Análisis del poema “Un día habrá una isla” de Pedro García Cabrera
Contexto histórico y biográfico
Nos encontramos ante el poema “Un día habrá una isla” de Pedro García Cabrera (Vallehermoso, 1905-Santa Cruz de Tenerife, 1981), una de las figuras literarias de la España insular de mayor proyección. Proyección en el tiempo, por la extraordinaria influencia que su palabra poética ejercerá en la obra lírica de su época; y proyección en el espacio, por su reconocimiento también en la España peninsular y fuera de sus fronteras. El poema pertenece al libro Las islas en que vivo, escrito entre 1960 y 1967. En este poemario, el autor pone de manifiesto sus ansias de libertad que quiere compartir con todos “cuantos partan su pan en esta isla/ que no sea su silencio amordazado”. En él, habla no de un espacio concreto, sino de una isla que es, al mismo tiempo, exterior e interior. Como el mismo poeta afirma en la pequeña introducción a su libro: islas donde “el hombre dramatiza el reflejo de su libertad”.
Pedro García Cabrera perteneció a la vanguardia de las islas Canarias, junto con escritores como Agustín Espinosa, Emeterio Gutiérrez Albelo, Domingo López Torres, Pérez Minik o Juan Ismael, entre otros. Una generación que comienza a irrumpir en las islas a través de la revista “Gaceta de Arte”, dirigida por Eduardo Westerdahl y que, por sus ideas republicanas y de izquierdas, sufrió la represión franquista. Afortunadamente, García Cabrera sobrevivió a ella y no renunció a seguir escribiendo. Así lo hizo incluso cuando estaba en la prisión, aunque muchos de sus libros fueron censurados y solo se conocieron a partir de la publicación de su obra completa en 1987, ya en tiempos de la transición a la democracia española.
Influencias y etapas creativas
Se suele decir que su vida y extensa obra vienen conformadas particularmente por dos constantes: su claro compromiso social y su especial atención hacia el paisaje isleño. También es significativo comprobar cómo determinadas circunstancias históricas, que incidieron directamente en su vida, ayudaron a definir dos grandes momentos líricos en su trayectoria artística.
Así, hay un Pedro García en la primera mitad del siglo que algunos consideran como un creador en tránsito, como una figura que se busca en distintas tendencias. Encontramos en este periodo reminiscencias modernistas, un acercamiento muy destacado hacia el Surrealismo, ciertos ecos también de la poesía pura de Juan Ramón Jiménez y, por último, una cercanía a la estética lorquiana y de Rafael Alberti.
Por otro lado, destaca una segunda etapa superado el meridiano del siglo y hasta el final de sus composiciones, donde encontramos un enraizamiento entre lo íntimo y lo social.
Primeros poemarios y la Guerra Civil
En el año 1928, encontramos su primer poemario, Líquenes, obra primeriza que recoge las influencias ya descritas. Pertenecen también a este momento Transparencias Fugadas (1934) y Dársena con despertadores (1936). Transparencias fugadas supone un modo muy personal de abordar el surrealismo. Temáticamente, se advierte también la gran importancia concedida al paisaje como motivo literario, aspecto que marcará su obra.
El estallido de la Guerra Civil española trunca la vida del país y afecta particularmente a “activistas” de la cultura, como nuestro autor, que sufre aproximadamente diez años toda una dramática peripecia personal: detención, prisión, deportación a África, fuga, accidente, hospitalización y nueva detención en la Península, reclamación desde la isla de Tenerife, encarcelamiento y posterior concesión de libertad vigilada, con el consecuente confinamiento en su hogar.
La poesía social y la consolidación de su estilo
Superados estos diez años de inestabilidad, en los años 50 percibimos su aproximación a la poesía social con Día de alondras. También son significativos estos años los intentos del poeta por contribuir a recuperar la vida cultural con la reactivación de revistas culturales (“Gaceta semanal de las artes”), su implicación casi simultánea en nuevos libros, su interés por la traducción al francés y, en definitiva, su proyección internacional.
En este periodo entre los años 50 y 60 escribe varios poemarios entre los que se incluye Las islas en las que vivo (1971). Todos ellos se alimentan, junto al tema de la libertad ya mencionado, del “leitmotiv” de la esperanza de un futuro mejor que se construye solidariamente, entre todos. Junto a ella, una vez más, el paisaje y sus gentes. Y en el paisaje, por encima de todo, el mar.
Sus últimos poemarios recrudecen los temas de su obra anterior y ponen acento en la rebeldía: Elegías muertas de hambre (1975), Hacia la libertad (1978).
Análisis del poema”Un día habrá una isl”
Caracterización (temas, estructura)
El poema que nos ocupa, perteneciente a Las islas en que vivo (1971), se ubica en un momento de consolidación del tono social. El desasosiego que siente el mismo Pedro García se acentúa en algunos de los poemas de este libro. Así, la soledad es casi un personaje y, frente a ella, el poeta busca apoyos solidarios: la libertad es también ahora una meta colectiva.
El deseo de libertad junto con la necesidad de la esperanza conforman el núcleo temático de este poema de estructura circular (comienza y termina con el mismo deseo). No podemos sustraernos de las circunstancias históricas en las que vivió: una España que, entre 1939 y 1975 estuvo supeditada a un régimen de privación de la libertad, el del general Franco. Además, ya hemos comentado cómo el poeta sufrió las consecuencias directas de dicho régimen.
El poema se convierte así, en un espacio de clamor, reivindicando que, desde un convencimiento extremo, un día la libertad será conquistada. La idea de luchar por ella desde la colectividad nos recuerda igualmente a la voz comprometida de los versos críticos de Gabriel Celaya o de Blas de Otero (“Pido la paz y la palabra”), en el panorama peninsular, y del grancanario Agustín Millares Sall, en las letras isleñas.
Por otro lado, igual de recurrente en toda su obra podemos considerar la presencia del motivo poético de la isla y de sus residentes, instalados en la eterna contradicción: sentirse aislado y olvidados, pero también ansiosos por huir al exterior.
Respecto a la estructura externa, utiliza la silva combinando a voluntad heptasílabos con endecasílabos, con los que subraya así su impronta personal. Respecto a la rima, da relevancia a la asonancia i-a de los versos impares 1, 5, 9, 13 y 17 y focaliza así la atención sobre el concepto «isla». Recordemos que, en su preocupación constante por el paisaje, la isla ocupa siempre el epicentro de su mirada.
La estructura interna del poema se caracteriza por su disposición circular: el poeta empieza (v. 1 y 2) y acaba de modo similar (final del v. 17 y v. 18): reconociendo, necesitando, anhelando —y a la vez certificando— la existencia de un espacio, de un entorno mejor, de un futuro más justo y solidario… y no solo para disfrutarlo él, en su soledad. Antes al contrario, el deseo del poeta es justamente compartirlo con los demás, (a todos… v. 5 y, de nuevo, a todos…, v. 16). En los versos centrales del poema (6 – 13) especifica esos otros grupos, esos sectores humanos desfavorecidos que igualmente luchan y van de la mano con el poeta. Así, observamos las alusiones, estructuralmente expresadas de modo paralelístico, y semánticamente adornadas con metáforas y metonimias (v. 7 y 13) y sucesivas perífrasis (v. 8-12) que señalan en su conjunto a los diferentes, a los que sufren, a los que se muestran llenos de convicción, a los perseguidos.
Justificación literaria
El carácter literario del texto es notorio, ya que se trata de un poema altamente lírico pues el autor expresa sus ideas y sentimientos, sus anhelos más íntimos y personales de forma subjetiva. En este caso el sentimiento predominante es la búsqueda de la libertad en toda su extensión, para lo cual ha de contar con la solidaridad de todos los desamparados de la tierra.
Entre los recursos estilísticos más destacados podemos encontrar:
- El empleo recurrente del hipérbaton que pone de relieve ideas y conceptos claves. Lo observamos en los versos 6 y 7, “Solo no estoy. Están conmigo siempre…”, que destacan la imagen de la soledad y la presencia de los otros respectivamente; así como en el verso 16, que evoca la imagen de la esperanza (“la alegría del mar le pido a todos”).
- Otros recursos estilísticos como la elipsis del verso 3 (quiero “Que me entierren en ella”); y la antítesis del verso 15 (“del combate en que muero y en que vivo”) no hacen sino reiterar la contundente fuerza expresiva del poeta que busca ante todo hacer de la palabra el arma contundente de la libertad.
- Las personificaciones “mis palabras se liberen”, “la alegría del mar” confieren un poder expresivo a las palabras y al mar, que parece que cobran vida y se liberan.
Frente al yo lírico del poeta, que se observa desde los primeros versos, encontramos igualmente la mención del nosotros y que actuará de refuerzo del yo lírico. Esa mención del nosotros, del que forma parte el propio poeta, estarán con él siempre. Lo encontramos, por ejemplo, en las metáforas de los versos 7, en el que tienen cabida los esperanzados (“horizontes y manos de esperanza”); de los versos 8 y 9, los que sufren (“aquellos que no cesan/ de mirarse la cara en sus heridas”); etc. Es como si el poeta se propusiera reformular de nuevo las bienaventuranzas y exclamar bienaventurados los esperanzados, los martirizados por el sufrimiento, los fuertes de espíritu y los que sufren persecución porque ellos entrarán en el reino de los cielos, entiéndase aquí formarán parte de esa isla, un montículo aislado en medio de un mar que bate sus costas, rompiendo las mordazas y las cadenas de sus habitantes. Todos estos versos en los que recoge el poeta a los otros que, como él, han experimentado la falta de libertad forman estructuras paralelísticas.
Debemos comentar otras metáforas, como “la alegría del mar”, donde aparece el mar como espacio de la alegría y símbolo de la libertad;; “sus orillas” hace alusión a los que empiezan a romper sus ataduras y van acercándose a esa isla símbolo de libertad;; “las tormentas”, o momentos de dolor y espanto;; “carne viva”, metáfora de dolor inmenso;; “su pan”, con esta expresión evoca la solidaridad y la generosidad del pueblo. Vemos, además, algún caso de hipérbole “se tragan el tiempo” Y, por supuesto, la paradoja “silencio amordazado”, con la que el poeta enfatiza la situación de dictadura, de falta de libertad de expresión.
En el nivel léxico semántico existen términos relacionados con el campo semántico de ‘las partes del cuerpo’, tomadas como metonimias para hacer referencia a personas que se hallan en diferentes situaciones motivadas por la falta de libertad: “manos”, “cara”, “corazón”, “carnes”. Observamos, igualmente, un campo semántico relativo a las formas de expresión: “silencio”, “rumores”, “palabras” que comulgan con el propio tema del poema; ya que la falta de libertad supone silencio que va siendo desterrado, según los índices de permisividad, por el rumor para acabar finalmente vencido por la palabra, la máxima expresión de nuestra libertad. Debemos hablar del campo semántico relacionado con la libertad, tan ansiada por el poeta: libertad, orillas, horizontes, esperanza, mar. Y un campo semántico con sentido negativo o belicista y asociado semánticamente a la privación de la libertad: «silencio amordazado», «heridas», «tormentas», «rabia», «tiempo», «combate».
Por lo que respecta al nivel morfosintáctico, se observan solo dos adjetivos: “amordazado” y “viva”, que califican respectivamente a silencio y a carne y que tienen aquí un valor especificativo, intensificando, en este caso, los sufrimientos derivados de vivir en un régimen de dictadura. Las formas verbales aparecen tanto en presente de indicativo actual, con el que se expresan acciones o procesos reales que están ocurriendo en el momento del discurso (“estoy”, “están”, “cesan”, “lloran, “muero”, “vivo” “tragan”), como en presente de subjuntivo, siendo precisamente en ese modo en el que se expresan las acciones que indican anhelos y deseos (“sea”, “entierren”, “dé”, “liberen” y “partan”). Todos ellos precedidos por el futuro “habrá” que le dará sentido, tanto a los hechos reales como a los posibles y probables expresados con el subjuntivo. Por lo que respecta a los sustantivos, la mayoría de ellos son concretos; éstos hacen que los sentimientos expresados por el poeta resulten más cercanos, perceptibles y palpables, sólo “la libertad” y “la alegría” presentan un carácter abstracto, por lo que resultan menos tangibles.
Las oraciones que aparecen en su mayoría son compuestas subordinadas adjetivas (“aquellos que no cesan”), pero encontramos también oraciones simples (“La alegría del mar le pido a todos”, “Solo no estoy”). La modalidad oracional empleada es la enunciativa. Se trata, por tanto, de una sintaxis que el poeta precisa para describir a esa isla y a sus gentes.
Por todo ello, estamos ante un claro ejemplo de poema social, un texto lírico que reivindica un valor importantísimo que debe marcar la vida en sociedad del individuo, la libertad; y que se relaciona, como ya se comentó, con la poesía social española y canaria de los años 50 y 60 del siglo pasado: Blas de Otero, Gabriel Celaya, Pedro Lezcano, Agustín Millares Sall, etcétera.
lares Sall, etcétera.