La Constitución de 1876 y el Sistema Canovista
La Constitución de 1876 fue el marco legislativo de la Monarquía de la Restauración (1876-1923). Tras fracasar el intento de construir un estado democrático, España inició en 1874 una nueva etapa histórica, en la que acabaría por consolidarse el sistema político liberal, con la vuelta de la dinastía borbónica en la persona de Alfonso XII. Cánovas del Castillo elaboró una constitución para pacificar el país, ya que España estaba sumida en tres conflictos: la Tercera Guerra Carlista, la Guerra Colonial y los movimientos cantonales. Otro de los objetivos de Cánovas era la estabilidad política y para ello, firma el Pacto del Pardo junto con Sagasta y María Cristina, la cual fue reina regente de España durante 17 años.
El Sistema Político de la Restauración
Cánovas, verdadero artífice de la Restauración, puso en marcha un sistema político, basado en el modelo inglés, consistente en el turnismo y el bipartidismo. Los partidos eran elegidos por un sufragio censitario muy restringido puesto que la participación ciudadana era del 5% y estos eran los que tenían derecho político y fueron los beneficiados del sistema político canovista. Sin embargo, el 95% restante quedaba fuera del juego político, por lo que no tenían derecho a votar.
Cánovas fue el jefe del Partido Liberal-Conservador, compuesto de la alta burguesía terrateniente, el alto funcionariado militar o civil y la nobleza, mientras que el Partido Liberal estaba formado por progresistas y demócratas que habían votado la Constitución de 1869 y a Amadeo I, que tenía por jefe a Sagasta. El turnismo fue una fórmula política que, gracias a la manipulación electoral, daba a ambos partidos la posibilidad de alternarse en el gobierno pactado de antemano. El sistema quedaba asegurado por el liderazgo de los dos partidos centrado en Madrid y por el control del poder local mediante los caciques.
El sistema consistía en encontrar un parlamento adecuado, falseando la voluntad nacional. Cuando el pacto era imposible o inseguro, se ejercía el pucherazo, que consistía en la coacción, la violencia, el fraude, la compra de votos, etc.
El Caciquismo
Además, junto con la oligarquía se dio el caciquismo que consistía en el control del poder en determinadas zonas, sobre todo rurales, por personas de gran influencia y prestigio social. Los caciques eran miembros de una élite local o comarcal y además, eran intermediarios entre la sociedad cerrada y el Estado. Estos eran, por tanto, los más influyentes de la localidad encargados de recopilar los votos y amañar las elecciones. Se relacionaban con el gobernador civil o con personajes de Madrid y se convertían en dispensadores de favores a cambio de votos. El caciquismo se regía por el lema “para los enemigos, la ley, para los amigos, el favor”.
En definitiva, la Constitución de 1876 fue un disfraz liberal utilizado por Cánovas, pero en realidad el sistema canovista fue un sistema corrupto y antidemocrático, que dejaba a la mayoría de la población fuera del juego político.
La Alternancia Política y el Fin del Sistema
En 1885 murió Alfonso XII y Sagasta llegó a un acuerdo con Cánovas para garantizar la alternancia y el turno de partidos, en el llamado Pacto de El Pardo, que duraría hasta 1902, fecha en que accedió al trono el hijo de Alfonso XII. A lo largo de estos años se mantuvo la alternancia entre los dos grandes partidos: canovistas (conservadores) y sagastinos (liberales) hasta la desaparición de sus líderes.
La Constitución de 1876, permaneció en vigor hasta 1931, aunque en 1923 quedó suspendida tras el golpe de estado de Primo de Rivera. Alfonso XIII apoyó abiertamente al general sublevado, que cerró las Cortes, ilegalizó todos los partidos políticos excepto el suyo, la Unión Patriótica, y acabó con la vida parlamentaria.
España se convirtió en un régimen autoritario. Así, en 1923 desapareció el sistema canovista con un golpe de estado. Y por tanto finalizó esta constitución.
Las Consecuencias del Desastre del 98
La pérdida de los restos del imperio español desde la perspectiva económica no solo supuso un desastre; al contrario, la financiación de la guerra permitió al ministro Fernández Villaverde acometer algunas reformas en los tributos y en la emisión de deuda, que posibilitaron un saneamiento de la hacienda y que, por primera vez, el estado tuviera superávit a principios del siglo XX. Se produjo asimismo, una repatriación importante de capitales y, por otro lado, no se perdieron los mercados latinoamericanos.
Sin embargo, la derrota y la pérdida de unos 50.000 combatientes produjo una conmoción intensa en la sociedad española. Tanto políticos, como Silvela, republicanos y socialistas que habían criticado la política colonial canovista, como intelectuales de la talla de Joaquín Costa, promovieron una profunda revisión de la situación de España. En resumen, el desastre del 98 provocó:
- Una crisis de la conciencia nacional, que se expresaría a través de la obra crítica de grandes escritores como Unamuno, Baroja, Maeztu, etc.; la llamada Generación del 98.
- Unas propuestas de reforma y modernización política, el llamado Regeneracionismo, que tuvo dos vertientes: la de la reforma política y la de la reforma educativa.
- Finalmente, los nacionalismos periféricos en la península adquirieron mayor empuje y protagonismo a raíz de estos hechos.
Se demostraban, en conclusión, las limitaciones del régimen de la Restauración para afrontar los problemas de la modernización y el progreso de España y señalaba las cuestiones y problemas sociales que iban a marcar la historia del siglo XX.
El Regeneracionismo y la Crítica al Caciquismo
Con el regeneracionismo surgido a raíz del 98, la recién nacida conciencia nacional centró un buen cúmulo de sus críticas en esas prácticas del régimen parlamentario, de manera que comenzó una discrepancia, que más tarde se convirtió en enfrentamiento, entre la “España real” y la “España legal”. El pensamiento regeneracionista al respecto podría explicarse así: la democracia de las clases medias se había hecho inevitable en España porque la voluntad popular había sido anulada por la oligarquía económica y política mediante el caciquismo. Para Joaquín Costa era fundamental acabar con el caciquismo como fórmula para recuperar la verdadera democracia.
verdadera democracia.