Teatro español del primer tercio del siglo XX: Vanguardia y Tradición

Tendencias y rasgos

Dominada la escena dramática al final del siglo XIX por el teatro realista y las obras de José Echegaray (premio Nobel contra el que protestó la generación del 27), en el primer tercio del siglo XX las tendencias son el teatro poético, el drama burgués, el social, las modalidades cómicas y el teatro de experimentación y de vanguardia.

El teatro poético

Auténtica moda del momento, se encuentra íntimamente unido al Modernismo con autores como Francisco Villaespesa, quien encuentra sus argumentos preferentemente en la historia lejana y las leyendas. Otros autores de drama en verso son los hermanos Antonio y Manuel Machado y Eduardo Marquina.

El drama burgués

Que enlaza con algunas modalidades del siglo XIX, se especializa en retratar los conflictos surgidos en el seno de la clase media alta de la sociedad española que, además, se convierte en su público más asiduo. De ahí que la crítica que contienen algunas de las piezas sea presentada de “forma amable”. El mejor exponente es Jacinto Benavente, premio Nobel de Literatura en 1922. Tras él resalta la figura de Gregorio Martínez Sierra. Otros autores parten de la estructura de la comedia burguesa para aportar visiones particulares, como Alejandro Casona, quien llena sus obras de fantasía, nostalgia y referencias populares (continuará su labor después de la guerra, en el exilio).

El teatro social

No exento de ideología revolucionaria, más o menos asimilada, tiene su mayor representante en Joaquín Dicenta. Viene a ser el contrapunto del burgués, presentando a los personajes de las clases menos favorecidas en situaciones hasta entonces solo reservadas a la nobleza o a la burguesía. A excepción de algunos dramaturgos catalanes, no superaron el maniqueísmo melodramático.

Las modalidades cómicas serán las que dominen gran parte de la cartelera. Carlos Arniches y sus sainetes de tragedia grotesca, Joaquín y Serafín Álvarez Quintero o Pedro Muñoz Seca, con su astracán, representan la mejor vertiente de un teatro popular no exento de virtudes artísticas, heredero de toda una corriente de gran cultivo en la historia literaria española. Fue, sin duda, el gran preferido del gran público, e incluía música, canto y baile.

Los intentos innovadores son, sin embargo, los que más interesan en cuanto a calidad. Aquí encontramos a escritores que intentan abrir la concepción del teatro como Azorín o Miguel de Unamuno, Jacinto Grau y Ramón Gómez de la Serna. Pero serán Ramón María del Valle-Inclán y Federico García Lorca quienes representan lo mejor del teatro contemporáneo español. Otros autores de carácter innovador que continuaron esta labor en la posguerra fueron Alberti, quien cultivó un teatro cargado de símbolos, y Pedro Salinas, cuyas obras son escasamente conocidas en España a causa del exilio.

Autores y obras más significativas

I. Lorca

La producción dramática de Lorca es, con la de Valle-Inclán, la de mayor importancia en castellano en el siglo XX. Es un teatro poético, ya que:

  • Gira en torno a símbolos medulares (la sangre, el cuchillo, la rosa…).
  • Se desarrolla en espacios míticos o trascendidos (una casa/cárcel).
  • Encarna problemas sustanciales del vivir, de existir (la esterilidad, la pasión, la honra…).
  • Su lenguaje, aprendido de Valle, es también poético, modernista, visual.
  • Recoge la herencia del teatro lopesco a través del empleo organizado de la canción popular, y de Calderón, en la desmesura trágica y el sentido de la alegoría.
  • Aprovecha todo elemento teatral simbólico, incluidos los títeres.

Su producción teatral se agrupa en 4 conjuntos: farsas, comedias “irrepresentables” (según el propio autor), tragedias y dramas.

  • Entre las farsas, escritas entre 1921 y 1928, destacan “La zapatera prodigiosa”, en la que el ambiente andaluz sirve de soporte al conflicto, cervantino, entre imaginación y realidad, y “Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín”, complejo ritual de iniciación al amor, que anuncia las fases siguientes.
  • Las comedias “irrepresentables”, de 1930-1931, son sus dos obras más herméticas: “El público”, una indagación en el hecho del teatro, la revolución y la presunta homosexualidad, y “Así que pasen cinco años”, una exploración en la persona y en el sentido de vivir.
  • Lorca elabora sus dramas rurales poéticos a partir de 1933: “Bodas de sangre” (1933), “Yerma” (1934) constituyen una conjugación de mito, poesía y sustancia real.
  • Los dramas vendrán determinados por los problemas humanos: “Doña Rosita la soltera” (1935) encarna a la “solterona” española, mientras en “La casa de Bernarda Alba” (1936), para muchos la obra maestra del autor, la represión de la mujer y la intolerancia serán el centro.

II. Valle-Inclán

El teatro de Valle suele dividirse en 5 periodos:

  • El ciclo modernista, al que pertenecen obras como “El marqués de Bradomín” (1906) y “El yermo de las almas” (1908), basadas en la estética modernista propuesta por Rubén Darío.
  • El ciclo mítico, en el que Valle, partiendo de su Galicia natal, crea un mundo mítico e intemporal. La irracionalidad, la violencia, la lujuria, la avaricia y la muerte rigen los destinos de los protagonistas. Pertenecen a este periodo “Comedias bárbaras” y “Divinas palabras” (1920).
  • El ciclo de la farsa recopila un grupo de comedias en un volumen titulado “Tablado de marionetas para educación de príncipes” (1909, 1912, 1920), que presentan un continuo contraste entre lo sentimental y lo grotesco y sus personajes, marionetas de feria, anuncian la llegada del esperpento.
  • El ciclo esperpéntico, formado por “Luces de bohemia” (1920) y el volumen titulado “Martes de Carnaval” (1930), constituye una forma de ver el mundo más que un nuevo género literario. El esperpento deforma y distorsiona sistemáticamente la realidad para presentarnos la imagen animalizada o cosificada de los seres humanos, de modo que los personajes carecen de humanidad y se asemejan a las marionetas.
  • El ciclo final, con obras recogidas en “Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte”. En esta última etapa Valle lleva al extremo sus propuestas dramáticas anteriores con la presencia de lo irracional e instintivo, de los personajes deshumanizados, esquematizados y guiñolescos, y la técnica distorsionante del esperpento.

Conclusión

Valle-Inclán, al igual que Unamuno y Azorín, se enfrenta directamente al teatro comercial vigente. Estos tres autores muestran una clara oposición al teatro realista, costumbrista y de corte burgués que tanto éxito tenía en los escenarios, si bien cada uno ensayaría una técnica particular. Mientras tanto, Lorca seguiría escribiendo hasta 1936 las líneas más importantes de la historia de la literatura española del siglo XX. La Guerra Civil provocó ese año el abandono de la normalidad en los espectáculos teatrales (como en todo lo demás).