Modernismo y Posmodernismo en la Poesía Hispanoamericana

Modernismo y Posmodernismo: los países hispanoamericanos alcanzaron su independencia en la primera mitad del siglo XIX. El primer movimiento literario hispanoamericano fue el modernismo. Nació como un movimiento sincrético, influido por varias escuelas posrománticas europeas, fundamentalmente el parnasianismo y el simbolismo francés. Del parnasianismo se imita el obsesivo empeño de perfección formal, la evasión a un pasado idealizado y la aproximación de la poesía al cromatismo de la pintura. Del simbolismo procede la sensualidad y musicalidad del poema. Los temas que trata son el amor y el erotismo, símbolos como el cisne, que significa elegancia, jardines, la luna… Hay muchas novedades métricas. La continua aportación del francés trae la moda de los versos alejandrinos, dodecasílabos y enéasilábos, aunque se siguen cultivando también el octosílabo y el endecasílabo. Los precursores de este movimiento son: Manuel Gutiérrez Nájera, José Martí, entre otros. A este último, dos libros lo convirtieron en el más importante precursor del modernismo: Ismaelillo y Versos sencillos. Rubén Darío se convirtió en el gran poeta del momento. Fue poeta revolucionario en cuya trayectoria podemos distinguir dos etapas:

Primera Etapa

Corresponde a su modernismo americano. Se inicia con Azul (1888), libro en el que combina prosa y verso con un estilo musical, de ritmos marcados y novedosas imágenes. En Prosas profanas, Darío brinda el más vasto surtido de motivos, temas y fórmulas métricas de la nueva tendencia. Cisnes, princesas melancólicas, arlequines, ambientes versallescos, recreaciones mitológicas se entrelazan en poemas de poderosa sonoridad y capacidad de sugerencia.

Segunda Etapa

La relación con los escritores españoles a partir de 1898 puso a Darío en contacto con las preocupaciones sociales y existenciales. En Cantos de vida y esperanza (1905) atenúa el preciosismo formal y se orienta temáticamente hacia su intimidad desasosegada y hacia las inquietudes políticas. Por un lado, se acentúa el tono nostálgico y la amargura existencial; por otro, aparece una poesía civil que reivindica los valores de la vieja comunidad hispana frente al imperialismo yanki, percibido ahora como la verdadera amenaza para los pueblos americanos, una vez superado y extinguido el antiguo colonialismo hispano.

El posmodernismo es una lírica sencilla, centrada en temas de la vida cotidiana y del amor a la tierra. En esta línea se encuentra la obra del mexicano Ramón López Velarde. El tono intimista se acentúa en la poesía femenina de las uruguayas Juana de Ibarbourou y Delmira Agustini, de la argentina Alfonsina Storni y, en especial, de la chilena Gabriela Mistral con títulos como Desolación y Ternura. En esta tendencia nacen los primeros libros de César Vallejo y Pablo Neruda.

Vanguardismo

A la superación del modernismo contribuyen en gran medida la influencia de las vanguardias europeas, cuyos ecos llegan a toda América. Entre numerosos movimientos vanguardistas hispanoamericanos, acaban teniendo la mayor trascendencia el creacionismo chileno de Huidobro, el ultraísmo argentino de Borges, el estridentismo mexicano y las figuras personalísimas de César Vallejo y Pablo Neruda.

Vicente Huidobro es uno de los fundadores del Creacionismo. Según la estética creacionista, el poeta no ha de imitar a la naturaleza, sino que debe crear él mismo nuevas realidades. Para ello, se prescinde de lo anecdótico y descriptivo con el ánimo de que el poema provoque emoción por el valor de la creación misma. El poeta recurre a la imagen para establecer entre las dos realidades una relación arbitraria, que el poeta crea de la nada. El ideal poético es la imagen múltiple con lo cual se llega a una imagen inédita, sin significado, autónoma. Huidobro fue un incansable defensor de sus ideas poéticas, que plasmó también en sus libros de poesía, muchos de ellos escritos en francés. De su obra destaca Altazor, largo poema en siete cantos, en el que el juego verbal, el humor y la pirueta burlona no ocultan una trágica y desolada visión del mundo.

El ultraísmo argentino arranca del regreso a Argentina de Jorge Luis Borges tras su estancia en España. El ultraísmo recoge ingredientes de diversas vanguardias. Se pretende una poética nueva: la percepción del mundo con ojos nuevos lleva a abandonar los antiguos moldes retóricos. En línea con el creacionismo, se concibe la poesía como la creación de una nueva realidad, y como consecuencia de esto cambia el concepto de belleza. El poema es un objeto desprovisto de toda sentimentalidad, por lo que los ultraístas prefieren para sus poemas objetos materialmente duros, sin sentimiento. La concepción lúdica del arte se advierte no solo en el gusto por el chiste y el humor, sino también en técnicas poéticas. Borges consigue que el movimiento ultraísta se nacionalice. Su primer libro de poemas se llamó Fervor de Buenos Aires.

El estridentismo mexicano se encuentra muy influido por el futurismo: exaltación de los aparatos mecánicos, negación del pasado cultural y literario, etc. Su papel fundamental, como el de muchas otras vanguardias, fue originar una honda renovación del lenguaje poético.

César Vallejo

En su poesía y en su vida mostró siempre su hipersensibilidad ante la injusticia y el dolor y una acentuada conciencia de clase. Interesado desde muy pronto en la poesía, en su primer libro poético, Los heraldos negros, es palpable la influencia modernista tanto en el lenguaje como en la utilización de imágenes con intención simbolista. Además, se advierte una sombría visión de un mundo donde el ser humano es un ser sufriente sometido a los avatares del destino y para cuyo dolor no encuentra alivio posible. Vallejo se lamenta en este poemario de la soledad y abandono en que Dios ha dejado al hombre en la tierra. En su siguiente libro, Trilce, la ruptura con la poesía anterior es total. Los poemas acentúan el pesimismo, pero la angustia y desolación se presentan ahora con un lenguaje radicalmente nuevo, que hacen de esta obra uno de los libros culminantes de la poesía vanguardista.

Pablo Neruda

La obra de Neruda es muy abundante y refleja las etapas de la poesía hispanoamericana de su tiempo: inicios modernistas, vanguardia surrealista, la poesía social-política y la vuelta hacia una mayor sencillez. Tras un comienzo modernista, Neruda llegó a un amplio público con Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Es un libro de amor juvenil apasionado, que recoge momentos de exaltación y de desamor. El estilo es sencillo. Residencia en la tierra supone la asimilación del surrealismo, que a partir de entonces se implanta en la poesía hispanoamericana. El poeta bucea en lo más hondo de su personalidad y se expresa mediante imágenes irracionales. El libro fue escrito en un momento de crisis personal y presenta una visión pesimista del ser humano. El compromiso político supone la superación del pesimismo. El poeta muestra una actitud vitalista y un estilo más sencillo en Tercera residencia, que incluye España en el corazón, escrita en 1937, sobre la Guerra Civil española. La poesía comprometida de Neruda alcanza su mejor momento en el Canto general, un canto épico a las tierras americanas. A partir de Odas elementales, Neruda intensifica la sencillez. Canta, en tono vital y optimista, a los sentimientos y objetos más simples, humildes y cotidianos (la alegría, la esperanza, la cebolla, la madera, el pan, etc.). Obras posteriores son Cien sonetos de amor y Memorial de Isla Negra.

La Poesía Hispanoamericana Después de las Vanguardias

La lírica hispanoamericana transcurre a partir de los años 20 y 30. En las obras de Vallejo y Neruda se producía una rehumanización por la vía del compromiso político. Esa rehumanización encuentra un camino original en la poesía negra. Como el criollismo argentino, la poesía negra revela la americanización de las vanguardias. La poesía negra muestra un mundo lleno de vitalidad y sensualidad, al tiempo que denuncia las condiciones sociales de marginación de negros y mulatos. El poeta más destacado fue Nicolás Guillén con sus libros Motivos del son y Sóngoro cosongo. Pero la rehumanización de las vanguardias se produce a veces en una dirección completamente distinta a la del compromiso social. Así ocurre en la poesía de José Lezama Lima, quien encuentra su forma de expresión en un estilo barroco. A la idea de la poesía llegó como signo trascendente el escritor Octavio Paz. A finales de los años 30, el surrealismo y existencialismo son dos claves de la producción de Paz, buena parte de su poesía se recogió en Libertad bajo palabra.

No son estas las únicas tendencias de la poesía hispanoamericana de medio siglo. Uno de los más conocidos es el de la antipoesía que propugna Nicanor Parra, quien escribía una poesía irónica. Para Parra, la poesía no es ninguna vía de redención del ser humano.

Poesía Hispanoamericana a Partir de 1960

La poesía hispanoamericana sufre desde los años sesenta un relativo oscurecimiento a causa de la atención prestada desde esas fechas a la novela hispanoamericana, cuyo fulgurante éxito internacional hizo empalidecer la proyección y difusión universal de los poetas de esta época. Quizá la única excepción la constituyó la ya veterana figura de Jorge Luis Borges, quien desde sus versos ultraístas de los años veinte parecía haber abandonado la poesía a favor del ensayo y la narrativa corta, pero que desde los años sesenta comenzó a publicar nuevos poemarios en los que muestra con precisa palabra, muy dada al conceptismo, las mismas obsesiones metafísicas y existenciales de sus cuentos. Cabe citar, entre la infinidad de poetas cuya obra se ha difundido en los últimos decenios, los siguientes: Emilio Adolfo Westphalen, Mario Benedetti, Álvaro Mutis y Roberto Juarroz.