La Novela Española de Posguerra y la Renovación Narrativa

La Novela Española de Posguerra y la Renovación Narrativa

1. La novela de posguerra (novelistas del exilio y aires de renovación)

Tras la guerra civil, los novelistas que se exiliaron (algunos de ellos considerados los más importantes de toda la posguerra) prosiguieron su actividad literaria en los países de acogida. También surgieron nuevos novelistas.

En la línea realista y social destaca Ramón J. Sender (1901-1982), autor de Crónica del Alba (1942) y de Réquiem por un campesino español (1953); La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (novela histórica, 1964), etc.

En la tendencia deshumanizada e intelectual sobresalen Francisco Ayala (1906-2009), con Muertes de perro (1958) y El fondo del vaso (1962) (indagación en el régimen dictatorial de una imaginaria república hispanoamericana); Max Aub (1903-1972), desde el realismo tradicional hasta el experimentalismo. Continuó su ciclo sobre la Guerra Civil El laberinto mágico y escribió muchas obras más; Rosa Chacel (Memorias de Leticia Valle, 1945, Barrio de Maravillas, etc.

La renovación en la España de posguerra llega por los caminos del realismo con la generación del 36 (C. J. Cela, G. Torrente Ballester, M. Delibes, J. Mª Gironella, Carmen Laforet, Elena Quiroga, F. García Pavón, etc.). Sobresalen: La familia de Pascual Duarte, 1942, de Cela (tremendismo), en 1945 Nada de Carmen Laforet y La sombra del ciprés es alargada de M. Delibes (existencialismo). Sin olvidar una línea de realismo mágico iniciada por El bosque animado de W. Fernández Flórez y que prosiguió Álvaro Cunqueiro.

2. La renovación de la novela en los años cincuenta (el realismo social, la generación del medio siglo)

Será 1951 con La Colmena, de Camilo José Cela la fecha de arranque del género y la renovación.

La nueva novela recibirá el influjo de los novelistas norteamericanos (“Generación perdida”: John Steinbeck, John Dos Passos, William Faulkner o Ernest Hemingway), del neorrealismo italiano (Alberto Moravia, Cesare Pavese) y del Nouveau roman francés (Alain Robbe-Grillet, Michel Butor).

La novela se convierte en un instrumento de denuncia, al plantear situaciones de miseria, marginación o injusticia, achacables a la represión y a la falta de libertad en la España dominada por la dictadura franquista. Se define por dos ingredientes esenciales:

  • Objetivismo: Se relaciona con el conductismo de la novela norteamericana, que se limita a reflejar objetivamente las conductas de sus protagonistas, sin valorar sus sentimientos. Recurre a técnicas casi cinematográficas, a través de un narrador neutro e impasible, que refleja lo externo (lo que se percibe con los sentidos). Presenta situaciones vividas por personajes representativos de una clase social, a los que se conocerá a través del diálogo. La trama novelesca aparece fragmentada con escenas sin conexión argumental.
  • Enfoque crítico: intención crítica, que trata de denunciar las formas de vida atrasadas, la marginación y la vida precaria de grandes capas de la población y la ausencia de horizontes de la vida sin libertad ahogada por la dictadura. Suelen presentar el formato de libros de viajes (Campos de Níjar, de Juan Goytisolo…).

La acción se sitúa en diversos ambientes: el mundo rural, atrasado y con unas duras condiciones de vida; la clase obrera urbana, fruto de la inmigración masiva del campo a las ciudades, que produce situaciones de inadaptación, miseria y marginación de una población amontonada en barrios suburbiales; y la burguesía tradicional, de vida monótona y sin ideales.

La novela que se convirtió en modelo, tanto por su estructura neorrealista como por su temática de realismo social, fue La Colmena, de Camilo José Cela (1916–2002), publicada en Buenos Aires en 1951, novela urbana, poblada por unos trescientos personajes pertenecientes a las clases medias bajas de Madrid, cuya penuria económica y vida mediocre se desarrollan en múltiples escenas que se suceden sin un orden lógico, como las celdillas de una colmena, en dos días y medio en el café, las calles, las casas de vecinos y el burdel. En la misma línea destacó La noria, de Luis Romero (uso del estilo indirecto libre y del monólogo interior) ambientada en Barcelona.

Para el ámbito rural el novelista de referencia será Miguel Delibes, Premio Cervantes en 1993, hombre discreto, de formación liberal y cristiana, lo que le hace plantearse los problemas sociales desde una postura ética y humanista; defiende la naturaleza y critica la deshumanización y el consumismo como una concepción falsa del progreso. Sus novelas suelen seguir un esquema narrativo tradicional con unos protagonistas campesinos o de clase media urbana, una localización espacial en un pequeño pueblo o la capital provinciana y unas historias sobre la naturaleza, la infancia, la vejez, la muerte, el egoísmo o la insolidaridad. Después de La sombra del ciprés es alargada (1947) escribió El camino (1950) en el que a través de los ojos infantiles del Mochuelo y sus amigos se evoca la vida rural como un paraíso que el protagonista va a perder en aras del progreso, al tener que marcharse al día siguiente a estudiar a la ciudad; Diario de un cazador (1955), Mi idolatrado hijo Sisí (1953), Diario de un emigrante (1958); La hoja roja (1959); Las Ratas (1962), etc.

En torno a 1954 se consagra un grupo de novelistas, que habían vivido la Guerra Civil en su infancia, y dieron un fuerte impulso a la renovación de la novela; se trata de la generación del medio siglo: Estos escritores están convencidos de que hay una realidad española inédita en la novela. Muestran solidaridad con los humildes y los oprimidos y plantean la novela como instrumento de cambio social para mejorar la sociedad. Son muy críticos con el mundo que les ha tocado vivir.

La técnica y estilo empleados por estos autores definen las características de la novela social española:

  1. Prioridad del contenido sobre las formas.
  2. Se prefiere la narración lineal y las descripciones sencillas y escasas.
  3. La acción se concentra en un espacio y un tiempo reducidos (El Jarama dura menos de un día).
  4. Personaje colectivo (La colmena, Los bravos, etc.) representativo de una clase o grupo social.
  5. Rechazo de la novela psicológica.
  6. Técnicas conductistas: narración a manera de cámara cinematográfica; diálogos como recogidos con magnetófono (empeño por recoger el habla viva). El narrador desaparece. Gran labor de documentación.

La mayoría de los novelistas participan del neorrealismo y realismo social. Sin establecer claras líneas divisorias podemos destacar los siguientes, teniendo en cuenta:

Un mayor componente de NEORREALISMO:

Ignacio Aldecoa (1925-1969): numerosos relatos de gran fuerza narrativa y algunas novelas (El fulgor y la sangre, 1954; Con el viento solano, 1956; Gran sol, 1957), en las que narra con técnica objetiva la vida, interrumpida por algún episodio trágico, de guardias civiles, gitanos o pescadores.

Jesús Fernández Santos (1926-1988): Los bravos (1954), modelo de realismo social, en que se describe la vida penosa de los habitantes de un pequeño pueblo leonés sometido a los dictados de un cacique.

Rafael Sánchez Ferlosio (1927). El Jarama (1956), modelo de técnica objetivista y quizá la novela más importante del realismo social. Antes había publicado Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951), relato picaresco de tono imaginativo y poético, que relata la vida de un niño al que le ocurren una serie de hermosos prodigios.

En El Jarama un grupo de jóvenes excursionistas madrileños pasan el domingo en la ribera del Jarama, donde se bañan, pasean, comen y mantienen una conversación continuada. Mientras, en la taberna entretienen el tiempo conversando los propietarios y algunos clientes. A última hora de la tarde, mientras algunos de los jóvenes organizan un baile en el merendero, otros aprovechan para tomar el último baño, que acaba trágicamente con el ahogamiento de una de las excursionistas.

Carmen Martín Gaite (1925-2000): Entre visillos (1956), experiencia sobre la frustración de la vida provinciana.

Ana Mª Matute (1926): novelas en que la visión realista se dulcifica con tonos líricos: Fiesta al noroeste (1953) y Primera memoria (1960), evocaciones de la guerra.

Una mayor inclinación hacia el REALISMO SOCIAL:

Juan García Hortelano (1928-1994): refleja con técnica objetivista la vida sin sentido de ciertos sectores de la burguesía: Nuevas amistades (1959) y Tormenta de verano (1961).

Alfonso Grosso (1928-1995): La zanja (1961), Un cielo difícilmente azul (1961), vida de los jornaleros andaluces…

José Manuel Caballero Bonald (1926): Dos días de septiembre (1962), relata un conflicto que tiene como protagonistas a los vendimiadores del campo de Jerez.

Armando López Salinas (1925): La mina (1960), emigrantes andaluces en una explotación de carbón.

Jesús López Pacheco (1930-1996): Central eléctrica.

Luis Goytisolo, en Las afueras (1959) refleja la vida cotidiana en el entorno de Barcelona.

Juan Goytisolo La resaca, miserias de los suburbios; Juegos de manos, 1954, sobre la juventud burguesa desocupada y abúlica; Duelo en el paraíso, 1955, evocaciones de la guerra civil; Campos de Níjar, 1963.

3. Nuevas técnicas narrativas a partir de los años sesenta

La guerra fría deja paso en esta década a la distensión y a la coexistencia pacífica entre las grandes potencias. Descolonización de África. Movimientos revolucionarios: revolución cubana, revolución cultural en China, revuelta estudiantil de mayo del 68 en París, lucha contra la segregación racial o contra la guerra de Vietnam en los Estados Unidos. Y sus consiguientes “mitos”: Martin Luther King, el Che Guevara, Mao Tse Tung, etc.

Revolución de las costumbres: actitudes generacionales de los jóvenes que escandalizan a la sociedad burguesa de sus padres. La protesta estudiantil, el pacifismo, la liberación sexual o el feminismo dan lugar a movimientos contraculturales: estética hippy, actitudes bohemias y marginales, auge del rock y el folk; arte pop (inspirado en la sociedad de consumo, héroes del cine, del cómic, etc.). Signos externos provocadores: indumentaria hippy, minifalda, vaqueros, melenas, drogas, etc.

Los cambios también afectan a España e influirán en el nuevo rumbo de la literatura y en especial de la novela. Finaliza el periodo de autarquía y se fomenta la economía liberal, lo cual propicia un cierto bienestar, con una rápida industrialización, el despoblamiento del medio rural y la emigración masiva a las ciudades. Se da una cierta relajación de la censura y los contactos con el extranjero facilitan el conocimiento de las nuevas actitudes sociales y movimientos culturales europeos y norteamericanos. En el mundillo de la cultura crece la sensación de que el arte y la literatura no serán capaces de concienciar a la gente, ni mucho menos cambiar la situación.

El «boom» de la novela hispanoamericana, con sus nuevas formas de narrar y su visión subjetiva de la realidad, el «realismo mágico», causó un tremendo impacto: La ciudad y los perros (1962), de Mario Vargas Llosa; Rayuela (1963), de Julio Cortázar; o Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez. El gran cambio en la narrativa española vendría dado por Tiempo de Silencio, de Luis Martín Santos.

Los parámetros que definirán la técnica y estilo de la nueva novela son:

  • Frente al relato lineal, la nueva novela adquiere una estructura flexible en la que caben todo tipo de técnicas narrativas. Su estructura fragmentaria suele requerir la interpretación del lector; la disposición cronológica de la historia puede llegar a ser caótica: mezcla tiempos narrativos, vueltas atrás (flash-back), anticipaciones del futuro; se alternan varias historias en contrapunto; ruptura de la distribución en capítulos…
  • El narrador omnisciente se sustituye por el perspectivismo: la historia se puede contar desde el punto de vista de varios narradores o personajes narradores, que dan una visión subjetiva y fragmentada de la realidad. Hay mezcla de narración pura, diálogo, estilo indirecto libre y monólogo interior.
  • Los géneros se mezclan: narración realista, relato fantástico, diálogo teatral, anuncios publicitarios, lenguaje administrativo o científico, etc. Al igual que distintos registros: lenguaje irónico, judicial, periodístico, publicitario…
  • En el plano ortográfico: supresión del punto y aparte, uso sólo de comas o dos puntos, sin distinguir entre párrafos narrativos y diálogos de los personajes… En el plano tipográfico: distintos tipos y cuerpos de letra, páginas en blanco, escritura a doble columna, inclusión de dibujos o gráficos, anuncios, etc.

Éstos son los principales novelistas renovadores:

Luis Martín Santos (1924-1964). Estudió Medicina y fue director del Psiquiátrico de San Sebastián. Fue militante del PSOE en la clandestinidad. Murió en un accidente de tráfico. Su única novela, Tiempo de silencio (1962), es una obra clave que parte de los temas de realismo social, para destruirlo con una nueva concepción de las formas de narrar. Con un lenguaje elevado se resalta irónicamente la miseria moral de una sociedad anestesiada en un tiempo de silencio. Pero si la novela social se centraba en un grupo social determinado, en esta obra se arremete contra los valores caducos de toda la sociedad: hipocresía de la clase media, vacío de la intelectualidad, comportamientos miserables de los humildes chabolistas…

Alterna la narración objetiva y el relato omnisciente (de un narrador entrometido que valora y critica); monólogos interiores, digresiones… lenguaje irónico, plagado de tecnicismos, metáforas cultas, referencias a la mitología, y a la realidad miserable y vulgar.

Juan Goytisolo (Barcelona, 1931). Familia burguesa. Se exilió en París en 1951. Reside en Marrakech. Tras una primera etapa de realismo social, sus novelas reflejan una actitud inconformista y disidente, que le ha llevado a rechazar muchos de los mitos de la cultura española tradicional y a expresar su simpatía por el mundo musulmán. Señas de identidad (1966), su protagonista repasa durante dos días y medio de estancia en Barcelona diferentes sucesos de la realidad española y de su propia existencia, para concluir con la toma de conciencia de su desarraigo, al considerar que su patriotismo ha sido un error; en Reivindicación del conde don Julián (1970) su protagonista, desde Tánger, se convierte en la reencarnación del famoso conde que abrió las puertas a la invasión musulmana en el siglo VIII, y traza un plan para acabar con la caduca cultura española y sus mitos castizos, inoculando en ella «el virus rabioso» de la destrucción; con Juan sin Tierra (1975) concluye el proceso de desarraigo cuando el protagonista abjura de su tierra, de su raza y de su propia lengua.

Utiliza técnicas novedosas: se rompe el hilo lineal del discurso, se mezclan la realidad y los sueños, los sucesos y las digresiones reflexivas, se juega con las personas narrativas, se componen «collages» con distintos tipos de textos (literarios, religiosos, históricos), se parodian ciertos lenguajes, se rompe la forma gráfica y ortográfica del discurso…

Juan Marsé (1933). En sus novelas se reflejan los tipos y ambientes de los barrios marginales de Barcelona, como un trasunto de sus propias vivencias: Encerrados con un solo juguete (1960); Últimas tardes con Teresa (1966); Si te dicen que caí (1973), sobre la sociedad sórdida de la posguerra: gentes humildes que viven una angustiosa lucha por la vida, entre el miedo a la represión, la especulación y el estraperlo; Un día volveré (1982), Ronda de Guinardó (1984), El embrujo de Shanghai (1993), Rabos de lagartija (2000), Canciones de amor en Lolita’s Club (2005), Caligrafía de los sueños (2011).

Juan Benet (1927-1993). Ingeniero de caminos, es autor de novelas de estructura y lenguaje complejos, inspiradas en la narrativa de Faulkner y en la nueva novela hispanoamericana: Volverás a Región (1967) se desarrolla en un espacio simbólico, que representa a España. Otras novelas suyas son Saúl ante Samuel (1980) y Herrumbrosas lanzas (1983-1986).

Luis Goytisolo (1935): tetralogía de novelas con el título de Antagonía, donde utiliza los recursos de la novela experimental, con la mezcla de autobiografismo y referencias de tipo cultural y literario.

Novelistas de la generación del 36 incorporan las nuevas técnicas narrativas:

Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999). Se inició en la narrativa tradicional con Javier Mariño (1943) y la trilogía Los gozos y las sombras (1957-1962). Pero el gran éxito lo obtuvo con La saga/fuga de J. B. (1972), novela experimental cuya acción se sitúa en una ciudad fantástica, capital de una nueva provincia gallega, que levita en el aire. En esta línea se sitúan Fragmentos de Apocalipsis (1977) y La isla de los jacintos cortados (1980), mientras que en novelas posteriores recurre a una estructura más convencional: Filomeno a mi pesar (1989) y Crónica del rey pasmado (1989), recreación ésta última de la España del siglo XVII.

Camilo José Cela experimenta con San Camilo 1936 (1969) el monólogo interior en segunda persona autorreflexiva; con Oficio de tinieblas 5 (1973) acumula reflexiones, anécdotas y aforismos de contenido surrealista y con ausencia de signos de puntuación; otras obras innovadoras fueron Mazurca para dos muertos (1983), Cristo versus Arizona (1994) y Madera de boj (1999). Obtuvo el Premio Nobel en 1989.

Miguel Delibes (1920-2010), aunque no muy dado a la experimentación, en sus novelas se advierte un continuo perfeccionamiento de las técnicas narrativas: Cinco horas con Mario (1966), largo monólogo interior en segunda persona de Carmen, la protagonista, ante el cadáver de su marido, que constituye un ajuste de cuentas, plagado de reproches, hacia el compañero culto, liberal y tolerante; Parábola del náufrago (1969), con innovaciones en puntuación y tipografía; El príncipe destronado (1973); Las guerras de nuestros antepasados (1975); El disputado voto del señor Cayo (1978); Los santos inocentes (1981); Madera de héroe (1987); Señora de rojo sobre fondo gris (1991); El hereje (1999), novela histórica que recrea la tragedia de los iluminados perseguidos por la Inquisición.

4. La novela española de finales del siglo XX

Muere Franco en 1975; primeras elecciones democráticas, en junio de 1977; aprobación de la Constitución en diciembre de 1978… Democracia, libertad de expresión… La novela deja de ser medio de compromiso y de crítica y evoluciona libremente con una multitud de tendencias. Se dejan a un lado la guerra civil y los traumas de la posguerra para centrarse en problemas actuales o en recreaciones del pasado histórico.

En el último cuarto del siglo XX conviven cuatro generaciones de novelistas: la generación del 36 (Torrente Ballester, Cela y Delibes); la generación del Medio Siglo (Juan Goytisolo, Juan Benet, Juan Marsé, Carmen Martín Gaite…); la generación del 68 (Vázquez Montalbán, Eduardo Mendoza, José Mª Merino, Luis Mateo Díez, Juan José Millás, Javier Marías, Luis Landero…); la nueva promoción de los 80 (Antonio Muñoz Molina, Julio Llamazares, Javier García Sánchez, Arturo Pérez-Reverte, Alejandro Gándara…).

En general se vuelve al relato con un argumento trabado y lógico, centrado en la narración lineal de los hechos. La acción se suele situar en escenarios realistas, no con intención de denuncia sino como escenario verosímil de las acciones. Y los temas se centran sobre todo en los problemas individuales, en la intimidad de los personajes, muchas veces problemáticos y agobiados por dudas existenciales.

Sin embargo, no se descarta el uso de las técnicas narrativas heredadas de la novela experimental, como el monólogo interior, la segunda persona moralizante o el relato retrospectivo. Decae el relato elitista plagado de referencias culturales, y se busca una trama dominada por la intriga, que divierta y distraiga al lector. Abundan las novelas policiacas, sentimentales e intimistas, fantásticas y sobre todo, históricas.

Algunos de los autores y obras más relevantes son:

Eduardo Mendoza (1943): La verdad sobre el caso Savolta (1975), sobre el enfrentamiento entre el anarquismo obrero y el pistolerismo patronal en la Barcelona de los años 20. Pluralidad de perspectivas y mezcla de textos judiciales, periodísticos, informes… La ciudad de los prodigios (1986); parodia el género de la novela negra con un enfoque humorístico: El misterio de la cripta embrujada, 1979; La aventura del tocador de señoras, 2001, El asombroso viaje de Pomponio Flato, y el Premio Planeta de 2010: Riña de gatos. Madrid 1936; etc.

Francisco Umbral (1935-2007), periodista y ensayista: numerosas novelas de contenido diverso, entre las que destacan Memorias de un niño de derechas (1972), Mortal y rosa (1975), Trilogía de Madrid (1984) y Las señoritas de Avignon (1995) escritas con un lenguaje cuidado y lleno de virtuosismos barrocos.

Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003): escritor polifacético, autor de una serie de novelas policiacas protagonizadas por el detective Carvallo (Los mares del sur, 1979, Asesinato en el Comité Central, 1981) y de otras como El pianista (1985), que defiende el compromiso del artista o Galíndez (1990), reconstrucción del oscuro suceso político de la muerte de un exiliado vasco a manos del dictador dominicano Trujillo.

Los novelistas leoneses: Luis Mateo Díez (1942), Las estaciones provinciales (1982), La fuente de la edad (1986)…; José María Merino (1941), La orilla oscura (1985), El centro del aire (1991) y numerosos cuentos; Julio Llamazares (1955), Luna de lobos, 1985; La lluvia amarilla, 1988; El río del olvido, 1989…

Juan José Millás disecciona las obsesiones y angustias del ser humano perdido en un mundo que no comprende: El desorden de tu nombre (1988), La soledad era esto (1990), El orden alfabético (1998)…

Luis Landero (1948), Juegos de la edad tardía (1989), novela en la que se cuentan las aspiraciones frustradas de un modesto empleado de comercio que se hace pasar por un famoso escritor. Otras novelas suyas son Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1999), El guitarrista (2002)…

Javier Marías (1951), cuenta con numerosos premios internacionales. Novelas de tono intelectual, de influencia anglosajona y un cuidado minucioso en el análisis de los personajes y la creación de situaciones: Corazón tan blanco (1992), Mañana en la batalla piensa en mí (1994), Tu rostro mañana (2003)…

Antonio Muñoz Molina (1956). Algunas de sus novelas recrean el mundo conocido de su infancia y juventud, que tiene como centro Mágina, ciudad simbólica que representa a Úbeda, su ciudad natal: Beatus ille (1986), investigación sobre la obra de un supuesto autor de la generación del 27; El jinete polaco (1994), evocación autobiográfica; Plenilunio (1997); El invierno en Lisboa (1988); Beltenebros (1989); Sefarad (2001)… Etcétera.

Bibliografía: La novela española de nuestra época, de Ángel Basanta (Ed. Anaya. Biblioteca Básica de Literatura).

El libro de la memoria de las cosas (1979) y Extramuros (1979) marcan nuevos caminos en su narrativa.

Posteriormente su obra se diversifica con novelas que insisten en los recuerdos infantiles (El cuarto de atrás, 1978), la incomunicación y los problemas de pareja (Fragmentos de interior, 1976), el análisis de la condición femenina (Nubosidad variable, 1992), ensayos de tipo sociológico (Usos amorosos de la posguerra española), cuentos, diarios y artículos de crítica literaria.

Aparte de varias novelas y libros de relatos, culmina con la novela fantástica Olvidado rey Gudú (1996).

Más tarde derivó a un tipo de novela de tintes subjetivos, más humanizada (El gran momento de Mary Tribune, 1971; Gramática parda, 1982).

Luego cultivó la novela experimental con Ágata, ojo de gato (1974) y libros de memorias.

ESTILO DIRECTO:

Juan estaba agotado. Suspiró y dijo: “Jamás volveré a subir corriendo”.

INDIRECTO:

Juan estaba agotado. Suspiró y dijo que jamás volvería a subir corriendo.

ESTILO INDIRECTO LIBRE:

Juan estaba agotado y jadeaba; los pensamientos se agolpaban en su mente; no, ya jamás volvería a subir corriendo.// Quería ir a Marte en el cohete. Bajó a la pista en las primeras horas de la mañana y a través de los alambres les dijo a los hombres uniformados que quería ir a Marte. Les dijo que pagaba impuestos, que se llamaba Pritchard y que tenía derecho de ir a Marte. ¿No había nacido allí mismo en Ohio? ¿No era un buen ciudadano? Entonces, ¿por qué no podía ir a Marte? Ray Bradbury, Crónicas Marcianas.

MONÓLOGO INTERIOR:

Solo aquí, qué bien, me parece que estoy encima de todo. No me puede pasar nada. Yo soy el que paso. Vivo. Vivo. Fuera de tantas preocupaciones, fuera del dinero que tenía que ganar, fuera de la mujer con la que me tenía que casar, fuera de la clientela que tenía que conquistar, fuera de los amigos que me tenían que estimar, fuera del placer que tenía que perseguir, fuera del alcohol que tenía que beber. Si estuvieras así. Manténte ahí. Ahí tienes que estar. (…) . No tengo que caer. Estoy así bien, tranquilo, no me puede pasar nada, porque lo más que me puede para es seguir así, estando donde quiero estar, tranquilo, viendo todo, tranquilo, estoy bien, estoy bien, (…). Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo la maté. ¿Por qué? ¿Por qué? Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo no la maté. (…). Ya estaba muerta. Yo no fui. No pensar. No pensar. No pienses. No pienses en nada. Tranquilo, estoy tranquilo. No me pasa nada. Estoy tranquilo así.  Luis Martín Santos, Tiempo de Silencio.

En sus obras posteriores continúa con sus actitudes críticas ante la cul­tura española y su admiración por el mundo musulmán: Makbara (1980), Paisaje después de la batalla (1982), Los reinos de Taifas (1986), Las semanas del jardín (1997), Telón de boca (2003).

Recuento (1973), Los verdes de mayo hasta el mar (1976), La cólera de Aquiles (1979) y Teoría del conocimiento (1981).