudades eran las unidades administrativas de la Hispania Romana y se encuadraban en provincias (organización administrativa de Augusto, 27 a. de Jc.: Bética, Lusitania, Tarraconense) y conventos jurídicos. IES Fray Pedro de Urbina – Departamento de geografía e historia
El papel del ejército romano en el que se enrolaban los indígenas. Entrar en el ejército era una vía de promoción social posteriormente, tras licenciarse los soldados, ya romanizados contribuían a la romanización de su propia tribu.
La concesión de la ciudadanía romana a los indígenas. La ciudadanía romana era otro modo de promoción social, pues los ciudadanos romanos tenían derechos jurídicos y políticos. La sociedad romana se dividía en libres y esclavos, pero entre los libres la ciudadanía romana proporcionaba importantes diferencias.
La integración de la Península en los circuitos económicos y comerciales romanos. Los romanos extendieron por la Península la trilogía mediterránea (trigo, vid y olivo) que se cultivaban en forma de grandes latifundios. La Península fue así una especie de colonia de Roma pues le proporcionaba materias primas agrícolas así como minerales.
La romanización de ciertas áreas de Hispania como la Bética fue tan importante que en ella nacieron filósofos como Séneca o emperadores como Trajano.
Las invasiones bárbaras. El Reino Visigodo (siglos V-VII)
Los bárbaros germanos invadieron el Imperio Romano en el siglo V. Esto sólo fue posible por el creciente debilitamiento del Bajo Imperio (siglos III-V). En este período el Imperio Romano sufrió: la anarquía militar (235-284 d.C), el declive de las ciudades y el proceso de ruralización, la decadencia del sistema de producción esclavista, etc.
Debido a esta debilidad del Bajo Imperio Romano los pueblos germanos invadieron la Galia e Hispania. En 409 tres pueblos penetraron en la Península y se la repartieron:
Los suevos se establecieron en Galicia.

Los vándalos en Andalucía, aunque saltaron al norte de África en 430.

Los alanos en el sur pero posteriormente se perdió su rastro.

Los visigodos, en cambio no llegaron a la Península como invasores sino como aliados (foederati) del Imperio Romano para expulsar a suevos, alanos y vándalos. Si bien en principio mantuvieron su reino en Tolouse (sur de Francia), tras la derrota de Vouillé 507 frente a los francos, se vieron obligados a establecer el centro de su Reino en Toledo.
Los visigodos acentuaron las tendencias sociales surgidas durante el Bajo Imperio Romano: ruralización, latifundismo y economía cerrada. Además en el Reino Visigodo se desarrolló tempranamente un feudalismo primitivo caracterizado por las relaciones políticas de tipo personal: (rey-gardingos; nobles-bucelarios).
La monarquía visigótica era en principio de tipo electivo lo cual hacía que los reyes fueran débiles y dependientes de la nobleza, por ello, los principales reyes lucharon por hacer la monarquía hereditaria. En la práctica el rey debía gobernar con una asamblea de nobles (Aula Regia). Además tras el III Concilio de Toledo (589), la Iglesia participó en el gobierno del reino a través de los sucesivos Concilios de Toledo. Los visigodos conservaron las antiguas provincias romanas y al frente de cada una situaron a un Duque.
Los visigodos entraron en pequeño número en la Península y en principio se integraron mal con la población hispanorromana. Para dicha integración tuvieron que superar tres problemas:
Unificación política de la Península: los visigodos tuvieron que conquistar ciertos territorios de la Península que en un principio escapaban a su control: en 585 Leovigildo conquistó el reino de los Suevos en Galicia; en 622 Suintila conquistó Andalucía a los bizantinos; sólo los vascones y otros pueblos del norte de la Península mantuvieron un grado de semiindependencia.
Problema Religioso: los visigodos eran arrianos mientras que los hispanorromanos eran católicos. En el III Concilio de Toledo (589), Recaredo obligó a los visigodos a convertirse al catolicismo.
Problema Legal: visigodos e hispanorromanos mantuvieron una división legal, en 654 Recesvinto unificó la legislación que afectaba a unos y otros mediante la redacción del Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo.
El Reino Visigodo vivió a fines del siglo VII una continua inestabilidad política entre el rey y la nobleza. Esta desembocó en una guerra civil que fue aprovechada por los musulmanes, los cuales derrotaron al último rey visigodo: Rodrigo, en la Batalla de Guadalete (711).